Asentamientos sobre basurales a cielo abierto. Explotación, segregación y expulsión en el manejo de los residuos (Parte 1)
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- El 14 junio, 2013
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RESUMEN
En el presente escrito se realiza una reflexión en torno a la problemática específica de la gestión de los residuos en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina; poniendo el eje en la existencia de basurales a cielo abierto, considerando dónde se encuentran y qué relación tienen con los Rellenos Sanitarios. A partir de allí, se explicita brevemente el modo cómo estos espacios se constituyen en asentamientos humanos.
En primer término, se delinean conceptos para abordar la cuestión ambiental desde las ciencias sociales, desplegando posibles diálogos con otras disciplinas, centrales para su comprensión. En segundo lugar, se detallan las políticas de la gestión de los residuos, y sus vinculaciones con la presencia de basurales a cielo abierto. Finalmente, se presenta una interpretación sobre las vinculaciones entre basurales y asentamientos, y sus consecuencias a nivel ambiental y social.
Palabras clave: basurales Q53 – asentamientos R21 – segregación – América Latina N96
1. INTRODUCCIÓN
En el presente escrito se realiza una reflexión en torno a la problemática específica de la gestión de los residuos en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina; poniendo el eje en la existencia de basurales a cielo abierto, teniendo en cuenta dónde se encuentran y qué relación tienen con los Rellenos Sanitarios. A partir de estas consideraciones, se presenta brevemente el modo cómo estos espacios se constituyen en asentamientos humanos, y sus consecuencias a nivel ambiental y social.
El contexto histórico de Argentina, y particularmente el Área Metropolitana de Buenos Aires, muestra una falta de adecuación de la planificación urbana a las necesidades sociales.
Particularmente, en la segunda mitad del siglo XX se ha producido una urbanización de crecimiento exponencial con superposiciones de usos del suelo (industrial, residencial, urbano y rural), que no ha encontrado correspondencia con el aumento de infraestructura. En la década del noventa, la preeminencia del criterio de la renta urbana junto con la desregulación de los mercados internos, la privatización de servicios públicos y la quita de subsidios estatales de fácil acceso produjo la ampliación de las zonas suburbanas en la forma de “Barrios Privados”2 para quienes pudieran costearlo. Este tipo de urbanización avanza al ritmo de la renta del suelo, y se generan grandes negocios inmobiliarios mediante la compra de terrenos que no son de uso urbano, y que son vendidos una vez que el Estado los reclasificó como tales. Estos barrios están en consonancia con la configuración de la ciudad pensada para el automóvil, en detrimento del transporte público mediante la construcción de autopistas en el último gobierno de facto de 1976, y una falta de planificación de los servicios urbanos para el crecimiento poblacional en la ciudad, ligado a la desarticulación de economías regionales.
A su vez, muchos terrenos vacantes, en zonas ambientalmente desfavorables de los bordes de la ciudad de Buenos Aires, han ido ocupándose con Sitios de Disposición de Residuos (SDR) con arrojo no controlado, llamados comúnmente “basurales a cielo abierto”, según la dinámica de la gestión que se detallará en el Apartado 3. En estos casos, el rasgo definitorio es la presencia de basura en el territorio; a la vez que muchos de los SDR generados en la región se deben a la dinámica de disposición de residuos de la Ciudad de Buenos Aires en el conurbano.4 Entonces, el sistema que debe tenerse en cuenta para el análisis pasa de ser “la ciudad” a la región. Así, se ve cómo la transformación de los basurales en asentamientos está íntimamente relacionada con la problemática de la vivienda a nivel regional, resultando en que la zona sur de la ciudad en sus límites con el conurbano se presenta como una solución conveniente, siendo de alto valor por su cercanía a los recursos de la ciudad, pero plena de “vacíos”, relegada relativamente (y cada vez en menor medida) del mercado inmobiliario formal por estar altamente degradada a nivel ambiental.
Es así como la articulación de estas temáticas permite comprender la segregaciónsocioespacial en tanto lógica de distribución de los bienes y personas en el espacio social, y cómo se instalan lógicas de valorización propias del capital, a modo de contextualización de la producción de cuerpos y sensibilidades disponibles/disponibilizados.
El estudio se basa en la investigación llevada adelante desde el año 2007, en la que se examinaron los SDR, profundizando en tres estudios de caso para los análisis de riesgo.
Además, se profundizó en el crecimiento y construcción de dos barrios en la zona sur, Partido de Lomas de Zamora. En los años 2007 y 2008, se trabajó en mapeos de la zona del AMBA, identificando a través de Sistemas de Información Geográfica los basurales a cielo abierto, y realizando su caracterización territorial y demográfica (en el marco del proyecto interdisciplinar con financiamiento UBACyT, en el Centro de Información Metropolitana, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires).5 Luego del análisis de riesgo citado, entre los años 2008 y 2011 se realizaron visitas a los dos barrios seleccionados para el estudio en profundidad donde se llevó a cabo el análisis de riesgo, totalizando 27 Entrevistas en profundidad a 12 mujeres y 8 varones (con financiamiento del CONICET).
La exposición se ordena del siguiente modo. En primer término, se delinean conceptos para abordar la cuestión ambiental desde las ciencias sociales, desplegando brevemente diálogos con otras disciplinas que resultan centrales para su comprensión. En segundo lugar, se detallan las políticas de la gestión de los residuos, y sus vinculaciones con la presencia de basurales a cielo abierto. Luego, se presenta brevemente una interpretación sobre el modo cómo estos espacios se constituyen en asentamientos humanos y sus efectos. Finalmente, se cierra con reflexiones apoyadas en lo presentado previamente.
