El crecimiento ilimitado
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- El 30 noviembre, 2006
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El crecimiento económico siempre mejoro el nivel de vida de toda la humanidad, al mismo tiempo que esa humanidad crecía en cantidades inimaginables. Pero también es el crecimiento la única salida que la humanidad tiene para detener la contaminación y el desperdicio de recursos. Como bien dijo el economista Paul Romer tanto los gavilanes como la gente gustan de comer pollos, pero mientras más gavilanes significan menos pollos, más gente significa más pollos.
En 1798 Thomas Malthus publicó su ensayo de principios de la población en el que afirmó que mientras la producción de alimentos crecía en proporción aritmética ( esto es 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10, etc.) la población lo hacia en proporción geométrica (esto es 1,2,4,8,16,32,64, 128, 256,512, etc.). Malthus basó su tesis en dos presupuestos:
De un lado, consideró que el crecimiento de la población se mantendría inalterado por la intensidad del deseo sexual, lo que parecía bastante coherente en su tiempo, pues todos los datos históricos disponibles indicaban que la población únicamente se reducía por epidemias y hambrunas. Del otro lado, dio una de las primeras explicaciones de la Ley de los rendimientos decrecientes. Entendía Malthus que aunque toda la tierra cultivable llegase a usarse, cabía aún incrementar la producción mejorando las técnicas de producción, el problema es que cada mejora produce un incremento inicial que decrece en la medida en que el uso de la mejora se incrementa. La explicación más simple de esto es que si se aumenta él numero de trabajadores en un campo de cultivo, de uno a dos, posiblemente se duplique la producción, pero un tercer trabajador producirá un incremento menor, y cada nuevo trabajador producirá incrementos cada vez más pequeños de producción, hasta que el exceso de trabajadores en el campo pisotee la cosecha en lugar de producir más. Lo mismo pasa con cualquier maquinaria o insumo nuevo.
Si el rendimiento de los bienes de capital es decreciente, el crecimiento de la producción tiene limites, y si el crecimiento de la población no los tiene, el resultado de tal contradicción serán sucesivas hambrunas, afirmó Malthus.
Los neo – malthusianos
Todos las propuestas políticas que se colocan bajo banderas ecologistas se basan en variaciones teóricas sobre la tesis de Malthus. Esto tiene enorme importancia en los primeros años del siglo XXI, ya que las teorías marxistas ortodoxas de siglos pasados, basados en el razonamiento circular de la plusvalía, basadas en un valor trabajo superado por la teoría del valor marginal, han sido progresivamente abandonadas por un neo-comunismo que adopta el marginalismo, pero por la vía maltusiana, para sostener la necesidad de limitar el crecimiento económico por razones ecológicas.
Si bien la imposibilidad práctica de la planificación estatal de la economía fue demostrada desde las primeras décadas del siglo pasado por el economista Ludwid Von Mises, y evidenciada por los colapsos económicos, políticos, ecológicos y poblacionales en sociedades que aplicaron tales principios, como la URSS o Camboya, aun existe un substrato cultural mayoritario favorable a tales tesis en la mayor parte del mundo. Dicho substrato deberá cambiar en la medida que las sociedades más centralmente planificadas sigan colapsando o evolucionando en otros modelos de organización más humanos- pero el neo-comunismo se ha adelantado a tales cambios proponiendo una nueva construcción teórica colectivista que se basa en los modelos neo-malthusianos.
Ecologismo político, primer antecedente
Desde mediados del siglo pasado los académicos han venido construyendo diligentemente un nuevo conjunto de teorías anti-capitalistas que han alentado el crecimiento de un ecologismo político que incluye desde partidos como el partido verde alemán, pasando por ricas organizaciones transnacionales como Grennpeace, hasta pequeños grupos terroristas defensores de los derechos animales. El aliento teórico de todos se basa en el criterio académico de extender las tesis maltusianas de los alimentos a una amplísima gama de recursos, para predecir todo tipo de catástrofes inminentes.
Desde la universidad de Stanford, el biólogo Paul Ehrlich, Lester Brown y el equipo que desarrolló el famoso informe Limites del Crecimiento, para un grupo de poderosos burócratas, políticos y directivos de corporaciones unidos en el Club de Roma, todas las catástrofes posibles han sido anunciadas para el futuro cercano por los teóricos del ecologismo maltusiano. Sería gracioso ver como las catástrofes se van corriendo en el tiempo, de la misma forma que las superficiales opiniones favorables de algunos famosos economistas, sobre la planificación central desaparecen de las nuevas ediciones de sus viejos tratados sin explicación alguna para el lector-, pero no lo es porque las soluciones propuestas por tales aspirantes a aristócratas mandarinescos son la causa de que las tragedias ocurran, pero únicamente a las poblaciones sometidas a sus recomendaciones por gobiernos totalitarios.
