“La norma es mejor cuando la calidad es evaluada en función de otras características del servicio”
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- El 1 marzo, 2013
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¿Todos los parámetros que están incluidos en el Código Alimentario Argentino cumplen la función de preservar la salud?
EC: Hay parámetros de calidad de agua que están relacionados en forma directa con la salud y otros parámetros que tienen que ver con la operación de los sistemas de abastecimiento de agua o con las características organolépticas, cuya relación con la salud no es directa. Por ejemplo, tomar agua con un pH 5 no significa que alguien se vaya a enfermar, pero ese grado de acidez puede aumentar la disolución del plomo de las cañerías, y es esa ingesta de plomo lo que en el largo plazo puede afectar la salud. Por otra parte, si no se respetaran las condiciones de olor y sabor, la gente rechazaría el agua y se vería impulsada a utilizar fuentes alternativas no seguras.
Entonces, ¿algunos parámetros son más importantes que otros?
EDT: Yo no usaría nunca el concepto “más importante” porque eso haría pensar que la regulación presta atención a cosas que no son importantes. Podríamos hablar de parámetros prioritarios, justamente es el aspecto que considero que debería incluirse en el Código Alimentario Argentino (CAA); es decir, la jerarquización de los parámetros de calidad de acuerdo con las prioridades establecidas según condiciones locales, no solo de salud, sino socioeconómicas.
¿Qué otros parámetros creen que de berían ser incorporados?
EDT: Dos ejemplos de temas que hoy el Código no contempla son algas y los compuestos sospechados como disruptores hormonales. Otro aspecto es la actualización en algunos parámetros, como los pesticidas, ya que por la dinámica propia del mercado van cambiando los productos que se utilizan; por ejemplo, ya no tiene sentido normar sobre el uso del DDT porque
hace 20 años que no se utiliza, incluso está prohibido su uso. El problema de la actualización no son los aspectos microbiológicos, que están bien determinados, sino los químicos, donde existe un universo mucho más amplio y que va variando con los años.
Pero hay que tener en cuenta que la dinámica de modificación de la norma es un proceso laborioso y lento, lo cual no está mal, ya que se requiere prudencia y un amplio consenso entre un determinado número de actores. Sin embargo, hoy se privilegia la mirada de un solo grupo de actores sobre estos temas, donde el enfoque bromatológico tiene un peso excesivo, y en cambio se dejan afuera otras miradas sobre la misma realidad.
EC: Además, en cada nueva edición de las Guías de Calidad de Agua para bebida de la OMS se reevalúa el significado de cada parámetro de calidad de agua en base a nuevos resultados y evidencias que surgen de investigaciones epidemiológicas y toxicológicas.
De acuerdo con dichas evaluaciones, la OMS puede cambiar la categoría de los parámetros. Por ejemplo, un elemento puede ser sacado de la categoría “con evidencias sobre la salud” si estas evidencias no se han confirmado; un ejemplo de ello es el aluminio.
¿Es eficiente nuestro sistema pa ra modificar las normas sobre ca lidad de agua pa ra consu mo humano?
EDT:El procedimiento para mantener actualizadas las normas no es malo pero es mejorable promoviendo la participacióndeotros sectores, no en la decisión final sino en las consultas previas. De ese modopodríamos tener un mejor panorama sobreel tema que está en discusión.
Otro aspecto importante es que nuestropaís –como todos los periféricos– no estáen condiciones de hacer evaluaciones de riesgo con la profundidad y la complejidadnecesarias para valorar adecuadamente alguno de los elementos sobre los que se está normando. En muchos casos se adopta acríticamente una norma del exterior por lo que, a veces, estamos incorporamos decisiones que no deberían ser extrapolables en forma directa.
Cuando se evalúa la incorporación o modificación de un parámetro, solo se tienen en cuenta los aspectos sanitario-legales, pero frecuentemente no se consideran los costos económicos que implicará adecuar el sistema a las nuevas regulaciones. El caso del arsénico es un ejemplo, pero no es el único.
¿Usted está planteando que la sanción de la norma debe contemplar la posibilidad de hacerla efectiva?
