Gestión Integral de Carbono en las políticas sustentables de las empresas
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- El 17 enero, 2014
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Frente a la problemática del cambio climático, los gobiernos, las empresas y la sociedad en general han asumido el compromiso de tomar acciones concretas para actuar en consecuencia. Se destaca así la creciente exigencia de medir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que produce directa e indirectamente una compañía, una persona, un producto o un servicio. Es decir, medir la Huella de Carbono (HC).
Prueba de ello son las normativas en vigor en la Unión Europea (en países como Francia, Reino Unido y Alemania) y muchas otras que se hallan en desarrollo en Japón, China, Corea, México y Brasil, entre otras naciones. A su vez, impulsado por las empresas multinacionales el sector privado está asumiendo cada vez más compromisos voluntarios (como es el caso del ‘Carbon Disclosure Project’) que impactan sobre toda la cadena productiva, desde las materias primas hasta los residuos.
En este marco, la Gestión Integral de Carbono (GIC) define la estrategia de reducción de emisiones de GEI de una empresa y la implementa mediante la medición, reducción, compensación y/o neutralización de la HC, comunicando finalmente los resultados a la sociedad. La GIC, en definitiva, integra las políticas de sustentabilidad y de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de las compañías.
¿Por qué implementar una GIC?
Pueden ser una o varias las razones que llevan a una empresa a decidir iniciar un proceso de GIC. Entre las más destacadas se encuentran las siguientes: el acceso a mercados (exigencias de países y empresas que actúan o actuarán como barreras), la mejora en la gestión (ahorros energéticos, reducción de riesgos operativos, etc.), la imagen corporativa (diferenciación de la competencia, agenda ambiental, políticas de RSE, relación con la comunidad y autoridades gubernamentales), la conciencia ambiental (convicción interna sobre la producción sustentable), el acceso al financiamiento (ya que cada vez más entidades bancarias comienzan a requerir una cuantificación del impacto de los proyectos en el cambio climático), los compromisos a ser asumidos (en cuanto a la preparación para un entorno regulatorio nacional e internacional caracterizado por restricciones a las emisiones de GEI) y la participación en el mercado de carbono (como negocio complementario), entre otras oportunidades y amenazas.
Por ello, definir e implementar una GIC es no sólo un imperativo de responsabilidad social y una valiosa carta de imagen corporativa, sino también una nueva frontera de competitividad.
¿Cómo desarrollar una GIC?
Desarrollar una GIC implica cuantificar las emisiones de GEI de un producto, servicio o empresa, analizar e implementar medidas de mitigación y/o de compensación, y comunicar los compromisos y logros a la sociedad.
Cuatro son las etapas que componen el ciclo de GIC: el diagnóstico inicial (que consiste en identificar los puntos o áreas de altas emisiones de GEI en la empresa, proceso o producto, las acciones de mitigación ya tomadas y los riesgos y oportunidades de implementar una GIC), la definición de la estrategia corporativa de carbono (cuando se establecen los objetivos de carbono -emisiones de GEI- de la empresa y/o el producto, incluyendo el compromiso de reducir, compensar y/o alcanzar la neutralidad de carbono; la estrategia de medición de la HC -tipo, alcance, estándares, etiquetado, etc.-, y la estrategia de comunicación y sus destinatarios, entre otras variables), el cálculo de la HC (cuando se mapean los procesos o productos -análisis del ciclo de vida-, se recolectan los datos necesarios para cuantificar la huella, se evalúan y asignan los factores de emisión disponibles más representativos para el producto o proceso, se calcula la HC y se analiza su incertidumbre) y el diseño del plan de gestión de carbono (con el resultado de la HC se define las acciones y/o proyectos para reducir y/o compensar las emisiones, certificar la HC y las actividades de comunicación).
