Respuesta de las selvas tropicales al incremento de CO2 en la atmósfera
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- El 26 octubre, 2006
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Resumen
El incremento atmosférico de bióxido de carbono tiene una influencia preponderante en el llamado “efecto de invernadero” sobre el clima del planeta, y en la fisiología de las plantas y los ecosistemas. Este trabajo sintetiza los elementos que componen las respuestas de la biosfera al incremento atmosférico de CO2. La síntesis se centra en el entendimiento del papel de las selvas tropicales en el ciclo global del carbono.
El tamaño relativo de los reservorios y la velocidad de los flujos entre éstos, representa el aspecto central a entender. Cuando un sistema (fuente-reservorio-sumidero) se encuentra en balance, la tasa de aporte de la fuente y de absorción del
sumidero son iguales. Así, el tiempo de residencia (tasa de recambio) del material en el reservorio, depende del cociente entre el tamaño del reservorio y la tasa de aporte de la fuente o de absorción del sumidero. Así mismo, cuando dos reservorios de tamaños considerablemente diferentes se conectan, la velocidad de transferencia del material entre los reservorios determina la cantidad de material en el reservorio mas pequeño. La totalidad del carbono contenido en la vegetación es similar (600 vs. 750 Pg C) al carbono contenido en la atmósfera. Sumando el carbono fijado al suelo (con humus); el reservorio de carbono en la biosfera es ~ 3 veces mas grande que el contenido actual de carbono atmosférico. En promedio dura de 14 –19 años la reposición total de carbono en la vegetación y de 2 a 6 días el recambio de carbono oceánico. Actualmente, el aporte anual (7 PgC) de carbono fósil y vegetal a la atmósfera es de ~ 1 % del reservorio de carbono atmosférico y excede (~ 10 %) el flujo natural entre la biosfera y la atmósfera [1]. Dado el tamaño relativamente pequeño del reservorio atmosférico, en el largo plazo (al menos miles de años), lo que determina el tamaño del reservorio atmosférico es el tamaño del reservorio oceánico y la biota, no precisamente la tasa de intercambio entre la atmósfera y la biota. Sin embargo, considerando un período de tiempo corto (algunos cientos de años), el tamaño del reservorio atmosférico es codeterminado por las respuestas de la biota al incremento antropogénico de CO2 en la atmósfera.
En su mayoría, el carbono en la biota se fija en la madera de los árboles adultos (~ 90 % del total) de los bosques. De éstos, las selvas tropicales representan el 40 %. Las selvas maduras de crecimiento lento, contienen mas carbono (por sobre 500 kg C/ha.) por unidad de superficie que las selvas jóvenes de crecimiento rápido. Sin embargo, el desarrollo de éstas solamente representa una adición neta de carbono atmosférico cuando ocurre en áreas previamente libres de selva. En consecuencia, la tala de selvas maduras siempre representará una pérdida neta de carbono.
En un lapso de solamente 200 años, la concentración atmosférica de CO2 se ha elevado en un 30 % (de 280 ppm la concentración preindustrial a aproximadamente 360 ppm en la actualidad) [2]. Para mitigar dicho incremento se requiere aumentar la biomasa de las selvas tropicales en 1,2 % anual (~ 3 Gt C). Aplicando dicho incremento a una selva madura (con al menos 100 años de crecimiento) se logra un incremento anual promedio de 1 % en la ganancia neta de carbono. Esto significa, de forma preliminar, un incremento del 50 % en la producción primaria neta ! [3].Un incremento de esta naturaleza estimularía fuertemente la tasa de recambio de las selvas, originando un cambio en el papel que las selvas tropicales tienen en el ciclo del carbono [4]. Dicho cambio, depende de cambios en la estructura vegetal de las selvas, originados con el favorecimiento del desarrollo de plantas trepadoras y especies de árboles dependientes de claros; que son formas de vida mejor capacitadas para beneficiarse con el incremento atmosférico de CO2. Debido a que las especies de árboles de crecimiento rápido almacenan menos carbono por unidad de superficie, en comparación con las especies de árboles de lento crecimiento, se puede proponer que las selvas tropicales serán, en el largo plazo, cada vez mas una fuente activa (neta) de carbono que un sumidero.
