El futuro del crecimiento
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- El 1 enero, 2000
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El debate ecológico se enfrenta ahora a un dilema que todavía no es tema de discusión pública. Por un lado, seguimos considerando el crecimiento económico como la clave para eliminar la pobreza y crear puestos de trabajo; por otro lado predicamos los ideales de un desarrollo sostenible, es decir la consagración de la biodiversidad, la protección de los recursos naturales y unas actividades económicas en armonía con la naturaleza. El dilema es fundamental: el crecimiento económico y el aumento resultante en el consumo de recursos tanto finitos como renovables significa una mejora mundial de los indicadores económicos, pero los indicadores ecológicos muestran un descenso: disminución de la biodiversidad, explotación de los océanos, destrucción de las selvas tropicales, calentamiento del clima, pérdida de las reservas de agua subterránea y terreno cultivable, etc.
Desde un punto de vista ecológico, el problema real es el aumento del flujo de recursos, es decir, el consumo de materiales y energía que va de la mano del crecimiento de la producción de bienes y servicios, no con el aumento del producto nacional bruto u otros indicadores económicos estadísticos. El aumento del consumo de materias y energía impone una carga mayor sobre el medio ambiente mientras que la reducción del consumo la alivia. No es preciso hablar de «crecimiento cero» o «crecimiento cero del producto nacional» para describir una situación que intenta evitar cargas adicionales sobre el ecosistema. Una cuestión mucho más importante se refiere al mantenimiento de un nivel constante del flujo de recursos o del consumo de materias y energía. Sin embargo, como se demostrará en la discusión siguiente, «una limitación de los flujos de recursos tendrá a largo plazo (también) el efecto de limitar el crecimiento económico»(1). Cuando hablo de «crecimiento cero» en este artículo, siempre quiero decir un flujo constante de los recursos, no crecimiento cero del producto interior.
DESDE UN PUNTO DE VISTA ECOLÓGICO, EL PROBLEMA REAL ES EL AUMENTO DEL FLUJO DE RECURSOS, ES DECIR, EL CONSUMO DE MATERIALES Y ENERGÍA QUE VA DE LA MANO DEL CRECIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN DE BIENES Y SERVICIOS, NO CON EL AUMENTO DEL PRODUCTO NACIONAL BRUTO U OTROS INDICADORES ECONÓMICOS ESTADÍSTICOS
La relevancia de los flujos de recursos en la política económica refleja los desarrollos actuales de los debates sobre ecología, que ya no se orientan en primer lugar al control de las sustancias nocivas; el grueso de los esfuerzos se dirige a reducir el consumo de energía y materias a un nivel bajo. En el pasado, la política ecológica fue en su mayor parte una política de control de sustancias nocivas, y aunque ha tenido éxito, una política que se ocupaba de problemas ya existentes. Pero el control de las sustancias nocivas no puede resolver problemas ecológicos tales como la superpoblación, la pérdida de biodiversidad, la erosión de la tierra, la escasez de agua y las montañas de residuos.(2). Las llamadas reglas de gestión para un desarrollo sostenible se han derivado del reconocimiento de que una actividad económica ecológicamente sólida requiere más que el control de las sustancias nocivas.
1. La explotación de un recurso no puede ser permanentemente mayor que su velocidad de regeneración o la velocidad de sustitución de todas sus funciones.
2. No se puede liberar una cantidad de sustancias nocivas permanentemente mayor que la capacidad de absorción de los ecosistemas.
3. Debemos evitar los peligros y riesgos irresponsables para los seres humanos y el medio ambiente debidos a la intrusión antropogénica.
4. La escala de tiempo de la intrusión antropogénica en el medio ambiente debe tener una relación razonable con el tiempo que necesita el medio ambiente para reaccionar y estabilizarse»(3).
Estos principios son radicales pero a la vez inútiles, porque es casi imposible su aplicación práctica. Quizá por ello los predicadores del desarrollo sostenible de todo el espectro político han estado tan deseosos de añadirlos al canon: nunca serán peligrosos. La exigencia de que la explotación de la energía y los recursos se mantengan a un nivel constantemente bajo ofrece por el contrario una interpretación práctica de los cuatro principios. Pueden entenderse como una definición hecha operativa (aunque sea obviamente incompleta) del concepto demasiado usado de «desarrollo sostenible»(4).