Paul Ehrlich, quien aún afirma que la mayoría de la gente no reconoce que, al menos él los países ricos, el crecimiento económico es la enfermedad no la cura afirmó desde 1968 que sería imposible que la India alimentara a 200 millones adicionales de personas para 1971. En la edición de 1980 de su libro, la bomba poblacional, omitió todos los comentarios sobre el asunto, posiblemente porque los hindúes estaban exportado excedentes de granos a la URSS en 1980. Los académicos sofistas del colectivismo demostraron a finales del siglo pasado su completa falta de ética profesional con ese tipo de ediciones revisadas de sus libros, porque su objetivo nunca fue la búsqueda de intelectual de la verdad, sino la construcción de soportes teóricos para el ecologismo político.
El colectivismo ecologista anti – tecnológico
Más o menos irracionales, los ecologistas políticos van desde las tesis de desarrollo sustentable, que no es otra cosa que reducir la producción de bienes y servicios empobreciendo intencional y planificadamente a la población en función de la conservación de recursos, hasta quienes simplemente proponen destruir la civilización y regresar al equilibrio ecológico de los grupos humanos menos eficientes del paleolítico inferior.
Con ecologismo político se cumple la Ley de los rendimientos decrecientes, de hecho su caudal electoral crece sólo hasta cierto punto y bajo ciertas circunstancias, pero no es capaz de dar una respuesta política integral a la mayoría. Ese papel lo tiene el neo-comunismo, que integra el malthusianismo de los ecologistas políticos desarrollando coherentemente sus implicaciones más obscuras. Los teóricos presentan la ecuación I = PAT, esto es: impacto ambiental es igual a producción multiplicada por consumo, por afluencia y por tecnología.
Esto es ridículo, de hecho toda la evidencia paleontológica, arqueológica e histórica muestra que la introducción sistemática de nuevas tecnologías reducen el impacto ambiental de la producción, pero si las tecnologías no se modificasen, la ecuación sería correcta. Desde que Marx y Engels afirmaron que el fusil de retrocarga de la guerra franco-prusiana sería el máximo desarrollo posible de tecnología en ese campo, hasta que Mijail Kalasnikov diseñase el AK 47 en la muy marxista URSS, y en el presente, los teóricos colectivistas siempre se han mostrado extremadamente prejuiciosos con las nuevas tecnologías. La única construcción teórica que ha servido para justificar tal prejuicio, es la q que se deriva del ecologismo neo-maltusiano. Un ecologista como Michael Tobías afirma que Tendrán que constreñirse drásticamente las libertades básicas, puesto que no habrá suficiente aire y agua limpios, mientras que un profesor de medicina de la Universidad de Leeds en el Reino Unido defiende el no transferir a los pobres del tercer mundo la tecnología medica básica que evite una alta tasa de mortandad infantil, a menos que previamente se implementen severos programas de control de la natalidad.
El neo – comunismo
No es casual que en La República Popular China se implementasen los programas de control de la natalidad más severos del mundo, en China no existe el concepto de derechos individuales en el substrato cultural predominante, el comunismo marxista chino no fue una novedad, sino una variación sobre el mismo tema.
Estudiar la historia de la tecnología china es una de las primera claves del absurdo neo-comunista, pero también muestra que los absurdos se imponen.
Si el malthusianismo fuese conceptualmente cierto, el crecimiento de la producción conduciría fatalmente a catástrofes ecológicas que reducirían la producción y finalmente llegaríamos realmente a las hambrunas globales pronosticadas como inminentes desde hace ya más de dos siglos. Para evitar tales catástrofes, los ecologistas proponen un empobrecimiento intencional, más o menos severo, en el frente económico y severas medidas de planificación familiar en el frente poblacional. Para el neo-malthusianismo, la mejor organización de la sociedad no sería aquella capaz de producir un bienestar creciente para una población creciente, sino aquel capaz de detener ordenadamente el crecimiento de producción y población y distribuir la producción decreciente de la forma más equitativa posible. Como los marxistas ya han demostrado su incuestionable capacidad de producir y distribuir pobreza mediante planificación central de la economía, el neo-comunismo simplemente ponen los objetivos en concordancia con las capacidades. Mientras el objetivo de la planificación estatal de la economía fue una producción mayor que lo obtenida bajo un sistema de mercado relativamente libre, las únicas industrias que crecían en cada plan era las relacionadas con en control militar y policial de la población y el territorio.
