Decisiones en los sistemas de saneamiento: Un poco de ayuda. Parte 1
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- El 22 enero, 2024
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Presentación
“El agua es un recurso escaso y su gestión debe ser lo más eficiente posible”
Esta es una afirmación muy bonita, con la que, seguramente, la mayoría estaríamos de acuerdo. Pero desarrollarla y llevarla a la práctica no es fácil.
En primer lugar, porque ya tenemos problemas para identificar el sentido o la interpretación que damos a algunas de las palabras. Por ejemplo, el agua como recurso.
El agua no es sólo un recurso natural, sino que también es la base de un sector industrial, un generador de patrimonio cultural y un elemento articulador de la sociedad. Y quizás habitualmente utilizamos el concepto escaso cuando nos estamos refiriendo, de hecho, a un problema de distribución o de sobreexplotación.
En cualquier caso, ello implica que su gestión sea muy compleja, porque intervienen diferentes actores y cada uno de ellos con diferentes intereses,
muchas veces contradictorios y que pueden/suelen entrar en conflicto.
Cada uno puede entender de una forma diferente el concepto de gestión eficiente.
Eficiente, ¿para qué y para quién?
Simultáneamente, hay que tomar decisiones. Decisiones que implican una manera de gestionar el recurso. Por ejemplo autorizar (o no) una detracción de un curso de agua, construir (y cómo) una instalación de tratamiento o definir (cuáles y con qué rangos) los parámetros de calidad que garantizan su potabilidad… Estos ejemplos, y muchos más que podríamos citar, son algunos de los aspectos sobre los que diariamente un conjunto de personas tienen la responsabilidad de pronunciarse, tomar decisiones y conseguir que se implementen.
La hipótesis que se plantea en este libro es que para conseguir esta gestión eficiente no hay recetas únicas, ni soluciones universales, pero ello no implica que todas las soluciones sean igual de correctas. Creemos que la experiencia ha demostrado que algunas son mejores que otras.
Conseguir una gestión eficiente del agua nos afecta a todos. Pero hacer una reflexión y valoración de las decisiones que se toman en la misma es una tarea que debe ser acotada para poder afrontarla en un libro como el que el lector tiene en sus manos. En este contexto, los autores ya han tomado dos decisiones.
La primera hace referencia a la dimensión. En el libro no se aborda todo el ciclo del agua, sino únicamente la parte que hace referencia al saneamiento urbano, entendido como el conjunto de decisiones relativas a captar el agua, transportarla, tratarla y devolverla al medio o reutilizarla. Teniendo en cuenta que ya hay excelentes manuales que proporcionan criterios de diseño o de cálculo de instalaciones, este libro quiere ir más allá. Quiere analizar cuáles son las decisiones que hay que tomar en cada etapa. Y quiere hacerlo de una manera integral para identificar cuáles son las preguntas a plantearse, en cada caso. Cuáles son las decisiones a tomar y qué impacto pueden tener. Tampoco se pretende una visión exhaustiva de cada caso, ya que se necesitaría toda una enciclopedia. En cualquier caso, esperamos interesar suficientemente al lector para que acuda a las referencias que se indican al final del libro para poder tener un análisis más exhaustivo de cada uno de los casos presentados.
La segunda, indicar que el libro ofrece una visión propia. Es nuestra visión,
nuestra propuesta obtenida a partir de una experiencia de casi veinte años. Es por ello que se ha utilizado un tono muy próximo. Exponemos casos vividos, algunos ya implementados con éxito, otros en desarrollo, otros que han quedado como posibilidad, otros que duermen el sueño de los justos… pero en todos los casos se trata de problemas reales con todos sus condicionantes y sus posibilidades. A partir de un análisis inicial de constatación de la realidad, se van exponiendo cuáles son, en nuestra opinión, las problemáticas a las que hay que hacer frente para gestionar el agua, y cómo ello conlleva diferentes niveles de decisión. En cada uno de ellos intentamos reflexionar, con casos prácticos, sobre una manera de afrontarlos. No necesariamente la única, ni la mejor. Pero de las que el lector puede sacar sus propias conclusiones.