Mientras que crece la conciencia de que la limitación de los flujos de recursos es la condición principal para una actividad económica sostenible, el desarrollo económico global da una impresión totalmente diferente. En 1950, el producto nacional bruto mundial ascendía a US$5 billones, en 1995, había llegado a US$29 millones de billones. Sólo entre 1990 y 1997 aumentó en US$5 billones – aproximadamente lo mismo que entre el comienzo de la civilización y 1950. En el mismo periodo de 1950 a 1995, el consumo de madera se triplicó, el consumo de papel aumentó seis veces, la cantidad de pescado capturado creció cinco veces, el consumo de cereales se triplicó, se quemó una cantidad de combustibles fósiles cuatro veces mayor, y la calidad del agua y el aire en todo el mundo bajó espectacularmente(5). A pesar de este drástico desarrollo, los economistas celebraron las altas tasas de crecimiento, tanto nacional como internacionalmente, como partes de victoria. El cálculo siguiente ilustra la locura de tal actitud:
Si el producto nacional bruto alemán creciese durante los próximos cincuenta años a una tasa del 4% – una posibilidad que los políticos acogerían con entusiasmo – el producto nacional bruto alemán sería mayor que el producto nacional bruto mundial – un concepto absurdo.
Pero nadie quiere cuestionar el dogma de la falsa ilusión del crecimiento. Ya sean los gobiernos nacionales, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los jefes de los gobiernos del G-7 (G-8): el crecimiento económico es el objetivo declarado y ni siquiera se menciona la más ligera sombra de duda sobre la viabilidad de este objetivo.
Los representantes políticos y empresariales establecidos sólo saben una forma de salir del dilema: el llamado «crecimiento eficiente», es decir la separación del consumo de recursos del crecimiento económico. O para decirlo más sencillamente: producir cada vez más bienes con cada vez menos recursos naturales y cada vez menos energía.
Superficialmente parece ser una solución maravillosa que promete un aumento continuo de la riqueza material y un entorno saludable. Aunque es cierto que las mejoras de la eficiencia son absolutamente necesarias, hay, sin embargo, límites físicos acerca de cuánto podemos hacer en esta dirección. En el mejor de los casos, los aumentos de la eficiencia pueden ampliar los límites del crecimiento, pero sigue siendo imposible sobrepasar estos límites. (6) Véase también Cambio de rumbo de Stephan Schmidheiny y Factor Cuatro de E.U. v. Weizsäcker/ A. Lovins; Schmidheiny y von Weizsäcker son probablemente los partidarios más prominentes de «una revolución de la eficiencia» pero también evitan contestar a la cuestión decisiva: ¿qué sucederá cuando se alcancen los límites de la eficiencia?
LOS EFECTOS DEL CRECIMIENTO HAN SOBREPASADO CLARAMENTE A LAS MEJORAS EN EFICIENCIA EN LO QUE SE REFIERE A CONSUMO DE RECURSOS NATURALES Y ENERGÍA, TANTO A ESCALA MUNDIAL COMO NACIONAL
Además, en la práctica los efectos del crecimiento han sobrepasado claramente a las mejoras en eficiencia en lo que se refiere a consumo de recursos naturales y energía, tanto a escala mundial como nacional. El consumo de energía primaria en Alemania ha aumentado sin pausa desde 1950. La energía usada para calentar una unidad de espacio de vivienda ha disminuido, pero el espacio de vivienda por persona ha aumentado en un factor mucho mayor. El consumo de combustible en los automóviles por kilómetro recorrido se ha reducido pero el tráfico y el número de kilómetros recorridos se ha multiplicado por mucho. Aunque la industria del papel ha conseguido ahorros importantes, ha quintuplicado sobradamente su producción y así todo lo demás(7).
