¿Por qué invierten las empresas en medio ambiente?
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- El 1 enero, 2000
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I
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Introducción |
Una de las características que diferencian al hombre de los demás seres es su capacidad de transformar el medio ambiente para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, el proceso de transformación medioambiental ha alcanzado, en este último siglo, unas proporciones que las generaciones precedentes ni siquiera podrían haber imaginado.
La tendencia creciente a la concentración de las actividades productivas en determinados sistemas conocidos como empresas u organizaciones, que se viene produciendo desde la época de la revolución industrial, ha hecho que, hoy en día sea casi imposible pensar en la satisfacción de alguna necesidad del ser humano en la que no intervengan de forma directa o indirecta un gran número de «sistemas productivos» diferentes. Este hecho ha influido decisivamente en la naturaleza de los procesos de transformación medioambiental, por lo que es razonable pensar que el estudio de estos sistemas nos ayude a explicar dichos procesos.
II
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Los sistemas productivos y el medio ambiente |
Los «sistemas productivos» se constituyen con una finalidad determinada y tienen un carácter abierto , es decir, se encuentran en constante interacción con el entorno a través de diferentes tipos de intercambios económicos y materiales. Con estas características, se puede decir que sólo si el sistema es capaz de utilizar convenientemente las reglas económicas que regulan el intercambio de recursos, productos y servicios con el exterior, puede mantener el flujo de recursos que necesita para seguir funcionando.
Sin duda, este hecho ha influido en que durante años se hayan venido perfeccionando distintas técnicas encaminadas a controlar y gestionar el funcionamiento de los sistemas productivos que basadas en medidas de control que se refieren de forma prácticamente exclusiva al éxito o fracaso en el cumplimiento de los fines para los que se concibieron dichos sistemas.
Entre las medidas utilizadas podemos destacar como las más importantes :
· «la eficacia» (cumplimiento de los objetivos propuestos). Por ejemplo, la obtención de un beneficio, el crecimiento, la satisfacción de determinadas necesidades, etc.
- «la eficiencia» (relación entre la consecución de dichos objetivos y los recursos empleados para conseguirlos). Por ejemplo, la rentabilidad.
Sin embargo, es preciso reconocer que la realidad del funcionamiento de los sistemas productivos es mucho más compleja que lo representado por su finalidad, ya que estos sistemas, independientemente de la finalidad para la que hayan sido concebidos, además de producir unos determinados «resultados» (acordes con dicha finalidad), también producen otros «efectos» (económicos, sociales, medioambientales, etc.) en el entorno, no buscados explícitamente en la finalidad del sistema.
Los «sistemas productivos» se constituyen con una finalidad determinada y tienen un carácter abierto, es decir, se encuentran en constante interacción con el entorno a través de diferentes tipos de intercambios económicos y materiales
Además, lo mismo que los sistemas productivos reciben realimentación (1) del entorno a través de los resultados que consigue obtener (que se produce de forma casi inmediata en términos económicos, generalmente a través de los mecanismos del mercado), también pueden verse influidos por otros mecanismos de realimentación que proceden de los efectos que causa el funcionamiento del sistema, aunque dichos mecanismos suelen ser mucho más complejos y el «retraso de tiempo» con el que el sistema suele recibir esta influencia suele ser también mayor.
Factores como la disponibilidad y exactitud de la información de que disponen los distintos agentes sociales con intereses en el sistema –stakeholders (2) –, la multiplicidad de éstos, su actitud y su poder de negociación para imputar, directa o indirectamente (por ejemplo influyendo en actuaciones de la administración), al sistema los costes de los efectos medioambientales, nos pueden dar idea de la complejidad de estos otros mecanismos de realimentación (Ver Fig.1).
