Tratado de paz con la Tierra
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- El 11 diciembre, 2006
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La actuación humana sobre la naturaleza se ha convertido en una amenaza contra la humanidad por la magnitud del deterioro medioambiental, que conduce a un inevitable colapso de la vida y de la civilización. Todo un desafío moral a nuestros egoísmos que plantea la necesidad de modelos diferenciados de desarrollo basados en una nueva conciencia humana, capaz de firmar un Tratado de Paz con la Naturaleza. Por Ricardo Díez Hochleitner.
En el umbral del siglo XXI, el mayor desafío y la prioridad impostergable son lograr al fin una decidida cooperación internacional para hacer viable un futuro desarrollo sostenible global que asegure la supervivencia de la especie humana y contribuya sólidamente a la paz en el mundo.
Sin embargo, el impacto ambiental de la población en el mundo, y la grave incoherencia entre declaraciones y actuaciones en esta materia, hacen aún muy difícil esa obligada esperanza para la humanidad toda, pese a hitos tan importantes como fueron la Cumbre de la Tierra celebrada en Rio de Janeiro en 1992 y otras importantes reuniones posteriores, encaminadas ahora hacia la Cumbre Mundial de Rio + 10 en Johannesburgo, con el proyecto de la Carta de la Tierra bajo el brazo y con renovadas ilusiones aunque también con fundados temores de una posible nueva profunda frustración, lo cual sería fatídico.
Circunstancias coyunturales, la ignorancia y el egoísmo ya han barrido entre tanto muchas bellas promesas. Ahora seguimos esperanzados, pese a todo, gracias a la creciente buena voluntad de muchos y a muchas iniciativas aisladas, promesas en marcha o proyectadas.
Optimismo condicionado
Estamos convencidos que aún existen abundantes razones para el optimismo si se ponen en práctica los valores que dimanan del espíritu creativo y de la inteligencia de quienes están animados de buena fé, ilusión y conocimiento.
Esa actitud y confianza también radica, entre otras razones, en la posibilidad de generalizar una gestión eficaz y honrada, tanto en el sector público como en el privado y en el marco de una visión global, interdisciplinaria e intersectorial a más largo plazo de lo habitual.
Se trata de cambiar los malos hábitos, estilos de vida derrochadores y actitudes que van en contra de nuestra obligación, de cara a las futuras generaciones, de dejar en herencia nuestro planeta en las mejores condiciones posibles, para lo que es preciso ser buenos administradores de este legado principal que es la biosfera y asumir todas nuestras responsabilidades o deberes, en vez de pretender ejercer simplemente nuestros derechos humanos y tratar de vivir con el mayor bienestar material posible.
Una convivencia pacífica del Hombre con la Naturaleza, es decir, la exigencia de vivir en armonía con nuestro entorno, es ahora tanto más necesaria ante la triste realidad del deterioro múltiple y simultáneo de la biosfera, así como ante las cada vez más abundantes y graves amenazas de futuro.
Pobreza y deterioro ambiental
La presión sobre el medioambiente proviene sobre todo del despilfarro y del excesivo consumo de los países más ricos, en un escandaloso derroche ineficiente de los recursos energéticos y demás recursos materiales. También las políticas oportunistas y la mala gestión de los países en vías de desarrollo contribuyen a esta situación.
De ahí que exista, de forma similar, una relación directa entre la pobreza y la degradación del patrimonio medioambiental, aunque muy inferior en intensidad per cápita frente al impacto de los más ricos.
Además, y como consecuencia de la presión demográfica que aún se mantiene en la mayoría de los países en vías de desarrollo — pese a la reducción en un 13% en las previsiones de natalidad de hace apenas una década –, los países con mayor riqueza empiezan a temer verse desbordados a causa de exilios económicos (migraciones que pueden llegar a ser masivas), todo lo cual sigue acelerando un empobrecimiento ecológico debido al impacto de la actividad humana en núcleos urbanos, con el consiguiente abandono progresivo de las zonas rurales.