Introducción
El incremento de bióxido de carbono en la atmósfera generado a raíz de la Revolución Industrial ha ocasionado un cambio en la concentración atmosférica de CO2 que ha ido de 280 ppm durante el período preindustrial a aproximadamente 360 ppm en la actualidad. Se ha predicho que si con las actividades antropogénicas se continúan incrementando las emisiones de bióxido de carbono al ritmo actual, se alcanzará una concentración de aproximadamente 700 ppm al final del siglo 21 (IPCC 1996).
El incremento atmosférico de CO2 ha generado dos problemas que se relacionan directamente pero que son de carácter distinto. El primero, de carácter físico-químico y que involucra no solamente al bióxido de carbono, se refleja en el llamado efecto de invernadero. Se atribuye a dicho efecto un incremento en la temperatura del planeta (> 4oC) que es debido a que el bióxido de carbono (junto con el vapor de agua y otros múltiples gases en la atmósfera) es un gas que absorbe luz infrarroja, lo que genera un retención de energía capaz de influir el clima del planeta.
El Segundo aspecto es el relativo a la influencia que el incremento atmosférico de CO2 ejerce sobre la fisiología de las plantas. Una de las respuestas más claras de las plantas, al incremento en la concentración de CO2 en la atmósfera, es el efecto estimulante que éste ejerce sobre la actividad fotosintética (Bazzaz, 1990, Kimball et. al., 1993). Sin embargo, como sugieren Bazzaz (1990) y Grime, (1996) dicho efecto es limitado o mediado por la disponibilidad de recursos en el suelo, y por las relaciones de competencia entre los organismos que componen una comunidad vegetal. Cuando se considera la respuesta a nivel de comunidad y ecosistema el efecto estimulante sobre el crecimiento de las plantas es modesto (Körner, 1996, Körner et al, 1996). En este sentido, Körner y Arnone (1992) mencionan que a pesar de haber encontrado una fuerte influencia estimulativa en el crecimiento de plantas tropicales desarrolladas bajo altas concentraciones de CO2, la biomasa total de todo el ecosistema artificial evaluado no difiere significativamente del crecido bajo concentraciones normales de CO2. Esto sugiere que las respuestas de las plantas al incremento en las concentraciones de CO2 están mediadas por sus relaciones en el ecosistema.
Los reservorios y flujos que componen el ciclo del carbono a escala global son múltiples y de diversa complejidad. Así, tanto el fitoplancton en los océanos, las plantas en los bosques y las actividades antropogénicas (por ejemplo, emisión de CO2, tala de bosques, etc.) tienen un peso especifico en el ciclo de carbono. Sin embargo, lo que representa el aspecto central a entender es el tamaño relativo de los reservorios y la velocidad de los flujos entre estos (Walker 1994).
En su mayoría el carbono se encuentra fijado en la madera de los árboles adultos de los bosques (~ 90%). De éstos, las selvas tropicales y subtropicales representan el 40 % (Brown y Lugo 1982). De ahí su indudable importancia en el ciclo global del carbono.
Este trabajo esta estructurado de acuerdo a los siguientes temas principales: (1) Principales flujos y reservorios de carbono a escala global, (2) las selvas tropicales como reservorios de carbono y (3) Los árboles tropicales como sumideros de carbono y (4) Cambios plausibles en la estructura de las selvas tropicales y sus consecuencias para el ciclo global del carbono. En esta forma, el trabajo sintetiza la información que permite analizar el posible papel que las selvas tropicales desempeñan en el ciclo global del carbono.