Lo cierto es que durante el último siglo se ha ido configurando el paradigma imperante aplicado tanto en el diseño como en la gestión de los sistemas productivos basado en modelos de gestión que consideran únicamente aquellos intercambios con el entorno relacionados con la finalidad del sistema (con un énfasis especial en los intercambios traducibles directamente en términos económicos) y la aplicación de estos modelos de gestión ha excluido durante muchos años al medio ambiente (en adelante, MA) del ámbito de las decisiones de alto nivel en las empresas, ya que los efectos medioambientales sólo eran reconocidos cuando se traducían en «costes» que la empresa tenía que «pagar» y por lo tanto influían directamente en los resultados de la misma.
Figura 1. Funcionamiento de un sistema productivo.
Este análisis simplista de los mecanismos de realimentación que se produce a través de los efectos medioambientales (EMA) ha llevado a muchas empresas a reconocer los efectos medioambientales únicamente cuando las consecuencias de los mismos ya se han producido en el entorno, actitud que ha propiciado catástrofes importantes que sería prolijo enumerar (Seveso, Bophal, etc.), y a otras muchas menos conocidas.
Precisamente cuando estos sistemas ven comprometida la obtención de sus resultados cuando comienzan a mostrar su interés en encontrar soluciones a los problemas que genera su actuación, esta situación suele ser sin embargo la más adecuada para realizar los profundos cambios que en ocasiones necesita el sistema, puesto que:
1. el plazo de que dispone la empresa para realizar una adaptación a la nueva situación suele ser reducido debido a la presión de un entorno acostumbrado a sufrir durante tiempo las consecuencias de los EMA, sin que la empresa le prestara la más mínima atención.
2. el desconocimiento de la magnitud real de los efectos medioambientales, de sus características, de la forma en que se producen y de las causas que los generan suele ser prácticamente total, más allá de las consecuencias o accidentes explicitados por alguno de los agentes sociales.
3. La capacidad del sistema para cambiar su diseño técnico y su organización para tener en cuenta los EMA suele ser muy reducida ya que nunca hasta entonces se había planificado, ni siquiera pensado, en hacer un cambio que jamás se consideró que podría ocurrir.
En esta situación, no ha de extrañar que las soluciones de urgencia adoptadas tiendan a aliviar los efectos más graves causados en el entorno antes que a cambiar substancialmente el funcionamiento del sistema productivo. Es decir, se suelen adoptar soluciones «al final de la tubería», que utilizan recursos para mitigar las consecuencias de los EMA (pagando multas y cánones de vertido, incorporando instalaciones adicionales de depuración, pagando a gestores de residuos, etc.), pero que no atacan sus causas raíces.
Una consecuencia de la aplicación de estas soluciones de urgencia es que suelen erosionar la capacidad del sistema para obtener los resultados inicialmente previstos, lo cual ha propiciado un cierto antagonismo entre las empresas, que veían en el MA un freno a la consecución de su finalidad, y los ciudadanos, que sufrían las consecuencias de los EMA. Así se ha ido extendiendo poco a poco, entre los distintos agentes sociales (stakeholders), la idea de que el desarrollo industrial conduce inevitablemente a una mayor contaminación o, expresado de otra manera, «aquellos que deseen un entorno más limpio han de oponerse a dicho desarrollo».
Ciertamente, también han existido contradicciones «inexplicables» dentro del paradigma tradicional. Por ejemplo, es bien conocido el efecto contaminante que produce la producción y consumo de determinados bienes y servicios y, sin embargo, pocas personas en una sociedad moderna podrían prescindir de ellos (Ver TABLA 1).
TABLA 1
· El agua corriente que consumen pueblos y ciudades disminuye el caudal de fuentes y aumenta la cantidad de aguas residuales.
- La utilización de jabones y detergentes aumenta la carga de componentes contaminantes en los efluentes urbanos.
- Los tubos fluorescentes de alumbrado contienen mercurio, elemento altamente contaminante y de difícil reciclado en nuestro país.
