Equilibrio y ecología
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- El 1 enero, 2000
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El concepto de equilibrio está asociado muchas y equivocadas veces al de inmovilidad.
Este problema deriva de nuestra educación. Cuando estudiamos el problema del equilibrio, lo hacemos, como en todos los casos, yendo de lo simple a lo más complejo.
Se comienza estudiando el equilibrio de una partícula (cuerpo que a los efectos de su estudio puede considerarse como un punto) en este caso basta con pedir que la fuerza neta sobre la partícula sea cero.
Posteriormente se incorpora el concepto de rotación, con lo cual a la anterior condición debe agregarse la de que el momento neto sobre el cuerpo sea cero.
Las dos condiciones anteriores definen lo que se denomina equilibrio estático; el ejemplo clásico de su aplicación son los cálculos de estabilidad de una obra de construcción (un puente, por ejemplo).
El siguiente paso consiste en el estudio de sistemas de varias partículas o cuerpos, en donde se vuelve importante el concepto de equilibrio del sistema sin considerar el de sus partes constituyentes. Este es el denominado equilibrio dinámico.
Hay numerosos ejemplos en la naturaleza. El más claro es el denominado equilibrio químico, en el que varias sustancias coexisten en un sistema reaccionado entre sí pero manteniendo las proporciones de cada una de ellas. Cuando se alteran las condiciones en forma externa (por ejemplo aumentando la temperatura), favoreciendo la reacción en un sentido, se crea una nueva condición de equilibrio dinámico, con proporciones diferentes.
Cuando se incorpora al análisis los organismos vivos y su comportamiento, a simple vista parecería que el concepto de equilibrio dinámico es totalmente aplicable, pues en un ecosistema existen cambios internos (nacimientos, muertes, depredación, etc.) que no afectan al mismo como un todo.
Sin embargo, no hemos considerado aquí el concepto de evolución. . Es cierto que los ecosistemas no varían como un todo en uno o diez años, pero sí lo hacen en uno o diez millones de años.
Cuando se manejan tales intervalos de tiempo, no podemos seguir manejando un concepto de equilibrio de tipo mecánico, sino que se impone incorporar el concepto de evolución interpretando el equilibrio de un ecosistema cuando en la evolución del mismo, lo que se mantiene constante son las propias reglas del proceso evolutivo. Incluso si ocurre una perturbación abrupta de las condiciones del ecosistema, que pueden llevar a la desaparición o migración de una o varias especies, rápidamente (en términos de evolución) se redefinen las condiciones de vida dentro del ecosistema, sin embargo las reglas propias del proceso evolutivo no cambian. Llamaremos a esta forma de equilibrio, equilibrio natural.
En situaciones de equilibrio natural, sigue siendo útil estudiar los ecosistemas sin considerar los cambios provocados por la evolución, pues los mismos se producen en intervalos de tiempo muy largos en relación con la vida humana.
Cuando el ser humano se incorporó a los ecosistemas existentes en ese momento, el equilibrio natural no se vio alterado. Pero lentamente, la especie fue desarrollando la capacidad de alterar el equilibrio natural en su beneficio. Esto no es algo malo en sí mismo, pues los cambios (incluso la desaparición de especies) estaban contemplados dentro de las reglas naturales anteriores al ser humano, sólo que éstos comenzaron a producirse en tiempos cada vez más cortos, tanto que comenzó a poner en riesgo la propia existencia de la especie humana. Así la especie se vio obligada a autocontrolarse para no autoeliminarse. ¿De qué manera?. Simplemente estableciendo reglas adecuadas para la utilización de los recursos de manera de permitir su renovación y/o su subsistencia.
Aquí es donde nace la ecología y el concepto de equilibrio ecológico.
Es importante diferenciar el equilibrio ecológico del equilibrio natural. Los errores conceptuales más frecuentes en este tema devienen de considerar al hombre actuando sobre la naturaleza, y no dentro de la misma.
Podríamos definir entonces al equilibrio ecológico como aquél que se mantiene cuando la acción del hombre dentro de la naturaleza es tal que no altera (directa o indirectamente) sus posibilidades y/o condiciones de subsistencia como especie.
Siguiendo este criterio, se debe considerar la calidad de vida de la población (pues hace a las condiciones de subsistencia) en cualquier análisis ambiental y si bien es cierto que las actividades humanas no impactan positivamente sobre el medio natural (más bien lo contrario), no es menos cierto que presentan aspectos que mejoran la calidad de vida de la población (hablamos de actividades lícitas).
La conveniencia o no de la realización de una determinada actividad en determinadas condiciones, pasa a depender de un análisis costo-beneficio muy difícil de cuantificar.
El objetivo de una correcta política ambiental debe ser obtener el máximo de beneficio con costo cero, sin caer en el infantilismo de creer que esa meta (que debe orientar todas las acciones) es siempre necesaria de alcanzar.
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