Informe sobre contaminación acústica y ruidos en el trabajo
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- El 1 enero, 2000
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La preocupación ciudadana por la contaminación acústica y los ruidos en los establecimientos de ocio es alarmante, tal como nos demuestran las encuestas, las continuas demandas de los cuidadano/as y las publicaciones de los medios de comunicación, que hacen hincapié en las escasas medidas que se toman por parte de las Autoridades y las Administraciones Sanitarias para evitar el exceso de ruido que padecen las grandes ciudades Argentinas. Lamentablemente, los ciudadanos/as Argentinos sufren un desamparo legal por no existir en nuestro país ninguna normativa que establezca los límites de nivel sonoro en el interior de los locales de ocio con exceso de volumen musical y ruidos por la falta de aplicación de las normativas existente. Sólo en algunas ciudades existen órdenes y reglamentos municipales que establecen los niveles sonoros en el exterior de los establecimientos citados, con el fin de que no molesten a los vecinos (no siendo aplicables a estos locales en el interior). Hemos tenido que consultar las normativas vigentes en otros países, ya que en el MERCOSUR no existe normalización que regule la contaminación acústica y los ruidos de estos locales, y cada país tiene su propia normativa. ¿A quién no le gusta divertirse, charlar, bailar, acudir a un concierto de música, frecuentar locales de copas, pubs, discotecas y locales de entretenimiento para conocer gente? Por eso sería muy de lamentar no poder disfrutar de estos placeres a una edad joven o adulta, por las graves consecuencias que conlleva la exposición al ruido y el daño auditivo que puede causar en estas personas, sin olvidar los daños psicomotores en la recepción y la compresión, y la confusión auditiva en el proceso educativo, formativo y universitario. Este parece ser el futuro incierto que les espera a muchos de los jóvenes que luchan por un puesto de trabajo, un salario digno y una adecuada calidad de vida, que está siendo agredida a causa del deterioro de la salud auditiva y el abandono y la desprotección por parte de los Poderes Públicos y el Ministerio de Salud, por no informar, asesorar y controlar la contaminación acústica, los niveles sonoros y la protección frente al ruido, como indican las Leyes Sanitarias y de Consumidores y Usuarios. Hemos acudido, para hacer mediciones acústicas, a varios locales de máxima concurrencia de usuarios, en diversas ciudades argentinas. En principio solicitamos permiso para medir el ruido a los empresarios y responsables de estos locales, pero se negaron, y algunos nos echaron, volviendo posteriormente, y teniendo que ocultar el sonómetro, para medir el ruido en distintas zonas del local. Algunos de los empresarios de discotecas se mostraron solidarios, y aunque no nos dejaron medir el ruido, nos dieron sus opiniones. Manifiestan que si bajan el volumen de la música, los clientes se quejan y no acuden al local, lo que supondría el cierre del mismo, y si todos hicieran lo propio, no habría locales de ocio; son las Autoridades y Administraciones competentes las que deberían divulgar, informar, asesorar, educar y concienciar a la sociedad y a los usuarios de estos locales sobre las graves consecuencias del ruido; que pagan demasiados impuestos y que no reciben ningún tipo de ayuda, es decir, que son los más interesados en que exista mayor conocimiento, no solo por velar por la seguridad y salud de sus clientes, sino también por la de sus trabajadores, que en resumen son los que más tiempo están en el local. Las pruebas de medición del ruido con el sonómetro en estos locales se realizaron en horas de máxima concentración de clientes, y por un período de tiempo medio de permanencia de 60 minutos, y se pudo comprobar que el nivel de ruido sobrepasaba los 90 dB en todos los locales, y en las zonas de pista de baile o de bafles se percibían más de 145 dB. En la escala de intensidad sonora, nuestro campo auditivo está limitado, por abajo, por el umbral de audición, y por arriba, por el umbral de dolor. Los especialistas otólogos y audiólogos hablan también de un umbral de riesgo, nivel sonoro máximo al que un oído humano no debería verse sometido por las graves e irreversibles consecuencia que podrían derivarse. A