Impacto de las instalaciones ganaderas sobre la calidad y seguridad del agua subterránea
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- El 24 agosto, 2015
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RESUMEN
La posibilidad de que las actividades ganaderas supongan una fuente de contaminación para los recursos hídricos ha sido una preocupación desde hace ya mucho tiempo, en particular en términos de contaminación por nutrientes (carga nitrogenada, fosfatos, salinidad, etc…). Pero desde hace varias décadas el incremento exponencial de la ganadería intensiva ha magnificado este problema, ya que ha aumentado el número de animales en reducido espacio y ha diversificado la cantidad de contaminantes potenciales (por ejemplo, antibióticos y otros medicamentos veterinarios). Según los datos disponibles, las prácticas generalmente aceptadas de gestión de residuos ganaderos, aún en las mejores condiciones, no garantizan una protección efectiva de los recursos hídricos. De esta manera se ha demostrado que las fuentes de agua cercanas a las actividades ganaderas resultan frecuentemente contaminadas con nutrientes excesivos (N, P, Cl-), patógenos microbianos, productos farmacéuticos, hormonas, metales pesados, desinfectantes, y otros contaminantes de los clasificados como emergentes. La exposición inadvertida a estos residuos procedentes de las instalaciones ganaderas a través de las aguas de consumo puede tener un impacto real sobre la salud humana y del medio ambiente. Por este motivo este tema constituye un problema de preocupación para las autoridades con responsabilidades en materia de Salud Pública. En esta revisión se identifican los principales riesgos de las operaciones de alimentación de animales confinados (CAFO) sobre la salubridad y calidad de las aguas subterráneas y se detallan cuáles son los efectos documentados sobre la salud humana y medioambiental que dichos residuos tienen.
Palabras clave: Agua subterránea, operaciones de alimentación de animales confinados, ganadería intensiva, contaminantes emergentes, disrupción endocrina.
Introducción
Desde los años 1950 (aves) y los 1970s-1980s (bovinos y porcino), la mayor parte de la cría de animales para consumo humano se hace bajo sistemas de producción intensiva, en lo que se conoce técnicamente como “operaciones de alimentación de animales confinados” (abreviado como CAFO, que es el acrónimo de la denominación anglosajona Concentrated Animal Feeding Operations). En este tipo de producción los animales se crían en altas densidades en el interior de naves de estilo industrial, en las que permanecen durante toda su vida productiva, hasta que son transportados a las plantas de procesamiento para su sacrificio. La producción de residuos orgánicos es inherente a la actividad ganadera, siendo la producción de estiércol un tema muy preocupante. Así, se estima que la actividad ganadera genera anualmente en España una cantidad de deposiciones que es unas 13 veces superior a la generada en la totalidad de los hogares del país. Las cifras estimadas para dos de las especies más contaminantes son abrumadoras: el porcino genera anualmente en España alrededor de 64 millones de toneladas de estiércol al año (2,37
toneladas/animal/año), y el vacuno lechero sumaría otros 16 millones de toneladas anuales (16,4 toneladas/animal/año) [1] (http://www.agroenergien.de/summary/summary.htm). Esto quiere decir que una explotación de tamaño medio de cualquiera de estas dos especies (con un promedio de 90 animales) estaría generando unas 213 toneladas anuales en el caso del porcino, o alrededor de 1500 toneladas si se trata de ganado vacuno.
