¿Tecnología industrial o dogmatismo ecológico?
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- El 23 julio, 2007
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Algo menos conocido que su homólogo para el sector agropecuario (el INTA) y sin la amplia cobertura geográfica de aquel, en INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) es un ente que goza de prestigio por su labor técnica y científica, siendo además uno de los pocos entes tecnológicos estatales que no cayó bajo la guadaña “privatizadora”, liquidadora y seudo eficientista cuyo auge estuvo dado en la década anterior, sobre todo bajo el accionar del verborrágico “superministro” que destempladamente “mandó a los científicos a lavar los platos”.
Sin duda el INTI es una de las Instituciones Tecnológicas Argentinas que debemos preservar y engrandecer –junto al Sector Nuclear, al CITEFA, al INTA, la CONAE y otros-, pues debe seguir jugando un rol clave para concretar nuestro desarrollo tecnológico e industrial, imprescindible para llegar a ser Una Gran Nación, como podemos y debemos ser.
En ese contexto de apoyo explícito, respeto e incluso admiración por toda labor tecnológica seriamente realizada; cuesta encontrar el “hilo conductor” que conecte con esa filosofía de acción precitada, con las expresiones del actual Presidente del INTA –Ing. Enrique Martínez-, según la versión del Suplemento Económico del diario Clarín del domingo 15/04/07; expresiones que entiendo no fueron desmentidas ni rectificadas por el citado funcionario y profesional; en las que incurre en inexactitudes y posturas cuanto menos opinables, en lo referente a los biocombustibles.
Es bien conocido que el tema de los biocombustibles se presenta con notable fuerza, generando aceptaciones y rechazos, además de lo cual resulta evidente que son muy pocos los especialistas calificados para opinar con total solvencia técnico – científica. Por otra parte, fue uno de los temas urticantes en la reciente Cumbre Energética de Venezuela; situación que afortunadamente no impidió avanzar en la tan necesaria integración del bloque político económico y cultural de Sudamérica.
Ya el subtítulo que encabeza las opiniones vertidas por el Sr. Presidente del INTI es muy llamativo, pues opina de los biocombustibles que “esto perjudica a millones de pobres”; siendo de por si una opinión pretendidamente inapelable respecto a un tema muy opinable, que admite varias lecturas: o sea una opinión de corte político económico emanada del conductor de un este científico – tecnológico. Eso ya puede considerarse un contrasentido, o si se quiere una falta de mesura.
De hecho es muy discutible que producir biocombustibles “perjudique a millones de pobres”, y mucho menos aún puede anteponerse el problema global de la pobreza –que es básicamente socio político-, “confundiendo los tantos” en un tema que tiene fuertes componentes técnicos y económicos.
En el mundo existe hambre y miseria no porque falte capacidad productiva de alimentos y bienes en general, sino por las abismales diferencias político – económicas que impiden una más equitativa distribución de la riqueza y el bienestar; así como por el statu quo que tiende a profundizar las ya abismales diferencias entre el G 8 y los restantes países desarrollados, respecto al mundo subdesarrollado. Diferencias que incluso son acicateadas por los “sobornizadores” del poder financiero transnacional, que presionan por la irrestricta globalización…de los subdesarrollados.
Con la enorme capacidad ociosa existente para producir alimentos, y con las mejoras tecnológicas que día a día mejoran los rindes, cuesta creer que la producción de biocombustibles implique faltantes de alimentos para los seres humanos y los animales de cría.
Por otra parte, los incrementos de los precios de algunos insumos para los biocombustibles–como la soja y el maíz- que puedan ser inducidos por esta nueva actividad, repercutirán favorablemente en las balanzas comerciales de los países productores, los cuales básicamente no son del G 8 ni del “club” de los desarrollados. El efecto multiplicador de la producción de los biocombustibles y las divisas que generen las exportaciones –con valor agregado- de bionafta y biodiesel, proveerán los medios económico – financieros para que los respectivos países implementen políticas activas que puedan evitar los impactos en los sectores menos pudientes, de las subas de precios de algunos alimentos; pudiéndose incluso subvencionar los consumos alimenticios de las materias primas utilizadas como base de los biocombustibles.