partir de este nivel de 90 dB, los ruidos son como mínimo molestos, y sus consecuencias sobre todo psicológicas o psicosomáticas. Por encima de los 100 dB entramos en zona roja, en la que el riesgo para el oído es real. La naturaleza del peligro en cuestión depende de la combinación de tres factores: intensidad del ruido, duración de la exposición al ruido y resistencia de nuestro organismo. Algunos soportan más y mejor el ruido que otros. En conclusión, y como apuntábamos antes, en ninguno de los locales que visitamos, el nivel sonoro y los ruidos se situaban por debajo del límite máximo aconsejable de 90 dB, y como hemos señalado antes, en algunas zonas superaban los 145 dB. Esto significa que los trabajadores y quienes frecuentan estos lugares corren serios riesgos de trastornos o pérdidas auditivas no recuperables. Dejamos claro que no pretendemos emprender ninguna cruzada ni crear problemas o confrontaciones con los empresarios de estos locales. Preferimos buscar soluciones y abordar el problema desde una perceptiva coherente y positiva, apoyando algunas de las opiniones de los empresarios. Porque es al Estado a quien corresponde tomar las medidas preventivas necesarias e informar a la sociedad. Las preguntas surgen inmediatamente. ¿Quién defiende de la contaminación acústica? ¿Quién protege a estos jóvenes como consumidores y usuarios? ¿Quién les informa de los posibles riesgos para su salud? ¿A quién reclamar? ¿Cuánto tiempo pueden pasar los jóvenes en estos locales sin poner en peligro sus oídos? En la actualidad es difícil dar una respuesta concreta a estas preguntas, no sólo porque no existe información sobre el tema, sino también porque todo depende de las administraciones, que no saben o no quieren saber del asunto, que no saben o no quieren saber que en la vida cotidiana de la sociedad argentina existen ruidos sociales y laborales que también influyen en la contaminación acústica. Este problema es quizá el menos considerado por parte de los poderes públicos y la sociedad en su conjunto. No tenemos más que revisar los estudios estadísticos sobre lesiones profesionales para encontrarnos siempre con datos más o menos fidedignos sobre accidentes, como signo más espectacular que nos llama la atención, pero la enfermedad profesional, debido a su aparición más inadvertida, y de curso progresivo, hace que la casuística refleje datos que no llegan a corresponderse con la realidad. Tal vez la falta de información juegue un papel preponderante en ello, pero, por otro lado, la hipoacusia profesional al parecer es, entre las enfermedades profesionales, la menos escuchada, como se ha llegado a decir, ya que es conocido que más de la cuarta parte de la población trabajadora está expuesta a los efectos nocivos del ruido. Se han recopilado datos de resultados de audiometrías hechas a trabajadores/as con lesiones manifiestas que no han sido declaradas, siendo elevado el número de las que son rechazadas en su calificación (aunque ésta sea evidente). Por lo tanto, es aquí donde puede estar la explicación de que los datos de las estadísticas oficiales no se corresponden en absoluto con la realidad en que nos encontramos. Parece ser que la contaminación acústica y el ruido son algo “normal”, algo a lo que se llega a considerar como “habitual” y a lo que se pretende “acostumbrar”, mientras día tras día va continuamente deteriorándose la calidad de vida y la salud. Las Administraciones Sanitarias no pueden seguir ignorando, como hasta ahora, este problema; deben asumir su responsabilidad y tomar medidas y realizar campañas de prevención y de información: no se puede tener a la opinión pública y a la sociedad en su conjunto de espaldas a la realidad, como hasta ahora, porque los riesgos para la salud significan un empeoramiento de la calidad de vida y desprotección a la salud. A la hora de abordar un problema de contaminación acústica y control de ruidos, se pueden aplicar muy diversas medidas en cuanto a su complejidad, dependiendo de la situación. Las soluciones a veces pueden ser tan simples como cerrar puertas. En otras ocasiones, el problema va más allá, y se necesita diseñar cerramientos. Desde el punto de vista de la salud, lo principal es que llegue el menor ruido posible al ser humano, en el caso de los trabajadores, y que éste se encuentre dentro de los limites establecidos por las