Los diez desafíos principales de la seguridad y la salud en el trabajo (SST) en el siglo 21
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- El 1 enero, 2000
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Es interesante conocer la proyección de la SST para las próximas décadas, sobre todo si parte de la óptica de un profesional lúcido y bien informado como es el Ing. Juan Carlos Hiba, Especialista en Condiciones de Trabajo, Seguridad y Salud Ocupacional del Equipo Técnico Multidisciplinario para los Países Andinos, de la Oficina de OIT en Lima .
Con ese fin hemos condensado una exposición del Ing. Hiba, realizada a un grupo de profesionales de la SST, sobre los desafíos estratégicos de la seguridad y salud en el trabajo para el presente siglo.
Primer desafío:
Integrar las condiciones y el medio ambiente de trabajo a la seguridad y salud ocupacional
El primer desafío consiste en integrar a la visión de la seguridad y la salud en el trabajo la amplia perspectiva que permite el concepto de las condiciones y el medio ambiente de trabajo; concepto multidimensional que la OIT se ha encargado de diseminar desde hace más de veinte años (es el caso del Programa Internacional para el Mejoramiento de las Condiciones y el Medio Ambiente de Trabajo -PIACT- lanzado en 1976) y que abarca un conjunto de elementos que determinan la situación real laboral y social en la que se desempeña y vive el trabajador o la trabajadora. Comúnmente se admite que forman parte de ellas, entre otras, la duración de la jornada de trabajo, la organización y el contenido de éste, los servicios de bienestar en el lugar de trabajo y los servicios sociales. Se suele considerar también en este concepto las cuestiones de remuneración, dada su importancia y su vinculación con las demás condiciones de trabajo.
Estas relaciones entre los distintos componentes y factores que conforman las condiciones y el medio ambiente de trabajo son importantes porque no es posible lograr un mejoramiento de tales condiciones si, en todas las etapas de la concepción, planificación, organización, distribución y ejecución del trabajo, no se toman en consideración las condiciones en que el trabajador o la trabajadora desarrolla su labor.
El primer desafío que tienen la seguridad y la salud en el trabajo, entonces, es ir más allá de los riesgos originados por la tecnología utilizada y del análisis de accidentes, debiendo analizar las condiciones en que las personas trabajan y las consecuencias que esas condiciones pueden provocarles, reflexionar sobre ellas e incorporarlas a su propio corpus, teniéndolas en cuenta a la hora de plantear el desarrollo de sistemas de gestión de la seguridad y salud en el trabajo. La OIT se propuso estudiar el tema y elaboró un libro que se tituló Introducción a las condiciones y el medio ambiente de trabajo, que se transformó, al poco tiempo, en un clásico de esa materia.
Segundo desafío:
Incorporar la ergonomía a la seguridad y salud en el trabajo
El segundo desafío trata de la pertinencia de incorporar los conocimientos de la ergonomía al dominio de la seguridad y salud en el trabajo. La principal característica de la ergonomía es que es antropocéntrica. En el momento de plantear el análisis de la actividad humana, la ergonomía propone centrar primero el análisis en el hombre. De una manera diferente de la mayoría de los enfoques de la psicología, o aun de otras ciencias o tecnologías aplicadas, la ergonomía no ve al hombre como una variable de ajuste, sino que trata de indagar sobre las situaciones laborales en las que él se encuentra, de manera que las condiciones de trabajo permitan al trabajador crecer y desarrollarse en tanto que persona. En esa línea de pensamiento, Thereau (1992), por ejemplo, la define como una “tecnología política” 4 .
La ergonomía es considerada -según Neffa- una disciplina autónoma, basada en resultados experimentales obtenidos a partir del estudio empírico y capaz de suministrar informaciones específicas para modificar las instalaciones, las maquinarias, equipos y herramientas, así como la tecnología, con el propósito de adaptar mejor el trabajo al hombre. Se trata de una disciplina que surge gracias a las contribuciones de la antropometría, la fisiología del trabajo, la sicología laboral, la ingeniería, la biomecánica, la toxicología y de otras disciplinas conexas que se ocupan del hombre en su situación de trabajo.
