Año 2012 – Fundación Ambiente y Recursos Naturales. Parte 12
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- El 9 enero, 2015
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Energía Nuclear: Análisis y perspectivas1
Resumen Ejecutivo
La explosión de la planta nuclear de Fukushima y sus tremendas e impredecibles consecuencias luego del tremendo terremoto y tsunami que sacudió a Japón el 11 de marzo de 2011 reabrió el debate sobre el uso de la energía nuclear a nivel global.
En los últimos años la energía nuclear se ha posicionado como el remedio para solucionar las diferentes crisis energéticas producto de un aumento en el consumo desmesurado y sin control. Sin embargo, basta con mencionar catástrofes internacionales como Chernobyl, Fukushima o a nivel local los incidentes producidos en la Central Nuclear de Embalse (1983) y el Centro Atómico Constituyentes (1983) para replantear la necesidad de un cambio en el rumbo de la política energética.
Por eso, resulta imprescindible que cada país revea su política nuclear, realice una revisión de los sistemas de seguridad de los reactores de las centrales, fomente y promueva la eficiencia energética y apunte a una inserción predominante de las energías renovables.
Resulta importante visualizar y demostrar los beneficios que presentan los distintos proyectos de energías renovables y que la sociedad sea capaz de valorar sus beneficios, y de esta manera saber que existen otras alternativas a la matriz actual. Este punto es clave ya que existe el preconcepto de que los proyectos de energías renovables son factibles a escala muy pequeña o de muy difícil aplicación en zonas urbanas.
Finalmente es fundamental que el Plan Energético Nacional involucre escenarios favorables a las energías limpias y renovables y que se abra a un proceso participativo de acceso a la información y participación ciudadana.
I. Fukushima
1. Terremoto y Tsunami
El 11 de marzo de 2011 un sismo de 9° grados de acuerdo a la escala de Richter2, se registró en el noroeste de Japón, afectando principalmente las provincias de Miyagi e Iwate3. Como consecuencia del terremoto se generó un poderosísimo tsunami que barrió la mayoría de los pueblos y localidades ubicados en la costa noreste.
El número de víctimas se estimó en 27 mil personas y los desplazados por la catástrofe, ubicados en refugios facilitados en las prefecturas afectadas fueron más de 240 mil4.
2. Situación en la central nuclear de Fukushima
Varias centrales nucleares japonesas se encuentran ubicadas sobre la costa noreste (la zona más afectada), por lo que luego del terremoto y tsunami se paralizaron once reactores nucleares. Sin embargo, ese mismo 11 de marzo se produjo un incendio en la central de Onawaga5 y comenzaron a percibirse problemas de refrigeración en la de Fukushima.
Como medida preventiva, el Gobierno de Japón declaró el estado de emergencia atómica y evacuó aproximadamente 2.000 personas que se encontraban en las adyacencias de las tres centrales nucleares6, aunque negó que haya habido fugas radiactivas.
Con el paso de las horas la situación empeoró y un día después (12 de marzo) se produjo una explosión por fallas en el sistema de enfriamiento de la planta nuclear Tokio Electric Power (TEPCO) en Fukushima7.
La semana, las autoridades japonesas informaron a la AIEA8 que la explosión en la Unidad 1 del reactor en la planta de Fukushima Daiichi se produjo fuera de la vasija de contención primaria (PCV), y no dentro.
Posteriormente se produjeron las explosiones de los reactores 2, 3 y 4. Por dicha razón se decidió comenzar con los primeros programas de evacuación en un radio de 20 km de la planta y un área de exclusión aérea de 30 km adyacentes a la zona del desastre. Además, la NISA9 confirmó la presencia de cesio-13710 y yodo-131 en las cercanías de Fukushima Daiichi Unidad 1.
Durante la primera semana posterior a la explosión, las autoridades japonesas clasificaron el evento en Fukushima Daiichi Unidad 1, como nivel 411 –“accidentes con consecuencias locales”– de acuerdo a la escala establecida por la Internacional Event Scale (INES)12.
Sin embargo a partir de la segunda semana de ocurrido el sismo, se elevó el accidente a nivel 5: “accidente con consecuencias amplias”. A mediados de abril, las autoridades japonesas elevaron de 5 a 7 el nivel de alerta nuclear, un nivel 7 significa que ha habido una “liberación mayor de materiales radiactivos”, con “efectos considerables para la salud y el medio ambiente”.