lesgilaciones vigentes en nuestro país. Para ello se pueden adoptar medidas técnicas encaminadas a disminuir el ruido, u organizativas, destinadas a disminuir la exposición al ruido. Las medidas técnicas posibles para controlar el ruido se suelen agrupar en tres clases: medidas de control de la fuente, medidas de control en el medio y medidas de control en el receptor. Sonido es cualquier variación de presión sobre la presión. El oído humano discrimina dos cosas: frecuencia y presión sonora. En principio, y de la misma manera que sucede con cualquier contaminante, es prioritario controlar el ruido en su origen, es decir, la fuente del mismo, ya que de esta manera se elimina el problema en su totalidad. Si esto es imposible o es insuficiente, se deberá tratar de controlar el ruido en su camino de transmisión de la fuente al receptor. Como último recurso, si las medidas anteriores no han dado resultado, deberemos concentrarnos al menos en reducir el ruido que llega al receptor. Los efectos del ruido en el ser humano son patologías y pérdidas auditivas que hacen al paciente padecer: ansiedad, aislamiento, vergüenza, molestias, alteraciones fisiológicas, zumbidos, vértigos, interferencias en la comunicación, etc. Es muy importante que los ciudadanos/as estén informados de las repercusiones del ruido desde el punto de vista de la salud, o de que cuando se les hace una audiometría y se les detecta una pérdida auditiva que supera los 30 dB, están corriendo un riesgo que puede aumentar en poco tiempo, agravando la pérdida auditiva. Hay que destacar que la hipoacusia no es la única enfermedad derivada de la exposición al ruido, y por lo tanto no sólo se tratará el tema desde el punto de vista laboral. Es también causa de diferentes lesiones extraauditivas consideradas como lesiones derivadas del trabajo. El ruido puede interferir la comunicación verbal, bien directa, telefónicamente o por megafonía, hasta hacerla imposible. Otro aspecto a tener en cuenta, es que, ya sea por la incapacidad que provocan los efectos nocivos del ruido o por ser éste desencadenante de situaciones que causan accidentes, compromete también la seguridad laboral y la vida cotidiana. Los oídos disponen de un sistema de seguridad natural: en el oído medio, el músculo situado entre los huesecillos se contrae si el ruido es demasiado violento, de forma que se trasmite con menor intensidad al oído interno. Este sistema actúa, sobre todo, en frecuencias bajas. Pero tienen sus límites: en caso de exposición a ruidos muy intesos, este sistema de seguridad es rebasado, y entonces comienzan inevitablemente los trastornos, que pueden ser temporales o permanentes. Se habla de fatiga auditiva cuando las células que transforman las ondas sonoras de nuestros oídos en impulsos nerviosos quedan extenuadas, y los oídos empiezan a silbar o funcionan como si tuvieran un tapón, resultando imposible seguir una conversación. Esta fatiga cede por sí sola, pero lo hace lentamente: para recuperarse del agotamiento auditivo de media hora en un local muy ruidoso, se necesitan más de 5 horas de relajación. Algunos ruidos fuertes, sobre todo si son frecuentes, pueden perforar los tímpanos o hundir los huesecillos que transmiten las ondas sonoras del oído medio al interno. En algunos casos, el propio oído puede “repararse” en cierta medida, pero a menudo es necesaria una intervención quirúrgica o la colocación y adaptación de audífonos. Más grave es el caso en que las células ciliares auditivas se destruyen como consecuencia de una larga exposición a ruidos muy fuertes, ya que esto entraña una pérdida, más o menos importante, de la capacidad auditiva. Esta pérdida es irreversible y acumulativa; dicho de otra forma: a más largas exposiciones a ruidos muy fuertes, más importante es la pérdida de capacidad auditiva. Este es el riesgo real de quienes acuden con frecuencia a locales ruidosos. Pueden sobrevenir, finalmente, diversos traumatismos acústicos. En un primer momento, no se percibe más que un zumbido, que desaparece poco a poco. El final es la pérdida auditiva parcial, severa o profunda, que tendrá consecuencias sociales graves. Con una pérdida de 35 dB no se puede seguir una conversación normal a 4 metros de distancia; si se pierden 45 dB, no se oye nada a más de 2 metros; si la pérdida alcanza los 50 dB, a 1 metro; y si es de 65 dB, a 25 centímetros.
