Exposición a fibras de amianto en operaciones de mantenimiento de vehículos. Parte 1
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- El 8 marzo, 2007
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J. Crespo Poyatos F Bernier Herrera |
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I. Introducción |
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Entre las piezas susceptibles de sustitución a lo largo de la vida útil de un vehículo de motor ligero (turismo) o pesado (camión), se encuentran los elementos que actúan por fricción: pastillas de freno, zapatas de freno y discos de embrague. La parte de estos elementos sometida a fricción está constituida por un material, en cuya formulación se incluye siempre un componente fibroso. El componente fibroso utilizado tradicionalmente casi de forma exclusiva ha sido la variedad crisotilo de amianto, conocida también como amianto blanco.
Cuando el material conteniendo amianto entra en fricción, o es sometido a abrasión -por ejemplo, durante un proceso de rectificado-, puede producirse la liberación de fibras microscópicas respirables, que representan un riesgo potencial para la salud al ser inhaladas. Consideraciones de salud pública y laboral, así como las mejoras introducidas en la fabricación de componentes de automóviles, han llevado a la producción de nuevos materiales de fricción carentes de amianto y a la simplificación de las operaciones de taller, en las que se va imponiendo la mera sustitución de repuestos, con lo que se elimina el tradicional ajuste de zapatas por rectificado, la operación más contaminante. Amianto. Aspectos generales El amianto, debido a sus especiales características de resistencia al calor, a los agentes químicos y a la rotura por tracción, junto a su gran flexibilidad, ha venido siendo utilizado por el hombre desde hace más de 2500 años. Sectores industriales tales como la construcción, fabricación de aislamiento térmico y acústico, fabricación de materiales de fricción, textil, etc., lo han utilizado en mayor o menor grado dependiendo, especialmente en el caso de la construcción, de la ubicación geográfica de las industrias. Desde el punto de vista mineralógico, se da el nombre genérico de amianto a un amplio grupo de silicatos minerales hidratados, que presentan hábitos fibrosos debido a haber sido sometidos a unos procesos geológicos denominados paragénesis, que han condicionado grandemente sus estructuras cristalográficas responsables en gran medida de sus propiedades físicas y químicas. Las diferentes variedades de amianto (el crisotilo o amianto blanco, el más utilizado, la crocidolita o amianto azul, el más peligroso, y la amosita (su nombre deriva de las iniciales de Asbestos Mines Of Southafrica), poco empleada en nuestro país) se pueden clasificar en dos grandes grupos: serpentinas y anfíboles. Al primer grupo pertenece el crisotilo y en el grupo de los anfíboles se encuadra el resto de las variedades de amianto, destacando la crocidolita (mineralógicamente conocida como riebeckita) y la amosita (mineralógicamente, grunerita) sobre la antofilita, tremolita y actinolita, de muy escaso interés comercial.
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El carácter fibroso de estos minerales se mantiene aún cuando actuemos sobre ellos con el fin de disminuir el tamaño de las partículas o destruir las fibras; el resultado es la aparición de fibras más pequeñas, a veces no visibles al microscopio óptico (submicroscópicas) o, por fractura de éstas, microfibras, que requieren para su observación técnicas microscópicas de alta resolución (microscopía electrónica de transmisión). La relación entre la exposición al amianto y las consecuencias adversas sobre la salud del hombre son ampliamente conocidas en la actualidad. Al principio del siglo pasado (1907), Murray denuncia en una publicación el primer caso de asbestosis, fibrosis pulmonar o neumoconiosis producida por el amianto, no siendo hasta 1931 reconocida esta patología como enfermedad profesional. Este hecho dio lugar, por primera vez en la historia de la medicina, al establecimiento de un programa de supervisión médica periódica para los trabajadores expuestos al polvo de amianto. Más tarde empiezan a publicarse estudios epidemiológicos que evidencian unas consecuencias más graves de la exposición al amianto: la aparición de tumores malignos, sobre todo cáncer de pulmón, en el personal expuesto, que culminan en 1964 con la confirmación por Wagner de la relación entre amianto y un nuevo tipo de cáncer, prácticamente incurable, denominado mesotelioma. Los mesoteliomas son unos tumores que se desarrollan en tejidos membranosos, pleura y peritoneo, asociados a la exposición a la crocidolita, que tienen una rápida y fatal evolución. La incidencia de estos tumores, curiosamente no relacionada con el hábito de fumar, hasta hace unos cuarenta años fue muy baja, creciendo rápidamente a partir de entonces en varones de países industrializados. En España la actuación en materia de salud laboral sobre la exposición al amianto comenzó bien entrada la década de los setenta, en la que las primeras determinaciones, realizadas por el entonces recién creado Instituto Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo, revelaron niveles de exposición muy altos en sectores varios, tales como el fibrocemento, textil, aislamiento, mantenimiento de ferrocarriles, etc. No obstante, una eficaz actuación en materia de higiene industrial permitió, de una forma rápida, llevar dichos niveles hasta valores razonables. Posteriormente, como consecuencia de nuestra incorporación a la Unión Europea, el amianto ha sido uno de los pocos contaminantes que ha contado con un Reglamento que, aprobado mediante Orden Ministerial de 31 de octubre de 1984, contiene los elementos necesarios para la protección de la salud de los trabajadores expuestos al polvo del mismo. Este Reglamento, que mediante posteriores actuaciones legislativas ha ido sucesivamente