Parques Industriales y temas conexos
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- El 12 octubre, 2012
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Concepto que parecía totalmente desconocido en muchos lugares alejados del “país central”, y que en Misiones ni siquiera era mencionado.
Por “país central” me refiero a la mega región privilegiada de Argentina, difusamente definida entre los paralelos que cruzan unos grados al norte de Santa Fe – Paraná, y al sur por Bahía Blanca, aproximadamente.
Eran épocas de desindustrialización forzosa, en aquellos corrosivos años del menemato y del delarruato; que hoy parecen tan atrás en el tiempo, y que con tanta facilidad cierta clase media de corta memoria histórica parece haber olvidado, pese a la tremenda magnitud de los daños padecidos en el tejido social y económico argentino. Es la misma clase media que parece ignorar o no importarle la poderosa reindustrialización y los fuertes estímulos al desarrollo tecnológico, claramente constatables en los últimos años. Pero esto ya es otro tema.
Dentro del desquicio neoliberal noventista, las confusiones conceptuales jugaron un rol importante en la tarea de desinformación y de información “sucia” y tergiversada, en todo lo cual el establishment cuenta con larga experiencia, poderosos recursos, y aparentemente una inacabable provisión de lenguaraces a destajo; mercenarios de la comunicación que por treinta denarios son capaces hasta de vender a su madre (por lo que no les hace asco vender a su Patria).
En ese marco de confusiones dudosamente “inocentes”, se presentó como casi sinónimos, o como alternativas casi iguales, a las maquiladoras y las zonas francas (también llamadas “puertos libres”), respecto a los parques industriales.
Pero sin duda son cosas muy diferentes, como por lógica también lo son los efectos multiplicadores positivos que provocan en sus zonas de influencia directa, y en todo el país.
Una maquiladora procesa en el país, con mano de obra nacional, pero con todos o la mayoría de los insumos importados, volviendo a exportar toda su producción al país de origen de los insumos. Más que fábricas, son por regla general simples armadurías, y por lógica, los reales beneficios que quedan para el país son escasos. Son ensambladoras mudadas para lucrar con mano de obra más barata, tal como se hace en la frontera norte de México, con maquiladoras norteamericanas. Cero de desarrollo tecnológico y cero de desarrollo industrial con algún grado de autonomía.
Las zonas francas o puertos libres, son lugares en los que se permiten masivamente las importaciones, generales o de rubros determinados, exentas de toda carga tributaria y/o aduanera; a veces vinculadas con algunas maquiladoras. Tal como se concibieron en los perversos años ’90, pasan a ser lugares de contrabando legalizado, al permitirse explícita o implícitamente la introducción permanente de las mercaderías al resto del territorio nacional. Más allá de alguna generación de empleo localizada focalmente, su contribución al desarrollo nacional es cuanto menos muy dudosa, por no decir perjudicial.
Los parques industriales son un concepto relativamente nuevo, configurándose un núcleo territorial bien definido, dotado de todas las facilidades de servicios, en los cuales se alienta la instalación de nuevas industrias, o eventualmente el traslado y ampliación de otras ya existentes, pero que pueden estar ubicadas en zonas impropias, muchas veces transformadas en áreas residenciales, en las cuales una industria, con el lógico movimiento que genera, puede perturbar mucho a su entorno.
En Argentina, el concepto y la instrumentación práctica de parques industriales, no es nada nuevo, pero en las vastedades de pobreza estructural que conforman el Norte Grande, habían tenido un escaso o nulo desarrollo, tal vez con la excepción de Tucumán, cuando desde principios de los ’70 se hicieron esfuerzos por reemplazar a la industria azucarera, por entonces en serias dificultades.
No creo faltar a la verdad si afirmo que en Misiones, quien suscribe instaló el tema, insertado y machacado a través de varios artículos, y de algunas menciones en las cátedras universitarias.
Pero como suele suceder en muchos casos, el concepto fue “usado y revoleado” sin una mínima investigación y sin –evidentemente- mayores esfuerzos por aplicarlo coherentemente.