En términos técnicos, es posible conseguir unas mejoras de la eficiencia que vayan mucho más lejos. Pero el ejemplo siguiente muestra qué poco espacio de maniobra existe en realidad: si tenemos un factor de crecimiento del 3% durante cincuenta años, el consumo de materias primas y otras materias debe reducirse un 80%, un factor de cinco, sólo para mantener constante el consumo de recursos y no permitir que suba. Reducir a la mitad el uso de la energía en este escenario (no es una petición poco realista: la actual investigación del clima exige que el uso de energía fósil de los países industrializados se reduzca en un 60% a mediados del próximo siglo) requeriría una reducción del 95%; es decir un factor de 20. Éste no es un debate puramente teórico. No es cuestión de reducir el consumo de energía y materias primas en algún momento del futuro lejano y de mantenerlo entonces constante; estamos hablando sobre actuar hoy, ya que el consumo de recursos finitos y, en particular, de los renovables ha excedido de los límites aceptables ecológicamente: «(El) uso de recursos renovables – tierra, bosques, agua fresca, áreas costeras, pesquerías y aire urbano – excede de su capacidad natural de regeneración y por lo tanto es insostenible» (8).
Como a los países en desarrollo – al contrario que a los países industrializados – deben permitírseles mayores aumentos en el consumo de materias primas y energía, quedan básicamente tres posibilidades de alcanzar un consumo constante de materiales a escala mundial a un bajo nivel: la mejora de la eficiencia en el uso de materias primas y energía, un control eficaz del crecimiento de la población, y una reducción del consumo de energía y materias en los países industrializados en términos absolutos.
Ni la teoría económica ni las políticas económicas nos sirven de ayuda para responder a la cuestión de si y cómo el «crecimiento cero» en el sentido de un flujo de recursos constante es deseable o posible en una economía. La cuestión ni siquiera es un tema de discusión en política económica. El crecimiento es bueno en principio e incluso es considerado como un requisito para una política medioambiental de éxito (9). El lado teórico presupone la posibilidad de un crecimiento ilimitado no definiendo el problema, según es habitual en economía, y finalmente presuponiendo que los recursos naturales y el sistema ecológico son igualmente ilimitados. Su principal argumento es que el llamado «capital natural» puede ser sustituido por el llamado «capital humano» e ignora el hecho de que la producción de «capital humano» también requiere el uso de flujos de recursos. No tiene en cuenta los límites establecidos por la finitud del sistema natural, la ley de la entropía y las interdependencias ecológicas (10). Es notable que una ciencia que no se caracteriza exactamente por mediciones precisas y la aplicabilidad general de sus resultados pueda tener la audacia de negar simplemente las leyes básicas de la física tales como la ley de la termodinámica. Esto no siempre fue el caso. La teoría clásica de la economía estaba claramente preocupada con los límites del crecimiento. John Stuart Mill, por ejemplo, incluso consideraba una economía de estado estable que ya no estaba definida por la lucha inacabable por el crecimiento y una mayor riqueza como un estado deseable de la sociedad (11). Más recientemente, la discusión sobre los «límites del crecimiento» fue revivida por el estudio del mismo nombre de D. Meadows que fue encargado por el «Club de Roma» (12). Bajo la influencia de la crisis del petróleo, el estudio pronosticó el final del crecimiento económico debido a la naturaleza finita de los recursos naturales. Cuando en las décadas siguientes se demostró que este fin no llegaría tan rápidamente como se creía al principio, el autor volvió sobre el tema en su obra, Los nuevos límites del crecimiento y postuló que la biosfera había sido tan dañada por la absorción de sustancias perjudiciales y el uso excesivo del ecosistema que se habían establecido límites para un aumento continuado en la producción de bienes. La discusión actual sobre el tema de «crecimiento económico y medio ambiente» se concentra principalmente en los efectos de un crecimiento económico ilimitado y sus causas (sociológicas, evolutivas, institucionales y otras) (13). La discusión sobre si es posible el crecimiento cero definido como un uso constante de recursos en las democracias de tipo occidental con una economía privada de libre mercado y sobre qué forma podría adoptar, es inexistente a efectos prácticos.