2. LA EXPLOTACIÓN DE LA NATURALEZA Y SU COMPRENSIÓN
Para indagar en este fenómeno, el estudio se enmarca en la concepción de la contemporaneidad signada por una agudización de la explotación propia del sistema económico capitalista. Dicha lógica de explotación opera tanto en los hombres como en la naturaleza. Según remarca John Bellamy-Foster en su libro La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza, “Sin embargo, no era solamente en relación con la agricultura y las grandes propiedades donde se producía un antagonismo entre el sistema de la propiedad privada y la naturaleza. También se podía apreciar una degradación ecológica, según manifestaba Marx en sus Manuscritos económicos y filosóficos, ‘en la contaminación universal que se está
originando en las grandes ciudades. […] Incluso la necesidad de aire fresco ha dejado de ser una necesidad para los obreros. El hombre vuelve a vivir en una caverna, pero la caverna ahora está contaminada por el aliento mefítico y pestilente de la civilización. Más aún, el obrero no tiene más que el precario derecho a vivir en ella, ya que para él es un poder ajeno, que puede serle retirado cualquier día y puede desahuciársele en cualquier momento si no logra abonar la renta. Verdaderamente tiene que pagar por permanecer en este depósito de cadáveres. […] La suciedad –esta corrupción y putrefacción del hombre, la cloaca (esta palabra debe entenderse en su sentido más literal) de la civilización- llega a ser un elemento vital para él. El abandono universal, antinatural, la naturaleza putrefacta, se convierten en elemento de vida para él.” (destacados en el original. Bellamy-Foster 2000, 124).
Consecuentemente, ambos niveles de explotación se conjugan en las condiciones de vida de la población parte de esta investigación. Espacios considerados “la suciedad” en la sociedad (los basurales: “la quema”, lagunas devenidas depósito de aquello descartado, baldíos, espacios del mercado “negro”, etcétera), devienen no solo en un elemento vital, sino en el elemento de vida deseable en tanto mejoramiento de una situación previa. Desentrañar cómo se articula este devenir es fundamental para la comprensión de la explotación de la naturaleza y la segregación urbana. Esta articulación puede darse indagando en su funcionamiento como parte de los dispositivos de regulación de las sensaciones, constitutivo de las políticas de las emociones de la actualidad.
Antes de profundizar en dichos dispositivos, y para comprender su centralidad es necesario contextualizar el funcionamiento del sistema económico-social actual. Tomando los estudios del geógrafo David Harvey se puede afirmar que, “El neoliberalismo se ha convertido en un discurso hegemónico con efectos omnipresentes en las maneras de pensar y las prácticas político- económicas hasta el punto de que ahora forma parte del sentido común con el que interpretamos, vivimos, y comprendemos el mundo. (…) Aunque el neoliberalismo ha tenido una efectividad limitada como una máquina para el crecimiento económico, ha logrado canalizar riqueza de las clases subordinadas a las dominantes y de los países más pobres a los más ricos. Este proceso ha involucrado el desmantelamiento de instituciones y narrativas que impulsaban medidas distributivas más igualitarias en la era precedente” (Harvey 2007).
Dentro del neoliberalismo como marco a nivel mundial, la explotación se acentúa pasando a una lógica de depredación (Scribano 2008b, 2009a). Dicha lógica se cristaliza en las relaciones sociales que se instancian en la situación actual del capitalismo mundial y que conjugan la depredación de la “naturaleza” con las sensibilidades sociales. Es decir, la configuración de la sensibilidad es una vía de explicación de la manera como se desarrollan las relaciones sociales en el marco de la depredación. De este modo, la sensibilidad se articula en la experiencia de/en el mundo. Esta incorporación y configuración se explican desde la idea de que “La estrategia general del capital ha sido mantener a un número importante de la humanidad en condiciones límites de su reproducción material como garantía de su poder… la posibilidad de sobre-vivencia del ser humano es el rehén del secuestro experiencial6 que implica tener sólo la fuerza de trabajo para intercambiar en el mercado.” (Scribano, 2005).
Volviendo a Harvey, dada la importancia de la hegemonía en la dimensión material de la experiencia ligada al tiempo, el espacio y el dinero, esa experiencia es constituida dentro de una “expansión imperial”. Según este autor, desde la década de 1970 se ha dado un giro al posmodernismo tras el cambio sustancial en la experiencia social. Por su parte, Anthony Giddens explicará que la citada experiencia social está caracterizada por un desanclaje, en tanto proceso central en “el dinamismo extremo de la modernidad”, que produce un “corte en las conexiones que existen entre la actividad social y su ‘anclaje’ en las particularidades de los contextos de presencia.” (Giddens 1993, 31). Este autor, junto con Zygmunt Bauman refieren a la actualidad como la modernidad (frente a los planteos de posmodernidad) reflexiva; realidad caracterizada como “nueva modernidad” en términos de Ulrich Beck.
