La Medicina también necesita energía
- Creado por admin
- El 7 abril, 2010
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Específicamente “de medicina que opinen los médicos y otros profesionales de la salud”, es un pensamiento correcto. El caso es que de última, toda la ciencia de uno u otro modo termina relacionándose, y lo que se investigue u opine fundamentadamente sobre un área de la ciencia, se vincula con las otras. Esa forma de ver las cosas la escuché por primera vez en un seminario organizado por la Comisión Nacional de Energía Atómica, hace ya varios años.
Está claro que esa “vinculación última” no implica un “bill de inmunidad” para opinar abierta y osadamente sobre cualquier cosa, menos aún si no se poseen conocimientos específicos, sean esos de tipo académico, de autoformación o por práctica laboral.
Por ello, siendo cauto para rozar el tema sanitario, además del elemental sentido común, es necesario respaldarse en trabajos de profesionales de la salud, además de las conversaciones con conocidos o amigos médicos u otros profesionales vinculados.
Similar grado de mesura es necesario pedirle –y sería esperable-, cuando los profesionales de la salud emiten opiniones que afectan a otras áreas del conocimiento, como la temática energética y ambiental. Y esa mesura es doblemente importante en determinadas profesiones, que por su naturaleza inspiran la credibilidad del común de la gente, como sucede con los médicos y los periodistas, entre otros.
Estas reflexiones vienen al caso, dadas las drásticas y cáusticas expresiones de un médico, cuyas opiniones pueden influir –y confundir- a la población, con lo cual –descontando la ausencia de mala fe por parte de ese profesional de la medicina-, termina haciendo un aporte al “terrorismo ecolátrico”, que tan sistemáticamente se utiliza por parte de pseudos ecologistas, para mantener la vigencia de diversos dogmas –creencias preestablecidas- utilizados para perpetuarnos en el subdesarrollo crónico.
Las apocalípticas afirmaciones que se basan en los mal llamados “males de las represas”, están en línea con otras osadas y erróneas afirmaciones del fundamentalismo ecológico, que adhiere a la nefasta filosofía del “crecimiento cero” (o sea la detención total del crecimiento económico). Y el más elemental sentido común –el menos común de los sentidos- indica que la falta de crecimiento económico implica automáticamente deterioro socio económico y político; más aún, significa producir la más abyecta de las contaminaciones, la provocada por la miseria extrema.
Un claro informe del Ministerio de Salud Pública de Misiones, realizado por un equipo de trabajo comandado por el Dr. Marcos Crispín Ortiz, hace ya varios años, en forma muy contundente decía conceptualmente “las enfermedades endémicas llegarán a Misiones con o sin represas, pues están dadas las condiciones socio sanitarias para que se produzcan; es absurdo adjudicar esas enfermedades a las represas”.
Por otra parte, en los anales de medicina sanitaria se puede seguramente constatar que todo el NEA es desde tiempos ancestrales, zona endémica de varias enfermedades infecto contagiosas y potenciales pandemias; entre ellas el paludismo, la fiebre amarilla, el tifus, las venéreas, la tuberculosis y otros males de las vías respiratorias, y la lepra, entre otros. Incluso algunos veteranos memoriosos, como el siempre dinámico Capitán Fluvial Osvaldo Valentín Vogler, señalan que en los años ’40, las autoridades sanitarias de Corrientes impedían que los “embarcadizos” (personal de barcos fluviales) procedentes de Misiones, descendieran a tierra firme en esa provincia, para evitar el contagio de paludismo. ¡Y hoy nos viene a hablar de “males de las represas”!
Por otra parte, en el Gran Buenos Aires –donde la represa más cercana está a más de 1.000 Kilómetros- existen medidas preventivas contra el dengue y otras pandemias, transmitidas por los mosquitos domésticos. ¿Males de las represas?…parece un chiste de mal gusto…o una soberana patraña.
Al paludismo lo había erradicado una gran campaña sanitaria dirigida por ese eximio sanitarista y notable argentino que fue el Dr. Ramón Carrillo…y no se le ocurrió el exabrupto de querer “colgarle la romana” a las hidroeléctricas, ni otras excusas similares.
Comparemos tres casos: EEUU, Brasil y Haití, para en base el precitado sentido común, se pueda evaluar con mayor coherencia el tema de los mal llamados “males de las represas”, que en rigor son “MALES DE LA MISERIA”.
EEUU tiene construidas varios miles de presas de todo tipo, la mayoría hidroeléctricas. Muchas de ellas están en su cálido sur, en donde apuntalaron el desarrollo del “Silicon Valley”, cuna de la tecnología de las computadoras. En base a fuertes políticas sanitarias y al en general buen nivel de vida, los “males de la miseria” –según referencias serias- son prácticamente inexistentes.
Brasil, que fundamentó en su enorme y siempre creciente producción de energía hidroeléctrica su sólido proceso de crecimiento económico y desarrollo tecnológico e industrial, que lo proyecta entre las mayores potencias del mundo; pudo en la actual presidencia de Lula, encarar un vasto plan de eliminación de la miseria estructural, haciendo que vastos sectores de pobres puedan integrarse a las clases medias. Por lógica también está mejorando sus condiciones de salubridad. Es conocido y reconocido que las endemias que padece, están relacionadas con los bolsones de pobreza extrema que aún existen. ¿Puede afirmarse una correlación entre hidroelectricidad y enfermedades? Cualquier analista serio no se atrevería a proferir semejante aseveración. Más bien la realidad muestra lo contrario: el desarrollo socio económico evita y termina con los males de la miseria.
Haití es el otro extremo. Es el país más pobre del continente. No posee ninguna represa hidroeléctrica. Más aún, según referencias serias, ni siquiera tiene servicio público de electricidad. Pero sus indicadores sanitarios, acorde a sus indicadores sociales, económicos y políticos, son sencillamente desastrosos. La expectativa de vida no supera los 45 años, y las pandemias son crónicas, además del deterioro general del medio ambiente, provocado por la terrible devastación que producen la miseria y las hambrunas crónicas. ¿Males de las represas? ¡Por favor!
Tomando la frase troncal de la exposición del médico Juan Adhjián, quien afirmó: “el dengue (y otras endemias) se solucionan dejando de alterar el medio ambiente y la vida en el planeta”, cabría preguntarle si estaría dispuesto a demoler su consultorio del Barrio Rocamora, para atender a sus pacientes –sin energía eléctrica- bajo alguno de los frondosos árboles de mangos. Y a no utilizar más su automóvil, ni computadora ni equipo de aire acondicionado,,,pues todo ello “afecta al medio ambiente” ¿O pretende ser un privilegiado, mientras otros argentinos quedarán excluidos de los servicios básicos, si nos condenamos al subdesarrollo crónico?
Hay mucho más para precisar. Lamentablemente quienes irreflexivamente se suman a los cantos de sirena de la ecolatría, no son concientes que le están haciendo el juego a los poderosos intereses vinculados con la termogeneración (petróleo, gas y todos los negocios vinculados), y a los intereses transnacionales de los poderes que pretenden mantenernos atados al subdesarrollo crónico, para que seamos dóciles proveedores de materias primas, mientras mantienen a nuestra población en la más abyecta y degradante miseria estructural.
Por: Carlos A. Ortiz
Ex Investigador y Docente = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM
Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. = UNaM
Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA
Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario
Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé
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