Agrocombustibles y Desarrollo Sostenible en América Latina y en el Caribe. Parte 4
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- El 30 agosto, 2007
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Cambios en los usos agropecuarios
Algunos analistas minimizan los impactos ambientales de la expansión de los agrocombustibles sosteniendo que éste se dará sobre tierras que ya están bajo uso agrícola o ganadero. Agregan que existen suficientes tierras mal “explotadas” o mal “aprovechadas” y que si son utilizadas se podrán evitar los impactos en zonas ambientalmente comprometidas como la Amazonia o el Cerrado en Brasil. El argumento ha sido utilizado por autoridades brasileñas, asumiendo que en ese país existen 200 millones has de pasturas sobre las cuales se puede realizar el cultivo de caña de azúcar para bioetanol. En realidad, hasta ahora, el proceso de expansión de la caña de azúcar se ha dado en reemplazo de otros cultivos, tanto de escala (como café o incluso soja) como otros más diversificados, incluyendo alimentos, y usualmente en manos de pequeños productores (Laschefski y Teixeira, 2006).
De todas maneras, la conversión de tierras de pasturas, usualmente dedicadas a ganadería extensiva, en cultivos como caña de azúcar, tendrá enormes impactos ambientales. Las manchas y corredores pocos alterados o silvestres tienden a desaparecer bajos estas condiciones, sea por el avance sobre áreas silvestres o por intensificación en el uso del suelo. La desaparición de esos nodos y corredores destruye un entramado donde todavía sobreviven muchas especies silvestres.
Esta tendencia tiene mayores problemas potenciales en América Central y el Caribe, en tanto las tierras disponibles son más limitadas, y buena parte de ellas se encuentran actualmente bajo producción. Por lo tanto en esas regiones los conflictos entre usos serán más intensos.
En todos los escenarios de incremento de uso de agrocombustibles aumentará la superficie total dedicada a los cultivos que son las materias primas. Una vez más existen muchas estimaciones. Por ejemplo, en Brasil se apunta a 20 millones has
adicionales de soja, 7 millones has para palma, y 4 millones has para ricino (Rothkopf, 2007); en el caso de caña de azúcar la meta es llegar a 9 millones de has exclusivamente para bioetanol, según declara el ministro de agricultura 15. En los demás países de América Latina, si se apunta a cubrir la demanda de bioetanol para E10, se deberían sumar otros 1,14 millones has (lo que equivale al 44% de la superficie actual de ese cultivo, y representa un 4% de la superficie agrícola estimada por la FAO para esos países; Coviello 2006).
El conflicto con la producción de alimentos
Uno de los puntos más discutidos es un posible conflicto entre los cultivos destinados a alimentos y los que se usarán para combustibles. Algunos analistas, varios políticos y muchas empresas han desestimado este hecho, señalando que América
Latina cuenta con una disponibilidad de tierras para uso agrícola tan alta, que puede producir tanto alimentos como agrocombustibles. Esta postura minimiza un problema que es real, y que además ignora que conflictos de similares características ya ocurren en la actualidad.
En efecto, ya existe en varios países un conflicto entre alimentos destinados a la demanda interna, y alimentos para exportación. En América Latina se encuentran por lo menos cinco países que presentan altos niveles de subnutrición mientras que son importantes agroexportadores: Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay (tabla 4) 16. Incluso en naciones de grandes potencialidades, como Argentina, existen distorsiones en el mercado interno de alimentos (por ejemplo, la sojización extrema ha desplazado la ganadería lechera y este país enfrenta restricciones en la disponibilidad de productos lácteos; Lapitz, 2004).
Por lo tanto, el conflicto real reside entre cultivos destinados a la alimentación frente a otros usos alternativos con mayor rentabilidad. En ese sentido, las tensiones en marcha son mucho más complejas que las discutidas en la actualidad. Se deben reconocer conflictos frente a otros usos tales como destinar cultivos para alimentación animal, usos industriales, y más recientemente combustibles 17. Buena parte de esos usos se basan en demandas en los países industrializados o en China y otras naciones del sudeste asiático, y por lo tanto se generan flujos exportadores que permiten lograr mayores rentabilidades. La consecuencia es que se desplazan los usos de los cultivos como alimentos en los mercados internos. El proceso de fondo que está operando corresponde a la dinámica del mercado, donde los grupos sociales de bajo ingreso son los más vulnerables ya que no pueden pagar los crecientes precios de los alimentos. Este es uno de los factores que explica que en América Latina logre muy modestas reducciones en los niveles de subnutrición (del 13% en 1990-92 a 10% en 2001-03, según datos de FAO, 2006), a pesar del continuo aumento de la producción agropecuaria.