Una contribución importante de la ergonomía es la distinción entre el trabajo prescripto, comúnmente llamado “tarea”, y que es asignado por la dirección de la empresa a los trabajadores, y el trabajo real o “actividad”, que es lo que efectivamente realiza el trabajador en su puesto de trabajo.
Otro aporte de la ergonomía es la falacia del trabajador promedio. Los estudios antropométricos constituyen una base sólida que muestran la variedad de tamaños corporales existentes en las personas. Dicha variedad en dimensiones antropométricas, se acompaña de otras diferencias individuales que representan un rango de capacidades y limitaciones en otras variables físicas, biomecánicas y fisiológicas. Estas, a su vez, dan lugar a disímiles capacidades de resistencia y de adaptación a los riesgos profesionales. Como resultado, debe quedar en claro que no es posible diseñar sistemas para trabajadores promedio.
La ergonomía -señala el mismo autor- sirve para fines múltiples: en primer lugar, para reducir o eliminar los riesgos laborales promoviendo un trabajo seguro alejado de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; en segundo lugar, sirve para mejorar las condiciones de trabajo a fin de evitar un incremento de la fatiga provocado por una elevada carga global de trabajo en sus varias dimensiones: carga física derivada del esfuerzo muscular, carga síquica y carga mental; finalmente, la ergonomía sirve para lograr una mayor eficiencia de las actividades productivas.
La utilización racional de los conocimientos ergonómicos apropiados a cada realidad -comenta ese autor- hace entonces posible mejorar la productividad, reducir los incidentes, incrementar la calidad y reducir los costos laborales que se manifiestan bajo la forma del ausentismo, la rotación, los conflictos, la falta de interés en el trabajo. La ergonomía -concluye Neffa- brinda elementos para cuestionar la racionalidad y eficacia económica de la organización científica del trabajo en sus modalidades fordistas y tayloristas, y para humanizar el trabajo 5 .
Como vemos, hay buenas razones para aprovechar mejor a la ergonomía. Para incrementar la eficacia de las políticas y los programas de seguridad y salud en el trabajo, los ingenieros y los médicos especializados en estas dos disciplinas tendrían que desarrollar una alianza estratégica con los ergonomistas. Y si no los tuvieran a mano de ellos, tendrían que buscarlos, encontrarlos y acercarlos a los programas de seguridad. Y si no los encontraran, tendrían que estudiar ergonomía.
Tercer desafío:
Fomentar una cooperación más activa entre trabajadores y empleadores en SST
El tercer desafío se presenta en el nivel de las empresas. Se refiere a la necesidad de fomentar una cooperación más activa entre trabajadores y empleadores para establecer mejoras en materia de seguridad y salud ocupacional. Esta es una práctica que debería ser cuestión natural, un proceso normal, -pero que todavía no lo es- en los procesos de mejoramiento de la seguridad, de la salud laboral y de las condiciones y el medio ambiente de trabajo. Para lograrlo, es necesario instaurar procesos de diálogo social al interior de las empresas. Es necesario poner en marcha mecanismos que fomenten la información, la consulta y la negociación.
Por otra parte, los trabajadores y las trabajadoras deben también poder desempeñar su papel protagónico en estos procesos. No debemos olvidarnos que ellos y ellas, en tanto que personas adultas, son capaces de tomar decisiones en ámbitos muy diferentes fuera de las empresas. Son capaces de formar familias, criar y educar a sus hijos, cumplir con sus obligaciones cívicas a la hora de tener que decidir los destinos políticos de un país y, aún, ir a la guerra. ¿Por qué no pueden, entonces, ser los protagonistas de su propia seguridad y de su propia salud cuando se desempeñan en sus puestos de trabajo? Pueden, pero lograrlo no es fácil.