Antes que agotar esta discusión teórica, que sirva de puntapié para pensar que esa reflexividad implica que la reflexión misma está sujeta a revisión y a elecciones permanentes por parte de los agentes sociales, dando espacio así a la incertidumbre que caracteriza la actualidad.7 Dicha revisión pone en cuestión el supuesto control tecnológico sobre la vida, haciendo que el plano de las “decisiones” sobre las opciones de vida se torna central. Según autores como Beck y Scott Lash, este control está en jaque en lo que definen como la sociedad del riesgo.8 A partir de lo establecido, plantean que “Ya no es posible externalizar los riesgos en la sociedad del riesgo mundial.” (Beck 2000, 13). El autor dirá que, “Cuanto más intentamos ‘colonizar el futuro’ con la ayuda de la categoría de riesgo, más se escapa a nuestro control” (13). En este sentido, según Giddens en la modernidad se produce un “fenómeno de doble filo”, dadas las problemáticas de la “seguridad frente al peligro” y la “fiabilidad frente al riesgo”. Es decir, se hace necesario determinar por un lado el grado de seguridad de la población con relación a ciertos peligros potenciales; y a su vez, frente a los peligros realmente presentes, el grado de “fiabilidad” en sus determinaciones y acciones de mitigación de los riesgos implicados. Cada vez más “El riesgo no es solo una cuestión de acción individual. Existen también ‘ambientes de riesgo’ que afectan colectivamente a enormes masas de personas… La experiencia de seguridad descansa corrientemente sobre el equilibrio alcanzado entre la fiabilidad y un riesgo aceptable.” (Giddens 1993, 44).
Entonces, en una sociedad del riesgo, ¿de qué modo determinar los peligros y enfrentar las situaciones de riesgo? Desde la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA Environmental Protection Agency) se desarrolló el Análisis Comparativo de riesgos, del que: “Su objetivo general es identificar y atender las áreas de mayor riesgo ambiental, de modo que se establezca un marco de referencia para la definición de las prioridades ambientales en el proceso de toma de decisiones, basado en la ciencia, la política y el análisis económico. En este método, el riesgo ambiental se clasifica en tres tipos diferentes: riesgo sobre la salud, que a su vez se divide en dos grandes grupos: la exposición a sustancias cancerígenas y la exposición a sustancias no carcinogénicas; riesgo sobre el medio ambiente, cuando hay amenazas a especies individuales, el hábitat, la diversidad de especies y sus interacciones; y riesgo a la calidad de vida, cuando hay amenazas a la estética de un lugar, al bienestar económico o a la igualdad en la distribución de costos y beneficios en una comunidad (tanto en el presente como respecto a generaciones futuras), o cuando se amenaza la tranquilidad, la recreación y la identidad de un grupo, entre otras.” (Schutz et al 2008, 281). Desde esta perspectiva, se busca aprehender la relación entre:
- las situaciones externas de “peligro”, también referido como amenaza en la literatura especializada, que en el caso de los basurales a cielo abierto es un aspecto inherente al fenómeno mismo ─sea natural o manipulado técnicamente─, planteadas por las condiciones de asentamiento y uso del espacio,
- las situaciones derivadas de riesgo (probabilidad de ocurrencia de cierta situación peligrosa, en este caso la probable presencia de metales pesados en concentraciones significativas, cfr. Cittadino et al 2012), y
- las situaciones de “vulnerabilidad” entendida genéricamente como la mayor propensión a experimentar riesgos por parte de los grupos que van quedando al margen de las estructuras económicas.9
Con todo, actualmente en la teoría social hay múltiples concepciones del riesgo, y de su importancia y relaciones con otros factores. En el campo local de conocimiento, una visión que relaciona en un mismo nivel amenaza-riesgo-vulnerabilidad, este último concepto se incluye como un componente social y refiere a los distintos tipos de factores que derivan de la actividad humana y funcionan como condiciones intervinientes para incrementar el daño que ciertos fenómenos pueden causar.10 Desde esta perspectiva, el riesgo resulta de relacionar peligro (o amenaza) con la vulnerabilidad. En una perspectiva sociológica, Hilda Herzer refiere a amenaza como la probabilidad de la ocurrencia de un evento desencadenante del desastre.
Pero el desastre entendido como proceso no es un evento sino que evidencia la creación de condiciones de riesgo en el tiempo, que actualiza el grado de vulnerabilidad de una sociedad.
Bajo este enfoque, el desastre es un continuo que incluye la generación de las condiciones de riesgo, la emergencia, y sus posteriores efectos sobre el territorio, la economía, la sociedad y la política… El riesgo es una condición latente o potencial y su nivel o grado, depende de la intensidad probable del evento desencadenante y de los niveles de vulnerabilidad existentes.
Para que exista un riesgo, debe haber tanto elementos detonadores (sean de orden natural, socionatural, antrópico y/o tecnológico), como una población vulnerable a sus impactos (…)
Las condiciones de vulnerabilidad están representadas por la pobreza, la desorganización social (en términos de una organización social que niega la relación con el ambiente, o entre sectores sociales o, directamente, con ciertos aspectos de las realidad), las ideologías fatalistas, la ausencia de sistemas institucionalizados de seguridad ciudadana, la falta de controles y normativas sobre el uso del suelo urbano, el nivel de cobertura de los servicios públicos y mantenimiento de la infraestructura urbana, entre otros aspectos (Herzer 2002, 3 y ss).11
Desde este enfoque se plantea una distancia entre la idea de “catástrofe” entendida como una situación originada por cuestiones puramente ambientales, y se refiere a desastres en estrecha relación con las condiciones previas a cierto evento; antes que eventos, los desastres son continuos, por lo que sus consecuencias tienen total relación con decisiones ligaras al poder político, y como se verá a lo largo de la tesis, ciertas disposiciones en el nivel de los sujetos, resultantes de la operación de formas sociales de dominación a nivel del sistema social.
