El mercado de la contaminación
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- El 1 enero, 2000
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Investigaciones desarrolladas por Naciones Unidas revelan que desde 1900 la temperatura media del Planeta se ha elevado entre 0,3 y 0,6 grados centígrados. Pero esto no es todo porque de seguir este ritmo se prevé que a finales del siglo XXI el incremento sea de 5,8 grados y la precipitación global aumente entre el 3 y 15 por ciento. Por estas razones, la Unión Europea (UE) inició hace unos años una estrategia para garantizar el desarrollo sostenible y minimizar el cambio climático mediante el fomento de las energías renovables, la eficiencia energética y la responsabilidad medioambiental. Estos aspectos están recogidos en el Protocolo de Kioto (diciembre, 1997) cuya ratificación ha supuesto, entre otras cosas, idear nuevas fórmulas para cuidar el medio ambiente. Una de ellas ha sido la creación del mercado de derechos contaminantes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que muchos han denominado ya el “mercado de la contaminación”.
El Protocolo de Kioto se ha fijado como meta reducir un 8 por ciento respecto a los niveles de 1990 las emisiones de gases de efecto invernadero generadores del cambio climático, especialmente dióxido de carbono (CO2), para el período 2008-2012 de los países adheridos. Con este objetivo se pondrá en marchar a partir de 2005 el “mercado de la contaminación” a través de tres mecanismos:
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Comercio Internacional de Emisiones: los países industrializados pueden vender y comprar sus créditos de emisión entre ellos.
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Implementación Conjunta: los países industrializados pueden comprar reducciones de emisiones derivadas de proyectos en otros países industrializados.
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Mecanismo de Desarrollo Limpio: los países industrializados pueden comprar reducciones de emisiones derivadas de proyectos de los países en desarrollo.
De esta forma, e independientemente del mecanismo que se elija, un país que haya logrado reducir sus emisiones por debajo de las metas de Kioto podrá vender el resto de sus derechos de exceso de emisiones a otros países que generen más contaminación de la permitida obteniendo un claro beneficio económico por ello. Todo apunta que los mayores proveedores de aire caliente serán Rusia, Ucrania y Kazajstán, cuyas emisiones de CO2 en 2001 fueron el 45 por ciento inferiores a las emitidas en 1990.
El Protocolo de Kioto intenta reducir un 8 por ciento las emisiones respecto a 1990
La directiva comunitaria establece que el mercado internacional de derechos de emisiones contaminantes entre en funcionamiento, en una primera fase, entre 2005 y hasta finales de 2007, período durante el cual no habrá objetivos jurídicos vinculantes que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero en los Estados miembros. Será a partir de 2008 cuando se lleve a cabo un ajuste a los objetivos de Kioto, de acuerdo con los inventarios nacionales de este tipo de gases.
La asignación de cuotas de emisión es una tarea difícil. Tal y como refleja la Comisión Europea en el texto oficial sobre el comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero y el programa sobre el cambio climático: “En la primera etapa se determinará los sectores y empresas que participarán en el sistema. Después de 2008, los Estados miembros deberán llegar a un acuerdo sobre la distribución de las cargas, respetando al mismo tiempo los objetivos de reducción de las emisiones impuestos por el Protocolo de Kioto”. Cada Estado miembro de la UE será el encargado de realizar el reparto de cuotas de emisiones cada año entre los distintos sectores de actividad: producción de energía, acero, cemento, cristal, cerámica, papel y cartón. En el futuro, sin embargo, podrá extenderse a los otros cinco gases previstos por el Protocolo y a sectores como el químico o el aluminio.
La preocupación por el planeta es cada vez mayor por parte de los países
Las empresas que superen las cuotas asignadas podrán ser multadas con sanciones de 40 euros por tonelada de CO2 durante la primera fase (2005-2007) y de 100 euros durante la segunda (2008-2012). No es más que otra forma de negociar con el medio ambiente, aunque muchos expertos en cambio climático opinen que el fin es lo que cuenta y no los medios.
