Investigación social y medio ambiente
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- El 1 enero, 2000
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El marco de lo social es el ámbito desde donde deben producirse los cambios para el progreso hacia una sociedad más sostenible y solidaria. Intervenir a esta escala humana obliga a contar de forma directa con las perspectivas de las ciencias sociales y del comportamiento, al objeto de avanzar en el conocimiento acerca de como los sistemas humanos originan los cambios en los sistemas ambientales y como los sistemas ambientales, a su vez, impactan sobre los sociales. En última instancia el reto se centra en la necesidad de comprender la función de la conducta individual e interpersonal en el origen y la evolución de los problemas ambientales y la forma en la que esta pueda cambiarse de manera consistente y eficiente.
Si con la perspectiva del desarrollo sostenible se pretende satisfacer las necesidades del presente, sin hipotecar las de las generaciones futuras, es crucial considerar los valores, las actitudes y las conductas necesarias para alcanzar esta meta. Así, este necesario cambio de paradigma, debe pivotar entre lo individual y lo social y basarse simultáneamente en el cuestionamiento de nuestras acciones cotidianas y estilos de vida y en la reflexión y el avance cultural y comunitario. Para ello es necesario en primer lugar analizar los comportamientos que inician o potencian las diferentes problemáticas ambientales, también aquellos que las previenen o las mitigan y reconocer las conexiones directas, pero también las relaciones sutiles, entre la norma cultural, los estilos de vida, los valores, las actitudes y las creencias personales y los comportamientos ambientales.
Por otro lado cada día es más evidente la necesidad de formular políticas de corrección y prevención de los problemas ambientales que tengan en cuenta las expectativas y las acciones de las personas y las características de los sistemas sociales, en consonancia con el origen social de las problemáticas ambientales.
Esta evidencia obliga a los poderes públicos, y en concreto a las instituciones encargadas de la gestión ambiental, a contar con la implicación y participación de las personas y grupos sociales en la satisfacción de las demandas que en materia de medio ambiente les plantean, ya que está demostrado que las acciones legislativas o tecnológicas son insuficientes por sí solas para resolver los problemas ambientales. Por todo ello, es fundamental que las instituciones dispongan de información científica y rigurosa acerca de los conocimientos, comportamientos y actitudes de la población respecto a los temas ambientales y acerca de cómo valora dicha población las acciones publicas dirigidas a la mejora del medio ambiente.
Si se pretende superar el tópico y la intuición, características realmente extendidas, es urgente profundizar en el conocimiento sobre la interacción persona-entorno: cómo las personas perciben, valoran y actúan sobre el medio y cómo dimensiones ambientales concretas impactan sobre la experiencia humana. Pero sobre todo, que estrategias y modelos coherentes, racionales y eficientes, disponemos para mejorar esta relación, para promover un equilibrio entre la calidad ambiental y la calidad de vida humana.
También es ineludible, tanto facilitar un intercambio entre líneas de investigación, resultados obtenidos… como profundizar en una conexión real entre investigadores y gestores, posibilitando, por un lado, la evaluación constructiva de las acciones realizadas y por otro, la incorporación de conocimientos científicos relevantes en el diseño de programas de acción.
La concepción sobre el medio ambiente ha progresado desde una visión restrictiva del mismo, como conjunto de elementos biofísicos cuyo equilibrio habría que salvaguardar a otra en la cual se incorporan las dimensiones psicológicas, sociales, culturales y económicas del hecho ambiental. Ya en la conocida definición de Unesco (1978) se insiste en que el medio ambiente abarca el medio social y cultural y no sólo el medio físico, por lo que se deben tener en cuenta las interacciones que se producen entre sus componentes biológicos, sociales y culturales. De esta manera el saber en materia ambiental no puede ser compartimentado, las disciplinas clásicas surgidas a fines del siglo XIX, ya no sirven para resolver los problemas actuales, es indispensable adoptar una perspectiva sistémica, que no tienda a fragmentar, a separar los fenómenos y las situaciones que intervienen en los problemas de gestión de recursos. Actualmente se está produciendo una profunda revisión de esta compartimentación entre disciplinas en la búsqueda de una visión integradora y de mayor permeabilidad entre las diferentes aproximaciones científicas a la cuestión ambiental. Una iniciativa en este sentido es el uso de conceptos-puente que faciliten esta perspectiva integradora, de los que ya se encuentran experiencias interesantes, como por ejemplo en relación a problemas como la conservación del paisaje y la contaminación acústica. El trabajo interdisciplinar, es más que la simple superposición de diferentes ámbitos científicos, exige el esfuerzo de la creación de conexiones significativas en los conceptos, en las metodologías y en las herramientas de comprensión del mundo.
Ciencias sociales como la psicología, la sociología… constituyen disciplinas relevantes para comprender estos procesos ambientales, ya que como se ha indicado los cambios son mayoritariamente antropogénicos en origen. La psicología ambiental es uno de los ámbitos centrales desde donde se pueden desarrollar propuestas en este sentido, pudiendo entenderse ésta como la disciplina que se ocupa del estudio de las relaciones entre el medio físico y social y las cogniciones, las actitudes y los comportamientos de las personas. Así, el reto que la psicología como ciencia básica y aplicada tiene planteado, se concreta en la necesaria evolución de su objetivo tradicional, de ayudar a las personas a adaptarse a su medio, a participar en la tarea de contribuir a la preservación de la diversidad ecológica en consonancia con las necesidades y las expectativas humanas.
Ricardo de Castro.
Psicólogo Social
Dirección General de Educación Ambiental.
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