Tomando estudios apoyados en el campo disciplinar de la Geografía, Claudia Natenzon entiende al riesgo como “la probabilidad de resultados imprevistos, consecuencias poco anticipables que se derivan de decisiones, omisiones o acciones de grupos sociales”(Natenzon, 2007; véase también Funtowicz, 2004; Barrenechea et al 2000; Natenzon, González, Barrenechea, Gentile, s/d). Lo fundamental aquí es que el riesgo es cuantificable, ya que cuando no es posible realizar esta estimación se habla de incertidumbre. La catástrofe en este marco sería la actualización del riesgo. El peligro, propio de un fenómeno, es entendido socialmente: si daña a alguien, es peligroso. Luego, se analizará la vulnerabilidad de ese sujeto/s potencial o realmente dañado/s. El peligro y la vulnerabilidad se plantean a un mismo nivel, como primera aproximación al riesgo. Luego, al desarrollar las relaciones temporales de ambos aspectos, se llega a la exposición y la incertidumbre. La “exposición” es la combinación en el territorio de los aspectos peligrosos ─propios del ambiente─ con los aspectos vulnerables –de la sociedad. Aquello que se desconozca acerca de la vulnerabilidad y la peligrosidad de un fenómeno es considerado como un nuevo nivel, el de la incertidumbre. Desde este enfoque se habla de riesgo como una construcción histórica de condiciones inseguras, compuesto por cuatro dimensiones: peligrosidad (inherente al fenómeno, en este caso, la contaminación efectiva encontrada en los SDR); la vulnerabilidad (condiciones socioeconómicas, nivel de organización de instituciones preventivas); exposición (distribución de lo potencialmente afectable –interrelación de peligro y vulnerabilidad); incertidumbre (indeterminaciones tanto técnicas como normativas).12
Con todo, la vulnerabilidad13 es la más ampliamente analizada desde las ciencias sociales.14–15
A su vez, la incertidumbre es fundamental a la hora de plantear interpretaciones de los fenómenos, ya que entran en juego intereses y poderes que tenderán a reducir, o no, el grado de incertidumbre. La delimitación de prioridades ambientales resulta central en el contexto del país, con pocos recursos para investigación y poca disponibilidad de datos epidemiológicos.16 Consecuentemente, si bien es cierto que hay un punto en que ya no es posible externalizar los riesgos dadas las consecuencias a escala planetaria de posibles accidentes, desastres o catástrofes, sectores subalternizados históricamente están sufriendo la colonización no solo de su futuro sino de su presente, en el momento en que se logra externalizar parcialmente dichos riesgos trasladando sus fuentes y consecuencias a sociedades con umbrales de soportabilidad más altos.
En este sentido, la capacidad de elección planteada en la modernidad reflexiva sufre cuestionamientos en el contexto local. Dicho equilibrio entre fiabilidad y aceptabilidad del riesgo son puestos en cuestión en contextos en los que no hay tal posibilidad de ejercer una decisión sobre los riesgos que se asumen, con las herramientas requeridas para su conocimiento. En palabras del mismo Giddens, “En la modernidad tardía, el acceso a los medios de realización del yo es a su vez uno de los principales focos donde se centra la división de clases y la distribución de las desigualdades más en general.” (Giddens 1993, 286).17 Más aún, esta distribución de las desigualdades no funciona linealmente en el sentido de que países del “tercer mundo” quedan excluidos, sino que los capitales que se da una división de clases al interior de cada sociedad, donde siempre (tanto en el “centro” a nivel mundial como en las periferias) se dan divisiones centro-periferias, es decir, desigualdades regionales. Así, en los términos de la teoría social “central”, a nivel mundial se establece un nuevo imperialismo marcado por la acumulación por desposesión (Harvey, 2002), en el que aquella elección no se da igualmente en partes de la sociedad que ocupan lugares subalternos en la geopolítica mundial. Esta dominación en el contexto neocolonial del caso en análisis de un país dependiente, resulta en que operen mecanismos de soportabilidad social para controlar la acción colectiva, naturalizando la realidad y deshistorizando las circunstancias, haciendo que la sociedad funcione como un “siempre-así” (Scribano, 2005, 2008b, 2009b, 2009c).
Dentro de una relación centro-periferia, esta dinámica puede ser caracterizada en términos de expansión imperial, marcada por la extracción de plusvalía energética de los cuerpos disponibles y en condiciones de disponibilidad social. Allí se despliegan los citados dispositivos de regulación de las sensaciones y mecanismos de soportabilidad social: “Los dispositivos de regulación de las sensaciones consisten en procesos de selección, clasificación y elaboración de las percepciones socialmente determinadas y distribuidas. La regulación implica la tensión entre sentidos, percepción y sentimientos que organizan las especiales maneras de “apreciarse en el-mundo” que las clases y los sujetos poseen… Los mecanismos de soportabilidad social del sistema no actúan ni directa ni explícitamente como “intento de control”, ni “profundamente” como procesos de persuasión focal y puntual. Dichos mecanismos operan “casidesapercibidamente” en la porosidad de la costumbre, en los entramados del común sentido, en las construcciones de las sensaciones que parecen lo más ‘íntimo’ y ‘único’ que todo individuo posee en tanto agente social.” (subrayado propio, Scribano 2009, 93-4).
