El estudio científico de las cuestiones ambientales en Argentina en el período 1980-2005
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- El 4 diciembre, 2006
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Introducción
Sin olvidar que la preocupación por los problemas ambientales no es nueva, y sin dejar de considerar que la investigación relacionada con el tema se intensificó desde hace más de cincuenta años, es indudable que recién en la década de los años ’80 se realiza la verdadera “toma de conciencia”, caracterizada por la difusión masiva de estos problemas. Esto se debió a varios factores, entre los cuales podrían mencionarse tres: 1) el gran impacto causado por los fenómenos de contaminación global, cuyas consecuencias más inmediatas pudieron ser percibidas por el ciudadano común; 2) la efectiva acción de grupos comúnmente llamados “ecologistas” que iniciaron campañas de concientización y acción directa destinadas a denunciar el deterioro indiscriminado del ambiente debido a la acción antropogénica; 3) el problema de las fuentes de energía basadas en combustibles fósiles y la escasez de los recursos convencionales, que produce un fuerte impacto en las condiciones ambientales.
En este marco de referencia se movía el mundo industrializado hace ya veinticinco años. La problemática ambiental y la cuestión de los recursos energéticos se instalaron con fuerza nuestro país recién a comienzos de los ‘90. A partir de esa década, se comienza a hablar del concepto de “desarrollo sustentable” como una solución posible y aceptable tanto para los ámbitos económicos productivos como para los sectores medio-ambientalistas. Desde la segunda mitad de esa década y hasta la actualidad, a los problemas ambientales se les ha dado un status científico y son abordados desde la ciencia básica y aplicada. Hoy en día, la ciencia ambiental ocupa un lugar importante en las propuestas de carreras de grado y postgrado en las universidades argentinas.
En esta comunicación, nos proponemos estudiar diacrónicamente la evolución producida en el estudio de las cuestiones ambientales en estos veinticinco años, período en el cual se ha producido una evidente complejización de las relaciones entre el ser humano y su medio ambiente. Sólo por una razón metodológica, dividiremos este período en tres momentos: el primero está caracterizado por las campañas de los grupos ecologistas de los ’80; el segundo, por la preeminencia del concepto de desarrollo sustentable en la primera mitad de los ’90, y el tercero, finalmente, por el abordaje científico, y por ende sistemático y riguroso, de los problemas ambientales en los ámbitos académicos de nuestro país durante la última década.
1) La cuestión ambiental en los años ’80: los grupos ecologistas
En esta década asistimos a una primera y genuina preocupación por las cuestiones ambientales y su relación conflictiva con los desarrollos tecnológicos y los procesos que conforman los pilares de la economía y el modo de vida occidental. Como he analizado en trabajos anteriores, sobre todo en la segunda mitad de la década se produce una conjunción de diversos factores que comienzan a crear una verdadera toma de conciencia de los problemas ambientales en todos los niveles, desde el ciudadano común que fue por primera vez espectador de la destrucción de su hábitat hasta los especialistas de diferentes disciplinas como la biología, la física y la química. Este “eco-despertar” de los ‘80, como lo denomina Miguel Grinberg en su libro La producción orgánica en la Argentina, se debió principalmente a estos cuatro factores: 1) los desastres naturales ampliamente difundidos por los medios masivos de comunicación (el hundimiento del Rainbow Warrior en 1985, el desastre de Chernobil en 1986, la marea negra del Exxon Valdez en 1989, etc.); 2) el gran impacto causado en la salud de los seres humanos y en especies vegetales y animales que comenzaron a correr riesgo de extinción debido a los fenómenos de contaminación global; 3) la efectiva acción del “movimiento ecologista”, es decir, de un variado movimiento político, social y global formado por grupos que ya desde la década del ’70 propugnaban –mediante campañas de concientización y medidas de acción directa destinadas a denunciar el deterioro indiscriminado del ambiente debido a la acción antropogénica – la defensa, la protección, la gestión sostenible y la restauración del medio ambiente como una forma de satisfacer las necesidades humanas, incluyendo las espirituales y sociales; y 4) el llamado de atención de los científicos de todo el mundo sobre los problemas globales (calentamiento global, desertificación, agujero en la capa de ozono, etc.). Otros factores político-económicos, como la problemática de las fuentes de energía basadas en combustibles fósiles y la escasez de los recursos energéticos convencionales, se sumaron a los anteriores en este proceso de concientización social en gobiernos, empresas y grupos sociales.