Una de las formas tradicionales de deshacerse de este tipo de residuos es su utilización como fertilizantes agrícolas. Según la disposición adicional 5ª del artículo 13 de la Ley 10/98, de Residuos [2], la eliminación de estiércol se enmarcaría dentro de aquellas excepciones en las que no se requiere de autorización previa, salvo que la actividad se encuentre ubicada en una zona declarada como vulnerable. No obstante, en el posterior RD 324/2000 que desarrolla parcialmente la mencionada Ley de Residuos [3] se establece varios aspectos que pretenden garantizar la adecuada gestión ambiental de este tipo de residuos, tales como: a) que han de aplicarse las medidas necesarias para evitar el riesgo de filtración y la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas; b) se exige a los titulares de las explotaciones acreditar que disponen de superficie suficiente para la aplicación del estiércol; y c) se establecen limitaciones a las cantidades máximas de estiércol a aplicar en el terreno (en kg/Ha) de manera que se cumpla la normativa de protección de las aguas frente a la contaminación por nitratos procedentes de fuentes agrarias que se establecen en el RD 261/96 [4]. Sin embargo, como vemos un factor limitante es la disponibilidad de suficiente suelo agrícola para la aplicación de tan elevada cantidad de estiércol, lo que obliga en muchas ocasiones a su almacenamiento para la posterior retirada por gestores autorizados, o bien a la adopción de otro tipo de tratamientos de gestión, como son los tratamientos tecnológicos basados en procesos biológicos y físicos, con el posible uso de aditivos químicos (separación, compostaje, digestión anaeróbica y aireación) [1] que se podrían realizar en la propia explotación. El problema es que este tipo de tecnología es cara y generalmente únicamente es empleada por las grandes explotaciones de nuestro país. Por tanto, aún constituye un gran desafío el encontrar la forma de aplicar estas tecnologías a una escala más amplia y económicamente viable. Mientras tanto la realidad de una gran mayoría de las explotaciones ganaderas españolas es que el alto costo de estas tecnologías, unido a la presión de los mercados para mantener los precios bajos, les impide acceder a la tecnología de procesado del estiércol.
De todo lo anterior se puede afirmar que, a pesar de la existencia de un amplio cuerpo normativo de gestión ambiental y de la existencia de alternativas tecnológicas para el tratamiento de estos residuos, gran parte de las granjas tienen una mala gestión de las deyecciones animales, de manera que estas tienen un impacto directo sobre la cantidad de nitrógeno y contaminantes en el suelo y en su posterior transferencia a los recursos hídricos, tanto superficiales como subterráneos [5].
Por otro lado, se estima que los acuíferos subterráneos proporcionan alrededor del 25% del agua potable mundial [6], si bien en algunos territorios de la UE, como es el caso de las Islas Canarias, puede llegar a suponer hasta un 67% del total de los recursos hídricos disponibles [7]. Estos acuíferos se nutren del agua de lluvia, que llega fácilmente a ellos ya sea por percolación a través del suelo, o bien a partir de las escorrentías superficiales a través de los pozos absorbentes. En general la recarga de estos acuíferos es muy rápida Evidentemente, el hecho de que la recarga de los acuíferos sea rápida, no quiere decir necesariamente que en todas las circunstancias la accesibilidad de los residuos de sustancias químicas a los acuíferos sea igual, ya que las cuestiones geoclimáticas (tipos de suelo, clima, profundidad de la capa freática, etc…) pueden variar considerablemente de unas regiones a otras y de esta manera establecerse “barreras naturales” que impidan o dificulten extraordinariamente esta contaminación. No obstante, lo contrario también es cierto, en particular en territorios de origen volcánico como las Islas Canarias, donde las barreras geológicas son prácticamente inexistentes, por lo que los acuíferos son altamente vulnerables a contaminaciones químicas y biológicas.
La movilidad y la atenuación de los virus, bacterias y protozoarios en el agua subterránea ha sido investigada desde hace décadas [8], y actualmente se emplean modelos numéricos para evaluar la vulnerabilidad de los acuíferos subterráneos a la contaminación microbiana en condiciones variables de recarga [6,9]. La dinámica de contaminación química de los acuíferos subterráneos también ha sido ampliamente estudiada, y los primeros informes sobre la presencia de pesticidas y fertilizantes (principalmente después de fenómenos meteorológicos adversos) datan de la década de los 1980s [10]. Desde entonces son también numerosos los trabajos que proponen modelos predictivos para todo tipo de contaminantes químicos [11,12], incluyendo los denominados como contaminantes emergentes (antibióticos, medicamentos veterinarios, desinfectantes y hormonas, entre otros), término que cubriría, no solamente los compuestos recientemente desarrollados, sino también los compuestos recientemente descubiertos en el medio ambiente debido a la evolución de las técnicas analíticas [13] Si bien es cierto que se ha establecido que muchos de estos contaminantes sufren degradación, bien durante su paso a través del suelo, o bien una vez que alcanzan el propio acuífero [14,15], para otros muchos se ha demostrado que la tasa de degradación es nula o muy baja, y que algunos de ellos pueden llegar a alcanzar concentraciones relevantes en los acuíferos [16-18].