Flujos y reservorios de carbono a escala global
Para entender las relaciones entre los reservorios y flujos de carbono es conveniente centrarse en el entendimiento de dos principios físicos básicos: El primero expresa que cuando un sistema (fuente-reservoriosumidero) se encuentra en balance la
tasa de suministro de la fuente es igual a la tasa de absorción del sumidero, por lo que el tiempo de residencia del material en el reservorio esta dado por el cociente entre el tamaño del reservorio y la tasa de suministro de la fuente o la tasa de absorción del sumidero (Walker, 1994). El segundo principio determina que cuando dos reservorios de tamaño considerablemente dispar se encuentran interconectados, la tasa de transferencia entre los reservorios determinará el tamaño del reservorio mas pequeño.
De acuerdo con Körner (2000) la cantidad de carbono fijado en las plantas es similar en magnitud al contenido en la atmósfera. Considerando el carbono fijado al suelo (incluyendo el humus) la biota contiene aproximadamente 3 veces mas carbón fijado que el contenido actualmente en la atmósfera y aun 2 veces mas que el carbono contenido en la atmósfera mas el reservorio de carbono en la superficie oceánica.
La tasa de recambio en la biomasa terrestre es en promedio de entre 14 – 19 años; y de 2 a 6 días para los organismos en el reservorio oceánico de carbono (Field et al. 1998). Actualmente, el aporte antropogénico de carbono a la atmósfera (7 Pg) es de ~ 1 % el reservorio atmosférico, lo cual excede en 10 % el flujo natural entre la biosfera y la atmósfera.
Desde una perspectiva fisiológica, todas las plantas y algas poseen elmismo sistema enzimático bifuncional con el cual se realiza la fotosíntesis, la enzima Rubisco (Ribulosa bifosfato carboxilasa). Thielman et al. (1990) menciona que la reacción enzimática de la carboxilasa inicia la fijación de CO2 a través del ciclo fotosintético reductivo C3, y la reacción de la oxigenasa inicia el ciclo fotosintético C2 oxidativo, produciendo enérgica y perdida de CO2 por fotorespiración. Ambos ciclos coexisten como una reacción de competencia por dos substratos gaseosos, CO2 y O2. En esta forma, si el cociente CO2/O2 cambia, se afecta la tasa de fotosíntesis neta. Así, cuando se incrementa la concentración de oxigeno, y/o decrece, la concentración de O2, se incrementa la tasa de fotosíntesis neta (Tolbert 1994). Esto último, es lo que ha venido sucediendo a partir de la Revolución Industrial, de una forma rápida y sin precedentes. Sin embargo, existen una serie de factores externos (competencia, tasas de crecimiento inherentes a las especies, ritmos biológicos, etc.) e internos que también determinan la cantidad neta de carbono fijado. Así, debido a que existe menos carbono fijado en la atmósfera que en la biota, lo que probablemente este controlando el tamaño del reservorio de carbono atmosférico sea el reservorio de carbono en la biosfera (Tolbert 1994).
Dado el tamaño relativamente pequeño del reservorio atmosférico de carbono, en el largo plazo (al menos miles de años), lo que probablemente determina el tamaño del reservorio atmosférico es el efecto conjunto del tamaño del reservorio oceánico y la biota. Sin embargo, a una escala de tiempo (cientos de años) corta, lo que co-determina el tamaño del reservorio atmosférico es la respuesta de la biota al incremento antropogénico de CO2 en la atmósfera (Körner 200).
Las selvas tropicales como reservorios de carbono
Una gran variedad de tipos de vegetación se pueden incluirse en el termino “selvas tropicales”; desde sabanas hasta bosques húmedos ecuatoriales de tierras bajas (Körner 1998). El mismo autor menciona que las selvas tropicales contienen aproximadamente 42 % (basado en Olson et al. 1983, Houghton et el 1983; Bouwman 1990) de el carbono fijado a nivel global en la biomasa, y cerca del 11% del carbono orgánico fijado en el suelo a nivel global. Todo esto sumado representa cerca del 50 % del total del reservorio de carbono orgánico. Esto destaca claramente la importancia de las selvas tropicales y subtropicales en el ciclo global del carbono.