Ahora no sería necesario falsear estadísticas de crecimiento, la reducción de la producción como objetivo es incuestionablemente alcanzable con la organización colectivista de la sociedad bajo el control de un estado totalitario… y eso es el neo-comunismo.
Un detalle que confunde a muchos es que el neo-comunismo tiende a poner más énfasis en el control jurídico indirecto leyes y reglamentos- que en la propiedad estatal de los medios de producción, pero eso lo único que indica es que los neo-comunistas han comprendido mejor la naturaleza de la propiedad privada que los marxistas.
Lo importante no es sólo que la teoría neoclásica del crecimiento económico, en la que se apoyan aplicaciones inconsistentes de Ley de los rendimientos decrecientes a la economía en general, sea falsa sino que la ley neo-malthusina de I = PAT en realidad debe ser I = PAR / NT pues si entendemos que P es resultado de la tecnología existente, y que el impacto ambiental de la producción será mayor en la medida en que se le someta al mayor número de regulaciones (R) lo que reduce I es la introducción de nuevas tecnologías NT. Y la Novedad Tecnológica es tanto como NT = T IT D, que es Tecnología, multiplicada por Ideas y Técnicas Productivas, multiplicadas por Demanda (D). Mi respuesta es entonces I = PAR / T IT D. Y aún así se puede discutir mucho el asunto de la “afluencia”, pero si entendemos que mientras mayor sea la demanda, y por ende la producción, menor será el impacto ambiental de cada nueva unidad de producto, mi ecuación resulta una aproximación (y sólo eso) más realista a lo que realmente ocurre que la tontería de I = PAT.
Los limites mentales
Todas las generaciones humanas que nos han dejado registros al respecto, parecen haber percibido limites materiales al crecimiento, ya que entendían el crecimiento como la suma (o multiplicación) de recursos materiales limitados.
Los economistas somos históricamente culpables de pensamiento bifactorial, quizás por ignorancia histórica ya que el estudio escolástico temprano de los problemas catalácticos fue mucho más integral que la posterior aproximación de los economistas clásicos.
Este se relaciona con los limites que el sustrato cultural dominante anglo latino establece al desarrollo del estudio de la acción humana, pero también con los limites que el sustrato cultural céltico germano establece a la popularización de sus construcciones teóricas propias.
En todo caso, la última constricción teórica que intento explicar el crecimiento desde un punto de vista bifactorial, fue no por casualidad la teoría neoclásica del crecimiento desarrollada por el premio novel de economía Robert Solow.
La teoría establece que el ahorro agregado financia las adiciones de capital y que la adición inicial de capital tiene un producto marginal muy elevado. Si se ahorra en forma constante, cada fracción generada por cada nuevo capital agregado, podría exceder lo necesario para equilibrar la depreciación de los bienes de capital y permitir dotar a los nuevos trabajadores de nuevos bienes de capital. Como el capital por trabajador se incrementa de esta forma, el rendimiento del capital decrecerá hasta generar un declive en el producto marginal del capital con lo que los ahorros generados por el ingreso también se reducirán y ahí la economía entraría a una producción estacionaria. Y ciertamente una economía no puede crecer acumulando más bienes de capital, que al final no son más que herramientas, más o menos sofisticadas, ya que el uso de cada nueva herramienta agrega una cantidad de producción marginal menor que la herramienta inmediata anterior.
El problema es que todos los modelos predictivos que establecieron limites al crecimiento basados en este modelo se han estrellado contra la realidad, la producción no deja de crecer sin que los teóricos puedan explicarlo.
Las nuevas ideas
El economista Paul Romer ha sido el primero en introducir la realidad en las construcciones teóricas del crecimiento al dividir los insumos en bienes rivales y no-rivales, o cosas e ideas. El punto clave está en que son bienes rivales aquellos que por su mera suma generan un rendimiento marginal que se reduce, mientras que son no-rivales aquellos que por su naturaleza pueden seguir agregando rendimiento marginal creciente al sumarse a la producción. Empíricamente siempre fue obvia la existencia de bienes no-rivales, la cosa es que su existencia no había sido considerada nunca explícitamente por las construcciones teóricas de la ciencia económica. Los mejores economistas habían introducido esto implícitamente en sus razonamientos desde Von Bonbaber, y los objetivistas lo había hecho claramente explicito en su filosofía ética, pero fue Romer quien lo usa para presentar una nueva teoría del crecimiento basada en la transformación de una configuración de cosas de bajo valor en otras de alto valor por la introducción de nuevas ideas. Las ideas no tienen rendimiento decreciente, cada nueva idea puede agregar mayor valor que la anterior, y no hay un limite al numero de nuevas ideas que se pueden emplear en la producción, los bienes de capital llegan a estorbarse entre sí, las ideas no.