La radiación además sobrepasó las fronteras del complejo nuclear ya que se detectaron niveles de radiactividad por encima de los recomendados en varios productos alimenticios que se producen en las regiones próximas a la central. Del mismo modo, de acuerdo a las muestras científicas que realizaron las autoridades marinas japonesas, se detectó la presencia de yodo y cesio en las aguas linderas a la central de Fukushima13.
Finalmente cabe decir que la radiactividad comenzó a dar la vuelta al globo transportada por los vientos, y por dicha razón también se registró (si bien en niveles bajos) en Canadá, Estados Unidos, Islandia y Finlandia.
Resulta interesante analizar porqué se produjeron tantos inconvenientes en Fukushima y no en las otras plantas que dejaron de funcionar en el momento justo.
En el gráfico que se detalla en la página siguiente se señalan los reactores que actualmente operan en el globo y cuáles son aquellos que se encuentran ubicados en zonas sísmicas.
3. El escenario en Fukushima
Si bien resulta difícil comparar la cambiante situación de la planta nuclear de Fukushima Daishii con el desastre de Chernobyl en 1986, permanece el potencial de una contaminación radioactiva del medio ambiente en los alrededores. Cabe destacar que algunos sectores de la zona noreste de Japón, azotada por el terremoto y tsunami en marzo pasado, son áreas clave en términos de biodiversidad según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)14.
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Los datos sobre el escape de sustancias radiactivas en el área que rodea a Fukushima, entre ellas el mar, todavía son escasos. Tan sólo se posee la certeza que tanto el yodo como el cesio son los principales componentes que ya han llegado al mar.
En esos vertidos los productos dominantes son el yodo 131 y el cesio 137. El primero tiene un decaimiento rápido, en cuestión de semanas deja de ser tóxico. En cambio el cesio 137 posee una disolución lenta, es peligroso a largo plazo y puede acumularse en los seres que habitan el mar. Si estas sustancias radiactivas se filtran al océano, acabarían introduciéndose en la cadena trófica y afectando en último término al ser humano15.
Actualmente, poco se sabe de las llamadas “bajas dosis de exposición” y es muy debatido hasta qué punto tienen o no un efecto significativo en seres vivos16. El futuro del área que rodea a Fukushima es desconocido, dependerá del grado de contaminación del área en el futuro, algo que todavía es un interrogante muy preocupante.
II. Las lecciones de Chernobyl
Chernobyl fue un accidente nuclear que se clasificó en el nivel 7, el más alto que existe para un desastre nuclear. El accidente ocurrió el 26 abril de 1986 en Ucrania, cuando un deficiente diseño del reactor y errores del operador causaron una explosión y un incendio que se extendió por diez días. Como consecuencia, grandes cantidades de contaminación radiactiva fueron dispersadas en la atmósfera y se extendieron por gran parte de Rusia occidental y Europa. Entre 1986 y 2000, 350.400 personas de las zonas más contaminadas en Bielorrusia, Rusia, y Ucrania fueron evacuadas y ubicadas en otros lugares. En total, aproximadamente 100.000 kilómetros cuadrados de tierra fue contaminada y entre 27.000 y 53.000 personas murieron a causa de cáncer atribuible al accidente17.
Reportes de científicos ucranianos independientes indicaron que tras el accidente nuclear de Chernobyl, las golondrinas típicas del área presentaban rayas blancas no usuales en zonas oscuras de su plumaje. Esta alteración se trataba de una mutación neutra que no afectaba el organismo de las aves. Asimismo, pudieron observar que las alas de las golondrinas se volvieron más cortas y que había disminuido el número de huevos fértiles.
El fenómeno de las golondrinas alicortas no fue el único caso de mutación. Unos años después del accidente de Chernobyl, las espinas de los abetos (un género de árboles de la familia de las pináceas, dentro de las coníferas) crecieron diez veces más de lo normal y árboles como el roble, el tilo y la acacia blanca presentaron gigantismo en sus hojas. A ello se sumó el aumento de parásitos dañinos o la aparición de hojas blancas en ciertos árboles, y en las zonas con mayor nivel de radiación hubo plantas que empequeñecieron. Además, en las horas posteriores al accidente nuclear, los árboles de los bosques más cercanos a Chernobyl se secaron dando lugar a un fenómeno conocido como el bosque amarillo. Los hongos y los frutos del bosque son el mayor peligro para la salud de la población asentada en una zona de desastre nuclear ya que viven y aprovechan los nutrientes de la primera capa del suelo. Los primeros centímetros del sustrato son los que reciben la mayor cantidad de radiación, acumulando además todo el humus procedente de las hojas secas de los árboles irradiados18.