EL CÁLCULO ESTADÍSTICO DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO NO TOMA EN CUENTA EL DAÑO ECOLÓGICO, ES DECIR, NO SE VALORA LA PÉRDIDA DE LA NATURALEZA
En su mayor parte, las tasas positivas de crecimiento y el éxito del crecimiento continúan siendo asociados con un desarrollo positivo. Una de las razones importantes de esto es el hecho de que el cálculo estadístico del crecimiento económico no toma en cuenta el daño ecológico, es decir, no se valora la pérdida de la naturaleza. La tala de una selva tropical (que como consecuencia se pierde de forma definitiva y no puede ser repoblada) así como cada accidente de tráfico supone un aumento del producto nacional bruto. El Banco Mundial ha demostrado en un estudio que las tasas positivas de crecimiento de varios países africanos y sus cuotas de ahorro positivas se convierten , en realidad, en tasas de crecimiento negativas si se toman en cuenta la pérdida de naturaleza en los cálculos. Un ejemplo es Ghana, el milagro económico africano, que a pesar de unas espléndidas tasas de crecimiento ha sufrido una pérdida sustancial de riqueza económica si se evalúa desde este punto de vista. Durante mucho tiempo han estado disponibles métodos de cálculo que corrigen este fallo del coste total económico. Obviamente, hay causas políticas para que no se utilicen en la práctica. Destruirían permanentemente la falsa ilusión de un aumento de la prosperidad mediante el desarrollo económico (14).
Economistas reconocidos consideran el «crecimiento cero» como un horror infinito porque lo asocian con el final de un sistema económico abierto de libre mercado. Un gran número de economistas postulan incluso que una economía capitalista es simplemente incompatible con el crecimiento cero. Su razonamiento consiste en que en un estado estable los ahorros de la economía y las inversiones netas tienden hacia cero y con ellas la tasa de interés o la tasa de beneficio económico privado. La consecuencia de ello sería que se anularía la lógica de una economía basada en la economía privada. Pero esta línea de razonamiento es falsa: en primer lugar, la teoría neoclásica para el modelo de un sector único no es relevante en la práctica, ya que la productividad marginal del capital en sectores individuales naturalmente no asciende a cero. Incluso en una economía de crecimiento cero, es decir, cuando el consumo de recursos es constante, hay sectores económicos que crecen y otros que disminuyen. El «tope de recursos» de la economía en general sería, por decirlo de alguna manera, inamoviblemente constante, pero bajo este tope habría una actividad empresarial vibrante de una competencia vital, quizá mayor de la que tenemos hoy en día. Indudablemente, existirían las condiciones para un sistema de economía privada basada en la inversión privada y en las decisiones del consumidor. En segundo lugar, el crecimiento (aunque reducido) continuaría incluso en una situación de estado fijo del consumo de materias debido a los progresos técnicos, es decir debido, a que el conocimiento crece constantemente. «Este conocimiento puede aplicarse en forma de adelantos técnicos que aumentan el rendimiento de la mano de obra o el capital, de manera que en términos de valor puede alcanzarse una producción mayor con el mismo número de trabajadores o con la misma cantidad de capital físico ya que, medido en unidades de eficiencia, crecería la entrada de mano de obra y capital. En tanto aumenten los conocimientos no hay límites (naturales) a esta clase de crecimiento (15). Pero esto no se aplica al uso de los recursos naturales y la energía. En este caso, la eficiencia en aumento está limitada por leyes físicas (16). La cuestión que tiene realmente una importancia práctica mayor, por otra parte, es cómo afectaría el crecimiento cero a la economía mundial, a los países en desarrollo, a la situación del empleo y a los sistemas de seguridad social de los países industrializados. La «factibilidad» práctica del crecimiento cero depende esencialmente de la respuesta a esta cuestión.