Este proceso se plasmó sobre todo a través de dos vías. La primera de ellas fue la creación, favorecida en nuestro país por el retorno de la democracia, de espacios de reflexión, organizaciones no gubernamentales y sedes locales de organismos internacionales , como por ejemplo la “Multiversidad” de Buenos Aires, creada en 1982 y con énfasis en una pedagogía ecológica, la Fundación para la Defensa del Ambiente en Córdoba también en 1982, el Taller Ecologista de Rosario y la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), fundados ambos en 1985, la Red Nacional de Emergencias Ambientales, creada en 1986, Greenpeace Argentina, cuya oficina central en Buenos Aires se inauguró oficialmente en 1987, o la realización del Primer Encuentro Nacional de Organizaciones Ambientalistas, realizado en Santa Fe a fines de 1983. La segunda vía fue la firma de tratados y protocolos internacionales para la protección de la naturaleza. En la Argentina, tiene especial relevancia la firma de un acuerdo, en 1988, de la Fundación Vida Silvestre Argentina (creada en 1977), su par la World Wildlife Fund (WWF) y el Príncipe Felipe de Edimburgo. Además, el primer antecedente de lo que después conoceríamos como el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático fue la Conferencia de Toronto sobre cambios en la atmósfera, la primera reunión de alto nivel, celebrada en 1988, donde científicos y políticos discutieron sobre las medidas a tomar para combatir el cambio climático.
Los ecologistas apoyaban la defensa de un cambio social integral, con las necesarias reformas legales. Por eso, no resulta casual que en ese momento, y ya desde la década anterior, comenzara a surgir con gran impulso una legislación tendiente a la protección del medio ambiente en general y en particular de los recursos del planeta y las diferentes formas de vida principalmente afectadas por los procesos industriales.
Durante esta década, hubo una proliferación de diferentes ámbitos extra-académicos de estudio de las cuestiones ambientales. Se destacan los talleres ecologistas, que reunían a personas con diferentes niveles de formación con el interés común por la preservación del medio ambiente. Sin embargo, resultaría una visión extremadamente simplista, y además errónea, decir que durante esta década el abordaje de las cuestiones ambientales tenía un carácter informal y por lo tanto no científico o sistemático, o que estaba en manos de ciertos aficionados que si bien verdaderamente estaban preocupados por el deterioro del medio ambiente no tenían una formación académica o científica, ya que, como se ha señalado, también especialistas en biología, física o química comenzaron a analizar estas cuestiones a raíz de sus evidentes efectos. Por otro lado, el estudio de las cuestiones ambientales en las universidades argentinas comenzó a realizarse lentamente, hacia finales de esta década, pero de manera tangencial, desde otras disciplinas como por ejemplo la química o la ingeniería. No existían todavía carreras específicas centradas en las preocupaciones ambientales orientadas a la conservación del medio ambiente per se, sino que el énfasis estaba puesto en proporcionar a los estudiantes algunas herramientas con las cuales fuera posible llevar a cabo los procesos productivos sin infringir la incipiente legislación ambiental, es decir, sin incurrir en faltas con responsabilidad penal. Por lo tanto, tas cuestiones ambientales todavía no estaban definitivamente consolidadas en las instituciones académicas, consolidación que se lograría más adelante, hacia finales de la década siguiente.
2) La cuestión ambiental en la primera mitad de la década del ’90: el desarrollo sustentable
A partir de los años ‘90 comienza a adquirir una preponderancia notable, en el campo de los estudios ambientales, el concepto de desarrollo sustentable como una solución posible y aceptable tanto para los ámbitos económicos productivos como para los sectores medio-ambientalistas. La noción de desarrollo sustentable, clave sobre todo en los primeros cinco años de la década, involucra la asociación indisoluble del desarrollo económico (la producción industrial, la competitividad, el crecimiento del empleo) con el control del deterioro ambiental. Para ilustrar mejor este concepto, puede tomarse como ejemplo el programa de desarrollo sustentable definido por la Unión Europea, que se centra en seis acciones claves: 1) gestión sostenible y calidad de agua; 2) cambio global, clima y biodiversidad; 3) ecosistemas marinos sostenibles; 4) la ciudad del mañana y el patrimonio cultural; 5) energía económica y eficiente; y 6) sistemas energéticos menos contaminantes, incluidos lo renovables.