Ese impacto humano ha acaecido sobre todo durante las últimas décadas debido, por una parte, a las crecientes expectativas de bienestar material y, por otra, a un inadecuado proceso de urbanización, industrialización y explotación de los recursos naturales, así como energéticos no renovables. Concretamente, con una población urbana mundial actual de más del 40%, que en los países de la Unión Europea sobrepasa ya el 70%, el promedio mundial calculado para dentro de treinta años asciende a más del 80% de la población total en asentamientos urbanos.
Todo ello conlleva un rápido crecimiento de los residuos sólidos urbanos, así como del vertido y de las emisiones de subproductos industriales y mineros contaminantes. La contaminación también se debe crecientemente a una agricultura mecanizada intensiva, junto con la deforestación y los regadíos extensivos a pleno sol, entre otros factores. La suma de estas y otras acciones amenazan los llamados “global commons” (o bienes que a todos pertenecen en principio), principal patrimonio de la Humanidad depositado en la biosfera.
Posible colapso
De este modo, la “carrying capacity” o capacidad de sostenimiento de los habitantes en determinados territorios está gravemente condicionada y el equilibrio mundial entre hombre y biosfera en entre dicho. Sin embargo, el derroche consumista del estilo de vida occidental continúa en su insaciable afán de poseer, en vez de aspirar más bien a ser y saber.
Uno de nuestros informes al Club de Roma de hace unos cinco años demuestra que en el caso de que todos los países lograsen alcanzar el modelo occidental de vida (cuya aspiración se fomenta continuamente — consciente o inconscientemente – por la mayor parte de los medios de comunicación), sería necesario disponer de más de 250 veces los recursos que hasta ahora consumimos.
Es decir, se precisaría el equivalente de más de tres planetas Tierra más para poder extraer los indispensables recursos naturales y energéticos. Dicho de otro modo, el mundo puede llegar a colapsarse en ese empeño. Sin embargo, y entre tanto, un 15% de la población mundial sigue consumiendo más de un 70% de los recursos naturales y energéticos totales disponibles, coherentemente con el lamentable hecho de que una quinta parte de los habitantes de la Tierra viven con menos de un euro al día.
Por otra parte, el impacto humano a lo largo de estas últimas décadas ha pasado a ser 75 veces mayor de lo que fue a principios del siglo pasado. Y ello no es de extrañar, ya que hoy en día se produce en una semana lo que se producía a principios del siglo XX a lo largo de un año. Esta tendencia corre fácil riesgo de multiplicarse hasta por tres a lo largo de este siglo recién estrenado.
Por otra parte, apenas para el año 2020 se estima ya un aumento de más de un 20% de la población en los países más pobres, a pesar de las recientes tendencias de menor fertilidad, mientras disminuirá en cerca de un 25% la disponibilidad de productos de la pesca, con 20% menos de tierras cultivables, 10% menos pastos y 15% menos bosques, lo que conlleva una amenaza de creciente desertificación, concretamente 1/3 del territorio de España, por ejemplo, si no se toman desde ya drásticas medidas en contra.
Sin embargo, lo más dramático y significativo es la extinción de la vida misma, con cerca de 30 especies animales y vegetales que se extinguen para siempre cada semana y con casi 2.000 especies en actual peligro crítico de desaparición, entre ellas: un 34% de peces; un 25% de mamíferos; un 25% de anfibios; un 25% de reptiles; un 11% de aves; y un 12% de plantas.
Eco-terrorismo
En términos muy propios de las inquietudes mundiales de nuestros días, bien podría decirse que estamos sometiendo a la biosfera a los efectos de una especie de “eco-terrorismo”. De ello dan testimonio las más de 1.000 toneladas por segundo de manto orgánico que las prácticas actuales eliminan en el mundo, con más de 2.000 millones de hectáreas ya degradadas; los más de 5.000 metros cuadrados de bosques esquilmados por segundo; o las más de 1.000 toneladas de gases contaminantes que se emiten a la atmósfera por segundo.