Es por todo ello un libro pensado para personas que, de alguna manera, estén relacionadas con la gestión del agua y su saneamiento, y que estén interesadas en la toma de decisiones alrededor de la misma. Personas que ya están tomando decisiones y quieren conocer las reflexiones de otras personas que trabajan en este ámbito. Personas que en estos momentos no están trabajando en este ámbito, pero que se plantean su incorporación y quieren conocer a qué tipo de decisiones tendrán que hacer frente y analizar propuestas que se han hecho por personas que ya están trabajando en el tema. Y finalmente, aquellas personas que se sienten afectadas por la cuestión y quieren ampliar su conocimiento.
No quisiéramos acabar esta introducción sin agradecer su ayuda a todas aquellas personas e instituciones que han intervenido en la elaboración de algunos de los sistemas que se presentan en el libro. A todas ellas, GRACIAS.
Sólo nos queda desear que el trabajo que aquí presentamos le sirva de ayuda al lector. Por nuestra parte, podemos garantizarle que la experiencia de contribuir a una mejor gestión del recurso agua es apasionante.
1.Ciclos del agua
El capítulo empieza haciendo una presentación general del ciclo natural del agua, para constatar cómo este ciclo se ha alterado por el uso antropogénico, lo que ha dado lugar a un ciclo urbano del agua. Este nuevo ciclo, que actualmente es casi siempre un ciclo abierto, implica que el agua es utilizada y devuelta al medio. A partir de esta constatación se hace un análisis de la evolución de cómo el agua se ha tratado antes de devolverla al medio natural, y cómo esta evolución no ha sido sólo temporal, sino también espacial, puesto que actualmente coinciden en el planeta diferentes niveles de tratamiento. A partir de ahí se plantea cuáles son las tendencias actuales en los sistemas de saneamiento y si estamos ante un
nuevo paradigma que implica un cambio de mentalidad al abordar el problema. Para hacer frente a estos nuevos retos, y a las decisiones que implicarán, es importante disponer de herramientas que ayuden en la
toma de decisiones. En los siguientes capítulos se exponen las experiencias de los autores en el diseño y construcción de sistemas de ayuda a la decisión y cómo éstos pueden contribuir a la mejor gestión de los sistemas de saneamiento del agua.
1.1 Ciclo natural del agua
El agua está distribuida en el planeta en forma sólida, líquida y gaseosa, y puede encontrarse también formando parte de los seres vivos. La estimación de la cantidad global de agua varía según las fuentes, pero puede estimarse que el volumen total de agua en nuestro planeta es de unos 1.400 millones de km3. De este volumen la mayor parte (97%) se encuentra en los mares y océanos y sólo una pequeña parte (alrededor del 3%) es agua dulce, que mayoritariamente se encuentra en forma de hielo (alrededor del 70%). Hará falta ver en los próximos años como evoluciona este sistema y qué cantidad pasa a formar parte de las masas de agua salada. Alrededor del 30% está en forma de agua subterránea en acuíferos, algunos de difícil acceso y sólo una cantidad alrededor del 0,3 % se encuentra en forma superficial, directamente utilizable para el consumo humano.
Pero el agua de nuestro planeta no está estancada, sino que se encuentra en
movimiento formando el ciclo del agua. Cuando se busca en Google un esquema del ciclo del agua una de las primeras imágenes que aparece es la del Servicio Geológico de los Estados Unidos. Una imagen naturalista que presenta el concepto del ciclo natural del agua en el que, curiosamente, no aparece la huella de la actividad humana.
Cada año, el agua completa una vuelta a la Tierra involucrando unos 577.000 km3 de agua. Se evaporan de los océanos 502.800 km3 y de la tierra 65.200 km3, representando un descenso del nivel del mar de más de un metro por año. Al mismo tiempo, una cantidad equivalente de agua cae en forma de precipitación, de la cual 458.000 km3 lo hacen sobre el océano y 110.000 km3 sobre la tierra, devolviendo aproximadamente un metro al nivel del mar, pero no en el mismo sitio de origen. La diferencia entre la evaporación y la precipitación sobre el océano controla en buena medida las corrientes generales que mantienen el equilibrio. Por otro lado, la diferencia entre la precipitación y la evaporación sobre la tierra representa el total de agua que suman los 42.600 km3/año que baja por los ríos y los 2.200 km3/año de descargas directas de agua subterránea hacia el océano.