De esta manera diversos estudios han puesto de manifiesto un deterioro de las masas de agua supuestamente vírgenes, y se ha llegado a la conclusión de que, en términos generales, los procesos de biodegradación de contaminantes en el suelo tienen una relevancia menor en términos de contaminación de los acuíferos subterráneos [19]. Por todo ello en Europa, tanto la Directiva Marco del Agua [20], como la Directiva de Aguas Subterráneas [21], establecen objetivos medioambientales para la protección de las aguas subterráneas y las masas de agua y de los ecosistemas dependientes de las mismas. En el marco de la consecución de estos objetivos se indica que las masas de aguas subterráneas tienen que estar en “buen estado”. Según estas directivas tienen que definirse tanto los contaminantes potenciales y sus valores umbral, como las actividades generadoras de los mismos que ponen a las masas de agua subterránea en riesgo de no alcanzar los objetivos medioambientales trazados. En las citadas directivas, así como en la práctica totalidad de los estudios científicos acerca de la contaminación de aguas subterráneas, se señala a las actividades ganaderas intensivas como fuentes muy relevantes de contaminación potencial para estos acuíferos [13].
Como hemos visto, existe una cantidad de documentación científica sobre cuáles son los principales impactos de los recursos CAFO sobre los cursos de agua, tanto superficial como subterránea. En esta revisión destacamos los datos científicos más relevantes hasta el momento actual, centrándonos principalmente en los acuíferos subterráneos, dado que estos suponen una fuente muy importante de agua de consumo en España.
Tipos de contaminantes tóxicos generados en la ganadería intensiva
En los residuos generados en las instalaciones ganaderas, principalmente en el estiércol, se pueden encontrar numerosos contaminantes tóxicos de diversa naturaleza. Así es muy relevante la presencia en el estiércol de nutrientes eutrofizantes como los nitratos, fosfatos y diversas sales [22], de microorganismos patógenos [23,24], de productos farmacéuticos veterinarios [25,26], de metales pesados, ya que son añadidos a los piensos como micronutrientes (principalmente zinc y cobre), pero también están presentes en los productos zoosanitarios [27,28], y de las hormonas excretadas por los animales [29,30]. Especialmente preocupante es el grupo de los antibióticos que aparecen en concentraciones relevantes en la orina de los animales ya que son ampliamente utilizados en la ganadería, no sólo para tratar o prevenir las infecciones microbianas de los animales, sino que también se usan comúnmente para promover un crecimiento más rápido en el ganado [28,31]. Pero además este tipo de industria genera otros muchos residuos de sustancias químicas, como es el caso de los productos plaguicidas y desinfectantes, que se usan tanto directamente sobre los animales (para el control de ecto- y endoparásitos) [27,32,33], como en las instalaciones para su desinfección y el control de plagas. Igualmente, otros productos usados en las propias instalaciones, como los hidrocarburos, necesarios para las instalaciones de refrigeración y calefacción, también pueden generar residuos.
En la Tabla 1 se resumen los principales contaminantes derivados de las actividades de ganadería intensiva. Aunque los efectos tóxicos conocidos de la exposición a estos compuestos (a concentraciones ambientales) se detallan más adelante en esta revisión presentamos también en la Tabla 1 sus principales efectos adversos a modo de resumen.
Presencia de contaminantes tóxicos procedentes de la ganadería en las fuentes de agua subterránea
Aunque se ha establecido que la digestión anaeróbica de los desechos en lagunas de almacenamiento superficial puede reducir o destruir efectivamente muchos patógenos y reducir la carga de algunos contaminantes debido a que sufren procesos de degradación, otros muchos pueden estar presentes en el estiércol y los lixiviados, bien en su forma original o bien como metabolitos activos, incluso tras periodos de almacenamiento prolongado. Todos estos contaminantes pueden alcanzar los cursos de agua subterráneos a través de las filtraciones desde los depósitos de estiércol mal impermeabilizados o deteriorados por el paso del tiempo, o durante eventos importantes de precipitación que pueden ocasionar el desbordamiento y escorrentía sobre el terreno desde estos depósitos [34,35]. La magnitud y la dirección del transporte dependen en última instancia de factores tales como las propiedades del suelo, las propiedades físico-químicas de los contaminantes, y de las características de carga hidráulica del acuífero [36]. Por otro lado también hay que tener en cuenta que las instalaciones de ganadería intensiva producen una relevante contaminación del aire. Uno de los principales objetivos del almacenamiento del estiércol es reducir su elevado contenido en N por medio de su volatilización en forma de amoniaco y otras formas volátiles. Se ha demostrado que en los sistemas CAFO hay una transferencia de nutrientes (NH , NO , fósforo,…) al aire adyacente a 4 3 las instalaciones y una posterior deposición a la superficie del terreno.