Por todo lo antedicho, se considera que la expansión imperial en cuanto al funcionamiento del aparato extractivo hacia la expropiación de bienes comunes (Scribano 2008b, 2009a), y funcionamiento de los mecanismos de soportabilidad social, se da en combinación con una lógica de invisibilización de ciertas experiencias vitales. Como muestra de dicha expansión imperial, hay numerosos estudios de las consecuencias de las acciones de empresas sobre territorios y poblaciones específicas. Es clara la lógica de valorización que lleva adelante el capital, y como se da la distribución de los “costos”.18
Estos “costos”, entonces, pueden ser caracterizados como un “retorno a la incertidumbre” en la referida sociedad de riesgo, mundial en cuanto a pérdida de confianza en las instituciones del “mundo industrializado” para controlar y contener (y conocer, se debería agregar)19 las consecuencias amenazadoras que ellas engendran: “de manera transversal a las clases de ingresos─ las biografías del bienestar se convierten en biografías de riesgo, que pierdan la seguridad material futura y la identidad social” (Beck 1999, 23). A su vez, dichos riesgos deben ser analizados en cruce con las lógicas de expansión imperial. De este modo, como se argumenta, en el contexto dependiente de la sociedad en análisis, el citado desanclaje de la actividad social y sus puntos de apoyo tendrá particularidades en ese proceso entendido como proceso encarnado, donde se produce un desplazamiento no ya solo en el nivel citado de los contextos de presencia, sino en el sentido de que se dan escisiones en la percepción espaciotemporal (cada una en sus particularidades) de los posibles efectos de ciertas prácticas a nivel subjetivo, resultando en una forma más de dominación y violencia simbólica.
En el caso de la realidad social argentina, se ve cómo la citada expansión toma forma por un lado, en dinámicas expulsivas del ámbito rural (Teubal, Domínguez, Sabatino 2005; Palau2009), conflictos ambientales referentes a grandes emprendimientos que degradan tanto naturaleza como sus comunidades (Alimonda, 2011; Escobar, 2010; de Souza Santos, 2010); y una crisis habitacional a nivel urbano, con un fuerte crecimiento de los llamados barrios informales, referido genéricamente como hábitat popular, según veremos en el Apartado siguiente.
Se pueden citar experiencias de movilizaciones y alerta social que dan cuenta de la incertidumbre y conflictos alrededor de las consecuencias desconocidas y sospechadas de peligrosidad de este tipo de empresas y modelos productivos. Solo por nombrar algunos temas más estudiados, cabe destacar las investigaciones en posibles daños del uso extendido de OGM Organismos Genéticamente Modificados y de plaguicidas relacionados, dentro del llamado paquete tecnológico para la actividad agrícola en un modelo de corrimiento de la frontera agropecuaria (Grinberg, 2011; Teubal Domínguez Sabatino, 2005); los casos de explotaciones mineras con tecnología a cielo abierto (Alimonda, 2011);20 las discusiones en torno a las fábricas de pasta celulosa de gran repercusión y debate entre 2005 y 2010 (Sejenovich, 2006; Merlinsky, 2009, s/d). Más en relación con la temática analizada, en el país a nivel urbano el caso paradigmático de una acción contra los daños ocasionados por una empresa es el analizado en libro Inflamable, de Javier Auyero y Débora Swistun (2008), en el que en nombre de la población de Villa Inflamable, Beatriz Mendoza elevó una demanda a la Shell y al Estado Nacional por los daños producto de vivir y trabajar en el polo petroquímico, en el límite sur de la ciudad. Allí analizan la violencia simbólica vinculada a esta experiencia de “sufrimiento ambiental”, y plantean una forma de incertidumbre “tóxica”, y los silenciamientos que lo aumentan. Otro caso, directamente relacionado con la basura, es el de las Madres de las Torres, mujeres organizadas ante la preocupación por la alta incidencia de casos de cáncer en niños de la zona del Relleno Sanitario de Villa Domínico, partido de Quilmes (véase http://madresdelastorres.ar.tripod.com/pagina04.html; para un análisis detallado cfr. Fernández Bouzo et al 2007, y véase Merlinsky 2010 para un estudio en términos de los enrolamientos y conflictos y “controversias” en torno a los rellenos sanitarios).
Estos son solo ejemplos de los casos en los que las fuentes de los contaminantes son claramente detectables.21 Revisten central importancia dado que se generan dinámicas de negociación específicas, que ─aunque de otro modo─ también ponen en evidencia cómo funcionan los citados dispositivos. El valor diferencial dado a la vida por cada uno de los lados de la negociación es cristalizado en las luchas sociales encarnadas y sostenidas a lo largo de los años. En este sentido se debe hacer referencia al conceptualizado como “Racismo ambiental”, que engloba el efecto de la segregación (entendida según se explicita a continuación) cruzada con condiciones ambientales degradadas. Según explica David Pellow:
“Conocido indistintamente como racismo ambiental, desigualdad ambiental o injusticia ambiental, este fenómeno ha capturado gran atención por parte de académicos en años recientes.” (Pellow 2006, 17; traducción propia).22 La Justicia Ambiental es una categoría utilizada incluso por la citada Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Ha incluido en sus consideraciones que tanto las cargas como los beneficios sean distribuidos uniformemente. En Brasil, es definido como “el mecanismo por el cual sociedades desiguales, del punto de vista económico y social, destinan la mayor carga de los daños ambientales del desarrollo a las poblaciones de baja renta, a los grupos sociales discriminados, a los pueblos étnicos tradicionales, a los barrios obreros, a las poblaciones marginalizadas y vulnerables” (www.justiciaambiental.org.br; véase XXXX 2011a).