Teniendo en cuenta la gran cantidad de agua que circula por la atmósfera y la poca cantidad de agua presente en este compartimento, su tiempo de residencia es de unos pocos días, al igual que en los ríos y la biosfera. La humedad del suelo se recicla en unos meses, mientras que los lagos y acuíferos lo hacen en semanas y años, y los glaciares tardan décadas y siglos en renovarse.
1.2 Ciclo antrópico del agua
El agua no sólo presenta el ciclo natural general, sino que también forma parte de otros ciclos. En este libro nos interesa la modificación del ciclo natural por parte de la actividad humana, y muy especialmente los ciclos asociados a la gestión del agua que se están desarrollando.
El actual paradigma del uso urbano del agua implica: que es detraída del ciclo natural, bien sea de un curso superficial, bien sea del medio subterráneo o de la utilización de embalses como medio regulador; transportada hasta las instalaciones donde será tratada para alcanzar
niveles de calidad que permitan su distribución; utilizada para satisfacer el consumo humano; recogida en el sistema de alcantarillado; procesada para depurarla hasta alcanzar un nivel que permita su devolución al medio o su reutilización.
1.3 Un poco de historia…
Aunque los seres humanos hemos generado aguas residuales desde que existimos, seguramente no es hasta que las concentraciones humanas alcanzan determinadas dimensiones, al igual que la problemática asociada a las mismas (y a las actividades que simultáneamente se van realizando) que el tema empieza a preocupar. Quizá por ello no es sorprendente que la bibliografía referente a historia del saneamiento sea mucho más reducida que la referente a la obtención y gestión del recurso del agua en general.
Parece claro que el primer objetivo era alejar de la población aquello que era ofensivo para la vista y el olfato, opción que al mismo tiempo tenía consecuencias de mejora sanitaria para sus habitantes. Aunque se han encontrado restos arqueológicos en civilizaciones como Mesopotamia,
Egipto o la Grecia clásica, no parece aventurado indicar que, en Occidente,
la historia de los sistemas de saneamiento no difiere mucho de la historia
de la civilización, y como en tantos otros aspectos los romanos, aunque no fueran los inventores de los sistemas de gestión de las aguas residuales, con sus desarrollos en ingeniería y en arquitectura urbana, marcan un antes y un después.
Ello no debe sorprendernos. En la Roma antigua el agua era parte nuclear de su cultura y organización social, así que sus ingenieros sobresalieron en las construcciones para recogerla, transportarla, distribuirla y, también, evacuarla. La Cloaca Maxima, de la cual todavía se puede ver su salida al río Tiber, a la altura del puente Rotto y el Palatino, es un magnífico ejemplo de construcción pensada para la evacuación, de la misma manera que el acueducto de Segovia o los baños de Bath lo son del transporte o de su uso.
Habitualmente se considera la Edad Media como el período que se extiende desde la caída de Roma hasta la de Constantinopla en el año 1453, pero quizá sería más adecuado decir que, en la historia del saneamiento, la Edad Media se prolonga casi hasta el siglo XIX. Muchos de los avances que se habían producido durante la civilización romana, así como gran parte de las construcciones que la soportaban, caen, en este período, en el olvido. De alguna manera, hasta mediados del siglo XVIII la limpieza “prescinde” del cuerpo, excepto en aquellas partes visibles como cara y manos. Es más, se llega a considerar que el agua es poco saludable e incluso que la higiene es pecaminosa. Esta percepción limitó el desarrollo de técnicas para su gestión.
En lo que ahora conocemos como Europa, las calles eran las vías por donde
circulaban las aguas residuales, que añadido al incremento de la densidad de la población urbana, favoreció las grandes epidemias que asolaron el continente durante la Edad Media. Si bien se podría considerar que esta era la situación generalizada, también habría que citar que se pueden encontrar excepciones como el Statuti delle Strade e dell acquae del contado di Milano (1346), que dedica una buena parte a la problemática de los pozos negros, el edicto de Villers-Cotterets (1539) o la profesión de “gongfermors” de Londres, que tenía su propia regulación.