EDT: Cuando se toma una decisión hay que contemplar cuánto le va a costar a todos los que tendrán que cumplirla y, en todo caso, otorgar plazos elásticos para poder lograr el objetivo. Y además, ver si la misma inversión no sería más efectiva para la salud pública aplicada a otros temas.
Volviendo al caso del arsénico, teníamos una norma que seguía las recomendaciones de la OMS, que establecía un límite máximo de 0,05 microgramos por litro, y podíamos cumplirla sólo en un 70 u 80%, y parecía que nadie se preocupaba por lograr un cumplimiento efectivo en la totalidad de los casos. A pesar de ello, cuando la OMS baja el límite admisible a 0,01 microgramos por litro, basándose en estudios realizados en otros continentes, aquí se decide acompañar esa iniciativa y bajar el límite en la norma nacional sin tener en cuenta lo que eso significaba para los operadores del servicio. Entonces, de un día para otro, bajamos nuestro cumplimiento al 50 o 60% de los casos.
EC: Hay que subrayar que la OMS hace recomendaciones que no obligan a los países a adoptarlas como normas propias. Cada país puede implementar o no esos valores en su propia legislación.
Pero la propia OMS no tiene en cuenta la enorme influencia que tienen sus recomendaciones tanto en los organismos locales que elaboran las normas como en la opinión pública, lo que hace que muchas veces no se realicen los procesos de evaluación y adaptación de los parámetros y valores guía que recomienda la OMS a las circunstancias locales. En esos casos las guías se transcriben casi textualmente y se conviertan casi en imposiciones difíciles de obviar, por ejemplo si el país considera que debe de poner a un parámetro un límite más laxo que el que proponen las Guías.
Cuando se decide seguir las recomendaciones de la OMS para elaborar las normas de calidad de agua nacionales debe tenerse en cuenta que estas guías serían aplicables casi sin condicionamientos en países que ya tienen resueltos los problemas de agua y saneamiento más urgentes, como la cobertura de estos servicios; pero en un país como el nuestro, donde aún la mitad de la población no tiene cloacas y casi el 20% carece de agua segura, hay que relativizar esas recomendaciones. En esos casos se debería priorizar los parámetros de calidad más importantes y enfatizar en la necesidad de dirigir las inversiones a aumentar la cobertura.
¿Se trata de hacer una evaluación costo-beneficiorespecto del impacto de cada medida sobre la salud pública ?
EDT: Exacto, pero lo que pasa es que los temas de salud y los temas de obras estánbajo competencia de distintos ministerios, y a veces, el que tiene incumbencia en las obras se olvida de evaluar el impacto sobre la salud
Es decir, no debería plantearse la situación de cobertura versus calidad, sino cobertura más calidad, pero como los recursos siempre son limitados, si apuntalamos la calidad vamos a descuidar la cobertura.
En definitiva, habría que compatibilizar las obras con la calidad del agua para poder definir normas coherentes.
EC: Una norma tendría que ir más allá de la calidad del agua; debería incorporar criterios que aseguren dicha calidad en base a la evaluación de los riesgos que representan las distintas etapas del sistema de abastecimiento. Quizás, además de los parámetros de calidad de agua y su valor máximo, la norma también tendría que contemplar otros indicadores que reflejen condiciones del servicio, como la continuidad, la presión,la accesibilidad, etc. Pero este tipo de reglamentaciones es difícil de estructurar para el sector de la salud pública porque implica involucrarse con los “medios” que utilizan los operadores para producir agua con la calidad requerida, cuando estos entienden que mientras el sistema provea agua con la calidad establecida nadie debería inmiscuirse en las formas que utiliza para lograrlo.
La tendencia de la OMS y de otros organismos internacionales es considerar que las normas deberían incluir, además de parámetros de calidad de agua, otros que permitan evaluar los sistemas en forma integral, incluyendo la aptitud y calidad de las fuentes de captación, hasta las instalaciones domiciliarias (NdE: ver nota anterior en esta misma edición).