Así, y a la vez que existen voces de alerta y movilizaciones tanto a nivel de ámbitos vecinales, regionales, incluso globales, como del campo académico, el objetivo de estas páginas es el de poner el foco en aquellas prácticas sostenidas cotidianamente, las que en la “porosidad de la costumbre” decantan y son incorporadas “casi desapercibidamente”, aplazando el límite de lo sentido como riesgo para la propia vida, resultando en la reproducción de la desigualdad social tanto en su actualidad como (y sobretodo) en sus posibilidades a futuro. Consecuentemente, a continuación explicitamos el sistema de gestión de los residuos, tendiendo un puente hacia el problema central de la segregación socioespacial manifestado en los asentamientos sobre SDR.
1 Doctora en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Licenciada en Sociología, UBA. Becaria Postdoctoral CONICET. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
2 Nótese la contradicción en los términos. Quisiéramos resaltar aquí el sentido que los entrevistados dan al barrio privado por el hecho de una propiedad privada; es decir, de un propietario particular, y que ellos ocupan. Véase especialmente el libro de María Carman Las trampas de la naturaleza, 2011.
3 En palabras de Francesc Muñoz, “Buenos Aires, la ciudad y el espacio metropolitano, aparece hoy día como ciudad ‘cuarteada’; un espacio urbano en el que las fisuras físicas en la trama urbana y las fracturas sociales entre sus habitantes configuran una inalcanzable secuencia de espacios separados. Un espacio urbano rasgado y discontinuo, donde las líneas que dibujan esas brechas físicas y humanas, representan una nueva cartografía de lo urbano, común por otra parte al conjunto del país.” (2008, 131). La imagen es clara para comprender el contexto. Pero desde esta mirada se ve la división entre las brechas físicas y humanas, sin plantear la centralidad de su co-constitución, donde no se puede entender una sin comprender que hacen parte del mismo proceso.
4 Como se desarrolló en XXXX et al 2011a, la temática del “mapeo” es de suma importancia en cuanto implica una complejidad epistemológica (cfr. Funtowicz, 1994). Por lo pronto, al referir a regiones, mapeos y construcciones sociales, es esencial comprender que en la constitución misma de los SDR se manifiesta quién merece los espacios, y quien merece un ambiente sin la basura que genera; quién debe soportar su presencia (tanto de la propia basura como de la del centro principal de consumo).
5 Los resultados de dichos trabajos de investigación están en El Atlas de la Basura, Cittadino et al (2012).
6 Véase también lo expuesto por Giddens (1997) para ampliar esta noción. Brevemente: “La tendencia de la modernidad hacia el control, por lo que respecta a la reproducción social y a la identidad del yo, tiene ciertas consecuencias características en el plano de la experiencia moral. Me referiré en general a estas consecuencias con la expresión de experiencia secuestrada. Este fenómeno está directamente ligado al carácter internamente referencial de la vida social y el yo” (Giddens 1997, 191). Y este análisis lo llevara a la pregunta tanto por la condición como por sus efectos: “¿Cuál es el efecto del secuestro de la experiencia? (…) Ese secuestro es la condición del establecimiento de amplias áreas de relativa seguridad en la vida cotidiana en condiciones de modernidad. Su efecto (…) es el de reprimir un conjunto de componentes morales y existenciales básicos de la vida humana que quedan, por así decirlo, relegados contra los bordes.” (Giddens 1997, 212; destacados en el original). En este análisis la experiencia de secuestro está vinculada a las instituciones de secuestro, mientras que desde la perspectiva del “secuestro experiencial”, opera en múltiples niveles de la vida social.
7 Bauman (2001) habla incluso a una “economía política de la incertidumbre”.
8 El concepto de “riesgo” pasó de las ciencias naturales y el control de sistemas tecnológicos a gran escala a las sociales, sobretodo en relación con los conflictos ambientales generados por dichos sistemas tecnológicos. Así, en la década de 1980, las ciencias sociales lo describieron como característico de la sociedad moderna y su particular dinámica de toma de decisiones, desde Mary Douglas, Scott Lash y la teoría cultural, hasta Ulrich Beck, Anthony Giddens, y Niklas Luhmann. Véase Kaemper, 2002; Beck, 2000; Montenegro, 2005.
9 Dentro de una perspectiva sistémica, el concepto de vulnerabilidad es utilizado tanto por la física como por la ecología, y más recientemente para los estudios en desastres ambientales y de los cambios climáticos (Firpo de Souza Porto, 2007). Se abre la problematización de la relación individuo/sociedad-entorno, el “entre”, y el modo como “el individuo y su entorno” se co-constituyen, co-configuran, ahondando en ese “y”, no en tanto línea evolutiva sino en direcciones múltiples a modo de espiral en el espacio.