Los líquenes son también altamente vulnerables a la contaminación radiactiva.
De allí que muchos renos de Laponia, que se alimentan de unos líquenes denominados “musgos de reno”, tuvieran que ser sacrificados tras el accidente en Ucrania.
En la actualidad, hay pocos animales en las zonas más contaminadas de Chernobyl; en primavera casi no se escucha el canto de las aves, grandes indicadoras del estado de salud ambiental de un área determinada. Por su parte, las plantas presentan ramificaciones poco comunes, hojas extrañas y lo mismo se aprecia en animales que presentan anormalidades.
Mientras especies de escarabajos como el ciervo volador prácticamente desaparecieron de la zona contaminada de Chernobyl, los mamíferos se multiplicaron: gamos, ciervos, jabalíes, lobos y zorros se reprodujeron con vigor dentro del perímetro cerrado. Sin embargo, todos presentan radiación y los carnívoros presentan hasta doce veces más radiación que
los animales que depredan. La abundancia de fauna hizo pensar a los científicos sobre posibles efectos estimulantes de la radioactividad. Sin embargo, los expertos explican que la sobreabundancia de herbívoros responde a la desaparición del hombre de la zona de desastre, no interfiriendo en la vida de los animales.
El informe de 2005 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Chernobyl19 hace alusión a un “santuario excepcional de la diversidad biológica” en la zona pero advierte que es sumamente riesgoso comer carne de reno contaminada. Los renos, junto con los gamos (especie de ciervo presente en Europa), se alimentan de frutos, hongos y líquenes, tres de los organismos que más elementos radiactivos acumulan al crecer en la capa superficial del sustrato. La ONU señala que hubo un preocupante aumento de la mortalidad en coníferas, invertebrados del suelo y mamíferos, así como pérdidas reproductivas en plantas y animales en un perímetro de 30 kilómetros20.
III. La energía nuclear y la necesidad de cambio
La energía ha sido siempre un factor primordial de la vida social, toda actividad entraña un consumo –y consecuente desgaste– de energía. La utilización en gran escala del carbón inicialmente y luego la explotación de otros combustibles fósiles, como el petróleo, el gas natural, la energía hidroeléctrica y finalmente la nuclear, posibilitaron a las sociedades industriales continuar con sus altos niveles de crecimiento.
El agotamiento de los recursos hidrocarburíferos, la fuerte suba de precios y la volatilidad del sector, generó cambios en el modo de concebir los modelos energéticos, así como la búsqueda y paulatino surgimiento de nuevas vías para producir energía.
En este contexto, a partir de los años 70 y en especial después de la grave crisis del petróleo de 1973, se produce un avance de las energías nucleares y de las voces que salen en su defensa, presentándola como una de las fuentes energéticas que menos daño causan al ambiente. Sin embargo, el accidente en la central ucraniana de Chernobyl en 1986 y la reciente tragedia de Fukushima demuestra que los impactos y los costos de un accidente nuclear pueden alcanzar niveles que comprometen la economía, la salud y la propia vida de un país y sus habitantes.
La crisis nuclear en Japón sin dudas ha puesto sobre la mesa la necesidad de transparentar, de una vez por todas, cuál será el rol de la energía nuclear en las matrices energéticas a nivel global, y si estamos dispuestos a seguir asumiendo sus riesgos.
Desgraciadamente, la tragedia ha forzado el sinceramiento del debate nuclear con la evidencia incontrastable de lo acontecido: que la energía nuclear está lejos de poder considerarse una alternativa energética limpia y económica.
Lo sucedido en Japón era “imposible” que ocurriera, pero ocurrió. La probabilidad de que un determinado evento suceda puede ser ínfima, pero cuando ese evento ocurre, sus efectos son devastadores, tal como lo demuestra la tragedia japonesa.
Esta sucesión de hechos deja al descubierto numerosas afirmaciones de débil justificación en el discurso pro nuclear, que quedaron expuestas al momento de sortear una prueba riesgosa. Las centrales japonesas contaban con sistemas de protección antisísmica que permitían bloquear a las centrales en caso de desastres naturales como el que sucedió en Japón.
Sin embargo, Fukushima es una clara muestra donde lamentablemente la realidad refutó las previsiones realizadas.