De esta manera también esta fracción de contaminantes puede entrar a los acuíferos subterráneos vehiculados por el agua tras periodos de precipitaciones [37].
La mayoría de los contaminantes mencionados en el apartado anterior son detectados frecuentemente en las aguas de consumo, en ocasiones en concentraciones muy relevantes, y aunque no siempre es fácil establecer el origen de la contaminación, numerosos trabajos han podido establecer una relación directa con las actividades CAFO como el origen primario de esta contaminación [38-40]. En otros trabajos tal relación ha sido demostrada experimentalmente, bien mediante estimación directa [16,35,41-43], o bien a través de modelos matemáticos [6,22,34]. En cualquier caso, la mayoría de estos trabajos concluyen que el emplazamiento de las operaciones ganaderas en las zonas propensas a inundaciones, en las zonas de recarga de los acuíferos, en cotas elevadas, o donde hay una mesa de agua poco profunda aumenta el potencial de contaminación de las fuentes de agua subterránea.
Impacto de los contaminantes tóxicos en aguas sobre la salud humana
La presencia de contaminantes tóxicos provenientes de actividades CAFO en las aguas subterráneas puede tener numerosos efectos adversos sobre la salud de los consumidores. Hay que tener en cuenta, además, que una buena parte de este agua es consumida directamente, es decir sin la adición de desinfectantes u otros tratamientos de potabilización (pozos privados, agua de manantial embotellada) [44]. Así, como hemos visto anteriormente, el agua subterránea puede vehicular numerosos microorganismos patógenos que pueden ser causantes directos de enfermedad aguda. Además, la presencia de materia orgánica e inorgánica, así como de algunos contaminantes químicos puede contribuir a la selección y proliferación de cepas de microorganismos especialmente virulentos en el agua. Tal es el caso de las cianobacterias generadoras de microcistinas, que son potentes hepatotoxinas y neurotoxinas, activas a dosis muy bajas (la OMS ha establecido un límite provisional de 1 μg/L) [38].
Pero por otro lado el suministro de agua subterránea a menudo incluye mezclas de contaminantes químicos a pequeñas
concentraciones, cuya composición va variando a lo largo del tiempo y del espacio, y cuyas consecuencias adversas para la salud pueden ser muy relevantes. A fecha de hoy existen numerosos estudios epidemiológicos que arrojan datos concretos sobre la elevada toxicidad que tiene la exposición a dosis bajas de estos contaminantes, bien solos o en mezclas que pueden actuar de forma sinérgica. No obstante hay que destacar que los efectos de esta exposición pueden ser mucho más importantes de lo que actualmente se conoce, ya que la adecuada evaluación epidemiológica y toxicológica de estos contaminantes, y en particular de sus mezclas, está en muchos casos más allá de los límites de los métodos de investigación disponibles actualmente. No obstante, el gran desarrollo de métodos in vitro existente a fecha de hoy en los laboratorios de toxicología permite medir la toxicidad global de la mezclas químicas en muestras de agua, que se pueden acoplar a posteriori con un análisis en profundidad de los contaminantes específicos cuando se detecta una mezcla que provoca una respuesta positiva. Así, actualmente es posible determinar a través de ensayos biológicos in vitro la mutagenicidad (prueba de Ames), la genotoxicidad (micronúcleos, ensayo cometa), la disrupción endocrina (bioensayo DR-CALUX), o la citotoxicidad de los contaminantes químicos, aislados o en mezclas [45].
En las siguientes líneas destacamos los efectos tóxicos mejor conocidos de los principales grupos de contaminantes asociados con las actividades CAFO. Nos limitamos en esta revisión a aquellos efectos que pudieran ocurrir tras la exposición (aguda o crónica) a las concentraciones de estos contaminantes que se alcanzan en las aguas subterráneas contaminadas por las actividades de ganadería intensiva.
