Una nube de humo tóxico cubre el oeste de Estados Unidos
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- El 17 septiembre, 2020
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Los incendios forestales están complicando una medida vital para soportar el coronavirus: el simple placer de salir al aire libre. SANTA CRUZ, California — Mientras los bosques ardían en la distancia, el cielo cobrizo olía como una fogata. Los sensores de calidad del aire irradiaban rojo. Dave Begley, un leñador que había estado durmiendo en
Los incendios forestales están complicando una medida vital para soportar el coronavirus: el simple placer de salir al aire libre.
SANTA CRUZ, California — Mientras los bosques ardían en la distancia, el cielo cobrizo olía como una fogata. Los sensores de calidad del aire irradiaban rojo. Dave Begley, un leñador que había estado durmiendo en su camioneta desde que huyó de los incendios forestales de California, despertó con dificultad para respirar.
“Me quedo sin aire fácilmente”, dijo Begley, de 59 años. “Uso mi cubrebocas, pero no funciona. ¿Qué se puede hacer al respecto?”.
Millones de personas tosiendo, jadeando e inhalando humo tratan de contestar la misma pregunta. El humo de los incendios forestales está nublando el cielo en todo California y el oeste de EE.UU. y robándole a la gente el respiro de salir al aire libre.
Columnas de humo de enormes incendios forestales ensucian el aire en todo California y otros Estados de EE.UU.. Foto: Maxar Technologis/NASA, via Agence France—Press, via Getty Images.
Apagones esporádicos y el calor incesante han hecho que la vida en interiores sea igual de intolerable.
En los rincones peor afectados del oeste estadounidense, algunas personas ahora pasan días confinadas hasta que sus apps de calidad del aire les indican que no hay peligro para tener una sesión rápida de trote o ciclismo.
Otros están sellando sus puertas y ventanas y acaparando purificadores de aire y filtros de uso pesado para cuando puedan usar sus aires acondicionados. Los neumólogos y especialistas en asma dicen estar inundados de llamadas de pacientes angustiados.
Algunas personas simplemente se están marchando. Tras días de tos y molestias, Megan Cauley, de 36 años, dijo que ella, su esposo y los dos hijos pequeños de la pareja partieron a Seattle para quedarse con los padres de Cauley hasta que se despeje el cielo.
Los incendios no sólo queman pinos ponderosa, madroños y abetos, sino también autos, pintura, plástico y aislamiento, y ventarrones de partículas diminutas pueden desplazarse cientos de kilómetros y terminar en la garganta de una persona, penetrando la mayoría de los cubrebocas.
Las partículas pueden irritar senos nasales, ojos y garganta e inflamar los alvéolos pulmonares que llevan oxígeno a la sangre.
En la sala de urgencias de Santa Cruz donde Julie Gorshe trabaja como asistente médica, más pacientes llegan jadeando, tosiendo y batallando para respirar —síntomas de exposición al humo, y también de Covid-19.
Algunos con problemas respiratorios crónicos habían huido sin sus medicinas o inhaladores.
Dolly Patterson, de 62 años, quien vive en el norte de California cerca de un enorme cúmulo de incendios, dijo que tenía ocho días consecutivos vomitando en reacción al fuerte humo.
Tavo Diaz, un cartero en Santa Cruz, señaló que el cubrebocas quirúrgico que le proporcionó la oficina postal no servía para filtrar las partículas finas, así que compró su propia mascarilla N-95.
“Si no fuera por la N-95, ya tendría una infección en los senos nasales”, aseguró.
Clarín
2 de septiembre de 2020
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