Romer explica que tanto los gavilanes como la gente gustan de comer pollos, pero mientras más gavilanes significan menos pollos, más gente significa más pollos. La gente es capaz de incrementar el número de pollos para comerlos criándolos, y es capaz de generar un constante flujos de nuevas ideas que mejoran los métodos de crianza para incrementar él numero de pollos muy por encima del que la naturaleza hubiese establecido en un equilibrio entre las especies. Los gavilanes sólo pueden cazar pollos.
La verdadera demanda
Un problema de la ciencia económica es el mal uso de los idiomas -si bien hay que entender que el problema no se circunscribe a la economía- en general hablamos de modelos teóricos como si fueran entidades físicas y de las entidades físicas como si fuesen modelos teóricos. La ciencia económica no sirve de nada cuando se dedica a estudiar agregados estadísticos. Su objeto es estudiar lo que los seres humanos hacen para producir e intercambiar bienes y servicios a fin de satisfacer sus deseos. Cuando se olvida que estamos estudiando deseos humanos, se perdió el rumbo. No existe en realidad demanda de gasolina, lo que hay es demanda de combustible y esta sólo existe en la medida que hay demanda de transporte lo que al final significa que los humanos deseamos movernos de un lugar a otro, y que siempre demandaremos los medios más eficientes y cómodos que tengamos al alcance para cumplir ese deseo.
A lo que los economistas llamamos insumos, la química llama compuestos nos dice que todos los compuestos son resultado de la combinación de algunos de los elementos expresados en la tabla periódica, suponiendo que no se descubrieran nuevos elementos, al combinar cuatro de ellos para lograr un compuesto totalmente nuevo se pueden obtener 94 millones de nuevos compuestos, y si variamos las proporciones de 1 a 10 (sin fracciones) llegamos 330 mil millones de nuevos compuestos. Lo único que se necesita para satisfacer la verdadera demanda, la demanda de soluciones para satisfacer deseos, son nuevas ideas.
Cada nuevo proceso de producción tiende a generar sub-productos no deseados, pero mientras la producción aumenta, no crecen proporcionalmente los subproductos no deseados.
El dilema de la contaminación
El gran dilema de la contaminación es que mientras más nuevas tecnologías aparecen, y la producción se incrementa, menos contaminación se produce como resultado de los procesos productivos, menor producción parece implicar mayor contaminación. Si esto es cierto, y lo es, las soluciones del neocomunismo ecologista no solo traerán mayor pobreza, sino mayor contaminación. Se han adelantado muchos razonamientos sobre el que las sociedades prosperas son capaces de demandar la reducción de las externalidades, darle valor al aire y agua limpios requiere haber superado la etapa de la lucha diaria por producir la cantidad de alimento necesaria para no morir. Pero la clave del progreso humano es realmente menos dramática, y menos generosa y menos conciente. Los desperdicios tienen una característica clave, son muy baratos como insumo, de hecho, en las sociedades prosperas la gente está dispuesta a pagar por alejarlos de su presencia.
Si se puede encontrar una forma de transformar un desperdicio indeseado en algo deseable, se ha ideado un progreso en los métodos de producción, se ha incrementado la producción y el bienestar de la sociedad e incluso es posible que se haya reducido la cantidad de desperdicios en el ambiente. Pero nadie lo ha hecho por eso, sino para enriquecerse produciendo algo que los demás desean a bajo costo.
El proceso de producción de bienes intercambiables parece haber surgido en el paleolítico a partir de ideas para usar los desperdicios de las actividades primarias proveedoras de comida. De hecho, existen sólidos indicios en la investigación de restos prehistóricos como para suponer que las primeras industrias capaces de generar bienes susceptibles de intercambio usaron desperdicios contaminantes como insumos de nuevos productos empezando con la utilización de las partes no comestibles de los animales cazados o rapiñados.
Por: Guillermo Rodríguez González
Doctor en Ciencias Económicas
Directivo Nacional del movimiento liberal Resistencia Civil y
director del semario web TercerPolo en Caracas / Venezuela
Fuente: http://grodriguezg.tripod.com/id12.html
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