1. Nitratos
Según la OMS los niveles de nitratos en agua superiores a 10 mg/L se asocian con metahemoglobinemia, especialmente en niños (síndrome del niño azul) [38], además de otros efectos adversos de tipo agudo, tales como diarrea o enfermedad respiratoria [46]. La exposición crónica a niveles altos de nitratos en agua de bebida (>12 mg/L) se ha asociado también al desarrollo de varias condiciones patológicas no cancerosas, tales como hipertiroidismo por interferencia con la absorción de yodo [47], y la diabetes insulino-dependiente [38], y a niveles más bajos (<10 mg/L), con anormalidades reproductivas y malformaciones en la descendencia e incluso aborto espontáneo [46]. De especial preocupación son los estudios que relacionan la exposición crónica a nitratos a través del agua de bebida con el desarrollo de diversos tipos de cáncer. Al tratarse de una enfermedad a largo plazo, algunos estudios de este tipo aún presentan cierto grado de incertidumbre [47]. No obstante, es un hecho demostrado que los nitratos inorgánicos en presencia de materia orgánica forman con facilidad compuestos N-nitroso, que son carcinógenos. Existen en la literatura científica numerosos estudios epidemiológicos que encuentran una asociación positiva entre los niveles de nitratos en agua de bebida y diversos tipos de cáncer: linfoma no-Hodking, y cánceres de estómago, vejiga, esófago, nasofaringe, útero y cerebro. Sin embargo otros estudios se han asociado negativamente con cánceres de ovario, útero, recto y cerebro [38], evidenciando que se necesitan más estudios epidemiológicos para conocer con detalle cual es la implicación de la exposición a nitratos en el desarrollo de cáncer. En cualquier caso, la ingestión de nitratos bajo condiciones que puedan resultar en nitrosación endógena ha sido clasificada en el grupo 2 (probables carcinógenos humanos) por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer [48].
2. Fósforo
A pesar de que el fósforo inorgánico se fija fuertemente al suelo, la elevada concentración de este elemento que se produce en los residuos de las actividades CAFO puede ocasionar que concentraciones significativas de este elemento o sus sales pasen al agua subterránea [49]. Diversos estudios han relacionado una ingesta excesiva de fósforo con diversas patologías renales, óseas y cardiovasculares. Una ingesta dietética excesiva de fósforo puede alterar significativamente la regulación hormonal de los fosfatos, el calcio y la vitamina D, lo que contribuye a desórdenes del
metabolismo mineral y a la pérdida de masa ósea [50].
Por otra parte, distintos estudios epidemiológicos sugieren que pequeñas elevaciones del fosfato sérico se relacionan con enfermedad cardiovascular, si bien no está del todo establecido que la ingesta de niveles altos de fósforo tengan una influencia directa en la variación del fósforo sérico. En cualquier caso, diversos estudios sugieren que el exceso de fósforo en la dieta podría estar relacionado con daño tisular, específicamente por la modificación en la secreción y efecto del factor de crecimiento de fibroblastos y de la hormona paratiroidea. De esta manera, niveles altos de fósforo en la dieta podrían ser factores clave el desarrollo de insuficiencia renal, enfermedades cardiovascular y osteoporosis [50].
3. Microorganismos patógenos
Los estudios disponibles indican que las aguas subterráneas próximas a instalaciones ganaderas pueden contener una enorme diversidad de microorganismos [24,51,52]. Si bien es cierto que muchas de las bacterias presentes en el estiércol realizan una serie de transformaciones bioquímicas y metabólicas que son fundamentales en los procesos de biotransformación y detoxificación de este material, hay que tener en cuenta que una pequeña pero nada despreciable fracción de estos microorganismos puede pasar a contaminar las fuentes de agua superficial y profunda, y como consecuencia tener efectos muy nocivos para la salud del medio ambiente, los animales y los seres humanos. Además, la abundancia de contaminantes químicos que pueden coexistir simultáneamente en los lixiviados del estiércol (metales pesados, desinfectantes, productos farmacéuticos y, en particular, los antibióticos), pueden ejercer un potente efecto selectivo sobre las comunidades microbianas, la conformación de su estructura y composición, y la modulación de sus genomas, de manera que se seleccionan aquellas cepas más virulentas y con resistencia a los antibióticos [53]. De hecho se han identificado centenares de genes codificadores de resistencia a antibióticos en las aguas residuales de las instalaciones ganaderas [54].