- La producción de energía eléctrica para satisfacer los niveles actuales de consumo supone emisiones de dióxido de azufre, riesgos de contaminación radioactiva, e incluso los paneles solares o molinos eólicos están constituidos por materiales metálicos, plásticos y otros materiales cuyo reciclaje no es sencillo.
- Los automóviles y calefacciones generan monóxido de carbono, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno, etc.
La resolución de estas contradicciones probablemente nos indicará el camino que ha de seguir el nuevo paradigma, pero antes de plantear alternativas a la forma tradicional de concebir el funcionamiento de los sistemas productivos es conveniente realizar una revisión de los elementos más significativos de la actuación de los distintos agentes sociales (stakeholders) relacionados con el MA.
III
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Análisis de los mecanismos por los cuales los efectos medioambientales pueden tener impacto en los sistemas productivos |
El carácter abierto de los sistemas productivos condiciona de forma significativa su actuación y por lo tanto es imprescindible conocer sus relaciones con el entorno para entender su funcionamiento. A continuación revisaremos la influencia de los agentes sociales más importantes relacionados con el medio ambiente que influyen en los sistemas productivos.
Figura 2. Stakeholders medioambientales de los sistemas productivos.
CONSUMIDORES Y VECINOS. El aumento de nivel de vida en los países desarrollados hace que los individuos, una vez satisfechas sus necesidades primarias, se planteen exigencias que afectan a su propia seguridad, (siguiendo la teoría de Maslow , según la cual los seres humanos intentan satisfacer sus necesidades de forma jerárquica).
La evolución de las necesidades de las personas influye en la introducción de criterios medioambientales en sus decisiones de compra como consumidores, en sus decisiones como votantes y en sus reclamaciones a las administraciones públicas, así como en su propia actuación individual (que puede tener una influencia significativa tanto en el agravamiento como en la solución de algunos problemas medioambientales).
Sin embargo, las percepciones y la información que recibe cada individuo no está exenta de la confusión existente en una época de cambio de paradigma, por lo que su actuación, aún reconociendo la importancia de los temas medioambientales, no suele estar exenta de contradicciones (recordemos la percepción antagonista, aún imperante, entre desarrollo industrial y la contaminación ambiental).
EMPLEADOS. Son observadores y actores de primera fila en el proceso de generación de EMA de la empresa y por lo tanto, pueden influir en la actuación medioambiental tanto directamente, con su actuación, como indirectamente, con sus exigencias sobre condiciones de trabajo, (relacionadas con la seguridad e higiene en el trabajo y con el MA).
Un hecho que es preciso recordar es que los empleados, por un lado, son los primeros que sufren muchas de las consecuencias de los EMA y, por otro, disponen de información de primera mano sobre dichos efectos. Por lo tanto, pueden jugar un papel primordial en la detección temprana de efectos de este tipo (que con el tiempo pueden convertirse en graves accidentes) y en la búsqueda de soluciones de mejora a partir de su propia actuación en el trabajo. Sin embargo, la participación de los empleados en la solución de problemas medioambientales no suele ocurrir de forma automática sin una sensibilización, una formación y un sistema organizado que les impulse a actuar teniendo en cuenta estos efectos en su propio trabajo.
ADMINISTRACION. Juega un papel de importancia capital en el desarrollo de determinadas formas de actuación medioambiental en las empresas, tanto a través de la redacción de leyes como de la exigencia de su cumplimiento, puesto que imponen restricciones a algunas actuaciones y obligan a dar cuenta de determinados efectos.
Adicionalmente, la Administración también puede actuar en los mecanismos de mercado subvencionando determinadas actuaciones y también incorporando criterios medioambientales en sus decisiones de compra .
Una prueba del incremento de la importancia que las administraciones públicas de los países desarrollados están dando al MA es el crecimiento exponencial durante los últimos años, tanto de la legislación como de las actuaciones medioambientales debido, entre otros, a los siguientes factores:
· La pertenencia de estos países a organizaciones de ámbito más amplio (muchas de ellas internacionales) donde se puede influir, pero donde también se está obligado acatar las decisiones tomadas.