ASPECTOS PSICOSOMÁTICOS DEL RUIDO
Pueden hacerse las siguientes consideraciones:
* A igualdad de nivel, suelen ser más molestos los ruidos de banda ancha.* A igualdad de sonoridad, las frecuencias altas son más molestas que las bajas.* A igualdad de ruido, los ruidos propios molestan menos que los ajenos* A igualdad de sonoridad, el nivel de percepción depende de la significación.* Existen factores subliminales en los ambientes ruidosos (ruidos enmascarados).
El ruido es el más conocido efecto perturbador del sueño. Es importante tenerlo en cuenta al hablar sobre las condiciones medioambientales en que vive la población.
SÍNTOMAS PSICOSOMÁTICOS QUE SON ATRIBUIDOS AL RUIDO
Los más frecuentes:
* ASTENIA* IRRITABILIDAD O TENSIÓN* CEFALEAS* INSOMNIO* ZUMBIDOS* SUBIRRIGACIÓN SANGUÍNEA* LUMBALGIAS* TRASTORNOS DIGESTIVOS* IMPOTENCIA* MALESTAR GENERAL
CONCEPTO FÍSICO DEL RUIDO
El sonido es la vibración de un medio material susceptible de ser detectada por el oído, y se propaga en forma de ondas. El ruido suele definirse como sonido molesto o no adecuado. Los sonidos en locales cerrados no son puros, sino complejos, uniéndose con sonidos impulsivos que sobresalen con relación al ruido de fondo, y a la reverberación o persistencia en un espacio cerrado, aun después de haberse interrumpido la fuente sonora. La medición del ruido en un ambiente acústico se realiza mediante el sonómetro (escala en dB.), que valora la sensación auditiva humana según niveles de intensidad acústica (medidos en dB). Se registran en bandas de frecuencias audibles, que se miden en hercios (Hz). El sonómetro integrador realiza una ponderación en el tiempo de los distintos niveles de ruido. Mide el nivel continuo de ruido, es decir, el ruido a que está expuesta una persona en un local ruidoso o puesto de trabajo durante un tiempo determinado. Es llamado “nivel sonoro equivalente”. El dosímetro mide la exposición en porcentaje respecto a la dosis máxima que considera admisible a lo largo de la prueba. Es de destacar que la medición del ruido en dB sigue una escala logarítmica. A efectos prácticos, es interesante conocer este dato para establecer las medidas de prevención.
EFECTOS DEL RUIDO SOBRE LA SALUD
En el concepto de ruido se entiende que hace referencia a cualquier sonido que pueda provocar la pérdida auditiva, o ser nocivo para la salud, o bien entrañar cualquier otro tipo de peligro. En lugares de ocio o de trabajo, el ruido es un agente físico para la salud. Las lesiones padecidas por exposición a la contaminación acústica y los ruidos laborales tienen relación con la forma en que actúa este agente de riesgo sobre nuestro organismo mediante: Efectos extra-auditivos, lesiones sin relación con la audición, efectos auditivos, hipoacúsia profesional.
