Reflexiones acerca de las inundaciones y de los prejuicios antirrepresas
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- El 11 junio, 2007
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De nuevo buena parte del Territorio Continental Argentino está padeciendo las crónicas inundaciones, que desde tiempos inmemoriales se producen en las diversas cuencas hídricas argentinas. Esta vez los daños fueron mayúsculos, pues la crecida afectó buena parte del área de Rosafé (alrededor de las ciudades de Rosario y Santa Fe) y zonas circundantes, que forma parte de la muy privilegiada región de la Pampa Húmeda, en la cual históricamente desde los albores de la argentinidad se concentró la mayor y más valiosa producción agrícola y pecuaria de Argentina, y donde está radicada la mayor proporción de nuestra población y también muy buena parte de los establecimientos fabriles, con gran preponderancia de las industrias de mediana y alta complejidad y gran tamaño.
Con las excepciones de Córdoba, San Luis, Mendoza, Tucumán (en escalas decrecientes), y algunas ciudades importantes del sur bonaerense y La Patagonia; es a la vera de los grandes ríos que enmarcan la Mesopotamia donde se concentran los grandes núcleos urbanos, buena parte de los más ricos campos aptos para las actividades agropecuarias en gran escala, y la mayor parte de la columna vertebral de la mayor concentración industrial y tecnológica de Argentina.
Por esos motivos, toda inundación o fenómeno natural catastrófico que se produzca en el litoral fluvial argentino, adquiere dimensiones de tragedia nacional, habida cuenta del enorme efecto multiplicador que la poderosa economía de esas vastas superficies territoriales usualmente tienen sobre toda la Economía Argentina.
Por otra parte, el daño que cada inundación produce en el tejido social de las enormes áreas afectadas –y muchas veces virtualmente arrasadas- por las aguas, con pérdidas de vidas, epidemias potenciales o reales, desarraigo, desarticulaciones de las familias, pérdidas cuantiosas de bienes, irreparables pérdidas de bienes y efectos personales de enorme valor afectivo, y la instalación en el subconciente colectivo de la sensación de inseguridad crónica; son perjuicios de enorme cuantía y muy difíciles de justipreciar, al tratarse en su mayor parte de afectaciones a la sensibilidad y a la propia intimidad de los pobladores.
De hecho merecen el mismo respeto los argentinos de otros puntos del país, que también son cíclicamente afectados por grandes inundaciones, como las recientes del río Tartagal, las del Salado con catastróficos efectos en Santa Fe, las recurrentes torrentosas inundaciones del Bermejo, y otras.
Hace al caso destacar que las también recurrentes inundaciones que causaban enormes perjuicios en la muy rica y poblada cuenca del Alto Valle del Río Negro, desaparecieron totalmente, al ser controladas por las obras del Chocón y todo el enorme complejo de centrales hidroeléctricas de la Región del Comahue, emplazadas en los afluentes que desde Confluencia dan origen al Río Negro, al unirse las aguas de los ríos Limay y Neuquén.
Es interesante enfatizar el poco conocido hecho que los daños de la inundación que evitó la Central Hidroeléctrica de El Chocón apenas terminada, fueron estimados de una cuantía mucho mayor al costo total de esta obra. Es decir que tan solo con evitar una inundación se ahorró tanto como el valor de esa gran obra de infraestructura.
Volviendo al caso de las inundaciones en El Litoral Fluvial, resulta absurdo e incomprensible que nadie parecería pensar –y menos aún opinar con fundamentos-, que desde hace muchas décadas existe un vasto conjunto de obras planificadas, y en muchos casos con estudios totalmente terminados, que en su conjunto permitirán suavizar en gran medida los picos de las crecientes mayores, e incluso evitarán las inundaciones de magnitudes medias o pequeñas.
Para mayor precisión de los legos en la materia, los estudios matemáticos de las inundaciones, en muchos casos respaldados por datos fehacientes de inundaciones precedentes de las que se conservan registros, las clasifican por sus magnitudes y grados de recurrencia.
Salvo información fehaciente en contrario, la actual inundación es de magnitud corriente, existiendo las mayores, de recurrencia centenaria, milenaria y decamilenaria.