¿Cuales son los procesos degradativos que afectan o podrían afectar el reservorio de carbono en las selvas tropicales ?
La mayoría del carbono en la vegetación se encuentra fijado en la madera de los árboles adultos (~ 90%) de las selvas. De esta forma, cualquier evento que modifique, ya sea directamente a los árboles adultos, y/o indirectamente, a los procesos de regeneración de los mismos, tendrá una influencia directa en el tamaño del reservorio vegetal de carbono. Philips (1997) propone los siguientes grupos de procesos como factores que afectan el reservorio vegetal de carbono:
- – Extracción selectiva de plantas
- – Invasión biológica
- – Fragmentación de las selvas
- – El cambio climático
- – El cambio en la composición atmosférica
- – Cambios en la tasa de reposición de los árboles
De los seis aspectos anteriormente mencionados la extracción selectiva de plantas, la fragmentación de las selvas y el cambio climático son las que ejercen una mayor influencia en el papel que juegan las selvas tropicales en el ciclo global del carbono.
La extracción selectiva de plantas, afecta directamente los reservorios mas grandes de carbono (árboles adultos) en las selvas tropicales. Esto es principalmente debido a que las actividades forestales hacen uso de especies de lento crecimiento (por ejemplo Cedrela odorata, Swietenia macrophylla, Manilkara zapota, etc.) que son especies que dominan en la estructura de la vegetación de las selvas tropicales, más por su tamaño (biomasa acumulada) que por su abundancia. Así mismo, las actividades forestales afectan principalmente áreas que aún mantienen el 100 % de la cobertura vegetal (Philips, 1997). En la actualidad, dichas áreas son extremadamente escasas.
La fragmentación de selvas determina que especies que naturalmente ocurren a bajas densidades, sean especialmente vulnerables; originándose su extinción local o regional como consecuencia de la reducción de la disponibilidad de su hábitat (Philips, 1997). Así mismo, la fragmentación de selvas incrementa (hasta en un 40%) la mortalidad de los árboles adultos (Laurence et al. 2000), lo que trae consigo consecuencias negativas para el reservorio de carbono en la vegetación tropical.
En un lapso de solamente 200 años, la concentración atmosférica de CO2 se ha elevado en un 30% (de 280 ppm, la concentración preindustrial a aproximadamente 360 ppm en la actualidad; Joos, 1996). Para mitigar dicho incremento se requiere aumentar la biomasa de las selvas tropicales en 1.2 % anual (~ 3 Gt C). Si se aplicara dicho incremento a una selva madura (con al menos 100 años de crecimiento) se lograría un incremento anual del 11 % en la ganancia neta de carbono (Körner, 2000). Un incremento de esta naturaleza estimularía fuertemente la tasa de recambio de las selvas, originando uncambio en el papel que las selvas tropicales tienen en el ciclo global del carbono.
En 1994, Phillips y Gentry detectaron mediante la comparación de una extensa gama de cuadrantes de la estructura en la vegetación paleo y neotropical, que la tasa de reposición de árboles tropicales parece estar incrementando. Si ésto escierto, la cantidad de carbono fijado por unidad de superficie, no se incrementará como consecuencia del efecto estimulante, que el incremento atmosférico de CO2 ejerce sobre la fotosíntesis. Muy por el contrario, tenderá a decrecer como consecuencia del incremento en la dinámica de regeneración natural de las selvas tropicales.
Los árboles tropicales como sumideros de carbono
Los árboles adultos son los principales reservorios de carbono en la vegetación. Sin embargo, en la estructura de la vegetación tropical, los árboles adultos representan solamente 1.8 % del total de árboles, pero dicho porcentaje contiene un 23.4 % de la biomasa de las selvas tropicales (W.F:L., en preparación; citado por Laurence et al. 2000); que se fue acumulando durante al menos un periodo de crecimiento mayor a 50 años.