Es entonces en este momento cuando se produce una ampliación considerable en la visión de las cuestiones ambientales en relación con la década anterior. El concepto mismo de medio ambiente evoluciona desde una concepción muy vinculada al medio natural (y el deterioro de éste) hasta una concepción más abarcativa en la cual, sin dejar de lado los problemas concretos de la contaminación ambiental, se comienza a considerar, junto con ellos, no sólo los aspectos político-económicos sino también los aspectos sociales y culturales en estrecha relación con los anteriores. Este planteamiento innovador en busca del desarrollo sustentable se basa en dos tipos principales de actividades: actividades multidisciplinarias y multisectoriales integradas, en las que participan, siempre que sea posible, los principales actores (sector público y privado, sector productivo y sector científico-educativo) y actividades centradas en la búsqueda de soluciones de carácter estratégico a problemas ambientales de alcance global.
En este marco se inserta la celebración del evento más importante, a nivel mundial, durante esta primera mitad de los ’90: la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, más conocida como Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en junio de 1992 en Río de Janeiro, en la cual participaron 172 países y cerca de 2500 representantes de ONGs. Los temas tratados incluían el escrutinio sistemático de patrones de producción (especialmente de componentes tóxicos, residuos contaminantes, etc.), las fuentes alternativas de energía para reemplazar el uso de combustibles fósiles, los problemas de salud causados por la polución y la creciente escasez de agua. El principal logro de la Conferencia fue el acuerdo sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que más tarde llevaría al Protocolo de Kioto, que se firmaría en 1997. El Protocolo de Kioto es un instrumento internacional que tiene por objeto reducir las emisiones de seis gases provocadores de calentamiento global (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, y tres gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos, perfluorocarbonos y hexafluoruro de azufre), en un porcentaje aproximado de un 5%, dentro del período comprendido entre el año 2008 y el 2012 en comparación a las emisiones al año 1990.
Además, durante esta primera mitad de la década, en nuestro país, siguen constituyéndose asociaciones y fundaciones, como la Fundación Eco Urbano de la ciudad de Paraná, en 1994, que se ocupa de la problemática socio-ambiental mediante la comunicación, la educación y la cultura, o llevándose a cabo proyectos para la preservación del medio ambiente, como el Proyecto Lemu de la Fundación Vida Silvestre Argentina, que fue una iniciativa nacida en el Valle de Epuyén en 1990 cuyo objetivo básico era la protección y revalorización de los bosques nativos andino-patagónicos.
Las preocupaciones ambientales habían logrado ya para 1995 un amplio grado de concientización a nivel global, el nacimiento de organizaciones, el compromiso por parte de los gobiernos de los países industrializados y la firma de acuerdos internacionales. En nuestro país, sólo faltaba la existencia de diferentes carreras universitarias orientadas específicamente al estudio sistemático, científico y riguroso de las cuestiones ambientales per se. Y este proceso también comienza en este momento, con lo que podría llamarse, sin riesgo de exagerar, un “cambio epistemológico” que concibe al medio ambiente como un objeto de estudio científico definido en términos de relaciones. Desde esta perspectiva, el sistema ambiental estaría definido por tres subsistemas básicos: 1) la biosfera, el espacio donde se desarrolla o se puede desarrollar la vida; 2) la tecnosfera, el sistema de estructuras creadas por el hombre que se encuadran en el ámbito espacial de la biosfera como los asentamientos rurales, urbanos, las fábricas, etc.; 3) la sociosfera, el conjunto de entidades de creación humana que el hombre ha desarrollado en su relación con los otros sistemas, por ejemplo las instituciones políticas, económicas o educativas, entre otras. A estos tres sistemas, la Academia se acerca a partir de otro sistema, el del conocimiento. Los problemas ambientales se producen en la interfase de ellos: en el punto donde se estrechan las relaciones entre el mundo de lo natural, la técnica, la sociedad y las instituciones. Por lo tanto, estas nacientes carreras, que detallaremos luego, necesariamente requieren un abordaje interdisciplinario, es decir, un enfoque que contemple la complejidad intrínseca de los problemas ambientales y que articule armónicamente diferentes perspectivas disciplinarias.