Con respecto a este último ítem, la reducción de emisiones es posible cuando se identifican posibilidades de limitar las emisiones internas (por ejemplo, a través de la eficiencia energética o cambios en el transporte o los productos) y luego se implementa un programa de acción en ese sentido. Para la compensación de emisiones, en tanto, debe definirse el grado de compensación necesaria (parcial o total) para llegar a la neutralidad de carbono, y establecerse el uso de créditos de carbono (VERs o CERs) o la inversión en proyectos favorables (forestales, de energías renovables, etc.). En materia de certificación y etiquetado, es menester definir qué parte del proceso se certificará y/o etiquetará. Puede ser la HC, las acciones de reducciones y/o la neutralidad de carbono. Y finalmente queda la instancia de la comunicación; es decir, comunicar interna y externamente, a lo largo de todo el ciclo, la gestión de carbono desarrollada.
Cálculo de la HC
La actividad más importante en la GIC es la medición de la HC. Cuatro son las características técnicas más relevantes a tener en cuenta a la hora de decidir calcular la misma.
En primer término, el tipo de HC, ya que puede ser por producto o servicio, o por organización. La primera calcula el nivel de emisiones que genera un producto o servicio a lo largo de todo el ciclo de vida del mismo. Para el caso de un producto, puede
ser desde la producción de la materia prima hasta el tratamiento de los desechos del producto final.
Por lo general, este método de cálculo se emplea cuando lo que se busca es posicionar un producto o darle acceso a ciertos mercados, ya que permite compararlo con los de la competencia. La HC por organización, en cambio, estima las emisiones generadas por una entidad de forma parcial o total, ya sea por sus fuentes directas como indirectas. Esta metodología se usa cuando se busca entender de forma integral la performance de una empresa con respecto a sus emisiones para mejorar su eficiencia productiva o su imagen corporativa.
En segundo lugar, debe considerarse el nivel de alcance, que difiere por producto (es necesario definir si se hará para todo el ciclo de vida del producto o para una parte del mismo) y por organización (hay que considerar las emisiones para toda o parte de la organización). Por producto, las etapas son tres: ‘de la cuna a la tumba’ (cradle-to-grave), cuando se miden las emisiones desde la producción y extracción de la materia prima hasta la disposición y/o reciclaje del producto final; ‘de la cuna a la puerta’ (cradle-to-gate), que va desde la materia prima hasta la entrega en puerta de la empresa, y puede extenderse hasta la distribución o venta minorista; y ‘de puerta a puerta’ (gate-to-gate), que considera las emisiones desde el ingreso de la materia prima a la industria hasta la salida del producto terminado.
Por organización, se categorizan tres niveles de alcance: el 1 (emisiones directas), cuando se dan a partir de fuentes pertenecientes o controladas por la empresa, como vehículos o motores propios; el 2 (indirectas), cuando ocurren fuera de la empresa a partir de recursos externos importados como electricidad, vapor o calefacción; y el 3 (indirectas expandidas), cuando se dan fuera de la empresa, a partir de fuentes no pertenecientes o controladas por la misma, pero ligadas a sus actividades, como viajes de negocios, transporte de productos, insumos y desperdicios, etc.
Una tercera característica técnica son los estándares de medición. En ese sentido, puede seleccionarse entre los estándares más reconocidos globalmente, tales como ISO 14.064 (para organización), ISO 14.067 (para producto, por aprobarse), GHG Protocol o PAS 2050/60 (norma británica).
En cuarto y último término está la certificación y etiquetado de la huella y de la neutralidad de carbono.
Una empresa puede medir la HC para conocer e informar internamente su nivel de emisiones o para hacerlo pública, ya sea como estrategia de comunicación o por requerimiento de algún mercado. Y si necesita publicar sus resultados, será conveniente realizar una certificación con una tercera parte independiente que corrobore que la HC fue medida de acuerdo con lo establecido en el estándar de cálculo seleccionado.
Por: Lic . Federico Moyano
Fuente: Revista Futuro Sustentable
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