Debido al efecto estimulante que el incremento atmosférico de CO2 ejerce sobre la fotosíntesis, es de esperarse que los árboles adultos de las selvas respondan fijando una mayor cantidad de carbono. Sin embargo, existen evidencias que sugieren que las concentraciones actuales de carbono atmosférico se encuentran cerca del nivel de saturación. En este sentido, Körner (et al. 1995) menciona que la “limitación del sumidero de carbono” es otro mecanismo de importancia para entender la respuesta de la vegetación al incremento atmosférico de CO2.
La hoja de un árbol adulto se encuentra ligada a un reservorio de carbono de gran magnitud; de tal forma que la actividad del sumidero de carbono (las ramas, tronco y raíces del árbol) podría estar determinada por los reservorios de carbono móvil (TNC) en las hojas (Körner 2000). Würth, Winter y Körner (1998) reporta exactamente lo contrario. La acumulación de carbohidratos no estructurales (TNC) en las hojas es una respuesta consistente de las plantas al incremento atmosférico de CO2. Sin embargo, dicha acumulación no se encuentra necesariamente ligada a los sumideros de carbono en los árboles adultos; mas bien refleja una respuesta ligada al mesófilo (Morin et al. 1992) de las hojas.
La capacidad de cambiar en tamaño, masa y forma decrece con la edad del organismo en cuestión . La curva de crecimiento de cualquier planta presenta un punto de inflexión en el cual su crecimiento se hace asintótico. Las primeras evidencias de que el incremento atmosférico de CO2 induce una respuesta de crecimiento que declina con el tiempo de crecimiento de la planta, fueron presentadas por Bazzaz et al (1995); Norby et al., (1995) y Lee y Jarvis (1995). Sin embargo, dichos trabajos fueron llevados a cabo con plantas juveniles. A pesar de ésto, los resultados de dichos experimentos coinciden con los resultados encontrados por Hättenschwiler et al. (1997) quien encontró que las respuestas de árboles maduros al incremento atmosférico de CO2 es dependiente de la edad del árbol y tiende a disminuir con la misma.
Los resultados antes mencionados, muestran que la capacidad de los árboles adultos para funcionar como sumideros de carbono se encuentra limitada. Esto implica necesariamente que la regeneración de la vegetación en áreas completamente deforestadas puede funcionar mejor como un sumidero de carbono, en comparación con la vegetación madura (con al menos 200 años de crecimiento) que representa mas un reservorio de carbono.
Cambios plausibles en la estructura de las selvas tropicales y sus consecuencias para el ciclo global del carbono.
Las plántulas en el sotobosque de las selvas se encuentran creciendo en condiciones de baja intensidad de luz (Chazdon y Pearcy, 1986). Dicha condición influye en el efecto estimulante que el incremento atmosférico de CO2 tiene sobre la fotosíntesis; dando lugar a una reducción en el punto de compensación de luz, lo cual genera un efecto multiplicativo en la fijación neta de carbono (Long y Drake, 1991). Evidencias experimentales obtenidas por Bazzaz y Miao (1983), Würth, Winter y Körner (1998) y Hättenschwiler y Körner (2000) demuestran un fuerte efecto estimulativo en el crecimiento de plántulas que se desarrollan en habitats con una baja intensidad de luz.
De acuerdo con la hipótesis propuesta por Philips y Gentry (1994), las especies de crecimiento rápido (las cuales fijan menos carbono por unidad de superficie) podrían ser favorecidas por el incremento atmosférico de CO2, lo que estaría influyendo la tasa de reposición de árboles tropicales. La tasa de reposición de árboles tropicales es influenciada por el crecimiento agresivo de las plantas trepadoras.
El papel de las plantas trepadoras en la dinámica natural de las selvas tropicales
Qué es una planta trepadora ? Las plantas trepadoras son elementos conspicuos y característicos de cualquier ecosistema tropical (Gentry, 1991), aunque se les puede encontrar en cualquier parte; aún en regionesáridas y árticas (Hegarty, 1989 y Samant y Pangtey, 1993).