- Las presiones de sus votantes derivadas de la percepción y la importancia concedida por la sociedad a los EMA.
- Las proporciones de gravedad que en estos países ha alcanzado la contaminación medioambiental.
No obstante, la complejidad de los problemas medioambientales, los conflictos de intereses a los que se debe hacer frente y la escasez de recursos destinados a estos temas hacen que la actuación de las distintas Administraciones sea, como mínimo, tan contradictoria como la de los propios administrados. Por lo tanto, pensar que la legislación y la actuación administrativa va a ser capaz de resolver todos los problemas de este tipo, no sólo es utópico, sino signo de desconocimiento de su naturaleza.
Por lo tanto, aun reconociendo la importancia de la actuación de las Administraciones públicas en estos temas, si a la propia complejidad de los problemas medioambientales se añade otra complejidad legal, el resultado, probablemente no buscado, es que las empresas acaban desviando recursos hacia actividades burocráticas en detrimento de la búsqueda de soluciones técnicas y organizativas económicamente viables y compatibles con la protección del MA.
CLIENTES Y PROVEEDORES. Están comenzando a jugar un papel de importancia en el desarrollo medioambiental como consecuencia de que algunas empresas empiezan a comprender que muchos de estos problemas pueden llegar a manifestarse en lugares muy alejados y mucho después de haberse generado.
Dado que las políticas de outsourcing (3) cada vez más se aplican en las empresas con mayor intensidad respondiendo a su estrategia de concentración de las actividades de la empresa en aquellas actividades que representan sus competencias esenciales (4) muchas de las actividades que se realizan a lo largo del ciclo de vida del producto, desde su concepción en el diseño hasta su retirada al final de su vida útil, se reparten entre un número cada vez más elevado de empresas. Aquellas empresas que se han dado cuenta de esta situación están comenzando a introducir criterios medioambientales en la selección de proveedores y distribuidores con los que se relacionan
Por lo cual, para abordar seriamente análisis y la solución de muchos problemas medioambientales se precisa de la colaboración entre clientes y proveedores que integran la cadena de suministros y que comparten diferentes fases de un mismo ciclo de vida. Por una parte, cada empresa puede disponer de datos correspondientes a una etapa del ciclo de vida que pueden constituir una información necesaria para acometer adecuadamente otra etapa, por otra parte, la actuación de un proveedor puede influir de forma significativa en los EMA que tienen que «soportar» otras empresas que actúen en fases posteriores del ciclo de vida del producto.
LA COMPETENCIA. La actuación medioambiental de la competencia puede influir en las condiciones de mercado directamente, presionando en el mercado con el aprovechamiento de las oportunidades obtenidas a través de un mejor conocimiento de los EMA generados por productos y procesos con los que compite, o indirectamente, influyendo decisiones de la Administración Pública (denuncias, asesoramiento para promover legislación, etc.).
Un ejemplo real de esta influencia indirecta de la competencia puede obtenerse en algunos debates sobre la aprobación de determinadas normas medioambientales que se realizan en instituciones internacionales, donde el objetivo, no manifestado explícitamente, es modificar los términos de la competencia basándose en la disponibilidad de determinados desarrollos tecnológicos por parte de algún país participante en la negociación.
INVERSORES, BANCOS Y COMPAÑIAS DE SEGUROS. Estos agentes sociales comienzan a reconocer cada vez más el riesgo que supone tener inversiones en empresas que ni conocen ni tienen en cuenta en sus decisiones los EMA en los que incurren, y tienden a incorporarlo en las condiciones de préstamo o en el precio de las pólizas de seguro.