3) La cuestión ambiental en los últimos diez años: el estudio científico en la Universidad
No debe dejar de señalarse la importancia que en la actualidad, fuera de los ámbitos académicos, posee la acción efectiva de los “ecoclubes”, es decir, organizaciones no gubernamentales que han proliferado desde finales de los ’90 y que han surgido de manera espontánea gracias a jóvenes estudiantes preocupados por problemas concretos de contaminación; o el trabajo de las organizaciones ecologistas que aún hoy constituyen, según Jorge Padula Perkins, la columna vertebral de la responsabilidad y la acción ciudadanas en pos de la defensa del medio ambiente y la esperanza de un desarrollo sustentable para la sociedad en su conjunto y las generaciones venideras. Sin embargo, en esta última década asistimos a un hecho muy significativo: la consolidación definitiva de las cuestiones ambientales en la Universidad.
Puesto que la agudización de la problemática ambiental en las últimas décadas se inscribe en un contexto económicamente globalizado y marcado por importantes cambios en el enfoque de las diferentes instancias de los procesos productivos (desde la utilización de los recursos hasta los efectos contaminantes de los residuos) es evidente que la educación ambiental es no sólo una necesidad, sino una prioridad en la formación de profesionales universitarios especializados. En esta última década, como se ha dicho, se han abierto nuevas carreras en diferentes universidades e institutos terciarios del país con un énfasis específico en las preocupaciones ambientales, como por ejemplo: Licenciatura en Ciencias del Ambiente, Licenciatura en Información Ambiental, Licenciatura en Gerenciamiento Ambiental, Licenciatura en Bio-diversidad, Licenciatura en Ecología Urbana, Licenciatura en Ecología y Conservación del Ambiente, Licenciatura en Geo-ecología y Medio Ambiente, Licenciatura en Análisis Ambiental, Licenciatura en Gestión y Diagnóstico Ambiental, Ingeniería Ambiental, Ingeniería en Ecología, Ingeniería en Recursos Naturales y Medio Ambiente, Ingeniería en Seguridad Ambiental, o las Tecnicaturas en Gestión Ambiental. Estas son algunas de las carreras de grado que se dictan en la actualidad en relación con estas temáticas, pero ya desde comienzos del siglo XXI están desarrollándose también carreras de postgrado como Maestrías en Ingeniería Ambiental y Desarrollo Sustentable o Maestrías en Higiene y Seguridad, por ejemplo.
Esta amplia oferta de carreras orientadas al estudio de las cuestiones ambientales resulta más que elocuente, y habla del gran desarrollo del estudio científico de estas cuestiones en la última década. Además, también en este período, el componente ambiental se ha introducido con notable empuje en planes de estudio de carreras directamente relacionadas con los procesos productivos que desarrolla la industria y con los estudios analíticos vinculados al control de contaminación de los ecosistemas, como por ejemplo las Licenciaturas en Química o la Ingeniería Industrial. Lo que es más importante aún es que este componente se ha introducido en una etapa crucial de los procesos productivos: la etapa del diseño, ya que el objetivo no es actuar sobre las consecuencias perjudiciales para el medio ambiente que estos procesos generan, sino lograr diseños que no perjudiquen los ecosistemas en los que se producen tales procesos y prevenir así el daño ambiental. Es importante señalar que incluso se ha generado una rama de la química que con diversas modalidades se encuentra en los respectivos planes de estudios: la Química Ambiental, área de la química que profundiza en los aspectos medioambientales para demostrar la potencialidad de esta ciencia para comprender los cambios que se producen en los ecosistemas.