10 La superposición de dimensiones de riesgo en esta mirada habilita un enfoque en que “el medio ambiente deja de ser sólo un problema de contaminación ambiental o de deterioro de los recursos naturales y pasa a ser un problema referido a la utilización y distribución de los recursos, a la forma en que se toman las decisiones al respecto, quiénes las toman y en función de qué intereses”. En este sentido, Merlinsky explicita que de hecho se ha instalado una “agenda marrón” en los estudios ambientales en los últimos años, con referencia a la certeza de que dichos estudios necesariamente deben hacer referencia al hecho de que “hay una desigual distribución de los costos ambientales entre el primer mundo y los países en desarrollo (Cherni, 2001). En países en desarrollo como la Argentina, la presión ambiental originada por la contaminación, con mayor frecuencia se descarga sobre poblaciones residentes en las proximidades de las áreas de localización industrial (o ex localización) generando mayores niveles de riesgo entre la población que experimenta vulnerabilidad social.” (Merlinsky 2006, 1). Es intención de la presente investigación aportar en este sentido, problematizando a la vez que son países donde opera un extractivismo y depredación en términos coloniales renovados.
11 Por su parte, Joaquín Bosque Sendra (1995) distingue tres componentes humanos del riesgo: la vulnerabilidad, la exposición y la respuesta. La primera refiere al potencial de una sociedad para experimentar graves daños en caso de catástrofe y está relacionada con factores como el desarrollo económico, la normativa industrial, la existencia de sistemas de protección civil, entre otros. La exposición hace referencia al número de personas en situación de ser afectadas por el riesgo; y la respuesta es el grado en que la sociedad actúa para prevenir, evitar o reducir los perjuicios derivados del riesgo. Herzer coincide en la importancia de los procesos sociales, económicos y políticos que determinan la capacidad de cada sociedad para enfrentar situaciones de desastre. Esta capacidad está ligada a su vez a la vulnerabilidad.
12 Esta temática fue trabajada parcialmente en XXXX 2009d y XXXX et al 2011b.
13 Gustavo Wilches-Chaux realizó un pormenorizado estudio de la vulnerabilidad en “La Vulnerabilidad Global” (1988), en el cual distingue diez tipos o niveles de vulnerabilidad, que “en su conjunto contribuyen a determinar la propensión de un elemento de la estructura social a sufrir daños y encontrar dificultades en su recuperación o reconstrucción autónoma.” A partir de los planteos de este autor, se hace referencia a la vulnerabilidad: localizacional, económica, social, organizacional, institucional, ecológica, educativa, cultural, estructural y política. Por su parte, según lo planteado por Díaz Barriga, el estudio de la vulnerabilidad involucra diversos niveles: heterogeneidad social (actores involucrados), relaciones sociales y variables relacionadas a los fenómenos generadores del peligro; dentro de los cuales es fundamental el de las relaciones sociales que construyen las nociones de vulnerabilidad y riesgo. Los indicadores de vulnerabilidad social en una comunidad para este autor son: insuficiente atención médica, viviendas que tuviesen piso de tierra, sin acceso a agua potable ni a drenaje, desempleo importante, localización en áreas endémicas de enfermedades transmisibles, sin centros de educación elemental, entre otros (cfr. Díaz Barriga 1998).
14 En los estudios de riesgo social, se aplica el Índice de vulnerabilidad social, que combina 10 indicadores de 3 dimensiones: Condiciones socioeconómicas: población analfabeta, población desocupada, población sin cobertura de salud. Calidad de Vida: NBI, falta de cloacas, falta de agua potable, falta de transporte. Demográfica: población vieja, joven, y jefatura femenina del hogar. Dada la falta de datos recientes, en el marco de la “Evaluación de Riesgo para la Salud por ingestión de suelos en SDR” realizado en el CIM, no se pudo elaborar dicho índice de manera certera para los sitios en estudio, donde además de la falta de datos hay un permanente crecimiento de los barrios y su población.
15 Es importante tener en cuenta que en estas perspectivas se habla de vulnerabilidad respecto de una peligrosidad específica. No se ve como sinónimo de pobreza, sino como actuando en diferentes esferas. Esto es importante para no estigmatizar poblaciones, y para no congelar interpretaciones. Es decir, alguien puede ser vulnerable en un aspecto y no en otro. En su definición actúan aspectos políticos, institucionales, culturales, educativos, y específicos de la percepción del riesgo. Aquí se presenta el nivel fundamental y que lleva a estudiar prácticas, ya que la forma en que la gente percibe los fenómenos condicionará sus acciones y discursos.
16 Como se especificó en XXXX (2009d), en los términos antedichos y como conclusión general para el estudio de los sitios de disposición de residuos, se debe considerar el asentamiento sobre SDR como un desastre continuado en el tiempo, de la no recuperación de los SDR y su saneamiento como una forma de catástrofe crónica (a pesar de la contradicción), desastre cotidiano según Marcelo Firpo (2007). Al hablar de catástrofe crónica, frente a una catástrofe como evento, es más grave aún que estas formas de prevenir y reaccionar (a ‘eventos cotidianos’ de encuentro con la contaminación) no sean adecuadas a los riesgos. Y en los SDR vemos combinada la alta probabilidad del riesgo con la máxima vulnerabilidad, es decir, con situaciones más urgentes como el desempleo (que en muchos casos se zanja con el trabajo en la recuperación de materiales de la basura) y la falta de viviendas adecuadas, justamente, sobre los SDR.