El primer concepto de sistema de saneamiento de las aguas residuales fue sacarlas de los núcleos de población
Un punto y aparte de este panorama lo representan en España los territorios ocupados por los musulmanes, ya que en la cultura islámica, como en el caso de Roma, el agua tenía una especial importancia, incluso desde un punto de vista religioso, ya que forma parte del ritual de purificación antes de las oraciones. El Islam, en tanto que sistema de organización social originario de zonas desérticas, había ido creando un corpus legislativo alrededor del uso y propiedad del agua, sobre todo para el regadío y la bebida (tanto de personas como de animales), pero también
para la evacuación de las residuales.
La relevancia del tema se pone de manifiesto en la existencia de gremios especializados en las conducciones urbanas de distribución y desagüe. En Fez, una de estas corporaciones todavía estaba en funcionamiento en la primera mitad del siglo XX. Parece ser que el sistema de evacuación de aguas residuales en este contexto se basa en la división de las aguas a recoger en pluviales y residuales. A cada uno de los dos tipos le corresponde una canalización y conducción diferentes.
La pervivencia del sistema organizativo después de la conquista se puede ver, por ejemplo, en la redacción de las Ordenanzas de las Aguas de Granada de 1501. Como tantas otras ordenanzas de la época, la atención principal se centraba en el uso del agua para regadío, para lo que se establecen todo un conjunto de normas e instituciones, algunas de las cuales, como el Tribunal de las Aguas de Valencia, perviven hasta la actualidad, considerando de forma colateral la retirada de las aguas residuales.
… en la historia del saneamiento la Edad Media se prolonga casi hasta el siglo XIX
El aumento de población que se había iniciado en la segunda mitad del siglo
XVIII se intensificó en la segunda mitad del XIX, en la que Europa pasó de tener 170 millones de habitantes en 1800 a 300 millones en 1870, concentrados cada vez más en las ciudades, lo que, acompañado del crecimiento de la industria, acabó por saturar los sistemas existentes de evacuación de las aguas residuales, mostrándolos claramente obsoletos.
Las epidemias de cólera y tifus que asolaron repetidamente Europa entre 1830 y 1870, con un punto importante en el Great Stink (Gran Hedor) de 1858 en Londres, llevaron indefectiblemente a una revisión del sistema de gestión de las aguas residuales. De alguna manera se pasaba de un sistema descentralizado a un sistema centralizado de recogida y tratamiento.
En este contexto, la ciudad de Londres fue una de las pioneras en la búsqueda de soluciones gubernamentales para los problemas de salud pública derivados de las aguas fecales. Pero no sólo concibiéndolo como un problema de salud pública, sino también de costes. E. Chadwick, miembro de la Metropolitan Commission of Sewers de Londres, creía firmemente que era necesario mejorar la salud pública para ahorrar. Su informe, The Sanitary Condition of the Labouring Population (1842), marcó un punto de inflexión en las consideraciones sobre salud pública, y entre sus conclusiones destaca la necesidad de buscar la ayuda de la ciencia de los ingenieros, no sólo la de los médicos. Esta “nueva” tendencia desembocó en el diseño de nuevas redes de alcantarillado, en Europa y en Estados Unidos. Así podemos encontrar la de Hamburgo en 1843, la de Chicago en 1850, la de París en 1853 o la de Londres en 1858.
Pero de nuevo fue un inglés el primero en formular una teoría consistente sobre el modo de transmisión de determinadas enfermedades. En 1849 el Dr. Snow publicaba por primera vez su obra On the mode of Communication of Cholera (reeditada el 1855, mejorada después de un
trabajo de campo realizado a partir del brote de cólera de 1854). En esta obra el Dr. Snow demostró que había una correlación entre enfermos y la zona donde habían bebido agua.
La construcción de los sistemas de alcantarillado llevó implícito otro debate: el uso de un sistema unitario en el que las aguas pluviales y residuales utilizan las mismas conducciones, o el de un sistema separativo, en el que se utilizan diferentes conducciones para la recogida de las aguas pluviales y de las aguas residuales.