Muchas han sido las Cumbres celebradas a lo largo de esta última década a favor del medio ambiente y para conseguir la disminución de los efectos del cambio climático, pero conseguir unificar posturas y alcanzar acuerdos unánimes respecto a temas tan complicados como son los medioambientales no es fácil y por ello hasta hoy se siguen organizando este tipo de citas entre representantes oficiales, no oficiales y ONG’s con el objetivo de que algún día se conseguirá llegar a un acuerdo internacional. Hasta ahora este tipo de citas han tenido lugar en Estocolmo (1972), Río de Janeiro (1992), Berlín (1995), Ginebra (1996), Kioto (1997), Buenos Aires (1998), Bonn (1999), La Haya (2000), Marrakech (2001), Johannesburgo (2002) y Nueva Delhi (2002). A continuación hablaremos de estas dos últimas para ver cuáles han sido las conclusiones más recientes extraídas de las Cumbres internacionales sobre acuerdos globales sobre el medio ambiente.
CUMBRE DE JOHANNESBURGO
Desde el 26 de agosto al 4 de septiembre, Johannesburgo (Sudáfrica) acogió la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, una reunión donde dirigentes mundiales, activistas y representantes de empresas se dieron cita para resolver problemas globales medioambientales, fundamentalmente, y adquirir compromisos al respecto.
Uno de los objetivos principales que se planteó la Cumbre desde el primer momento fue la ratificación de varios tratados internacionales: el Protocolo de Kioto, el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, el Tratado Internacional sobre Recursos Genéticos de Plantas para la Alimentación y la Agricultura, el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos y Persistentes
(COP), etcétera. La firma de estos acuerdos hubiera significado el compromiso de los países participantes con el medio ambiente, pero la realidad fue muy distinta ya que tan sólo se llevó adelante una Declaración Política y un Plan de Acción. El primer documento señala el camino recorrido desde la Cumbre de Río de Janeiro (1992) hasta Johannesburgo, apuntando los principales desafíos, el compromiso con el desarrollo sostenible y la necesidad de multilateralismo. El segundo, más importante, constituye la estructura para la implementación de los acuerdos sobre reducción del número de personas en el mundo que no tienen acceso al agua potable, la biodiversidad y los recursos pesqueros y ningún objetivo para promover las energías renovables.
La ausencia de compromisos en materias clave como energía y biodiversidad, de plazos y metas, así como el carácter no vinculante de los acuerdos dejaron sin efecto la capacidad atribuida desde el principio a la Cumbre de Johannesburgo. No obstante, algo que sí fue muy importante y que todos los asistentes destacaron como inédito fue la amplia participación de actores no estatales.
CUMBRE DE NUEVA DELHI
A finales de octubre de 2002 se clausuró la Cumbre del Clima celebrada en Nueva Delhi (India) con una conclusión final definitiva: fortalecer la colaboración internacional sobre cambio climático.
El tema principal que trataron los países asistentes fue la inminente entrada en vigor del Protocolo de Kioto y la definición del papel de los países en vías de desarrollo en la estrategia mundial para hacer frente al cambio climático, así como tomar medidas para reducir sus efectos. También se anunció que a partir de 2003 podrá empezar a desarrollarse el llamado “Mecanismo de Desarrollo Limpio”, que permite a los países con obligación de reducción de emisiones que financien medidas de protección del clima en otros países en vías de desarrollo, con lo que podrían descontarse unidades de CO2 de su cuenta particular.
Los dos bandos creados en torno al medio ambiente durante la reunión, la UE y EEUU, dejó patente el desacuerdo existente respecto a este tema. Por un lado, Europa se mostró muy decepcionada con el Gobierno de Bush por su inamovible decisión de no ratificar el Protocolo de Kioto y presionar para que otros países tampoco lo hicieran –como los integrantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)- y por otro, el conjunto de naciones comprometidas ya con el Protocolo que instaban a todos a que lo hicieran también. Por ello, aunque se esperaba que esta reunión sirviera para acercar posturas respecto al calentamiento global de la Tierra, lo único que se consiguió, una vez más, es hacer una declaración de intenciones y no establecer ningún compromiso concreto y vinculante entre los participantes. Si la Cumbre de Johannesburgo aún fijó la creación de dos documentos importantes, esta se puede calificar más bien de “cumbre de transición” por la falta de interés percibida por parte de los asistentes.