Si el riesgo es la catástrofe hecha acto, en este marco se ve un aumento de la vulnerabilidad social (condiciones previas a la catástrofe) en tanto dimensión del riesgo. En este contexto, Firpo refiere a la importancia del mapeo de situaciones de vulnerabilidad social, definida como una reducción de la capacidad de anticipar, sobrevivir, resistir a impactos de eventos desastrosos (cfr. Firpo, 2007). Otro antecedente es el de los estudios realizados en Bariloche, provincia de Río Negro, donde las autoras discuten paralelamente el riesgo ambiental y el riesgo social con referencia a la tenencia de la tierra (Caram y Pérez, 2006).
17 A este factor fundamental de la desigualdad, que aquí caracterizamos en términos de dominación, cuando hay cierta posibilidad de elección, desde lo propuesto por Mary Douglas, “’la cognición de peligros y la elección de los individuos ante determinados riesgos tienen más que ver con las ideas sociales de moral y justicia que con ideas probabilísticas de costos y beneficios en la aceptación de los riesgos’” (Douglas y Wildavsky, Riesgo y cultura, en Merlinsky, 2010). A su vez, estas ideas sociales de moral y justicia responden por un lado a lo que se ha llamado “lenguajes de valoración” (Martínez-Alier, 2004), que deben ser tenidos en cuenta para valorar la naturaleza, complejizando así su proceso de valorización económica, que no debería ser solo en cuanto a un cálculo de costos y beneficios (véase XXXX, 2009e), sino a la luz del modo como diferentes sociedades valoran lo que en términos cotidianos se refiere como “recursos naturales”. Y por otro, fundamentalmente, a definiciones hegemónicas.
18 “Podemos cuantificar cuántas personas padecen esterilidad por culpa del nematicida DBCP, usado en plantaciones bananeras; son casos que se arrastran desde hace veinte años, y cuantificamos (en un contexto forense) cuántos dólares habría que pagar por cada caso. Los trabajadores demandantes dicen que el Nemagón o Fumazone, nombres comerciales del pesticida DBCP, les causó varios problemas de salud, principalmente esterilidad, luego de haberlo usado en sus países durante los años 60 y 70 para combatir unos gusanos que afectaban a las plantaciones de bananos… Según la BBC, los trabajadores presentaron en total cinco demandas y desde el 19 de julio, está en proceso la primera… Es un caso en el que no se trata de reparar los daños en un sentido físico, es decir, eliminar retrospectivamente la esterilidad sufrida por decenas de miles de trabajadores de las bananeras. ¿Cómo se podría hacer esto? Hay que impedir que otros daños se produzcan en el futuro y resarcir el daño causado incluyendo los aspectos emocionales. Parece (ver recuadro) que una indemnización pactada de unos 25.000 US$ por persona se considera adecuada –la esterilidad de los pobres es sin duda más barata que la de los ricos- pero si todas las demandas (hasta ahora frenadas en las cortes de Estados Unidos) se resolvieran favorablemente eso representaría algunos miles de millones de US$ para Ecuador, Honduras, Costa Rica, Nicaragua, Filipinas… Sería un éxito lograr que Dow Chemical, Shell, Dole y otras empresas hagan frente a sus pasivos ambientales. Hay muchos otros casos en que los damnificados locales han emprendido acciones judiciales contra empresas extranjeras o de sus propios países (Martínez-Alier 2007, 27 y ss, destacado propio).
19 Una experiencia fundamental que evidencia esta incertidumbre y desconfianza en los sistemas establecidos de conocimiento es la llamada Epidemiología Popular, desarrollada por el sociólogo estadounidense Phil Brown (1991, 1995, 2003), con numerosos estudios de casos de acciones locales referentes a fuerte presencia de enfermedades y preocupación local que desemboca en los llamados Mapas de la muerte, y en el mejor de los casos, en acciones de remediación.
20 Estas miradas ponen en discusión las definiciones de espacio y territorio. Brevemente dado que excede los objetivos de este análisis se puede plantear, en consonancia con lo dicho por varios autores, que frente a la idea de globalización como homogeneización, recuperar el territorio es fundamental en cuanto a definiciones identitarias y prácticas contra-hegemónicas. Se puede pensar el territorio definido como un espacio revalorizado por el conflicto, conflicto omnipresente desde esta perspectiva (Alimonda 2011; Escobar 2010).
21 En el problema aquí planteado los basurales están afectados por contaminantes antes de que la gente se asiente allí, el evento que marca un corte en la realidad cotidiana fue el hecho mismo de asentarse allí narrado como un mejoramiento de las condiciones de habitabilidad previas.
22 En esa línea el académico Robert Bullard pasó a ser su referente desde el establecimiento de los Principios de Justicia Ambiental en octubre de 1991 en Washington DC (ver http://www.ejrc.cau.edu/princej.html). En América Latina, Brasil es el país donde ha tenido importancia y desarrollo creciente, donde la Red de Justicia Ambiental fue fundada en 2001. En palabras de Henri Acselrad, “Para designar este fenómeno de imposición desproporcionada de riesgos ambientales a las poblaciones dotadas de menos recursos financieros, políticos e informacionales, ha sido consagrado el término injusticia ambiental. Como contrapunto, se acuñó la noción de justicia ambiental para denominar una imagen futura de vida en la cual esta dimensión ambiental de injusticia social sea superada. Esa noción es utilizada, sobretodo, para constituir una nueva perspectiva de integrar las luchas ambientales y sociales” (Acselrad 2009, 9, traducción propia).
Por: Victoria D’hers1
Fuente: Revista Desarrollo Local Sostenible
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