Los agrocombustibles tienen todos los atributos para acentuar estos conflictos, ya que pueden tener niveles de rentabilidad mayores que los obtenidos con los alimentos, y en especial cuando son exportados. Todas las estimaciones predicen un aumento de los precios futuros de los cultivos usados como combustibles; las diferencias sólo radican en el nivel de esos incrementos (se discuten más detalladamente más abajo). Por lo tanto, el conflicto entre alimentos y agrocombustibles ya está en marcha.
Los análisis como los de CEPAL FAO (2007) enfocan de manera inadecuada este problema, ya que sostienen que la oferta alimentaria es muy amplia en la región y que hay una alta disponibilidad de tierras. Por más alta que sea la oferta alimentaria, existe un problema agudo en la distribución y acceso a esos alimentos, en tanto se ha privilegiado el consumo doméstico hacia grupos de alto poder adquisitivo y en especial hacia las exportaciones.
Si se reconocen esas tensiones, queda en evidencia que el problema de fondo se debe a la lógica económica que ha invadido la agricultura. Bajo esa perspectiva las decisiones productivas dependen de la rentabilidad económica, y como los destinos exportadores aseguran ganancias mayores, terminan siendo la fuerza motriz principal en estructurar al sector. El Estado no interviene (o casi no interviene) en ese ordenamiento, dejándolo en manos del mercado, y cuando lo hace es para aplicar acciones paliativas y compensatorias a los sectores más empobrecidos y marginados bajo este proceso. Un claro ejemplo de estas dinámicas económicas se observa en México, donde a pesar de sus potencialidades agrícolas, las dinámicas económicas y del comercio exterior han golpeado la producción de maíz, que si bien es un elemento básico en la dieta de los sectores populares, esa demanda no asegura una buena rentabilidad para la agroindustria, y su cultivo termina siendo desplazado por importaciones subsidiadas desde Estados Unidos (véase este y otros casos que ilustran este problemática en Runge y Senauer, 2007).
En cuanto a la disponibilidad de la tierra, desde CEPAL y FAO se han generado análisis que presentan la superficie potencialmente utilizable por la agricultura, asumiendo que sobre ella se pueden implantar los nuevos cultivos para generar combustibles. Las figuras 3 y 4 ilustran las tierras disponibles para los cuatro cultivos clave en América Latina. La mayor disponibilidad para ampliar este tipo de agricultura, según CEPAL FAO (2007) se encuentran en Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay. Esta línea de razonamiento olvida elementos claves de la sustentabilidad.
En primer lugar, lo que tradicionalmente se define como superficie potencialmente utilizable por la agricultura (o arable) incluye enormes extensiones de áreas naturales. El ejemplo más claro se observa en la ecoregión del Cerrado en Brasil, con una superficie aproximada de 200 millones has, donde ya se encuentran en producción agrícola y ganadera unos 50 millones, y se ha postulado sumarle otros 75 millones has. Esta es una reconversión de enorme escala y profundos impactos en la biodiversidad. Situaciones similares se viven en zonas amazónicas, no sólo en Brasil, sino también en Ecuador y Perú, a la luz de iniciativas de agrocombustibles en esos ecosistemas. En segundo lugar, la ampliación de las áreas agrícolas aumentará los problemas de alteraciones en los recursos hídricos, deterioro de los suelos e impactos de agroquímicos y otros contaminantes.
Tabla 4. Comparación de la subnutrición alimentaria contra las agroexportaciones
Basado en Gudynas (2007b) en base a datos de FAO (2006)
En tercer lugar, el ingreso de la agricultura sobre las “areas de pasturas” tampoco es inocuo, ya que sus consecuencias son desencadenar el traslado de los ganaderos hacia otras tierras, usualmente sobre la frontera agropecuaria. Un factor importante del avance del “arco de deforestación” amazónico es la llegada de ganaderos que vendieron sus tierras en el Cerrado a emprendimientos sojeros.