Las plantas trepadoras constituyen una forma de vida que se distingue del resto por su necesidad de soporte para desarrollarse. Esta característica implica una serie de modificaciones fisiológicas que las definen de mejor manera. Para responder a la pregunta: Qué define el modo de vida de las plantas trepadoras?, podemos enumerar las siguientes características:
- – Necesitan de soporte para desarrollarse (Darwin, 1867, Putz, 1983, Putz y Windsor, 1987 and Gentry, 1985).
- – Tienen la capacidad de encontrar estructuras en las cuales trepar y ascender de manera eficiente hacia la luz, y sobrevivir a la perdida de su soporte mecánico (Putz y Holbrook, 1991).
- – Poseen órganos especializados para trepar (Hegarty, 1989).
- – Poseen los vasos del xilema más largos y más anchos del reino vegetal (Carlquist, 1975).
- – Se caracterizan por la asignación de un gran porcentaje de su biomasa a la superficie fotosintética (Putz, 1983, Castellanos, 1991).
- – Las de mayor tamaño son en general leñosas y las de menor tamaño herbáceas (Hegarty, 1989).
¿Porqué plantas trepadoras?
Las plantas trepadoras presentan una estrategia de vida que les permite explorar una gran diversidad de espacios en los cuales poder desarrollarse. Esta estrategia de vida sugiere que si el incremento en la concentración de CO2 atmosférico estimula el crecimiento de las plantas trepadoras entonces es de esperarse un cambio en la capacidad competitiva de dichas plantas; lo que puede originar modificaciones en la estructura y composición de las selvas tropicales, como lo sugieren Philips y Gentry (1994). Dicha hipótesis ha sido parcialmente probada por Sasek y Strain (1990, 1991) y Condon et al (1992); ya que estos autores encontraron respuestas estimulativas en el crecimiento de algunas especies de plantas trepadoras desarrolladas bajo altas concentraciones de CO2. Sin embargo, dichos resultados fueron obtenidos sin hacer algunas consideraciones de carácter ecológico en relación a la biología de las especies estudiadas. Por ejemplo, cualquier planta en su ambiente natural no se desarrolla aislada del resto de otras plantas, tanto de su misma especie como de otras especies; es decir, crece bajo condiciones de competencia. En muchos experimentos que intentan evaluar las respuestas de las plantas al incremento en la concentración de CO2, no se consideran las relaciones de competencia; tal es el caso del experimento de Condon et al (1992). En esta forma, las respuestas encontradas pueden explicarse también como una respuesta al efecto de tipo fertilizante que ejerce la disponibilidad de CO2 en el ambiente (Strain, 1978 y Acock y Allen, 1985).
Otro aspecto del porque estudiar plantas trepadoras bajo el contexto del incremento atmosférico de CO2 es el hecho de que presentan diferencias en relación a su modo de vida que les permiten explorar ambientes de luz más heterogéneos, (Holbrook y Putz, 1996) que el modo de vida arbóreo y/o arbustivo; así mismo, las lianas de mayor tamaño están igualmente
representadas en diferentes tipos de suelo (desde los suelos fértiles hasta los suelos pobres), contrariamente a la situación de los árboles más grandes, que prevalecen en suelos fértiles (Gentry, 1991). A esto se agrega el hecho de que la producción y la tasa de reposición foliar en las plantas trepadoras, es más acelerada que la de muchas especies arbóreas (Peñalosa, 1984); este último aspecto, es de importancia para entender la capacidad de aclimatización fotosintética de una
planta que se desarrolla bajo condiciones de gran heterogeneidad. Así mismo la relación entre la demanda de nutrientes por parte de la superficie fotosintética, y la asignación de éstos por parte de las raíces de las plantas puede, bajo condiciones de estimulación (altas concentraciones de CO2) cambiar de manera considerable la superficie fotosintética y de absorción de nutrientes de las plantas trepadoras, despendiendo de sus relaciones de competencia por luz y nutrientes, con el resto de la comunidad vegetal.
¿Tienen las plantas trepadoras la capacidad de influir la tasa de reposición de los árboles ?