Este debate ha ido teniendo partidarios y detractores de ambas opciones y, en nuestra opinión, todavía está vigente.
Seguramente porque es un debate en el que hay factores a favor y en contra de cada una de las opciones que van evolucionando con el tiempo, de acuerdo con aspectos como la sensibilidad ambiental, los costes relativos de las diferentes opciones y la interrelación con otros aspectos de la sociedad, como el tipo de urbanización que se va desarrollando.
Un ejemplo interesante es el de los Estados Unidos, donde a finales del siglo XIX la mayoría de los sistemas implementados eran de tipo unitario, hasta que a principios del siglo XX se produjo una revalorización de los de tipo separativo. En buena medida este cambio fue motivado por el crecimiento demográfico y el incremento de urbanización de algunas áreas que, de nuevo, dejaron obsoletos los sistemas de alcantarillado que se estaban utilizando hasta el momento, y que eran insuficientes para absorber las cantidades de agua residual vertidas. El sistema unitario, simplemente, estaba transportando las molestias y los riesgos de salud pública de las áreas urbanas a otras áreas.
Pero la construcción de los sistemas de tratamiento de agua de boca y de aguas residuales eran caros y pocas municipalidades podían asumir los costes. El debate sobre la bondad de construir los dos tipos de instalaciones o solamente la primera, asumiendo que era suficiente para garantizar la calidad del agua de boca, fue encarnizado y con diferentes defensores y detractores, hasta que, este sí, fue decantándose claramente por la necesidad de la realización de los dos tipos de instalaciones, no sólo desde el punto de vista de la salud pública, sino por la presencia de un nuevo actor en el sistema, como fue el medio ambiente. A partir de aquí puede considerarse que se inicia una nueva etapa en los sistemas de saneamiento,
con el desarrollo de un conjunto de tecnologías de tratamiento que de alguna manera son las que han llegado hasta nuestros días.
La preocupación por proteger el agua de boca de la posible contaminación por parte de los sistemas de recogida de las aguas residuales, comenzó a ser el aspecto de la calidad del agua que más impacto tuvo a finales del siglo XIX y principios del XX
1.4 Análisis de la evolución
Del concepto inicial de saneamiento –para reducir la cantidad de agentes productores de enfermedades– se ha ido pasando al de depuración –con la aparición de un nuevo actor, el medio ambiente–
La constatación de que el suministro público de agua era sólo una parte del problema sanitario que provocaba miles de muertes al año, y que se requería también un esfuerzo en el desarrollo de sistemas de saneamiento, se convirtió en un clamor cada vez mayor en Inglaterra.
Un clamor que no sólo incidía sobre los sectores sociales más desfavorecidos que se veían afectados, sino que empezó a afectar a las clases dirigentes, que veían como ello representaba una limitación a la prosperidad económica. Como sigue ocurriendo actualmente, decisiones
tomadas en el ámbito social condicionan los sistemas de saneamiento. Así,
empiezan a aumentar las inversiones en este ámbito, de forma que a finales del siglo XIX, según Caldecott, una cuarta parte de la deuda de los gobiernos locales se debía a gastos relacionados con el agua y el saneamiento. Esta inversión se tradujo a nivel social en una disminución
de la mortalidad infantil y en un aumento de la esperanza de vida.
Estas decisiones estratégicas implicaron a nivel técnico el desarrollo de nuevas tecnologías de saneamiento, que cristalizan en 1914 con la aparición del proceso de lodos activados –también conocido como fangos activados, o lodos activos– que se convierte en la referencia de los sistemas de tratamiento a partir de aquel momento, con diferentes modificaciones
y variantes que llegan hasta nuestros días.
En esencia, el tratamiento de lodos activados constituye la puesta en contacto del agua residual con una población multiespecífica de microorganismos que utilizan la materia orgánica para transformarla
en nueva biomasa, y en energía para el mantenimiento. Para ello, necesitan un aporte de oxígeno, proporcionado habitualmente por equipos mecánicos de aeración, con lo que se obtiene una disminución de la materia orgánica presente en el agua, y por tanto una reducción sobre el impacto en el medio receptor. Este contacto puede hacerse con los microorganismos en suspensión, en cuyo caso se requiere de una posterior etapa de separación, estableciéndose una recirculación de los microorganismos decantados, parte de los cuales son purgados del sistema. El exceso de biomasa generada y purgada del sistema necesita un tratamiento específico que implica el espesamiento, el acondicionamiento, la estabilización y la deshidratación, como procesos que se realizan en la propia estación depuradora, mientras que los procesos de secado final suelen realizarse en instalaciones específicas.