En su momento se ha valorizado a la energía nuclear por las posibilidades de su aplicación para usos medicinales, como así también por ser más viable económicamente y efectiva que las energías renovables no convencionales, alegándose su inocuidad y el bajo costo económico para generarla. Sin embargo, tanto su inocuidad como su supuesta ventaja económica han resultado ser falaces21.
Para garantizar la seguridad de las plantas, los costes de construcción se elevaron hasta niveles prohibitivos, como así también los montos de los préstamos de las instituciones financieras a nivel internacional, que se otorgan en la mayoría de los casos para prolongar la vida útil de las centrales o remediar los pasivos ambientales que se generaron. En esa línea la energía atómica no ha resultado más que una enorme fuente de pérdidas económicas, únicamente rentable en cortos períodos y, principalmente, por el hecho de haber sido subvencionada por los Estados.
Del mismo modo se han tejido varios mitos en torno a la sustentabilidad de la energía nuclear que han sido derrumbados con las consecuencias de la tragedia de Japón22.
En ese sentido, ya en diciembre de 1997 el Protocolo acordado en la Cumbre Mundial sobre el Clima en Kyoto, concluyó con la adopción de un acuerdo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (por parte de los 39 países considerados industrializados) y la energía nuclear fue excluida de las políticas y medidas propuestas para combatir el cambio climático (Art. 2º del Protocolo de Kyoto).
Ante esta situación la industria atómica, con el apoyo de los países que promueven la utilización de este tipo de energía, intentó que la energía nuclear fuera incluida en la lista de las tecnologías a las que podría recurrirse dentro de los “mecanismos flexibles” permitidos en el marco del Protocolo, tales como el Mecanismo de Desarrollo Limpio. Uno de los argumentos de los defensores de la energía nuclear fue la minimización de la cuestión de los desechos radiactivos23, que son un problema insalvable aun en los casos en que no se produzcan accidentes como el de Chernobyl o el de Fukushima24.
Otros dos temas que tampoco quedan claros son el ciclo de vida del Kilowat y la vida útil de las centrales nucleares.
Existen pocos datos aún sobre el ciclo de vida del kilowatio-hora generado en una central nuclear. Un informe de 2008 compara todos los informes del ciclo de vida y encuentra que los valores oscilaron entre 1,4 gramos CO2 equivalente por kilowatio-hora y 288 gramos CO2 equivalente por kilowatio-hora.25 El valor medio es 66 gramos CO2 equivalente por kilowatio-hora, no obstante esta valoración no incluye la persistencia y el riesgo intrínseco de los residuos radiactivos. Por otra parte la generación distribuida y las energías renovables emiten menos dióxido de carbono que las plantas nucleares. La energía eólica marina emite 9 gramos CO2 e/kWh26, energía solar térmica emite 13 gramos CO2 e/kWh27, y energía solar fotovoltaica emite 31 gramos CO2 e/kWh.28
Referencias
1 Realizado por FARN en junio de 2011.
2 La escala sismológica de Richter (también se conoce como escala de magnitud local) es una escala logarítmica que asigna un número que se usa para determinar el efecto de un terremoto. http://sismos.cricyt.edu.ar/?q=node/4
3 Prefecturas localizadas en la isla de Honshu, que es la más grande de todo el archipiélago japonés.
4 http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-164802-2011-03-24.html-http://www.lanacion.com.ar/1362240-advierten-que-la-evacuacion-en-japon-sera-larga
5 Es una de las centrales más nuevas de Japón, pese a que funciona desde 1984. La “Tokyo Electric Power Company” (TEPCO), que es la tercera empresa eléctrica más grande en el mundo, es la propietaria de la central. http://www.iaea.org/newscenter/news/tsunamiupdate01.html
6 Japón dispone de 54 reactores, concentrados en 17 centrales que, en 2010, generaron alrededor del 25% de la electricidad de una cuarta parte del país y el 10% de su energía primaria comercial. http://www.iaea.org/newscenter/news/tsunamiupdate01.html
7 Es un conjunto de seis reactores nucleares, con una potencia total de 4,7 G W, una de las 25 mayores centrales nucleares del mundo. http://www.iaea.org/newscenter/news/tsunamiupdate01.html
8 El O rganismo Internacional de Energía Atómica pertenece a las organizaciones internacionales conexas al sistema de las Naciones Unidas. Funciona desde 1957 y su principal misión consiste en establece normas de seguridad nuclear y protección ambiental, brindando ayuda a los países miembros mediante actividades de cooperación técnica e intercambio de información científica y técnica sobre la energía nuclear.