El problema del trabajo, en realidad, se puede analizar desde la perspectiva de un conflicto de poderes en los lugares de trabajo. El empresario pretende regularlo (por ejemplo, con la remuneración, la duración de la jornada de trabajo, la organización del trabajo) y el trabajador aspira a auto-controlarlo (por ejemplo, tratando de lograr su autonomía, con su capacidad para decidir el ritmo de la tarea y los momentos para las pausas en el trabajo, etc.). Ese conflicto debería superarse.
Los profesionales de la seguridad y la salud laborales, entonces, deberían esforzarse para que se puedan eliminar las barreras que impiden esa cooperación activa y deberían elaborar nuevas estrategias prácticas que favorezcan que esa participación se concrete y se logre un consenso. Las técnicas de la ergonomía participativa deberían tenerse en cuenta para responder a este desafío y para alcanzar esos fines. Algunos convenios de la OIT fomentan también tales prácticas.
Cuarto desafío:
Alentar la práctica extendida de culturas de seguridad en la educación, en la familia, en el trabajo
El cuarto desafío propone una expansión del campo de la seguridad y de la salud en el trabajo orientada hacia cuestiones culturales. Se trata de alentar la práctica extendida de culturas de seguridad en la educación, en la familia, en el trabajo. La experiencia demuestra una y otra vez que la posibilidad de alcanzar mejoras significativas en los lugares de trabajo en materia de seguridad y salud no es una cuestión de tecnología sino de cultura.
Tal como se ha observado en los países desarrollados, donde fue necesario que pasara más de un siglo para construir tal cultura de la seguridad, un requisito fundamental para lograr una mejora en la reducción de accidentes laborales, lesiones y enfermedades es la integración progresiva en la legislación y la práctica nacionales de los principios de la seguridad y de sus recomendaciones.
Con esos fines, es necesario fijar políticas nacionales y determinar las acciones necesarias para que tales políticas se transformen en normas y reglamentos.
En muchos de los países que se están industrializando rápidamente, el peso de la cultura de la seguridad y la toma de conciencia de los valores positivos que significan un medio ambiente de trabajo seguro y sano, lamentablemente son muy bajos o simplemente no existen. Con mucha frecuencia, los requisitos en materia de seguridad y salud son percibidos como barreras para el comercio. Esto ocurre de manera principal en las pequeñas y medianas empresas, para cuyos dueños y gerentes la viabilidad económica y su supervivencia dependen de conseguir unos costos de producción lo más bajos posibles. En contraste, en otras sociedades o países más prósperos, muchas empresas nacionales y algunas corporaciones transnacionales han incluido el establecimiento de una cultura de la seguridad como el primer principio de su cartera de negocios.
En ese sentido, el fomento sostenido de buenas prácticas de seguridad, salud y medio ambiente, y, por ejemplo, una integración continuada de una cultura de la seguridad como parte esencial de una más general responsabilidad social constituye, quizá, la única manera de poder reducir los costos cada vez más crecientes de la atención de la salud y de la protección del medio ambiente, al mismo tiempo que permite incrementar la productividad general de los sectores productivos.
Ahora bien, cabe preguntarse si es posible instaurar tales culturas. ¿Qué hay que hacer para lograr esa meta? Las culturas de seguridad sólo pueden instaurarse mediante:
(a) un proceso de largo plazo de toma de conciencia y de educación en materia de seguridad y salud en el trabajo;
(b) la construcción de un proceso de desarrollo de consenso y mecanismos de consulta genuinos entre los actores sociales, es decir, los gobiernos, los empresarios, los trabajadores y los demás interesados involucrados directamente en las cuestiones de la seguridad y salud ocupacionales y el medio ambiente; y
(c) la participación más activa en ese campo de las instituciones nacionales económicas y financieras.