LAS POSTURAS DE ESTADOS UNIDOS Y CANADÁ
EEUU es el país más contaminante del mundo, emitiendo un 25 por ciento de las emisiones totales de gases incluidas en el Protocolo de Kioto y a pesar de que sólo cuenta con el 6 por ciento de la población mundial. El presidente norteamericano, George W. Bush, mantiene en firme su postura en contra del proyecto medioambiental de Kioto, después de que se retirara del mismo en marzo de 2001, porque “es perjudicial para los intereses económicos de EEUU, ya que cumplirlo significaría un coste de 400.000 millones de dólares, y una amenaza para los trabajadores, perdiendo 4,9 millones de empleos” ya que más de la mitad de la energía generada por el país procede de plantas alimentadas por carbón y regular el sector supondría, según Bush, precios mucho más altos para la electricidad.
George W. Bush
Por ello, la Casa Blanca ha propuesto la legislación “Cielos Limpios” (febrero 2002) como alternativa al Protocolo de Kioto encaminada a la reducción de la contaminación en el aire y que se aplicará a las industrias norteamericanas basando su estrategia en la adopción de medidas voluntarias en lugar de obligatorias con el objetivo de ralentizar las emisiones contaminantes pero no reducir su volumen. En concreto, se contempla la reducción forzada de tres de los peores gases contaminantes producidos por las plantas que utilizan combustibles fósiles: óxido de nitrógeno, dióxido de azufre y mercurio.
La iniciativa prevé que las emisiones de CO2 y otros gases similares aumenten a un ritmo menor que el crecimiento de la economía, lo que Bush quiere vender como una reducción en la práctica. Apuesta porque la implantación de la legislación de “Cielos limpios” reducirá significativamente las emisiones de humo y de mercurio, que pondrán fin a la lluvia ácida.
El Gobierno estadounidense destinará 4.600 millones de dólares para incentivos fiscales para las empresas y personas que decidan participar voluntariamente, con la compra o puesta en marcha de sistemas de generación de energía limpia, como la eólica o la solar, o automóviles híbridos. También promoverá métodos para quemar carbón de forma más limpia, potenciará la energía nuclear –que no produce emisiones- y mejorará la eficacia de los automóviles, apoyando la investigación en vehículos impulsados por pila de combustible. Según los cálculos de la Administración de Bush, con este sistema se lograría una reducción del 18 por ciento de las emisiones contaminantes en diez años, período después del cual el presidente estadounidense se comprometió a revisar la eficacia de estas medidas y avanzar más contra las emisiones responsables del efecto invernadero como el CO2.
La UE critica la postura de EEUU puesto que el calentamiento global es el desafío más terrible y peligroso de la Humanidad en el próximo siglo y apuesta porque el recorte de emisiones se lleve a cabo mediante medidas internas de cada país, la manera más efectiva de concienciar a toda una sociedad de la necesidad de cambiar las actitudes de las empresas. En este sentido, numerosas organizaciones
ecologistas también han criticado el plan norteamericano porque lo consideran ineficaz al basar las medidas únicamente en la buena voluntad de las grandes empresas.
Con la creación del mercado de la contaminación, Bush ve salida a las críticas europeas y cree que la solución perfecta es la compra de niveles de emisión de gases que le sobren a otro país. De esta manera no tendrá que ajustarse a la reducción del 7 por ciento de emisiones fijado por el Protocolo de Kioto y podrá seguir contaminando libremente sin tener que gastar un centavo en minimizar sus propias emisiones.
Canadá, otro de los países contrarios a adherirse al Protocolo de Kioto siguiendo la línea de actuación estadounidese, cambió de actitud recientemente y el pasado 17 de diciembre de 2002 su primer ministro Jean Chretien ratificó formalmente el texto que recogía los compromisos respecto al cambio climático. Con ello acepta la reducción de las emisiones contaminantes del país en un 6 por ciento entre los años 2008 y 2012 respecto a los niveles de 1990.
En definitiva, el incipiente “mercado de la contaminación” se trata de un intento de la UE de conseguir reducir al máximo lasemisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera con el mínimo coste mundial. Las dificultades que existen sobre el uso de los bosques como sumideros de CO2 y del comercio de emisiones como alternativa a la contaminación no consisten tanto en conocer si realmente sirven para absorber o retener este gas sino en averiguar la capacidad y la confianza de tener sistemas de medición y de verificación de las cantidades de dióxido de carbono absorbido o no emitido. El tiempo será el encargado de desvelar la eficacia o ineficacia, la utilidad o inutilidad de este “mercado de la contaminación”, que como cualquier decisión de instituciones oficiales ha despertado alabanzas y críticas en los distintos sectores de la sociedad.
Manifestación durante la cumbre de Johannesburgo
Redacción Ambientum
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