La bibliografía sobre la captación y el tratamiento de aguas residuales es extensa y queda lejos de un texto como el presente. Nos interesa aquí remarcar como estas tecnologías se han ido desarrollando en un proceso simultáneo con las preocupaciones que han motivado su evolución y los indicadores que se han utilizado para identificar el rendimiento de las mismas.
Así, de una preocupación inicial sobre los aspectos sanitarios (de los que deriva el nombre de sistemas de saneamiento) se ha ido evolucionando a aspectos ambientales, y las estaciones de saneamiento se han ido convirtiendo en estaciones de depuración, en las que ya no sólo importan los elementos patógenos, sino también los compuestos que pueden consumir oxígeno al ser vertidos.
Una segunda evolución se produce respecto al impacto ambiental de los
nutrientes, elementos consumidores de oxígeno, pero sobre todo posibles generadores de otros problemas ambientales como la eutrofización.
Ello ha implicado que los sistemas iniciales de lodos activados se hayan ido modificando para reducir las concentraciones de estos compuestos. Ya no se trata sólo de aportar oxígeno para oxidar la materia orgánica, ahora también hay que establecer zona anóxicas para alcanzar la nitrificación y la desnitrificación. Un aspecto interesante es que este proceso se ha llevado a cabo a lo largo del siglo XX y se pueden encontrar testimonios (como el que proporciona Willy Gujer) de personas que han ido viviendo esta evolución
a lo largo de su carrera profesional.
Pero estos cambios se están viendo modificados por un nuevo salto, motivado por una nueva preocupación que conlleva unos nuevos indicadores y que está implicando la aplicación de nuevas tecnologías y en el que estamos implicados una nueva generación de profesionales.
Las bases para un nuevo paradigma están servidas
Una preocupación motivada por la evolución de la calidad de vida alcanzada en las sociedades industrializadas, donde el uso de productos químicos de síntesis para el cuidado de la salud, o simplemente como complemento de la higiene, motiva que aparezcan nuevos compuestos que no son fácilmente degradados en los procesos de lodos activos desarrollados a inicios del siglo XX. Hacen falta nuevas tecnologías, con nuevos procesos biológicos, con tratamientos químicos o con la utilización de membranas, que sean capaces de proporcionar mejores rendimientos, pero todavía con efectos colaterales de mayor complejidad y coste energético.
1.5 El saneamiento, hoy
Actualmente, se pueden encontrar, simultáneamente, tres situaciones en nuestro planeta.
- Hay países cuyo principal problema es todavía evitar las enfermedades transmitidas por agua en malas condiciones. Hay que tener en cuenta que actualmente se cifran en 900 los millones de personas que no tienen acceso a agua potable en condiciones, y que 2.600 millones aproximadamente la mitad de la población del tercer mundo) no tiene acceso a sistemas de saneamiento. Al menos 1,8 millones de niños menores de cinco años mueren cada año debido a enfermedades relacionadas con el agua (water related diseases) aproximadamente el 17% de las muertes en esta edad. Cada año mueren 2,2 millones de personas por problemas diarreicos, de los que se calcula que el 88% son debidos a problemas de calidad del agua.
- Otros países se encuentran en estos momentos haciendo grandes esfuerzos para empezar a depurar sus aguas, eliminando en primera instancia la materia orgánica. Un ejemplo lo constituye la construcción de la planta de Atotonilco en México, en el estado de Hidalgo, que indican que será la mayor del mundo, con su capacidad para procesar 23 m3/s y 12 m3/s adicionales en condiciones de lluvia. Eliminará la materia orgánica, manteniendo los nutrientes en el agua.