El desarrollo de las culturas de seguridad depende, sin embargo, de manera significativa de la disponibilidad de información fidedigna como una herramienta que permita tomar decisiones pertinentes y de una utilización acabada de los recursos existentes. Como expresó recientemente el Dr. Takala, Director del Programa Trabajo Seguro (SafeWork, en inglés) de la OIT, con sede en Ginebra, “Una cultura de seguridad es, en parte, una cuestión de recursos y tecnología, pero para alcanzarla se necesita, sobre todo, una mejor información, gestión y normas éticas más importantes, que permitan enfrentar de manera eficaz los peligros del trabajo, que no dejan de estar presentes y de aumentar”
Quinto desafío:
Lograr un mejor análisis, registro y notificación de accidentes y de enfermedades profesionales
El quinto desafío está relacionado con los accidentes, su estudio, su registro y el proceso de notificación que debería realizarse para construir estadísticas confiables que permitan, a su vez, emprender acciones para controlarlos y eliminarlos. Para este quinto desafío, plantearé dos reflexiones.
La primera reflexión tiene que ver con el modo tradicional en que se estudian habitualmente los accidentes. En materia de accidentes y, en particular, cuando se analizan sus orígenes, una cifra ya consagrada es la que sostiene que la gran causa de ellos son las fallas humanas. Se habla, así, del error humano, y de que el 80 por ciento de los accidentes se debe a errores del operador. Se habla inclusive de la tendencia de algunas personas a sufrir accidentes. Un segundo intento de simplificar el análisis propone descubrir si el accidente se ha originado en un acto inseguro o en una condición insegura. Otra aproximación para determinar las causas, de manera un poco más elaborada, consiste en la técnica del árbol de causas, con la que se trata de remontar hasta aquellas que estarían en los orígenes del hecho que ha causado el accidente o la falla.
Habría que preguntarse por qué subsisten estas modalidades notablemente simplistas de analizar los accidentes. Una razón podría hallarse en la necesidad, casi siempre imperiosa, de encontrar rápidamente un culpable o bien una única causa. Otra, podría ser la casi siempre mala calidad de los sistemas de registro de accidentes y de sus procedimientos, que muchas veces son concebidos por funcionarios más preocupados por las repercusiones financieras de las pólizas de las compañías de seguros que por la vida, la seguridad y la salud de los trabajadores.
Sería necesario poner en entredicho esos enfoques simplificadores. Habría que tener en cuenta las raíces más profundas y diversas que pueden estar en la causa de los accidentes. Para esto habría que indagar en las investigaciones que sostienen, por ejemplo, que los accidentes se producen debido a las deficiencias que existen en las relaciones sociales, laborales y organizacionales en los lugares de trabajo. En ese sentido, Dwyer y Raftery 6 sostienen que la sociología y la ergonomía tradicionalmente se han ignorado entre sí. Creo que también podríamos afirmar lo mismo si nos referimos a las relaciones entre la sociología y la seguridad y salud en el trabajo. El desafío, entonces, es que sería conveniente estudiar e investigar más en la teoría sociológica y en los aspectos organizacionales de los accidentes laborales.
La segunda reflexión se vincula con la importancia de desarrollar programas que refuercen las actuaciones en materia de vigilancia y control de la salud ocupacional y los riesgos profesionales.
Uno de los pilares de la prevención en la materia consiste en un mejoramiento sistemático de los sistemas de registro y notificación de accidentes. Una de las fallas habituales de estos sistemas ocurre en los mecanismos que intervienen durante el proceso de registro y notificación y que perturban los flujos de información, introduciendo distorsiones y pérdidas de datos sustantivos que conducen a un fuerte subregistro de los accidentes y de las enfermedades profesionales.