Como conclusión, el análisis de CEPAL FAO (2007), minimiza los efectos de la expansión de los agrocombustibles al menos desde la perspectiva ecológica y económica.
Contaminación y otros impactos ambientales
Los monocultivos dedicados a combustibles tienen distintos efectos negativos sobre el ambiente, que incluyen reducción de la biodiversidad (tal como se discutió arriba), uso de agroquímicos (con impactos sobre fauna y flora nativa, contaminación de aguas y suelo), alteraciones en la fijación de nitrógeno y fosfatos, alteración en la regeneración de suelos y erosión. Muchos de estos cultivos requieren altos volúmenes de agua (por ejemplo, la caña de azúcar y la palma requieren; CEPAL FAO 2007).
La caña de azúcar, el cultivo con el mayor potencial de expansión en varios países, está rodeada de muchos problemas. Requiere grandes volúmenes de agua y un uso intenso de agroquímicos. En el caso de herbicidas, en Brasil este cultivo ha consumido a fines de los 90s, unas 20 mil toneladas de herbicidas (Laschefski y Teixeira, 2006). El uso de fertilizantes genera disfunciones en el ciclo del nitrógeno, incluyendo acidificación y eutrofización (Kim y Dale, 2005; Martinelli y colab., 2006).
La quema del follaje para la cosecha genera la emisión de gases contaminantes, registrándose monóxido de carbono (CO), metano (CH4), óxidos de nitrógeno (NOx) y óxido nitroso (N2O), con impactos sobre el cambio climático, e incluso generación de ozono (asociado a afecciones respiratorias). Las quemas cubren enormes extensiones en el territorio brasileño, y potenciales de altos impactos tal como revelan investigadores recientes de EMBRAPA (la agencia brasileña agropecuaria) y la Universidad de São Paulo, que incluyen emisiones de gases invernadero (CO2) y acidificación por SO2 (Ometto y colab., 2005). Asimismo, los contaminantes originados por la quema de la caña de azúcar aumentan las afecciones respiratorias en niños y en personas de la tercera edad (Cançado y colab., 2006).
Figura 3. Superficie agrícola remanente disponible luego de alcanzar una mezcla de bioetanol E5. Miles has. Las barras representan el área apta para la expansión agrícola excluyendo la superficie cultivada actualmente y la necesaria para el E5. Los valores para cada cultivo son mutuamente excluyentes entre sí. Redibujado de CEPAL y FAO (2007).
Figura 4. Potencial de expansión del área agrícola una vez alcanzada
una mezcla de biodiesel B5. Miles de has. Referencias como en fig. 3. Redibujado de CEPAL y FAO (2007).
Ordenamiento territorial
La potencial expansión de los cultivos para energía involucra superficies enormes, y por lo tanto hay una fuerte presión territorial. En la actualidad existen muchas evidencias que indican problemas en el manejo del territorio. Por ejemplo en el estado de Sao Paulo (Brasil), en marzo de 2007 se encontraron 64 haciendas con cultivos de caña de azúcar en lugares no permitidos por lo que fueron acusadas de “crímenes ambientales” 18. Estos casos indican que será necesario mantener y profundizar las normas de control ambiental, ordenamiento territorial, y monitoreo constante de la marcha de esos cultivos.
La proliferación de los agrocombustibles tiene fuertes impactos en el mercado de tierras. En especial se refuerzan los emprendimientos de gran escala en superficie, y por lo tanto un desplazamiento de pequeños y medianos agricultores. Esto apunta en posibles efectos de una nueva concentración en la tierra, sea de una forma directa (la compra en propiedad de grandes extensiones) como en forma indirecta (donde pequeños y medianos agricultores deben abandonar sus prácticas tradicionales para pasar a cultivos destinados a combustibles bajo contratos de arrendamiento o emprendimientos conjuntos con grandes empresas).
Sobre estos aspectos, Gustavo Best, Coordinador de Energía de la FAO, ha señalado que “debemos ser cuidadosos. Necesitamos planificarlo. La competencia por la tierra entre la producción de alimentos y de energía tiene que convertirse en un beneficio positivo común. Una amenaza, por ejemplo, es que la promoción en gran escala de la bioenergía basada en monocultivos intensivos pueda terminar en un sector dominado por unos pocos gigantes agroenergéticos sin ninguna ganancia significativa para los pequeños productores” (comunicado de FAO, 25 abril 2006).