Nada de los precedentes razonamientos fue tenido en cuenta por la lapidaria opinión del Sr. Presidente del INTI, por lo que su enfoque parece bastante sesgado.
Pero además, al detallar las supuestas “otras alternativas” que tiene EEUU para reemplazar a los combustibles fósiles; la opinión del Ing. Enrique Martínez es sugestivamente similar a los enfoques de las transnacionales del fundamentalismo ecológico; enfoques que –es bien sabido- son plenos de dogmas nunca demostrados y huérfanos del debido sustento técnico; además de lo cual son claramente funcionales a los nefastos postulados del Club de Roma, pregonero y activo promotor del subdesarrollo crónico y el estancamiento socio económico.
Las “otras alternativas” (para EEUU y por extensión para todo el mundo desarrollado) que menciona el alto funcionario del INTI son “el sol, el aire y el agua”. Y en esto, incurre en gravísimos errores conceptuales, que por el alto cargo que detenta pueden inducir a conclusiones erróneas tanto al común de la gente como a los funcionarios de gobierno no expertos en la temática energética.
Es bien sabido –y para sacarse cualquier duda posible sugiero consultar a especialistas energéticos de alto nivel técnico científico, como los del Sector Nuclear Argentino, los del ICOLD –CIGB; y publicaciones internacionales de rigor científico-, que las incorrectamente llamadas “nuevas fuentes de energía”, como la solar y la eólica, tienen muy altos costos por KWh, no son “limpias” como se las promociona, y además tienen limitaciones técnicas muy importantes que impiden sus crecimientos más allá de los aportes marginales que alcanzaron en las matrices energéticas de los países que las implementaron, siempre con grandes subvenciones.
Por otra parte, mencionar al agua como fuente energética, es una generalización que puede inducir a más confusiones.
Si se refiere a la hidroelectricidad –una alternativa económica y ambientalmente limpia- no es viable su ampliación en los países desarrollados, pues prácticamente ya tienen construidas todas las obras que sus cuencas hidrológicas permiten.
Si en cambio quiere decir obtener hidrógeno a partir del agua, es un procedimiento muy caro y ambientalmente ruinoso, pues consume mucha más energía que la que luego puede obtenerse del hidrógeno puro.
Si alternativamente el Presidente del INTI se refiere a la energía geotérmica, es carísima, técnicamente complicada, y solo es aplicable en puntos geográficos muy limitados.
Finalmente, cuando menciona a los automóviles con tecnología híbrida (combustión interna y electricidad), parece obviar sus altísimos costos y que para generar la electricidad también se consumen altas proporciones de combustibles fósiles, con lo cual no se sale del círculo de la dependencia hidrocarburífera.
Cabe señalar que si bien tangencialmente el Presidente del INTI afirma que la producción de biocombustibles será beneficiosa para Argentina (¡aleluya por ello!), deja de lado el enorme efecto multiplicador que bien puede lograrse si se incorporan a esta actividad agro industrial (todo el ciclo de los biocombustibles) a las enormes extensiones de tierra hoy desaprovechadas por falta de irrigación, que podrían formar parte de nuestras tierras productivas, mediante obras largamente estudiadas, como la Canalización del Bermejo, que incorporará la mayor parte del Gran Chaco como zona productora en gran escala.
Llama la atención que en vez de enfocar el tema desde la concreta realidad argentina –para la cual existen coincidencia casi unánimes de los efectos multiplicadores positivos de todo el ciclo de los biocombustibles-, y que además es su función específica al frente del INTI; se pierda en generalidades internacionales de dudosa precisión, como son los perjuicios que podrán suceder –o no- en otras latitudes, con lo que hace causa común con los discursos del ecologismo apocalíptico.
Por: Carlos A. Ortiz
Escritor y periodista ad honorem
Ex Docente – Investigador = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM
Especialista en Gestión de Producción y Ambiente = Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía – UNLa-CNEA = Becario de la Comisión Nacional de Energía Atómica
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