Si bien la mayoría de los gérmenes patógenos que se detectan en el agua subterránea se clasifican dentro del grupo 2 de riesgo (microorganismos con un riesgo moderado para el individuo y un riesgo bajo de la comunidad), también hay que destacar que existen estudios en los que se detectan en el agua gérmenes del grupo 3 de riesgo (microorganismos con altos riesgos individuales), tales como Mycobacterium (M. africanum, M. bovis, M. leprae, M. microti y M. tuberculosis), Bacillus (B. anthracis), Salmonella (S. paratyphi y S. typhi) y Yersinia (Y. pestis) [9,23,24,51,53]. Por consiguiente no se puede excluir la posibilidad de que estas bacterias presentes en el agua puedan transmitirse a los seres humanos provocando diversas patologías. De hecho es bien conocida la existencia de una serie de enfermedades bacterianas que son habitualmente transmitidas por los alimentos y/o el agua, tales como la campilobacteriosis, la salmonelosis, la shigelosis, la legionelosis o las infecciones por E. coli [51]. Además de ello, y en virtud de la batería de gérmenes patógenos que han sido detectados en el agua, existe el riesgo de infecciones del tracto urinario, meningitis, neumonía, abscesos hepáticos, botulismo, brucelosis, listeriosis, leptospirosis, úlceras gástricas y duodenales, peritonitis, bacteriemia, septicemia, etc. [53].
Por todo ello debe aplicarse el principio de precaución y aplicarse todas aquellas medidas que eviten la contaminación de los acuíferos con gérmenes patógenos.
4. Antibióticos
Algunos autores han postulado que la presencia de residuos de antibióticos procedentes de la ganadería en el agua no representa un riesgo real para la salud de los consumidores, dado que los antimicrobianos administrados a seres humanos generalmente no son los mismos que se utilizan en veterinaria. Sin embargo se ha demostrado que esto no es así, ya que por ejemplo estreptococos y los estafilococos que han desarrollado resistencia a tilosina (comúnmente utilizado en actividades CAFO), también presentaban resistencia a la eritromicina (de uso en medicina humana). Es decir, que las estructuras químicas de los antimicrobianos veterinarios y los de uso humano pueden ser lo suficientemente similares como para generar resistencias cruzadas [41].
A pesar de la existencia de legislación específica destinada a minimizar el impacto ambiental de los medicamentos veterinarios, como hemos visto diferentes estudios de monitorización demuestran que frecuentemente se detectan pequeñas concentraciones de algunos de ellos en las aguas, tanto superficiales como subterráneas. Así pues la exposición a antibióticos a través del agua potable, aunque sea a concentraciones bajas (μg/L o ng/L), representa la ingestión inadvertida de pequeñas dosis de sustancias de uso terapéutico indispensables para el tratamiento y/o profilaxis de numerosas enfermedades. Tal y como vimos en el apartado anterior, la presencia de antibióticos en los líquidos de desecho de las actividades CAFO se relaciona con la expresión de múltiples genes de resistencia [54], por lo que es lógico pensar que si la exposición del consumidor es continuada (como puede producirse a través del consumo de alimentos y/o agua), se podría producir también en él la selección de cepas resistentes. Lo que resulta más grave aún es que estas resistencias se mantendrían aunque desaparezca la presión selectiva (exposición al antibiótico) [55]. Por último, con respecto a este grupo también habría que destacar que además de la resistencia a patógenos, también preocupa el que puedan ser responsables de genotoxicidad directa y así comportarse como otros contaminantes emergentes (apartado 4.5.). Así por ejemplo, en un estudio realizado en efluentes hospitalarios el grupo de las fluoroquinolonas fue la clase química que más contribuyó a la toxicidad global de ADN en ensayos in vitro de genotoxicidad [55].
5. Miscelánea de otros contaminantes emergentes
En relación con las actividades CAFO en este apartado se incluye una multitud de sustancias químicas que pueden aparecer como microcontaminantes en las aguas subterráneas. Este grupo incluye una gran variedad de medicamentos veterinarios y sus metabolitos (tranquilizantes, antivirales, glucocorticoides, antimicóticos, β- bloqueantes, ionóforos, etc…), así como hormonas naturales o sintéticas, o los subproductos de desinfectantes, entre otros. La mayoría de estas sustancias aún quedan fuera de las regulaciones sobre la presencia de contaminantes en agua potable, pero sin embargo cada vez preocupan más a la comunidad científica internacional. Si bien la mayoría de estas sustancias están presentes en el agua a concentraciones tan bajas que únicamente son detectables gracias al gran desarrollo actual del instrumental analítico (rango de ng/L), el motivo principal de preocupación radica en el hecho de que están habitualmente presentes en forma de mezclas complejas, de manera que podrían actuar de forma sinérgica. Este hecho fue demostrado por primera vez por Arnold y cols. para mezclas de compuestos con capacidad estrogénica a concentraciones muy bajas [56]. Estas mezclas demostraron poseer una capacidad estrogenizante varios órdenes de magnitud superior al esperable por la suma de los efectos individuales de los compuestos. A partir de entonces otros muchos trabajos han demostrado este efecto para diferentes grupos de contaminantes, entre ellos algunos de nuestro
grupo de investigación [57].