Es posible que exista un aumento del precio de la tierra en las áreas con aptitud para cultivos destinados a combustibles, y de esa manera se instalará una competencia frente a tierras destinadas a alimentos. En Brasil se está observando ese fenómeno en algunas zonas 19.
Otro impacto importante sobre el territorio es la necesidad de generar mayor infraestructura de transporte para poder ampliar las áreas de cultivo, transportar insumos y retirar las cosechas. Los planes de carreteras, hidrovías y otras conexiones se profundizarán, y es bien sabido que éstas encierran muchos impactos ambientales potenciales. Se suman además “alcoductos” específicos para el transporte de agrocombustibles. Petrobras ha propuesto um alcoducto de 1 150 km de longitud, desde la ciudad de Senador Canedo (estado de Goiás) a la refinería de Paulina (estado de São Paulo), com uma inversión de 250 millones de dólares.
Otros efectos económicos
La expansión de los agrocombustibles genera cambios en la disponibilidad y costos de insumos agropecuarios. Uno de los problemas que se insinúa en la actualidad es el aumento en los precios de los fertilizantes. Por ejemplo, en EE.UU., el incremento en la superficie dedicada al maíz significa un aumento de un millón de toneladas de fertilizantes, lo que generó que su precio se elevara (se estima que el precio pasará de US$ 270/ton en 2006 a US$ 365/ton en 2007 20. Por lo tanto, los insumos para los cultivos dedicados a la alimentación humana serán más caros en muchos casos, y tendrá impactos en los otros sectores agrícolas. Ese aumento de costos reducirá los márgenes de rentabilidad especialmente de los productores medianos y pequeños, y por lo tanto los hace más sensibles al endeudamiento.
Impactos sociales y condiciones laborales
Existe creciente evidencia que uno de los aspectos que explica los bajos costos de producción de agrocombustibles en América Latina, son los bajos salarios, escaso cumplimiento de normas básicas de seguridad y salubridad laboral, y en general la escasa inversión en los asalariados rurales.
Los cultivos dedicados a combustibles son ejemplos de malas condiciones laborales, e incluso se han denunciado casos de trabajo “esclavo” en grandes haciendas. Un reciente informe del Ministerio de Trabajo de Brasil, muestra que en el año 2006 murieron 450 trabajadores de la caña de azúcar. Algunos fueron asesinados, pero muchos otros lo fueron como consecuencia de accidentes de transporte o quemados mientras se incendiaban los campos de caña para ser cosechada 21. En la misma línea, en las inspecciones realizadas por el Ministerio de Trabajo entre el 19 y el 22 de marzo de 2007, fueron hallados 288 operarios que trabajaban en condiciones inhumanas en seis usinas de agrocombustibles del estado de San Pablo. Se registraron condiciones de trabajo insalubres, ausencia de registro de los trabajadores, falta de agua y de provisión de sombra, etc. 22 En la usina de alcohol de Iguatemí (estado de Mato Grosso do Sul), los fiscales para el trabajo, “rescataron” a 409 personas que trabajaban en una situación degradante (carecían de equipamiento de seguridad, agua y comida). Dentro del grupo se encontraron 150 indígenas que habitaban un alojamiento para 50 personas que carecía de ventanas y baños 23. Una nota divulgada por la Cámara de Diputados de Brasil rescata otro reporte del Ministerio de Trabajo, donde se señala que en los primeros cuatro meses de 2006 “fueron liberados 777 trabajadores de la esclavitud en todo el país”. Según el informe se estima que solamente en el estado de Pará hay 25 mil trabajadores en régimen de esclavitud 24.
En el sector sucroalcoholero de Brasil se estimaba que en 1997, unas 510 mil personas trabajan en la fase agrícola, especialmente el corte de caña de azúcar, ya que el 80% se realiza manualmente (Laschefski y Teixeira, 2006). Esta situación es muy compleja, ya que por un lado esos empleos zafrales para la corta de caña se realizan en muchos casos bajo muy malas condiciones, jornadas extenuantes y bajos salarios; por otro lado, el cambio tecnológico hacia la mecanización termina en una pérdida neta de puestos de trabajo (una cosechadora reemplaza hasta 100 cortadores manuales). La mecanización en marcha en Brasil determinó una pérdida neta de empleos rurales en poco más de 315 mil empleos (Laschefski y Teixeira, 2006). Se cae entonces en una situación dramática, donde el temor a esa pérdida del empleo hace que mucha gente acepte las malas condiciones ofrecidas en el corte manual de caña.
