Pensar la sustentabilidad: asumir los dilemas del presente y futuro
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- El 21 marzo, 2014
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Pensar la sustentabilidad implica asumir los dilemas que plantea la realidad presente y futura de nuestro planeta. Planeta en el que conviven al mismo tiempo diferentes situaciones, siendo algunas de ellas tan contrastantes que podemos afirmar que coexisten varios mundos en un solo planeta.
Es así como, en los próximos 18 meses, cerca del 70% de las personas en el mundo tendrán telefonía celular, cuando en el año 2000 ese porcentaje era de solo un 2%. Siguiendo con la ruta digital, se proyecta que en los próximos 8 a 10 años unos 3000 millones de individuos serán “nuevos conectados” a Internet. Aportando más datos, mientras un sexto de la población representa el 50% del consumo de la oferta energética mundial, hay otro sexto de la población que solo ha consumido un 4%.
Simultáneamente en otro mundo, pero de este mismo planeta, son 1.000 millones de personas quienes no tienen acceso al agua potable y se duplica ese número con respecto a quienes no tienen acceso a cloacas sanitarias. Es decir que hay más gente con teléfono móvil que con baños.
En unos mil días llegaremos a la fecha límite para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Si bien no se han alcanzado sus objetivos más ambiciosos, han habido algunos avances en sus metas parciales. Por ejemplo se redujo en un 50% la población sin acceso al agua potable, y un número similar en mortalidad materna. Cuando hablamos de vida de personas, nunca es suficiente para ser optimista, pero sí para saber que cuando existe decisión política y sentido de urgencia, las cosas pueden mejorar.
El futuro del mundo hacia el año 2050
Desde la Argentina, en el Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible (CEADS) y en forma conjunta con nuestros pares alrededor del mundo, pensamos cómo sería el futuro próximo de nuestra vida en el planeta. Es así como desarrollamos una Visión al 2050 que nos desafía a que “9.000 millones de personas vivan bien, pero dentro de los límites del planeta”. Este postulado si bien puede parecer poco desafiante, al contrastarlo con la proyección lineal para mitad de siglo, no resulta en nada trivial, puesto que de seguir produciendo -y consumiendo- de las formas que lo hacemos hoy, esas 9.000 millones de personas van a precisar 2,3 planetas tierra para hacerse de alimentos, agua, fibra y energía (ver Fig. 1).
Esto no implica que el planeta esté condicionando nuestra misión de “vivir bien”. Este erróneo argumento es uno de los utilizados -a veces intencionalmente- para generar una potencial disputa entre planeta versus personas. Es forzar un enfrentamiento innecesario entre las agendas de Desarrollo Humano y de Conservación del Planeta, cuando en realidad necesitan estar coordinadas. Por eso es que el esfuerzo tiene que centrarse en personas y planeta, y no en personas versus planeta.
Esta y otras afirmaciones similares son resignificadas y superadas cuando pensamos el Desarrollo bajo el enfoque del Desarrollo Sustentable, que nos señala que es absolutamente posible (pero no sencillo) que 9.000 millones de personas en el año 2050 puedan vivir bien, pero dentro de los límites planetarios.
Pero para eso es necesario comprender que “vivir bien”, es decir Calidad de Vida, no es sinónimode Estándar de Vida.
Los actuales patrones de consumo promueven una presión sobre el ambiente y sus ecosistemas, porque están basados en conceptos de éxito social y personal poco sustentables. Reaprender hábitos, costumbres y formas de vida es importante pero más aún es repensar el concepto de “éxito” y “calidad de vida”.
Esto que sucede a nivel individual, también sucede a nivel macro, puesto que se sigue midiendo el éxito de los países solamente en base a indicadores tan incompletos como el PBI, dejando las principales variables relacionadas con el bienestar por fuera de estos índices (ver Fig. 2).
Consumo responsable
Vivimos en sociedades altamente ineficientes, con una cultura de la austeridad en notable caída que se combina con mercados que solo leen señales de precios que se alejan de los reales costos, como por ejemplo en materia energética, en donde se premia el consumo irracional y no se genera motivación alguna para el uso responsable de los recursos.
Esta situación arroja otra realidad: creer que todo esto es una obligación exclusiva de los Estados y de las grandes empresas, despojando de responsabilidad a los ciudadanos y consumidores. Se necesitaron unos 15.000 litros de agua para que un kilo de carne esté disponible en la góndola del supermercado.
Unos 21.000 litros para un kilo de café.
No por esta realidad planteamos que hay que dejar de consumir, sino hacerlo de forma diferente, consciente y con responsabilidad. Por el lado de la producción, la eficiencia en el uso de los recursos, la innovación y la tecnología en puerta nos trae buenos augurios.
Por el lado de la demanda, en cambio, fuertes cambios culturales van a ser necesarios, pero acompañados de políticas públicas que promuevan nuevos aprendizajes y hábitos de consumo. En este sentido, somos incansables motivadores de la articulación entre las esferas públicas (en sus distintos niveles: municipales, provinciales y nacional) y privadas deberán ser la regla y no la excepción. Sin embargo las nuevas generaciones -los ya presentes y subestimados ‘millennials’- serán en un futuro muy cercano agentes de un cambio cultural, con la capacidad natural de jugar diferentes roles sociales -ciudadanos, consumidores, militantes, empleados-, todos ellos con los mismos valores éticos y planetarios, ya sea se encuentren frente a la góndola del supermercado, al aplicar una entrevista laboral o bien en sus decisiones electorales.
Por: Sebastián Bigorito
Fuente: Revista Futuro Sustentable
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