Es necesario, entonces, que la seguridad y salud en el trabajo provoquen un mejoramiento de los sistemas de registro y notificación de accidentes y enfermedades profesionales. El desafío consiste en que se deberían desarrollar programas de capacitación de inspectores, de funcionarios de servicios de salud, de empleadores y trabajadores que fomenten: (i) la obtención de más y mejores registros de accidentes; (ii) el diseño de sistemas de notificación que eviten o minimicen las pérdidas de datos sustantivos; (iii) un procesamiento de calidad y una comunicación a tiempo de los datos obtenidos; (iv) la disponibilidad de estadísticas actualizadas y veraces; y (v) el desarrollo de estrategias que permitan controlar y reducir tales accidentes y enfermedades profesionales.
Sexto desafío:
Incrementar la calidad y el alcance de los servicios públicos de inspección del trabajo
El sexto desafío que enfrentan la seguridad y la salud ocupacional resulta ser una de las consecuencias de los procesos de racionalización de la administración pública y de privatización de muchos servicios públicos que se emprendieron en los últimos veinte años en América Latina. Bajo la óptica del principio de subsidiariedad del Estado, se produjo una transferencia de algunas responsabilidades públicas en la materia hacia el sector privado. Los ministerios del trabajo sufrieron una reducción de sus presupuestos y una pérdida de algunas de sus competencias para vigilar la salud y la seguridad de los trabajadores. En algunos países las políticas nacionales fomentaron la creación de empresas aseguradoras de riesgos del trabajo, transfiriendo parte de la tutela de la seguridad y la salud en el trabajo a iniciativas privadas.
La Declaración de Cartagena de Indias, que fuera adoptada por los Ministros de Trabajo de los cinco países andinos en mayo de 1999, reconoce de manera singular el valor y la importancia de la calidad de la vida laboral y el papel importante que cumple para asegurar el progreso económico y el desarrollo social. Uno de los componentes del Plan de Acción que acompaña a la Declaración precisamente rescata la importancia de disponer de servicios de inspección del trabajo eficientes.
Para lograr una prevención eficaz en seguridad y salud en el trabajo, es necesario disponer en cada país de un sistema de inspección del trabajo de calidad, con contenidos de actuación preventivos, provisto con equipos e instrumentos técnicos que permitan elaborar diagnósticos precisos y confiables, con servicios que tengan una cobertura nacional y que alcancen a los sectores productivos donde operan los trabajadores menos protegidos en materia laboral.
El desafío para la seguridad y salud ocupacional y para sus profesionales, entonces, es contribuir en la elaboración de programas de formación y capacitación de inspectores del trabajo y de otros agentes públicos, y reforzar y modernizar las capacidades de los ministerios de trabajo en materia de prevención de accidentes y enfermedades profesionales. Esos programas podrían centrarse en: (i) la jerarquización y el reconocimiento social de los servicios de inspección del trabajo; (ii) el mejoramiento de las capacidades técnicas y las competencias de sus funcionarios; y (iii) el mejoramiento de la calidad integral de sus prestaciones profesionales.
Séptimo desafío:
La calidad de la seguridad, salud laboral y condiciones de trabajo en las micro y pequeñas empresas y en el sector informal: el gran desafío
Es el gran desafío porque toca a más del noventa por ciento de los trabajadores que laboran en América Latina y el Caribe.
Abordemos primero el desafío de las micro y pequeñas empresas. ¿Cuáles son las tareas pendientes que tenemos con este sector aquellos que trabajamos en seguridad y salud en el trabajo? Propongo cuatro acciones: (i) debería fomentarse el desarrollo de acciones prácticas en las micro y pequeñas empresas, de carácter voluntario, que permitan la realización de mejoras de bajo costo en condiciones de trabajo, seguridad y salud ocupacional; (ii) debería fomentarse la cooperación de grupos de empresas que deseen asociarse en emprendimientos comunes para mejorar las instalaciones y los servicios de bienestar que ofrecen a sus trabajadores (tales como la provisión de servicios de transporte, comedores, guarderías); (iii) debería alentarse la cooperación entre los dueños y gerentes de las empresas y sus trabajadores para la identificación de problemas y el desarrollo de soluciones que afectan las condiciones de trabajo, la seguridad y la salud ocupacional y en su control (ver el tercer desafío); y (iv) debería impulsarse la instauración de procesos de mejoras continuas en las condiciones y el medio ambiente de trabajo que tengan un impacto positivo sobre la productividad y competitividad de las empresas.