Los primeros peligros que pueden afectar las fuentes de agua dependen del entorno y de las actividades antrópicas que se realicen (por ejemplo, minería, industria, agricultura, etc.) y de las características geográficas e hidrometeorológicas de la cuenca.
Sin embargo la norma exige el cumplimiento de todos los parámetros independientemente del contexto.
EDT: Sí, pero la medición de cada parámetro tiene un calendario distinto: algunos se miden todos los días y otros con una frecuencia menor. La norma se tiene que respetar siempre, pero el cronograma de monitoreo no es el mismo en todos los casos. En la norma se debería incorporar la frecuencia de análisis. Ése es un tema que discutimos varias veces en la Comisión Permanente para la Elaboración y Revisión Anual de Normas de Calidad para Aguas de Uso y Consumo Humano (COPERANCAUCH), y debería depender, entre otros aspectos, de la disponibilidad de laboratorios para hacer los análisis.
La norma establece un valor como máximo admisible para cada parámetro.
¿Ese valor es fijo o está sujeto a interpretación por parte de la autoridad de aplicación?
EDT: Actualmente es un valor fijo que noestá sujeto a interpretación alguna. Si un operador se excedió en un parámetro una vez en el año en un 20% está fuera de la norma. Pero podríamos establecer criterios como los que existen en las normas para aire, donde se define un promedio anual de cumplimiento, por ejemplo. Esto podría hacerse respecto de los parámetros químicos, pero no de aquellos parámetros que pueden generar afecciones agudas, como los microbiológicos.
EC: También en la COPERANCAUCH habíamos comenzado a discutir este tema, pero nunca pudimos cerrarlo. Es decir, discutir no sólo qué medimos, sino también cómo lo medimos, y como interpretamos los resultados del monitoreo de estos parámetros, de manera que cada operador de servicio tenga una referencia normativa sobre la forma en que debería efectuar el monitoreo de la calidad del agua y no solo de los parámetros que debe controlar, adaptando su plan de muestreo a la situación particular del servicio que opera, teniendo en cuenta el tamaño de la red, su antigüedad, el tipo de tratamiento que recibe el agua, los antecedentes históricos de contaminación, la cantidad de población servida, etc.
¿Podríamos decir que la autoridad de aplicación tendría la potestad de interpretar la norma?
EDT: No sería estrictamente una interpretación de la norma, sino ayudar a implementarla exitosamente, utilizando una matriz multidimensional.
Esta forma de normar, ¿existe en otros países?
EC: En Estados Unidos están detallados con mucha puntillosidad estos aspectos. En Europa, este tipo de mecanismos no está tan extendido. En América latina, Brasil es el país que está más avanzado en este tipo de regulaciones.
Respecto de los parámetros que ustedes creen que se incorporarán a nuestras normas de calidad de agua en un futuro ce rcano, ¿las plantas de tratamiento e stán e n condiciones de remover es os elementos?
EC: Respecto de los medicamentos y drogas de uso médico, alguno de los cuales actúan como disruptores endócrinos, que van a parar al agua provenientes de las excretas humanos o animales (heces y orina), muchas de las plantas de tratamiento de agua existentes en nuestro país podrían tener problemas para removerlos si no optimizan sus procesos o incorporan tecnologías complementarias como la adsorción por carbón activado o la ósmosis inversa.
EDT: También tenemos que tomarnos en serio el problema de las algas, porque estamos teniendo presencia de algas desde
Viedma hasta La Quiaca, y a todo lo ancho del país en todo tipo de cuerpos de agua, especialmente en embalses.
Estamos en este momento trabajando en la toma de conciencia sobre este problema; hoy ya tenemos un equipo de trabajo en Entre Ríos y otro en Córdoba, y esperamos tener en un año otros 5 equipos provinciales o regionales más. Los sistemas actuales de potabilización atrapan las algas, pero no a las toxinas que generan, aunque la cloración, a buenas dosis, es efectiva para la remoción tanto de las algas como de las toxinas.
Por: Enrique Calderón-Licenciado en Bioquímica-
Ernesto de Titto-Doctor en Ciencias Químicas
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