perfeccionándose y actualizándose, contempla aspectos tan diferentes como normativa analítica, ámbito de aplicación, valores de referencia, control médico, registro de empresas implicadas, etc. En la actualidad, la utilización del amianto en nuestro país como materia prima en los procesos de fabricación de productos, se reduce al sector del fibrocemento y, en particular, a la fabricación de chapa ondulada para cubiertas. El empleo en estos productos de fibras alternativas (celulósicas, orgánicas, minerales artificiales, etc.) como material fibroso, encarece el producto hasta hacerlo inviable, por lo que, una vez prohibido el uso de la variedad crocidolita, y reduciéndose exclusivamente el uso del crisotilo a la fabricación de chapa ondulada, no debiéramos encontrar, fuera de este caso, ninguna posibilidad de exposición a fibras de amianto en la utilización de materiales nuevos. En el sector de la automoción, la sustitución del amianto parece no crear demasiados problemas; sin embargo, la sospecha de que, por razones diversas, pudieran escaparse al control situaciones de riesgo, junto a informaciones bibliográficas de países en la órbita del nuestro que así lo indican, nos han animado a emprender el presente trabajo para comprobar experimentalmente el estado real de la situación. Metodología de la toma de muestras y análisis de fibras de amianto en aire El riesgo debido a la exposición laboral al amianto se encuentra en aquellas partículas que al ser inhaladas y retenidas en los pulmones, debido a sus características fisico-químicas, dan lugar a daños para la salud, cuyos exponentes más graves son el cáncer de pulmón y el mesotelioma. Al final de los años sesenta, como consecuencia de los estudios epidemiológicos, se llegó a la conclusión de que las evaluaciones de la exposición basadas en la medida directa del número de fibras presentes en el ambiente, eran más apropiadas para el control de la exposición que las realizadas a partir de la determinación de la masa total de amianto presente en la muestra. Otros estudios realizados acerca de la distribución de tamaño de las partículas inhaladas y retenidas en los pulmones, dieron lugar a la introducción del denominado “Método del Filtro de Membrana”, en el que, a efectos de contaje estadístico de las fibras, se definían éstas como partículas con longitud mayor de 5 μm y una relación longitud/anchura superior a 3:1 (1). Las muestras se tomaban en filtros de membrana de ésteres de celulosa que, para su observación en el microscopio, eran sometidos a un proceso de transparentado, utilizándose un microscopio de luz visible (óptico) en la modalidad de contraste de fases. Este nuevo método de determinación de amianto en aire fue pronto aceptado por los laboratorios especializados de los diferentes países más avanzados en esta materia, y las pequeñas diferencias técnicas que en principio existían fueron rápidamente eliminándose, llegándose finalmente a su normalización. El gran desarrollo durante los últimos años de otras técnicas microscópicas, como la microscopía electrónica, tanto de barrido como de transmisión, así como la utilización como fibras alternativas al amianto de las denominadas fibras minerales artificiales (fma), han dado lugar a las propuestas de diferentes métodos analíticos que, inspirados en el método del filtro de membrana, variaban la técnica de observación o la naturaleza de las fibras a evaluar. De esta forma, hemos visto propuestas de procedimientos analíticos que implicaban la combinación de las tres técnicas microscópicas citadas con los dos tipos de fibras. Todo lo anterior, a pesar de tener un indudable interés científico, ya que la especificidad en la metodología implicaba una mejora indudable en la información, daba lugar a un grado de dificultad excesivo a la hora de su aplicación. Resumiendo, el estado actual de la normativa analítica en nuestro país, en total concordancia con las corrientes internacionales en la materia, se reduce a la reciente aprobación de un único método, válido para amianto y fma, y con una sola modalidad microscópica (la tradicional óptica de contraste de fases), que será en breve publicado. (1) Esta definición sirve para establecer un criterio a la hora de realizar el contaje, quedando abierta la posibilidad de definir las fibras con otros parámetros diferentes.
El método del filtro de membrana es, desde el punto de vista analítico, exclusivamente cuantitativo; nos informa del número de fibras presentes en el ambiente, pero no nos dice nada acerca de si se trata o no de amianto, o de la variedad del mismo presente. Esta definición sirve para establecer un criterio a la hora de realizar el contaje, quedando abierta la posibilidad de definir las fibras con otros parámetros diferentes. El análisis cualitativo de las fibras no es posible realizarlo con las muestras tomadas para su recuento. Sí se desea conocer la naturaleza de las fibras es necesario recurrir a un procedimiento de muestreo específico para ello, generalmente a partir de las materias primas empleadas en los procesos de fabricación o del polvo sedimentado. Aunque existen en la actualidad técnicas de análisis que permiten la identificación de las fibras incluso a nivel individual (difracción de electrones, detección de rayos X de energía dispersiva, etc.), el procedimiento basado en la microscopía óptica con objetivo de dispersión es el que sigue en plena vigencia. Para la identificación de las fibras en una muestra se utilizan como medíos de montaje microscópico los denominados líquidos “Cargille”, cuyo índice de refracción en cada caso proporciona, en su observación en el microscopio con un objetivo especial denominado de dispersión, una coloración que caracteriza inequívocamente a cada variedad de amianto. La anisotropía óptica de todas las variedades de amianto frente a la isotropía de todas las clases de fma es suficiente para diferenciar ambos materiales.
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