Abordemos ahora el dramático caso de las condiciones de trabajo de los trabajadores del sector informal. Para focalizar el problema, veamos el caso del sector informal urbano y preguntémonos: ¿cuáles son las condiciones en que laboran estos trabajadores? Basta mirarlos, cuando salgamos a la calle, ya no como parte natural del paisaje urbano, sino como hombres, mujeres, jóvenes y niños que están tratando de sobrevivir y que, para ello, trabajan en la calle.
¿Qué características tienen sus condiciones de trabajo y de vida?
Cuando se analiza la situación de los trabajadores del sector informal urbano en América Latina -pero también en el resto de los países del mundo en vías de desarrollo- se encuentra que una proporción importante de esos trabajadores: · Viven en viviendas precarias y en zonas alejadas de sus lugares de trabajo; carecen de buenos servicios de transporte;· carecen de servicios de salud y bienestar en el trabajo;· carecen de protección social;· trabajan en un medio ambiente de trabajo inseguro y muchas veces insalubre: desconocen, muchas veces, la naturaleza de los riesgos a que están expuestos; tienen bajos ingresos, baja productividad y no cuentan con capital para desarrollar mejor sus negocios; y para muchos, el hogar y el lugar de trabajo es el mismo.
El desafío que la seguridad y salud en el trabajo y que sus profesionales confrontan, entonces, es encontrar caminos eficaces para mejorar las condiciones en que trabajan esas personas. En líneas generales, deberían incluirse acciones de concienciación individual y colectiva, acciones de capacitación práctica y campañas de movilización y cabildeo ante los responsables que han generado el crecimiento del sector. Porque también deberíamos formular la pregunta: ¿debemos mejorar sus condiciones de trabajo o crear oportunidades para que no exista el trabajo en la calle?
Octavo desafío:
Imponer la visión y el modelo de un sistema nacional de la seguridad y salud en el trabajo
En tanto no sea posible poder observar y analizar el funcionamiento (o el disfuncionamiento) de todos los componentes que intervienen en el nivel nacional que permitan asegurar la existencia de una política nacional de seguridad y salud en el trabajo, todos los intentos de sectorización llevarán a avances y retrocesos parciales, a una burocratización de las funciones de inspección y fiscalización, a una redundancia de disposiciones y reglamentos parciales.
El modo de superar esas limitaciones es disponer de una buena vez de un enfoque sistémico que permita identificar a todos los componentes del sistema, apreciar sus carencias o limitaciones, detectar la existencia o no de articulaciones entre sus componentes; demoler las barreras que impiden esas articulaciones e interacciones y, sobre todo, crear las oportunidades que se requieren para mejorar la eficacia del sistema.
Un enfoque sistémico serviría para detectar, por ejemplo, el origen de la falta de principios para establecer una política nacional. Se podría determinar, en consecuencia, la necesidad de formular, poner en práctica y reexaminar periódicamente una política nacional coherente en materia de seguridad y salud de los trabajadores y medio ambiente de trabajo. El objeto de tal política sería, por ejemplo, prevenir los accidentes y los daños para la salud que sobrevengan durante el trabajo, sean consecuencia del trabajo o guarden relación con la actividad laboral, reduciendo al mínimo, en la medida que sea razonable y factible, las causas de los riesgos inherentes al medio ambiente de trabajo.
La falta de políticas nacionales y de disposiciones legislativas, producto de la carencia de un enfoque sistémico, da origen a su vez al fenómeno de la sectorización de los reglamentos, a la superposición de normas técnicas, a la aparición de múltiples instituciones dedicadas a la vigilancia del cumplimiento de dichas normas y a la duplicación de esfuerzos de control.