Por supuesto, son varios los factores que confluyeron para esta gran proliferación de carreras universitarias orientadas al estudio de las cuestiones ambientales. Entre ellos se destacan cinco: 1) la necesidad de las empresas de lograr una mayor eficiencia en el uso y aprovechamiento de los recursos naturales y energéticos, que son escasos y por lo tanto deben ser preservados para poder continuar con su usufructo; 2) legislaciones ambientales más rígidas, que establecen penas severas para las empresas e industrias que contaminan recursos como el agua, el aire y el suelo; 3) mayor presión social sobre las empresas derivada del mayor conocimiento de los efectos nocivos de los contaminantes en estos recursos, que se manifiestan visiblemente, aun a corto plazo, sobre la salud humana y animal; 4) la necesidad del uso racional y eficiente de la energía, del ahorro energético y de las fuentes alternativas de energía (como la hidráulica y la eólica); y 5) el problema de la generación de residuos y contaminantes en los procesos productivos, así como también el reciclaje y los controles en la emisión de efluentes contaminantes en los recursos como el agua, el aire y el suelo. A estos factores, a mi juicio, deberían sumarse por lo menos estos tres: 1) el uso de materia prima biodegradable; 2) la reutilización de los residuos generados en las diferentes etapas productivas; y 3) las vinculaciones entre el ambiente y la tecnología, entre otros.
Todas estas cuestiones, incorporadas definitivamente a y consolidadas en los ámbitos académicos, inciden naturalmente de manera positiva en los profesionales de hoy en día, ya que les proveen una formación más integral, compleja, holística incluso, que abarca no sólo las cuestiones teóricas abordadas rigurosamente desde el método científico sino también los efectos de los procesos productivos sobre el ser humano y su hábitat, procesos sin los cuales no sería posible concebir la organización económica, política y social occidental tal como es en la actualidad.
Consideraciones finales
En un momento bastante bien localizado en estos veinticinco años, la primera mitad de los años ’90, se produjo lo que llamamos un “cambio epistemológico” según el cual el medio ambiente comenzó a ser concebido como un objeto de estudio científico definido en términos de relaciones. Estas relaciones, también se ha dicho, tienen un carácter necesario, ya que el medio ambiente como tal es inseparable de otros “medios” como los sociales, políticos, económicos y culturales. Esta nueva perspectiva más amplia del medio ambiente como parte de un todo al cual está indisolublemente ligado por estas relaciones necesarias permite una visión no cercenada, y por lo tanto más clara, de la realidad, y se enmarca en todo un replanteamiento epistemológico que hoy en día se está produciendo principalmente en las ciencias sociales. Este replanteamiento es denominado, por especialistas como Edgar Morin, el “paradigma de la complejidad” o “paradigma emergente”, según el cual, y muy sucintamente, puede decirse que las partes no pueden estudiarse separadas del todo. En otras palabras: si el medio ambiente es un sistema complejo, para su interpretación se requiere de un enfoque complejo que sólo se consigue a través de una articulación (y no una mera suma) de diferentes enfoques científicos y técnicos y de diferentes perspectivas disciplinarias. Un modelo sinérgico, inter-, multi- y, finalmente, trans-disciplinario, un abordaje o un conocimiento integrado, basado en el paradigma de la complejidad, es el desafío que plantea el estudio científico de las cuestiones ambientales científicas y técnicos no sólo a la Universidad como institución, sino también, particularmente, a los especialistas en medio ambiente, químicos, ingenieros, físicos, geólogos, biólogos, médicos, etc.
Desde esa organización incipiente que presentaban los grupos ecologistas de los años ’80, integrados por voluntarios, legos y científicos de diversas áreas, hasta la consolidación del estudio científico de las cuestiones ambientales en el ámbito de la Universidad de hoy, se ha recorrido un camino provechoso para la defensa del medio ambiente y, por tanto, para el mejoramiento de la calidad de vida del ser humano y su hábitat. En estos veinticinco años, los evidentes signos de deterioro del planeta han producido todo un cambio en la cosmovisión del hombre con respecto a su entorno: el hombre, inserto en el medio ambiente en que vive (y no separado de él), debe aprovechar los recursos que éste le proporciona pero sin dañarlo; ésta es la base de la noción de desarrollo sustentable, que supone que las generaciones venideras también puedan hacer un uso racional de los recursos que el planeta provee. Este cambio de cosmovisión también hizo posible el hecho de que hoy consideremos ineludible el estudio científico de las cuestiones ambientales.
Por: Dr. Ignacio Daniel Coria
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