LA COMUNIDAD INDUSTRIAL Y CIENTIFICA. Como se ha señalado antes, muchos problemas medioambientales traspasan el ámbito del sistema productivo que los genera y, si se abordan en colaboración con otros agentes sociales (stakeholders) pueden obtenerse sinergias importantes. Por ejemplo, constituyendo asociaciones de empresas, que compartan información, materiales, prácticas de gestión, programas de recuperación, reciclaje y reutilización, etc.
Una perspectiva aún más ambiciosa, pero probablemente más adecuada, es la construcción de un verdadero ecosistema industrial formado por todos los agentes sociales (stakeholders), es decir, abordando la construcción de una red de empresas, instituciones científicas, administraciones, universidades, centros de enseñanza, etc., que compartan recursos e información y colaboren para acometer conjuntamente los problemas medioambientales comunes. En la actualidad esta solución puede parecer de ciencia ficción; sin embargo, ya existen algunas experiencias en este sentido, como la realizada en la ciudad danesa de Klonenburg en donde la Administración y distintas empresas de la comunidad comparten recursos e información para abordar conjuntamente los problemas medioambientales.
LOS GRUPOS ECOLOGISTAS. En algunos países estos grupos están adquiriendo cierta importancia para la evolución medioambiental, quizás no tanto en base a sus protestas directas como a su peso específico político y creador de opinión, con influencia significativa en vecinos y consumidores.
La actuación de estos grupos es diversa y en algunos casos sirve para reforzar la postura antagonista señalada al principio de este epígrafe. Sin embargo, cada vez existen más grupos que comienzan a percibir las ventajas que pueden derivarse de la cooperación con determinadas empresas en temas medioambientales; por ejemplo:
· Obtención de un conocimiento mucho más realista del problema MA.
- Posibilidad de tener influencia directa en decisiones que tienen EMA.
- Obtención de fondos con los que financiar sus actividades.
Asimismo, las empresas que fomentan esta colaboración también pueden obtener ventajas, tanto económicas como medioambientales, derivadas de la influencia de grupos en la sociedad y del conocimiento que las personas de estos grupos puedan tener de los problemas sobre MA .
En definitiva, como se ha podido apreciar en este breve análisis, la mayoría de los sistemas productivos se hallan actualmente inmersos en un entorno en el que la complejidad de fuerzas y mecanismos que pueden actuar sobre los mismos, desde la perspectiva de los distintos agentes sociales, hace que su evolución no sea fácilmente previsible y ponen de manifiesto el carácter «turbulento» del entorno. Es precisamente en esta situación en la que, como veremos en el siguiente punto, la actuación MA puede cobrar especial relevancia en las empresas.
Adicionalmente, las empresas están cambiando su forma de competir y frente a las opciones estratégicas clásicas de competir con bajos costes o diferenciando algún aspecto concreto de su producto, cada vez se está haciendo más patente la necesidad de competir a través de un servicio al cliente cada vez más sofisticado y personalizado, en el que factores como la calidad, el plazo de entrega, la fiabilidad en el plazo de entrega, la flexibilidad del sistema (cuya importancia desarrollaremos más adelante), son, tan importantes como el propio coste .
Para presentar una oferta competitiva con esta nueva perspectiva la empresa no sólo necesita tener un conocimiento de las nuevas demandas del entorno, sino también necesita tener un profundo conocimiento de los mecanismos de funcionamiento interno puesto que debe apoyar su oferta en unas determinadas competencias internas que aseguren al cliente la capacidad del sistema productivo para entregar el servicio adecuado.
Por último conviene señalar que un aspecto de especial relevancia para el conocimiento del funcionamiento de sistema es sin duda el conocimiento de las posibilidades que ofrece la tecnología cuyo desarrollo en los últimos años ha incrementado sus posibilidades de aplicación en situaciones muy diversas. Sin embargo, la forma en que se toman las decisiones en la empresa y su organización es lo que permite orientar los nuevos avances tecnológicos hacia aquellos problemas que los sistemas perciben como importantes.
Bernardo Prida Romero
Blanca Pérez de Obanos Suárez
ECOIURIS
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