Un enfoque basado en un sistema nacional de seguridad y salud en el trabajo permitiría, además, identificar los componentes del sistema que desempeñan funciones en los campos de la información sobre seguridad, de la educación y capacitación técnicas, de la investigación científica y tecnológica, y de la difusión y divulgación de los conocimientos en la materia.
El desafío en este campo consiste, entonces, en realizar un diagnóstico de la situación del sistema nacional de seguridad y salud en el trabajo, identificar sus elementos, detectar sus capacidades y limitaciones, y formular propuestas para su modernización y reforzamiento.
Noveno desafío:
Incorporar los valores de la seguridad y la salud en el trabajo en la educación nacional
La cuestión de las culturas de seguridad que hemos tratado en el cuarto desafío me lleva a otra reflexión, relacionada con la educación en materia de seguridad como parte de la vida cotidiana.
Quisiera ilustrarla a través de una anécdota, de algo que me pasó durante mis años de trabajo con la OIT en Europa. Vivía en un pequeño pueblo de la campiña francesa, muy próximo a Ginebra. Salía de mi casa con mi automóvil una mañana de domingo. Al llegar a la calle principal, entré en ella y quedé detrás de un chico de unos siete u ocho años que iba con su pequeña bicicleta a unos diez metros delante mío. Mientras manejaba despacio detrás de él, lo observaba. Iba equipado con un casco de protección. Seguimos así durante unos doscientos metros, hasta que, él primero, llegó a un punto de la calle en que debía doblar; antes de hacerlo, levantó su brazo derecho hasta colocarlo en posición horizontal para indicar que iba a doblar hacia la derecha. Ese simple gesto, seguramente aprendido en la escuela, me marcó el valor y el resultado de una educación temprana, pero necesaria, para aprender a conducirse en la calle. Estaba claro que ese gesto era el resultado de una o varias clases que seguramente había tomado en la escuela para aprender a andar en bicicleta por las calles de su pueblo. Ese chico practicaba en su vida la cultura de la seguridad.
La seguridad y la salud laboral, y sus profesionales, deberían esforzarse para que los planes y programas educativos, en todos los niveles, pero muy especialmente en el nivel de la escuela primaria, incorporen los valores de la cultura de la seguridad.
Décimo desafío:
Contribuir a afianzar la convergencia normativa en seguridad, salud laboral y en condiciones y medio ambiente de trabajo.
El décimo y último desafío para la seguridad y salud en el trabajo lo ubico en el plano internacional. Me refiero a la necesaria búsqueda de una convergencia en materia de armonización de las legislaciones en seguridad y salud en el trabajo entre los países de la región.
Por un lado, el proceso de globalización ha abierto nuevas posibilidades de acelerar el crecimiento económico mundial, de incrementar la creación de empleo y de reducir la pobreza. Sin embargo, nada asegura que esto vaya a resultar naturalmente en una mayor justicia social. De hecho, las esperanzas que trajeron consigo la apertura económica y la globalización de la economía, se están convirtiendo en desilusiones para amplios sectores de la población, y nuevas tentaciones de repliegue proteccionista han comenzado a surgir.
En palabras del Director General de la OIT, señor Juan Somavía: “A menos que la mayoría de la gente sienta que está beneficiándose de la nueva economía global, ésta será vulnerable a la conflictividad social”. Por lo tanto, si se quiere que la liberalización del comercio cuente con un amplio apoyo de la población, es necesario asegurar que exista un adecuado equilibrio entre crecimiento económico, por un lado, y progreso social, por el otro.
Según López-Valcárcel (OIT, 1996) 7 , en este proceso de integración económica que está ocurriendo como consecuencia de la globalización, la seguridad y salud en el trabajo juegan un papel destacado. Así ha quedado de manifiesto, por ejemplo, en dos importantes esquemas regionales de integración económica: el de la Unión Europea, y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El objetivo de integración en materia de seguridad y salud en el trabajo es lograr la convergencia en los niveles de riesgo de accidentes y enfermedades profesionales. El propósito que se persigue con dicha convergencia es el de evitar que se produzca una suerte de dumping social, mediante el que unos países ofrecen peores condiciones que otros en materia de seguridad y salud en el trabajo y, consecuentemente, menores costos laborales.