El resultado es, por lo tanto, una creciente desertificación, deforestación y degradación de los ecosistemas; la contaminación de las reservas de agua bebestible así como de los océanos; la contaminación de la atmósfera con anhídrido carbónico (C02) y gases nitrosos o sulfurosos, principalmente debido a la combustión de lignitos e hidrocarburos; la destrucción de la capa de ozono por causa de los clorofluor-carbonos y del metano; o la acumulación de residuos radioactivos cuyas radiaciones perduran durante miles de años (unos 60.000 años).
Estos impactos ambientales tienen consecuencias tan peligrosas o desastrosas tales como el “efecto invernadero”, los “agujeros” de la capa de ozono, la “lluvia ácida” generalizada, o el cada vez más evidente cambio climático, hasta el punto que ni los grandes poderes políticos y económicos pueden seguir acallando las voces acusadoras en aumento de la comunidad científica durante la última década.
Calentamiento global
De todas esas amenazas, la actualmente más grave sigue siendo el efecto invernadero. Ello se debe, sobre todo, a la emisión durante décadas de más de 3.500 megatoneladas métricas anuales de CO2, con un aumento del 9% de las emisiones durante estos diez últimos años. Para colmo, EEUU, causante hoy por hoy de la cuarta parte de las emisiones globales, ha aumentado las emisiones de CO2 en un 18% durante la pasada década. Por otra parte, y de acuerdo con las tendencias actuales, probablemente sea la República Popular China la que pase a ocupar, a no tardar, el dudoso honor de ser el primer emisor del mundo.
La consecuencia inmediata de esas emisiones es que se está produciendo un calentamiento global del planeta y que se está modificando considerablemente el gradiente de temperatura en los océanos. Ya en 1998, el informe del Panel Intergubernamental de las NNUU sobre el Cambio Climático señalaba que durante el siglo XX la temperatura media había subido 0.6 grados y el nivel del mar hasta unos 20 cms.
En menos de 50 años más, el resultado previsible es un incremento pro-medio de por lo menos entre 3 y 5 grados, junto con el cambio profundo de corrientes oceánicas con efectos desastrosos -– tales como la recurrente corriente “El Niño” –, así como el aumento del nivel de sus aguas debido a la fusión de los casquetes polares que amenazan con inundar numerosísimos asentamientos urbanos costeros.
Las consecuencias son también particularmente graves para la agricultura mundial y, consiguientemente, para la futura seguridad alimentaria internacional, con cerca de una cuarta parte de la población total hambrienta y millones de víctimas mortales cada año.
Planeta Océano
La capacidad de reabsorción del C02 atmosférico ha quedado por su parte muy afectada, con un incremento del 0.8% de la concentración en la atmósfera, lo cual excede la capacidad de absorción del planeta para mantener un equilibrio global, peligro que ya anunció Arrhenius a principios del siglo pasado. Ello se debe a la progresiva incapacidad de hacer frente a la gran emisión total por vía de la fotosíntesis de la masa vegetal terrestre y no menos del fitoplancton, los arrecifes de coral y las arcillas abismales gracias a la circulación oceánica.
Uno de nuestros Informes al Club de Roma, “The Ocean Circle”, dirigido por nuestra colega Elizabeth Mann-Borghese, fallecida no hace mucho, se ocupa del indispensable replanteamiento de la gobernabilidad para la protección de los océanos, en este quizás mal llamado “planeta tierra” en vez de “planeta océano” dado que su superficie la recubre el agua en un 70%. De forma gráfica, bien puede decirse que mares y océanos se están asfixiando en inmensas extensiones debido a una fina capa flotante de hidrocarburos.