- La tercera situación correspondería a aquellos países (por ejemplo la Unión Europea, Estados Unidos, Australia) que ya tienen mayoritariamente resueltos los problemas de conexión a sistemas de saneamiento de casi toda su población, que eliminan de las aguas residuales la materia orgánica, y en muchos casos los nutrientes. Países que en estos momentos están simultáneamente estudiando cual es el comportamiento de estos procesos para eliminar los contaminantes emergentes, y por otro lado están haciendo grandes esfuerzos en investigación para desarrollar nuevos procesos que puedan hacer frente de forma satisfactoria a este nuevo tipo de contaminación.
1.6 Tendencias de futuro. ¿Cambios incrementales o un nuevo paradigma?
En estos momentos se están produciendo diferentes presiones sobre los sistemas de saneamiento, que pueden abordarse de forma individualizada, produciendo cambios incrementales:
- Modificación de las normativas de calidad del agua a la salida del sistema de saneamiento para incorporar los contaminantes emergentes, especialmente aquellos productos derivados del consumo de medicamentos y aseo corporal, con el consiguiente desarrollo de tecnologías que permitan incrementar el tratamiento de estos contaminantes.
- Cambio del concepto de depuración al de regeneración. Que el usuario final del agua (el cliente, en palabras afortunadas de un gestor de sistemas de saneamiento) ya no es sólo el río o el medio receptor, sino que aparece un nuevo agente que es el reutilizador. Se empieza a cerrar el ciclo. El agua ya no vuelve al medio una vez utilizada y saneada/depurada, sino que se destina a usos antrópicos como agricultura, usos ornamentales, riego de jardines y campos de golf, recarga de acuíferos, y para consumo humano.
- Consideración de la problemática de las aguas de lluvia en los sistemas de alcantarillado para reducir su impacto, al tiempo que se mejora el conocimiento de estos sistemas para reducir problemas de olores y corrosión.
A la hora de tomar decisiones hay que tener en cuenta, sin embargo, que estos cambios no son gratuitos.
a) Cada vez que se incorpora un nuevo indicador al proceso de tratamiento,
éste se vuelve más complejo y provoca un aumento de consumo de productos y energía, y sobre todo la aparición de subproductos en el proceso de tratamiento. Un ejemplo claro lo constituyen los fangos generados en el proceso biológico de tratamiento. Las inversiones para tratar los fangos pueden llegar a ser superiores a los de la línea de agua.
b) El impacto ambiental que incide sobre aspectos como la energía, el cambio climático o la huella del carbono.
c) Que el agua puede reutilizarse, pero a medida que se incrementa el número de ciclos en los que interviene, la concentración de elementos recalcitrantes al saneamiento aumenta. Simultáneamente, el agua residual contiene elementos y compuestos que pueden incorporarse a otros ciclos (caso del nitrógeno para cultivos…) y esto se pierde en los actuales procesos
de tratamiento. Estamos gastando energía para pasar los compuestos de nitrógeno a N2 gas, mientras que después gastamos energía para conseguir fertilizantes.
“El reto en aguas residuales no es sólo una amenaza, sino un desafío en el que podemos encontrar oportunidades en empleo, bienestar social y salud”
Su alteza real el príncipe Willem-Alexander de los Países Bajos Presidente de la Junta General Asesora en Agua y Saneamiento de las Naciones Unidas
Ello crea una situación en el que algunos de los problemas se van resolviendo parcialmente pero derivándolos, cuando no aumentándolos, hacia otros impactos (incremento del consumo de energía, generación de subproductos,…).
Autores:
Manel Poch
Ulises Cortés
Joaquim Comas
Ignasi Rodriguez-Roda
Miquel Sànchez-Marrè
Decisiones en los sistemas de saneamiento : un poco de ayuda / Manel Poch … [et al.]. – Girona : Laboratory of Chemical and Environment Engineering (LEQUIA-UdG), Knowledge Engineering and Machine Learning Group (KEMLG), Novedar :
Universitat de Girona. Servei de Publicacions, 2012.
— p. ; cm
ISBN 978-84-8458-382-0
I. Poch Espallargas, Manuel II. Universitat de Girona.
Laboratori d’Enginyeria Química i Ambiental 1. Sanejament
Aigua — Depuració
CIP 628.16 DEC
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