Muchos de los contaminantes emergentes han demostrado capacidad genotóxica, mutagénica y citotóxica [45]. No obstante, la mayoría de los efectos adversos atribuidos a este tipo de contaminantes generados en las actividades CAFO (ya sea individualmente o en forma de mezclas) se relacionan con el fenómeno conocido como disrupción endocrina. Según la definición de la Agencia para la Protección del Medioambiente un disruptor endocrino es una sustancia exógena que causa efectos adversos sobre la salud de un organismo intacto o su progenie como consecuencia de cambios en la función endocrina mediante interferencia con la síntesis, secreción, transporte, unión o eliminación de hormonas naturales en el cuerpo responsables del mantenimiento de la homeostasis, reproducción, desarrollo y/o comportamiento [58]. Existe un enorme cuerpo de literatura científica y excelentes revisiones que recogen los efectos adversos para la salud humana y del medioambiente de los disruptores endocrinos [58-62]. A modo de resumen de los efectos conocidos más relevantes destacamos los recogidos en la primera declaración científica de la Endocrine Society: efectos sobre la reproducción masculina y femenina; desarrollo de cáncer de mama y
de próstata; efectos neuroendocrinológicos; efectos sobre el tiroides; efectos sobre el metabolismo; capacidad obesogénica y alteraciones cardiovasculares [59]. Todos estos efectos adversos responden a mecanismos de acción que implican vías divergentes incluyendo la mediación de receptores nucleares (con efectos estrogénicos, antiandrogénicos, tiroideos, mediados por la activación de receptor de retinoides o del activador de peroxisomas); enzimas esteroidogénicas; receptores y sistemas de neurotransmisores, y muchas otras vías que son altamente coincidentes tanto en la fauna silvestre como en los seres humanos, y que pueden ser estudiadas en modelos in vitro e in vivo [59]. Todos estos estudios coinciden en que la exposición a pequeñas dosis de estas sustancias durante periodos de tiempo prolongados pueden tener efectos adversos de una enorme trascendencia sobre la salud de los seres humanos y otras especies.
Conclusiones
Las operaciones de alimentación de animales confinados representan una fuente muy relevante de contaminación de los acuíferos subterráneos. La elevada concentración de animales en espacios reducidos no solo incrementa el volumen de residuos, sino que las prácticas ganaderas empleadas implican la aparición de una mayor variedad de contaminantes, entre ellos los denominados contaminantes emergentes. Numerosos estudios científicos han demostrado que en las fuentes de agua próximas a este tipo de actividades ganaderas pueden detectarse concentraciones muy importantes de la mayoría de los contaminantes generados en el estiércol y sus lixiviados, bien en su forma nativa o bien en forma de metabolitos dotados de actividad biológica. En la medida que la exposición a estos compuestos, aún a dosis muy bajas, ha demostrado poseer efectos adversos sobre la salud humana y de los ecosistemas (genotoxicidad, mutagenicidad, citotoxicidad, disrupción endocrina, generación de resistencias a antibióticos, y diversas patologías agudas), este hecho constituye una importante preocupación en materia de salud pública. La mayoría de los trabajos que han estudiado este tema concluyen que debe evitarse el emplazamiento de las instalaciones ganaderas, en particular de las intensivas, en las proximidad de zonas propensas a inundaciones, en las zonas de recarga de los acuíferos o donde hay una mesa de agua poco profunda, y en el caso de los acuíferos subterráneos en cotas de altitud elevada.
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Por: Luzardo OP*, Henríquez Hernández LA, Zumbado M, Boada LD Ç
Unidad de Toxicología. Departamento de Ciencias Clínicas. Facultad de Veterinaria/Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Apartado de correos 550, 35080 Las Palmas de Gran Canaria
Fuente: Revista Toxicológica
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