9 Siglas pertenecientes a la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear del Japón.
10 Estos isótopos radiactivos se generan durante la operación normal de un reactor nuclear.
11 Se compone de siete niveles. Hasta hoy el máximo fue aplicado al desastre de Chernobyl, ocurrido el 26 de abril de 1986. El objetivo de la INES es objetivo es mantener al público, así como las autoridades nucleares, bien informados sobre la ocurrencia y las consecuencias potenciales de los hechos denunciados. Para mayor información http://www-ns.iaea.org.
12 La calificación de la gravedad de los accidentes nucleares surge de la aplicación de la International Nuclear and Radiological Event Scale (INES), que aplica la Agencia Internacional de Energía Atómica.
13 Los informes provistos por la TEPCO, con fecha 27 de marzo de 2011, revelaron que el nivel de yodo radioactivo existente en las aguas que bañan la costa frente a la central nuclear de Fukushima es 1.250 veces superior a los niveles permitidos. La radiactividad en esa franja costera se extiende a 330 metros mar adentro.
14 www.iucn.org
15 EcoDiario.es Fukushima, un problema para la biodiversidad marina de Japón. ElEconomista.es 25/03/2011
16 V er Anexo A
17 U nion of Concerned Scientists. Abril 2011. http://allthingsnuclear.org/post/4704112149/howmany- cancers-did-chernobyl-really-cause-updated (Unión de Científicos Preocupados es una organización investigación sin fines de lucro que está muy respetado en los Estados Unidos).
18 U trilla, D. (2006). “Energía Nuclear/20 Años de Chernobyl” Las consecuencias ambientales del desastre de 1986. Suplemento Natura N° 2 del Diario El Mundo. Madrid: 28 de abril de 2006.
19 http://www.crisisenergetica.org/article.php?story=20050906161103656
20 U trilla, D. (2006), op. cit.
21 Sin embargo tampoco está libre de emisiones de efecto invernadero como usualmente se argumenta: se genera una emisión de CO2 de forma indirecta, ya que para medir de la forma más rigurosa posible el impacto de cualquiera de estas instalaciones hay que tener en cuenta todo su ciclo de vida: la extracción de los materiales, la construcción de la planta, la gestión de los residuos producidos, y he aquí donde se producen emisiones de CO2.
22 Recomendamos la lectura de la publicación “El Espejismo nuclear” de Marcel Coderch y Núria Almirón. Ed: Los Libros del Lince. Barcelona 2008.
23 Existen tres categorías de residuos radiactivos: Residuos de Alto Nivel (HLW), Residuos de Nivel Intermedio (ILW) y Residuos de Bajo Nivel (LLW). Los residuos clasificados como HLW consisten principalmente en combustible irradiado proveniente del reactor y el residuo líquido de alto nivel producido durante el reprocesamiento. Fuente: Agencia Internacional de Energía Atómica.
24 Las opciones para lograr la disposición final de los residuos nucleares bajo ninguna forma podrían considerarse seguras. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía Nuclear, una opción consiste en enterrarlas bajo el suelo en un almacenamiento especial con suficiente protección para contener la radiactividad.
25 Sovacool. (2008). “Valuing the greenhouse gas emissions from nuclear power: a critical survey”. Energy Policy 36, 2550–2963. USA. Según este autor, en relación al ciclo vida de una central nuclear, esta incluye la minería de uranio y de refinación, construcción de la planta, el funcionamiento, y la planta de desmantelamiento. El número exacto del ciclo de vida análisis depende en una serie de factores, como el grado de uranio utilizado, el factor de capacidad de la planta, y la vida útil de la planta.
26 Para la comparación, generadores de carbón, petróleo, diesel y gas natural emiten entre 443 y 1050 gramos CO2 equivalente por kilowatio-hora Gagnon, L., Belanger, C., Uchiyama, Y. (2002). Lifecycle assessment of electricity generation options: the status of research in year 2001. Energy Policy 30, 1267-1278. Pehnt, Marin. 2006. Dynamic lifecycle assessment of renewable energy technologies. Renewable Energy 31 (2006), 55-71.
27 Pehnt, M. (2006). Dynamic lifecycle assessment of renewable energy technologies. “Renewable Energy” 31, 55-71.
28 Fthenakis, V., Alsema, E. (2006). Photovoltaics energy payback times, greenhouse gas emissions,
Fuente: FARN
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