Lutz Hoffmann (17) muestra que el estancamiento económico podría tener desventajas al menos provisionales para los países en desarrollo que exportan materias primas, en especial los países en desarrollo más pobres, mientras que los llamados países de umbral probablemente se aprovecharían más de esto. Sin embargo, es extremadamente difícil hacer un pronóstico fiable. Depende mucho del desarrollo del comercio entre los países en vías de desarrollo y de si se refuerzan las fuerzas de crecimiento nacionales. Uno de los grandes obstáculos en el camino al crecimiento cero es la dependencia de los sistemas de economía y seguridad social de los países industrializados respecto al nivel de empleo (programas de pensiones, seguro de desempleo, seguridad social). El nivel de empleo sin embargo, es en sí mismo función del crecimiento económico, por lo que aparece cada vez más difícil compensar la pérdida de puestos de trabajo causada por una productividad creciente con una alta tasa de crecimiento correspondiente. Por esto experimentamos con mayor frecuencia problemas de desempleo incluso durante fases de crecimiento económico (crecimiento sin puestos de trabajo). Por lo tanto el desafío es hacer el cambio de crecimiento sin puestos de trabajo a puestos de trabajo sin crecimiento. La transformación de los sistemas de seguridad social, es decir, la reducción de su dependencia de los niveles de empleo, es de un alcance tan importante que llevará una o más generaciones para llevarlo a cabo. Ésta es también la razón de por qué el crecimiento cero debe ser discutido hoy. Es una necesidad que no sólo resulta de consideraciones ecológicas, sino también del hecho de que las tasas de crecimiento altas ya no son claramente una garantía del necesario aumento de puestos de trabajo.
En este contexto, es interesante explorar la medida en que la gestión sostenible de la producción industrial (explotación máxima de materias primas y energía, ciclos cerrados de producción y transición a un procedimiento económico que resalte el uso del servicio de un producto más que el uso del producto en sí mismo) afectaría a la creación de puestos de trabajo (ejemplo: el consumidor compra el servicio «siega de césped» en lugar de una segadora de césped). La cuestión del efecto de unos precios de energía más altos, una condición previa para una reducción importante del consumo de recursos, sobre el empleo es también interesante en este contexto. Muchas actividades que la gente podría realizar por sí misma, las hacen otros usando energía que es demasiado barata y destructiva para el medio ambiente (18). Es más barato tirar un reloj radio despertador y comprar uno nuevo que hacer arreglar el viejo, incluso asumiendo que fuera posible. Una vida más larga de los bienes (basada en precios en más altos de energía y recursos) podría tener efectos considerables sobre el empleo en el área de reparaciones y mantenimiento de tales bienes. También podrían esperarse efectos positivos sobre el empleo en otros sectores económicos que están organizados a largo plazo, tales como la agricultura, donde los métodos agrícolas ecológicos a largo plazo crean más puestos de trabajo que los métodos agrícolas intensivos mecanizados.
Además de los efectos positivos de la producción sostenible sobre los puestos de trabajo, deberán jugar un papel otras medidas tales como el recorte de la jornada laboral y la reducción de los impuestos sobre el factor mano de obra en favor de una fiscalidad sobre los recursos. Incluso la gigantesca tarea de organizar el empleo en una economía de crecimiento cero es factible. Simplemente tenemos que ponernos a ello.
No faltan instrumentos de política económica que pueden utilizarse para reducir o mantener constante el consumo de recursos. Tales instrumentos ya están en uso hoy. Dependiendo de la situación podemos elegir entre impuestos, tasas, certificados comercializables, incluso acuerdos voluntarios.
La imposición de tasas al consumo de energía debe jugar un papel central. El consumo de energía es un factor limitador del consumo de materias. «Como el flujo de materias es dependiente de la energía, el consumo de energía de estado inamovible (a largo plazo) llevará a un estado de consumo fijo de materias e incluso aunque éste no sea un objetivo fundamental de la política medioambiental» (19). Consiguientemente, un impuesto sobre la energía (manteniendo los ingresos normales, es decir con una disminución simultánea de la carga fiscal sobre el factor mano de obra) es la medida de máxima prioridad para transformar la economía hacia un nivel de consumo de recursos constante.
Podríamos hacer constar de pasada que la industria debería tener el máximo interés en el uso de un impuesto sobre la energía o instrumento similar. Cuando más rápida y más permanentemente pueda aumentar la eficacia de la producción, más posibilidades habrá para la explotación del margen de maniobra para el crecimiento material. La resistencia actual de la industria (por ejemplo la Asociación Federal de Industrias Alemana) puede entenderse como un interés a corto plazo. A medio y a largo plazo, sin embargo, no se están haciendo ningún favor. Debido a los límites ecológicos, que en muchos casos ya han sido sobrepasados, hoy día sólo es posible la expansión de la producción industrial si la eficiencia en el consumo de energía y materias primas mejora drásticamente. Pero esto sólo puede conseguirse mediante el uso de instrumentos eficaces económicamente tales como un impuesto sobre la energía.