Y, sin embargo, frente a esa principal abundancia de agua salada, la escasez de agua potable se está convirtiendo en una de las más dramáticas amenazas medio ambientales, la cual ya afecta a más de 1.000 millones de personas, de las que mueren unas 30.000 diarias por enfermedades derivadas del agua malsana, escasez que afectará a más de la mitad de la población mundial en menos de tres décadas de acuerdo con el reciente Informe “Perspectivas del medio ambiente mundial 2002”, elaborado en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Sin embargo, hay que constatar que, hoy por hoy, la Humanidad consume tan sólo unos 3.500 km3 al año, lo que apenas representa una gota de los recursos totales disponibles de agua potable. Por lo tanto, se trata más bien de un problema de gestión del agua potable disponible y de desarrollar tecnologías avanzadas de desalinización de agua del mar, si bien empezando por racionalizar el gasto para regadíos así como la distribución y el consumo en países con gran escasez de agua.
Deforestación galopante
Por su parte, la lluvia ácida afecta a la deforestación a un ritmo de 30 ha. por minuto. Su agresión a las tierras laborables, unidas a las más de 150.000 toneladas métricas de abonos que se vierten anualmente y en progresión constante, son causa principal de la grave contaminación generalizada de las reservas subterráneas de agua dulce. La causa es la creciente filtración de estos productos hasta todos y cada uno de los depósitos acuíferos estancos.
Por último, en esta somera lista de problemas, hay que recordar los cada vez más numerosos y mayores “agujeros” de ozono o capas más delgadas de ozono en la alta atmósfera, causados también por la actividad humana, los cuales permiten seamos afectados por una elevada concentración de rayos dañinos del espectro ultravioleta.
Estos rayos no sólo son causa del cáncer de piel o de cataratas en los ojos sino también de un grave deterioro de las defensas inmunológicas del hombre, lo que puede estar produciendo la exacerbación de muchas epidemias.
Así, por ejemplo, los casos de diabetes tipo 1 van en rápido aumento, al igual que la malaria y muy particularmente el sida, con un incremento de 800% de fallecimientos en África durante la última década. Ello es muestra de una faceta más de la inexorable regionalización y globalización que, tanto para bien como para mal, están aceleradamente en curso.
Humanidad amenazada
En consecuencia, no sólo la Naturaleza está amenazada. La propia Humanidad está amenazada. Todo ello no es solo un desafío material a nuestras aspiraciones, sino sobre todo un desafío cultural a nuestra ignorancia y un desafío moral a nuestros egoísmos para tratar de reparar el daño ya hecho entre todos.
Ante este gran cúmulo de problemas no basta con acciones locales, por plausibles que sean, si no son parte de un programa global concertado de cooperación internacional e intranacional en cada Estado-nación que oriente y obligue a encajar la suma de las acciones locales positivas en una visión o plan de conjunto.
Ello debiera conllevar la introducción de modelos diferenciados de desarrollo, en armonía con la tradición cultural del respectivo entorno, al mismo tiempo que se promueva un cambio cultural favorable a la protección del medio ambiente ante un mundo en cambio. Hay que partir del conocimiento y de la concientización generalizada sobre estos asuntos, tendencia que afortunadamente empieza a notarse hoy en día entre los jóvenes en mayor medida de lo que antes era acostumbrado.
En el marco de ese espíritu, por ejemplo, tuvo lugar la EXPO 2000 en Hannover bajo el lema “Hombre, Naturaleza y Tecnología”, cuya planificación comenzamos en 1993 desde el Consejo Asesor Internacional que tuve el honor de presidir, para mostrar la posibilidad de aplicar la Agenda 21 y demás recomendaciones de la Conferencia de Río de Janeiro por medio de pabellones nacionales con soluciones locales concretas, junto con una serie de diez Global Dialogs o conferencias internacionales interactivas, entre reputados especialistas y jóvenes universitarios de todo el mundo (cuyos resúmenes se publicarán en breve gracias al patrocinio de PriceWaterhouseCoopers) , además de premiar 487 proyectos de gran aliento (correspondientes a 65 países, 8 de ellos de España) seleccionados entre los miles que nos fueron presentados.