De esa forma, casi de la noche a la mañana, en varios municipios se “crearon” remedos muy burdos del concepto de parques industriales. Un parque industrial debe tener todos los servicios disponibles; o sea: calles interiores pavimentadas; agua corriente; servicio de recolección y tratamiento de aguas servidas (que pueden ser mucho más contaminantes que las cloacales, según las ramas industriales que se instalen); electricidad; gas (que en el caso de Misiones, al carecer de gasoductos, debería por ahora ser del tipo de gas licuado, con planta procesadora y de almacenaje); red telefónica y digital; seguridad; acceso previsto a hospitales; y de ser posible, buenos accesos a rutas troncales, red ferroviaria, puerto y aeropuerto.
Es elemental considerar que en un parque industrial solo deben radicarse industrias; y dadas las superficies que por lógica necesita cada fábrica (con sus playas de maniobras, depósitos e instalaciones auxiliares, más otros edificios complementarios a los específicos de producción), la superficie mínima que debería tener un buen parque industrial, no debería ser menor de 250 hectáreas, previéndose en ello un adecuado margen de crecimiento.
Por otra parte, un parque industrial debe radicarse fuera del ejido urbano, y en lo posible debe posibilitar que interactúe con varios municipios cercanos, siendo por tanto un factor de desarrollo y fuente de empleos con fuerte vinculación departamental, excediendo los relativamente estrechos límites municipales.
De hecho, debe contar con fuertes sustentos legales nacionales, provinciales y municipales, para estimular la creación y desarrollo. Y no es un dato menor proporcionar acceso a créditos de estímulo, cuyo rédito principal es el efecto multiplicador en toda la economía y la ancha base social del entorno o de toda la provincia.
En nuestra querida y subdesarrollada Misiones, aquellos pseudos “parquecitos industriales” eran simples terrenos baldíos, con escasísima o nula infraestructura, con escuetísimas superficies de entre 10 a 15 hectáreas –con dudosas posibilidades concretas de ampliaciones-, y en un claro afán de “demostrar” sus avances, integraron un “popurrí” de algunas pocas industrias típicas (madereras, yerbateras, tealeras), con simples locales comerciales o tinglados de exhibiciones de productos…hechos fuera del lugar, e incluso simplemente importados. Y todo poco menos que “a la buena de Dios”, a lo sumo con alguna exención de tasas municipales, las cuales “no mueven la aguja” en las evaluaciones serias de costos.
Ahora tenemos un parque industrial, de 100 has. (esperemos que pueda ampliarse, previéndose desde ya el tema), que estaría por arrancar efectivamente, pero aún está en los aprestos.
Pero sugiero considerar un detalle que no es menor. Argentina tendría actualmente poco más de 300 parques industriales, la amplia mayoría en la Pampa Húmeda (o sea, acentuando el centralismo). Misiones representa aproximadamente el 2 % del PBI nacional. O sea que en relación a la importancia económica actual de Misiones, deberíamos tener seis parques industriales…precisamente la cantidad que –bien distribuida geográficamente- sugerí en su momento, hace bastante más de una década.
Y para todo ello necesitamos sin duda ingentes cantidades adicionales de energía eléctrica. Allí está, casi sin utilizar, nuestro enorme potencial hidroeléctrico, el mayor del país.
Y todavía, algunos “apóstoles del subdesarrollo”, prestan oídos a quienes bajo pretextos pseudo ambientalistas, quieren oponerse al desarrollo, sin importarles crear fuentes de trabajo digno y bien remunerado, para las actuales y las siguientes generaciones de jóvenes misioneros.
Son los mismos que bajo falsas promesas de generación eólica (donde no hay vientos constantes, amén de otras serias limitaciones de esa tecnología), o exagerando las reales potencialidades de la biomasa y otras, en los hechos apuestan a nuevas crisis eléctricas, o a seguir derrochando petróleo y gas, caros, contaminantes, y que hoy Argentina no tiene.
Por: C.P.N. Carlos Andrés Ortiz
Investigador de temas económicos y geopolíticos Ex Investigador y Docente = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. = UNaM Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé
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