LESIONES EXTRA-AUDITIVAS
Las lesiones extra-auditivas aparecen con independencia de los límites de umbral determinados para el riesgo de la hipoacusia profesional. Por este motivo, ya han sido mencionadas en cuanto a las alteraciones sobre confort acústico. Son lesiones ERGONÓMICAS derivadas de la exposición al ruido, y no se consideran incluidas en Higiene al no ser reconocidas por la legislación como enfermedades profesionales, sino “enfermedades derivadas del trabajo”. Las investigaciones que se han realizado, han demostrado que el ruido, sobre todo cuando es impulsivo, provoca una modificación del ritmo cardiaco: lo acelera unos segundos y luego lo desacelera lentamente. Parece ser que también está relacionado con alteraciones del gasto cardíaco (aumento del ritmo de contracción del corazón y de su esfuerzo como bomba del caudal sanguíneo) y con efectos constrictores de los capilares sanguíneos. Con todo ello aparece la fatiga, el estrés, la disminución del rendimiento y el aumento de la posibilidad de cometer errores. Por lo tanto, es una causa de accidentalidad. No es raro encontrar personas que viven con la contaminación acústica, o que trabajan expuestas al ruido, que además de padecer de una patología o discapacidad auditiva, padecen de hipertensión arterial. También se citaron los efectos perturbadores del sueño y se destacó la especial predisposición al insomnio. El ruido afecta al rendimiento psicomotor de la persona. Curiosamente, el tiempo de reacción ante cualquier estímulo aumenta bajo la acción de un ruido monótono; se reacciona con más lentitud. Y disminuye ante un ruido intenso o “estimulante” (sobresalto), sobre todo durante la primera hora de exposición. Esto es un punto importante a considerar en la prevención de accidentes. Por otra parte, el ruido excesivo producido por locales de música provoca en algunos jóvenes alteraciones psicológicas que los convierte en hiperactivos, agresivos y violentos, y sus consecuencias, cada vez más frecuentes, son las peleas y las tragedias personales.
LESIONES AUDITIVAS DE ÍNDOLE HIPOACÚSICA
la audición es un proceso complejo encaminado a percibir las ondas sonoras que se propagan en el aire, convertirlas en estímulos eléctricos- acústicos nerviosos y transmitirlas a la corteza cerebral, donde se procesan e identifican como sonidos. El ruido lesiona el oído interno, siendo los tonos agudos más nocivos que los graves. Los tonos agudos son los que se producen con más frecuencia en el medio industrial. De ahí que el examen audiométrico de las personas que han estado sometidas a una exposición prolongada a altos niveles de ruido revele pérdida de agudeza auditiva en la gama de frecuencias más altas (entre 3.000 y 6.000 Hz), y en particular, alrededor de los 4.000 Hz. La lesión auditiva comienza alrededor de los 4.000 Hz, y luego se extiende a las frecuencias más próximas. Con el tiempo va ampliándose hasta afectar a la banda conversacional (frecuencias entre 500 y 2.000 Hz). Estas frecuencias se corresponden con las que “normalmente” emite la voz humana. Según informes de la Organización Mundial de la Salud, en las personas que han estado expuestas a intensidades superiores a 85 dB es característica la pérdida auditiva por ruido. El ruido destruye las células ciliadas del órgano de Corti (en el oído interno), originando una hipoacusia neurosensorial de percepción, con disminución de los niveles de audición tanto por vía aérea (a través del oído) como por vía ósea (transmisión del sonido a través del cráneo). Esta patología, además de ser de percepción, es irreversible, es decir, permanente, ya que no se recupera la audición y no existe tratamiento. Por eso es urgente que los grupos políticos tomen cartas en el asunto e insten al Gobierno de la Nación a tomar medidas, empezando por fijar unos límites máximos de nivel sonoro en la contaminación acústica y en los locales de ocio. Y que la normativa vaya acompañada de unas exigentes medidas de control, como la de colocar en los establecimientos detectores que limiten la intensidad sonora cuando esos límites máximos sean superados. El objetivo final consistiría en adecuar los conocimientos técnicos a programas y métodos de actuación: que estos datos puedan servir como herramienta de trabajo en la defensa de la calidad de vida y la salud de todos los ciudadanos/as de Argentina.
Dar respuestas y soluciones depende de la voluntad política y la solidaridad con los ciudadanos/as argentinos.
Asoc. Civil Oir Mejor Res. N° 775/99 I.G.J.
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