Dentro de ese vasto conjunto de obras, resaltan las siguientes, ordenadas desde aguas arriba.
- La Central Hidroeléctrica de Corpus Christi, la cual debe ser construida con una cota superior a la técnicamente operable, al efecto de poseer capacidad de embalse al producirse inundaciones. Será nuestra primera línea de defensa ante esos devastadores fenómenos naturales.
- El conjunto de obras del Iberá, que permita canalizar hacia este extenso humedal interior, buena parte de las inundaciones, operando como un pulmón de contención y de disipación de las crecientes, las cuales podrán extenderse elevando unos pocos centímetros el nivel de las vastedades del Iberá, a la vez que podrán manejarse mediante presas interiores de contención y desviación, para terminar canalizándose los flujos de agua hacia el Río Uruguay y hacia el Río Paraná, en este último caso por medio del Río Corrientes, aguas debajo de la provincia homónima. En todos los casos, de esta forma se logrará disminuir considerablemente el pico de la inundación, controlándose los caudales de forma de dilatar y suavizar sus incidencias en ambos ríos en los que se desaguará (el Uruguay y el Paraná, en ambos casos aguas abajo, casi a la altura de Entre Ríos; pero cuando el pico de la creciente ya haya discurrido hacia el Delta Del Plata).
- La Central Hidroeléctrica de Yacyretá, no obstante ser hidrológicamente “de pasada” (o sea de baja capacidad de contención en su embalse), tiene cierta capacidad de morigerar las crecientes, y deberá operar coordinadamente con el canal de acceso al Iberá. Es la única ya construida.
- El Complejo de Obras de Paraná Medio, con sus cierres norte y sur, y con el murallón de contención en la margen derecha, salvando la zona de los Bajos Submeridionales de Santa Fe, permitiendo dedicar a la agricultura y la ganadería a esas ricas tierras que hoy son bañados casi sin explotación.
- Existen otras obras también proyectadas en el Río Paraná, de menores dimensiones, las que no se citan aquí en mérito a la brevedad.
- A la recíproca, las inundaciones del Río Uruguay, podrán canalizarse hacia el Paraná, por los canales del Iberá.
- También deben incluirse las importantísimas obras de propósitos múltiples de Canalización del Bermejo, las cuales evitarán las recurrentes inundaciones y posteriores sequías, librando al cultivo y a la ganadería a las vastas extensiones del Gran Chaco Argentino. A la vez, la Canalización del Bermejo impedirá que se vuelque al Paraná el 80 % del limo que hoy obliga a costosas tareas de dragado en el Paraná y Río De La Plata.
A los mediocres y acomodaticios todo esto podrá parecer demasiado ambicioso; a los cultores del subdesarrollo crónico estas ideas les merecerán el apelativo de “faraónicas”, tal como siempre las calificaron los cipayos de todo pelaje. Y los fundamentalistas de la ecología seguro opondrán disparatadas objeciones frutos de sus dogmáticas creencias de tinte religioso pagano.
Recordemos que en función de una peregrina teoría de “defensa de los alevinos de sábalos” los sectores ultraecologistas (otro de los usuales disparates proferidos con fanatismo dogmático por esos nefastos fundamentalistas funcionales al subdesarrollo crónico) pretendieron impedir la construcción del puente Rosario – Victoria; el cual afortunadamente se construyó y pudo suplir al Túnel Sublfluvial, cuyos accesos están en estos días bajo los efectos de la actual inundación.
Pero son las grandes obras las que definen las Grandes Naciones. Y muchos argentinos estamos dispuestos a poner el pecho, la voluntad, el patriotismo y la inteligencia para poner manos a la obra; con el sueño perfectamente alcanzable de transformar a Nuestra Querida Argentina en el Gran País que puede y debe ser.
Por Carlos Andrés Ortiz
Escritor y periodista ad honorem. Ex Docente – Investigador = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM Especialista en Gestión de Producción y Ambiente = Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía – UNLa-CNEA = Becario de la Comisión Nacional de Energía Atómica
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