Entre esos proyectos figuró el de la Fundación DEYNA de Soria, el cual ha hecho realidad la adopción por parte de los municipios rurales de esa provincia de la Agenda 21 que recomendó la Cumbre de la Tierra.
Por otra parte, hace poco adoptamos en Barcelona un Código de Gobierno de las Empresas Sostenibles, gracias al co-patrocinio y a la colaboración activa de empresas, entidades y personalidades convencidas de la validez de estos principios, en el cual se demuestra la relación existente entre el desarrollo sostenible y la creación sostenida del valor de las empresas que lo llevan a la práctica.
Desarrollo social y humano
En resumen, el tema del desarrollo sostenible es central para cualquier debate sobre el devenir del hombre. Tratar del desarrollo sostenible es ocuparse de un desarrollo sostenible social y humano, es decir, de aquellos planteamientos que promueven el logro del mayor bienestar material y social para todos.
Desde que el Club de Roma lanzó el debate sobre “Los límites del crecimiento”, con un informe publicado en 1973, se rompió para escándalo de muchos con la idea de la viabilidad de un crecimiento ilimitadamente acelerado.
Gracias a lo expuesto en aquel primer Informe al Club de Roma, elaborado por un equipo del M.I.T. por encargo nuestro, y seguido por lo debates críticos que luego fomentó el propio Club de Roma – como es nuestra práctica habitual –, comenzó a emerger progresivamente la tesis del desarrollo sostenible, la cual fue adoptada luego formalmente por la Comisión Bruntland de las NNUU en 1987.
De ahí que en 1990, en vísperas de asumir yo la presidencia ejecutiva del Club de Roma, encargara un nuevo Informe al equipo inicial del Profesor Dennis Meadows para que revisara el primer texto de 1973 e incorporara las críticas metodológicas y los nuevos datos aportados entre tanto, a fin de conocer qué había ocurrido en verdad con las previsiones prospectivas contenidas en los escenarios alternativos descritos.
Ese trabajo, publicado en 1992 bajo el título de “Más allá de los límites del crecimiento” y debatido en Punta del Este ese mismo año bajo la honrosa presidencia de S.A.R. el Príncipe de Asturias, vino sin embargo a reconfirmar en lo esencial las hipótesis de partida y permitió comprobar cómo se habían hecho ya realidad, en más de un 80%, algunos de los peores escenarios formulados hacía apenas 20 años antes.
La Cumbre de la Tierra del año 92 tuvo la virtualidad de proponer un nuevo lenguaje político desde la responsabilidad del largo centenar de gobernantes que hicieron declaraciones convergentes sobre la gran vulnerabilidad actual de la biosfera, nuestra verdadera y única casa común.
Frustración general
En la conferencia “Río + 5” y más tarde en las de Buenos Aires, Kioto, Copenhague o Berlín, todos pudimos comprobar la grave frustración general existente por la insuficiencia de medios y de acciones coherentes, pese a no pocas resoluciones inteligentes e iniciativas valiosas puestas en marcha en bastantes países, aunque de alcance demasiado limitado.
Una de las mejores noticias de estos días ha sido la ratificación por parte de los 15 países de la UE (y hoy se ha anunciado lo mismo por parte de Japón) del Protocolo de Kioto de 1997, con lo que ya puede entrar en vigor (ahora son ya 70 los países signatarios vs. un mínimo necesario de 55).
El hecho es que tanto los individuos como las sociedades no cambiamos nuestros comportamientos ni asumimos nuestras responsabilidades si no somos previamente motivados por razones éticas o, más fácilmente, por egoísmo ilustrado a la vista de las amenazas serias que afectarán directamente y a corto plazo nuestros respectivos intereses.