El camino que conduce a la convergencia de los niveles de riesgo ocupacional, entre los distintos países, pasa por la armonización de determinados instrumentos normativos o reglamentaciones para la mejora de la seguridad y salud en el trabajo.
En el caso de los países andinos, por ejemplo, merece subrayarse la importancia que tiene la Declaración de Cartagena de Indias, sobre la cual nos hemos referido anteriormente. En esta línea de la armonización de normas en la región andina, señalaré la decisión, manifestada en esa Declaración, de disponer de una normativa comunitaria de seguridad y salud en el trabajo, lo que constituirá una garantía para la existencia de un piso mínimo de calidad de condiciones de trabajo similares entre los países andinos y contribuirá a evitar esa suerte de oferta de costos laborales disminuidos, que beneficiaría a unas naciones en desmedro de otras.
Un camino que permitiría disponer de una norma comunitaria es tender en estos países hacia una convergencia sistemática y sostenida en materia de la legislación y la práctica nacionales referida a la seguridad y salud en el trabajo y a las condiciones de trabajo. Dicha convergencia se afianzaría en la medida en que los países andinos tiendan a homogeneizar sus respectivas legislaciones.
Con ese propósito, las legislaciones nacionales de los países andinos deberían propender a establecer: (i) principios similares para una política nacional en la materia; (ii) los diversos aspectos de las acciones que se podrían emprender en el nivel nacional, y (iii) las acciones pertinentes que deberían llevarse a cabo a nivel de las empresas. Las dos normas internacionales de la OIT que responden a esas necesidades son el Convenio 155 sobre seguridad y salud de los trabajadores y medio ambiente de trabajo y el Convenio 161 sobre los servicios de salud en el trabajo. Entre los países andinos, sólo Venezuela ha ratificado el primero de esos convenios mientras Colombia ha ratificado el segundo.
En conclusión, en los albores del siglo 21 la seguridad y la salud en el trabajo tienen, en tanto que son disciplinas al servicio del progreso social, varios desafíos importantes. Naturalmente, la responsabilidad que recae sobre sus profesionales para transformar esos desafíos en logros constituye un reto mayúsculo. Ellos deben bregar para que los trabajadores y las trabajadoras puedan contribuir plenamente y sin riesgos en la creación de la riqueza de las naciones. La mejoría de las condiciones de trabajo, la prevención de los riesgos profesionales y la promoción de la cultura de la seguridad permitirán que los países latinoamericanos puedan alcanzar y mantener un crecimiento económico sostenido, junto con un progreso social equitativo para el beneficio de todos sus habitantes.
1. La responsabilidad de las opiniones expresadas en este artículo firmado incumbe exclusivamente a su autor, y su publicación o reproducción, total o parcial, no significa que la OIT las sancione.
2. J.M.Clerc. 1987. Introducción a las condiciones y el medio ambiente de trabajo. OIT, Ginebra.
3. Theureau, J. 1992. Postface in L. Pinsky. Concevoir pour l’action et la communication, essais d’ergonomie cognitive. Berne, Peter Lang.
4. Neffa, J.C. 1988. La ergonomía: o cómo ir más allá de la prevención de riesgos. En: Wisner, A. Ergonomía y condiciones de trabajo. Editorial Humanitas. Buenos Aires.
5. Dwyer, T. y A.E. Raftery. 1991. Industrial accidents are produced by social relations of work: A sociological theory of industrial accidents. Applied Ergonomics, 22, 3, 167-178.
6. López-Valcárcel, A. 1996. Seguridad y salud en el trabajo en el marco de la globalización de la economía. Documento de trabajo N° 26. OIT. Lima
Organización Internacional del Trabajo
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