Bibliografía
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Volker Hauff (Editor): Nuestro futuro conjunto, Informe Brundlandt, Greven 1987
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G Kirchgässner: Sostenibilidad y orden económico en DIW (Editor): Tema para debate Nº 168, Pag. 112, Berlín 1998
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Christian Pfister (Editores): El síndrome 1950, Berna, Stuttgart, Viena 1995
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Banco Mundial: Supervisión del progreso medioambiental, Washington 1995
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Worldwatch Institute (Editors): Estado del mundo 1998, Nueva York 1998
NOTAS
(1) BUND/ Misereor (Editores): Una Alemania para el futuro, págs. 372 y sig.
(2) Una Alemania para el futuro, Pag. 29 y sig.
(3) Oficina Federal del Medio Ambiente: Una Alemania sostenible pág. 12
(4) Véase H. E. Daly: Más allá del crecimiento, pág. 31 «Desarrollo sostenible, en mi opinión, necesariamente significa un cambio radical de la economía en crecimiento … a una economía en estado estable … En una economía en estado estable el flujo acumulado (de energía y materia) es constante, aunque su distribución entre usos competidores puede variar libremente en respuesta al mercado«.
(5) Vid. Worldwatch Institute: Estado del Mundo 1998, pág. 3
(6) La evidencia de que el aumento de eficiencia no puede conseguirse a voluntad ha sido reprimida o cubierta con palabras floreadas: «El concepto del crecimiento permanente (incluye) límites – pero no son límites absolutos. En lugar de ello los límites de la tecnología y la sociedad son marcados para nosotros por la naturaleza finita de los recursos y la limitada capacidad de la biosfera para absorber las influencias humanas. Vid. Informe Brundlandt Pág. 10. O aún más absurdo: las tasas del crecimiento del 3-4% de los países industrializados pueden ser duraderas con respecto al medio ambiente si «se usan menos material y más energía y se mejora el uso eficiente de los materiales y la energía» op. cit. pág. 53.
(7) V. Oficina Federal de Estadística: Cuentas Nacionales de Medio Ambiente – Economía
(8) V. Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas: Visión global del medio ambiente
(9) El Consejo Asesor Económico del Gobierno Alemán es de la opinión de que «la experiencia de los últimos diez años han mostrado de forma impresionante que el crecimiento económico puede ir de la mano con una mejora de la situación medioambiental y que de hecho crea las condiciones para esta mejora«. Informe anual 92/93 según se cita en Una Alemania para el futuro pag. 370
(10) V. H.E. Daly. Más allá del Crecimiento, Pág. 34
(11) «Siempre estuvo más o menos claro para los economistas que el aumento de la riqueza nacional no es ilimitado, que una situación en estado fijo debe ser el fin de la llamada situación progresiva… apenas parece necesario indicar que una situación de estado estable de capital y la población no incluye de ninguna manera una situación de estado estancado de la mejora humana. El margen de maniobra para cualquier tipo de desarrollo mental así como los avances morales y sociales no serán recortado por esto «John Stuart Mill: Principios de Economía Política, Volumen 3, Pag. 58 y sig. y Pág. 63
(12) Véase D. Meadows, Los límites del Crecimiento y Meadows D.,/ Meadows D., Los Nuevos Límites del Crecimiento
(13) V. Rupert Riedl y otros. Las Causas del Crecimiento
(14) Banco Mundial: Supervisión del progreso medioambiental
(15) V. G. Kirchgaessner, Sostenibilidad y orden económico en DIW (Editor), Documento para debate, pag. 112, Berlín 1998
(16) Ídem
(17) V. L. Hoffmann, Consecuencias del estancamiento económico en los países industrializados para el desarrollo de los países en vías de desarrollo, en: DIW (Editor) Tema para debate Nº 168: Conformación del Futuro sin Crecimiento Económico, Berlín 1998
(18) V. Ch. Pfister: El Síndrome 1950
(19) V. Kirchgässner, op. cit., Pag. 11
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