Diplomacia y desarrollo
Para prevenir hoy en día las guerras o los conflictos armados, no sólo es preciso consolidar los derechos humanos y practicar una diplomacia preventiva, sino promover, además, un desarrollo sostenible. Esto último, sobre todo porque los conflictos tienen siempre un trasfondo complejo que incluye muy diversas causas históricas, de presente o de cara al futuro, entre las que aparece cada vez más frecuentemente la dimensión ambiental.
Concretamente, más de un 40% de los conflictos armados de estos últimos años han tenido entre sus diversas causas más directas y entre sus consecuencias más importantes, precisamente a factores medio ambientales, así como aspectos relacionados con los recursos naturales, estimándose que, como ya he apuntado antes, la escasez mundial de agua en un futuro nada lejano alcanzará a más de la mitad de la población mundial (como lo reafirma también el World Watch Institute que dirige Lester Brown) y será, por lo tanto, causa de muchos de los más graves enfrentamientos.
Vista en su conjunto la problemática mundial, jamás en el transcurso de la historia se ha visto el hombre confrontado con tantas amenazas globales ni ha dispuesto de tanta información como ahora, en los albores del siglo XXI. Sin embargo, tampoco habíamos alcanzado antes nunca tan altas cimas en términos de logros materiales o de derechos humanos, si bien demasiadas veces al precio de infinito dolor, de graves discriminaciones y marginaciones, de desigualdades e injusticias.
Competitividad desigual
El hecho es que el desarrollo sostenible proclamado por la Conferencia de Río de Janeiro aún no logra abrirse camino, tanto más que para que fuere eficaz y justo tendría que ser humano y social, como se proclamó durante la Conferencia de Copenhague. Las grandes diferencias en materia de política laboral y de respeto a los derechos humanos así como de protección de la Naturaleza, hacen muy desiguales las condiciones de competitividad con algunos de los grandes nuevos países emergentes.
De ahí que el proyecto de la Carta de la Tierra, que se someterá el próximo mes de agosto a la Cumbre de Johannesburgo para su aprobación, incorpore todos estos otros objetivos como parte inseparable del desarrollo sostenible bajo los siguientes epígrafes: Respeto y cuidado de la comunidad de la vida; Integridad ecológica; Justicia social y económica; y Democracia, no violencia y paz.
Ante tantos desafíos y oportunidades, quizás se nos ofrece ahora la oportunidad de encauzar una época de transición hacia una nueva era de mayor bienestar y paz. Cultura, educación avanzada, investigación (Universidad, en una palabra) y el ejercicio coherente de valores éticos universales cobran así total preeminencia en nuestros debates actuales.
Es decir que, sin esperar a mayores males, hay que tomar urgentemente medidas concretas y aún algunas drásticas. Tenemos por delante el deber de aportar soluciones masivas, empezando, por ejemplo, por revolucionar la eficiencia energética, la eficacia en la utilización y el reciclaje de los recursos naturales, así como de los residuos, y la mejor gestión de los sistemas de transporte, entre otros.
El Factor 4
Tal es por cierto el alcance de las propuestas contenidas en el texto del Informe al Club de Roma, “Factor Four: Target for sustainable development”, cuya versión en castellano ya fue publicada en 1998 (“Factor 4: Duplicar el bienestar con la mitad de los recursos naturales”).
El Informe “Factor 4”, dirigido por nuestro colega Ernst Ulrich von Weiszäcker, ha sido el primero de los aportes en nuestro empeño por encontrar soluciones alternativas, dentro de la nueva serie de informes al Club de Roma, con particular atención al ahorro energético y de recursos naturales así como al reciclaje y al uso de energías renovables tales como la eólica, solar, combustión de biomasa o pequeñas represas hidráulicas.
Otros informes importantes de esa serie son: “Aprender: Horizonte sin límites”, “Taking nature into account” (en el que se propone incorporar el patrimonio natural en la contabilidad nacional así como descontar su deterioro); “Los límites de la cohesión social” o “El futuro del trabajo”.