Schnitzer et al. (2000) encontró una relación negativa entre la abundancia de lianas y árboles de etapas sucesionales tardías. Sugiriendo con esto, que las lianas reducen las tasas de sobrevivencia de los árboles de lento crecimiento; alternando así la fase de regeneración por claros, lo que favorece el desarrollo de especies de árboles de etapas de sucesión temprana (árboles pioneros). Evidencias experimentales anteriores muestran que las lianas contribuyen a la mortalidad de los árboles hospederos (Putz 1980, 1982, 1984). Además, pueden causar daños conspicuos a los tallos y ramas de árboles jóvenes (Lutz,1943). Todos estos efectos negativos en su conjunto, pueden causar declinamiento en el crecimiento de los árboles hospederos (Perez-Salicrup y Baker, 2000).
La regeneración natural de las selvas ocurre a través de la dinámica de claros. Cuando en una selva un árbol cae se abre un claro en la vegetación que da origen a un proceso de sucesión. La fase de regeneración de claros es un evento de importancia básica para el establecimiento ycrecimiento de los árboles tropicales (Denslow 1987).
De acuerdo con Granados y Körner (en preparación) existe un fuerte efecto estimulante, por parte del incremento atmosférico de CO2, sobre el crecimiento de las plantas trepadoras. Este efecto es mas pronunciado a bajas intensidades de luz. Los mismos autores mencionan que en general el efecto es no linear; es decir, tiende a disminuir con el incremento en la concentración de CO2. Así mismo, el efecto más fuerte se encuentra ubicado en el incremento en la concentración; que va de 280, la concentración preindustrial a 420 ppm, poco menos (60 ppm) que la concentración actual de CO2 en la atmósfera. Esto último implica que el efecto del incremento atmosférico de CO2 sobre las selvas tropicales, se encuentra en la actualidad en su fase mas intensa.
Granados y Körner (en preparación) mencionan que las principales implicaciones de la reacción de las plantas trepadoras al incremento atmosférico de CO2 son:
Dada la influencia de las plantas trepadoras sobre la dinámica de regeneración natural de las selvas tropicales, el efecto estimulante del CO2 sobre el crecimiento de las plantas trepadoras esta actualmente favoreciendo el desarrollo de especies de sucesión temprana.
Las especies de sucesión temprana se caracterizan por contener menos C por unidad de superficie, que las especies de etapas de sucesión tardía; por lo que en el largo plazo, las selvas tropicales podrían llegar a ser una fuente neta de carbono, más que un sumidero del mismo.
Durante los pasados 100 – 15 000 años (un período corto en términos evolutivos), las plantas han estado desarrollándose a bajas concentraciones de CO2 (280 ppm como máximo); por lo que se puede afirmar que las plantas están adaptadas a vivir en tales condiciones (Sage y Coleman, 2001). En esta forma, debido a que el incremento atmosférico de CO2 (de 280 a 360
ppm) se ha dado en apenas 200 años (un tiempo nulo en términos evolutivos); es de esperarse un efecto de carácter no predecible hasta nuestros días sobre las relaciones bióticas (planta-planta, planta-animal, etc.) en los ecosistemas, y por lo tanto sobre la biodiversidad.
El incremento atmosférico de CO2 es un hecho inédito, en términos temporales, en la historia evolutiva del planeta. La velocidad al que se ha dado y se sigue dando dicho cambio tendrá un efecto sobre la biodiversidad vegetal de las selvas tropicales.
Un hecho concluyente para el ciclo del carbono a escala global es que el incremento en la dinámica de regeneración de las selvas tropicales está generando un cambio en el papel que las selvas tropicales tienen en el ciclo global del carbono, lo que
conlleva a replantear las estrategias en la búsqueda de sumideros de carbono para mitigar el efecto que las emisiones antropogénicas de CO2 tienen sobre la biosfera y el clima del planeta.
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Por: Julián Granados y Christian Corner
Fuente: Revista Forestal Iberoamericana
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