Todos estos informes y otros varios ahora en proceso avanzado de elaboración (tales como “Guerra a la pobreza: Cómo atajar la pobreza” y “El acceso sinlímites al conocimiento” cuya primera versión se presentará en Johannesburgo el próximo mes de agosto), abordan la problemática global a medio plazo, de forma interdisciplinaria, aunque partiendo en cada caso de una de las variables o problemas concretos de ese complejo conjunto.
Eco-mercado
Con todo ello se trata de superar, entre otras cosas, la falsa disyuntiva entre economía de mercado y protección del medio ambiente y del clima, debido al simple afán de grandes resultados económicos inmediatos por encima de toda otra consideración. Libre comercio y medio ambiente pueden llegar a fundirse en un eco-mercado, aunque política y economía aparecen hoy en día a menudo empeñadas en agudizar la crisis que se extiende por doquier, en vez de armonizarse para una acción conjugada.
En resumen, estamos ante la necesidad de una gran revolución humana desde la ciencia, la educación y la cultura, las cuales ya han desplazado la antes importancia primordial del capital físico en la creación de riqueza.
Tenemos que pasar de la visión del hombre conquistador y explotador de la naturaleza al hombre administrador y amigo de la naturaleza, sobre bases viables y sostenibles (que es, por cierto, el verdadero sentido de las palabras bíblicas al respecto). Pero ello conlleva no sólo aspectos intelectuales y morales sino también la revisión de los concretos intereses de las estructuras de poder político y económico a todos los niveles.
Debemos tratar de crear una nueva conciencia humana; una estructura ética para la supervivencia y el progreso sostenible, tomando lo mejor de la sabiduría de todos los pueblos y culturas del mundo.
Educación ambiental
De todo ello trata o debe tratar la educación ambiental que debe ser impartida y difundida en todos los niveles y modalidades de la educación así como entre todos los sectores de la sociedad. Creo que Huntington acertó cuando insistía en que los principales conflictos futuros surgirán por falta de conocimiento y de diálogo entre las culturas y entre las creencias.
La situación actual es, en todo caso, de creciente complejidad e incertidumbre con escasez de conocimiento y de diálogo generalizado pese una interdependencia y una globalización inexorables. En el plano global, todos los ciudadanos de este mundo tienen iguales derechos y deberes frente a las amenazas ecológicas. De ahí que el Club de Roma haya propuesto hace ya algún tiempo tanto la constitución de un Consejo de Seguridad Medio Ambiental como de un Consejo Mundial de Seguridad Económica y Social en el seno de las Naciones Unidas, aunque aún no han cuajado en la práctica.
Quizás se adopten muy pronto múltiples medidas para la solución enérgica de todos los grandes problemas que amenazan la paz entre los hombres. Quizás incluso se firme un día, simbólicamente, un Tratado de Paz con la Naturaleza.
En consecuencia y sin renunciar a las mayores esperanzas, la paz sigue siendo una bella utopía nunca alcanzada pero que merece ser perseguida. En todo caso, lo que importa es que se logre implantar un desarrollo sostenible en todo el mundo para que así se pongan, desde el espíritu de la cooperación y de la responsabilidad común, las bases esenciales a favor del bienestar y de la paz en el seno de todos los pueblos.
Más información:
Club de Roma:
http://www.clubofrome.org/
Fundación Santander Central Hispano:
http://www.fundacion.bsch.es/
Por: Ricardo Díez Hochleitner
Ricardo Díez Hochleitner es Presidente de honor del Club de Roma y Miembro de la Academia Mundial de Artes y Ciencias. Texto condensado de su conferencia “Desarrollo sostenible: prioridad impostergable de presente para tener futuro”, pronunciada el pasado 5 de junio en las Jornadas de Desarrollo Sostenible celebradas en Madrid y organizadas por la Fundación Santander Central Hispano.
Fuente: http://www.webzinemaker.com/admi/m6/page.php3?num_web=1604&rubr=3&id=40846
Enviado por: Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social
E-mail: [email protected]
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