En Argentina, el avance arrollador de la soja y otros monocultivos dedicados a la agroindustria generaron una caída del número de productores rurales, con una disminución en especial de productores familiares, y conflictos con otros usos productivos que se redujeron o trasladaron (por ejemplo lechería, algodón, cereales, etc.), concentración de la tierra, proliferación de contratos donde los dueños de los predios ceden la gestión a empresas o inversores, e implantación de paquetes tecnológicos con transgénicos (véanse los ensayos Giarraca y Teubal, 2005).
Estas condiciones explican en parte los bajos costos de producción en países como Brasil, ya que se logran por carencias dramáticas en la dimensión laboral, y que convierten a cultivos como la caña de azúcar en una estrategia insustentable en la perspectiva social de la sustentabilidad.
Por otra parte, no es seguro que los biocombustibles generen un aumento en la demanda de empleo rural. Si se analiza el caso de la soja en Brasil, uno de los potenciales cultivos para producción de biodiesel, el avance de su implantación ha ido de la mano de una disminución del empleo. En efecto, mientras que en 1985 se producían 18.278 toneladas de soja con 1.694.000 agricultores, en 2004 se producen 49.792 toneladas con apenas 335 mil trabajadores (Schlesinger, 2006).
Cambio climático e impactos por el uso de agrocombustibles
Uno de los principales beneficios invocados para los agrocombustibles es lograr un balance neto de cero emisiones de gases de carbono hacia la atmósfera (los gases emitidos en la quema de esos combustibles son absorbidos durante el crecimiento de los cultivos). Pero este aspecto también está bajo discusión, ya que toda la producción de estos combustibles también arroja gases a la atmósfera. Por cada hectárea de maíz dedicado al bioetanol hay una emisión neta de 3.100 kg de CO2 equivalente según Patzek (2003). En el caso de soja y caña de azúcar, en buena medida este balance es menos favorable si se destruye un ambiente tropical para asentar el cultivo.
Por otro lado, están comenzando a ser publicados nuevos estudios sobre los impactos generados en la combustión de biodiesel o bioetanol. La nueva información indica que existen distintos beneficios en algunos aspectos, mientras que en otros indicadores los resultados son negativos.
A manera de ejemplo, una reciente evaluación sobre el uso de etanol en gasolinas deja en evidencia los contrastes en los resultados netos. Niven (2005) consideró cinco aspectos ambientales de los efectos de gasolinas adicionadas con etanol: (1) reducción neta en contaminantes del aire, (2) impacto potencial sobre el suelo y el agua, (3) emisiones de gases con efecto invernadero, (4) eficiencia energética, y (5) la sostenibilidad total de la producción del etanol. Se comparó el uso de gasolinas con un 10% de etanol (E 10) y con un 85% (E 85). Los resultados muestran que la E10 ofrece pocas ventajas en eficiencia y sostenibilidad ambiental, tiene pocos efectos en reducir las emisiones con efecto invernadero, y puede incrementar significativamente el riesgo de contaminación de suelo y agua subterránea. Según ese estudio, la E 85 tiene beneficios desde el punto de vista de las emisiones de gases con efecto invernadero, aunque produce contaminantes del aire significativos, y tiene riesgos por sus impactos en la biodiversidad y contaminación de napas freáticas. En el mismo sentido, la revisión de Agudelo y colab. (2003) señala que en el biodiesel hay una reducción en las emisiones de CO2 y SOx (que es muy importante a medida que aumenta la proporción de biodiesel en la mezcla de combustibles), y también se reduce el material particulado y el hollín, pero aumentan los NOx.
Los efectos de la quema de estos combustibles en la salud recién comienzan a evaluarse. Una reciente modelización que considera el uso de bioetanol E85 en la ciudad de Los Angeles sostiene que se incrementarán los casos de asma, las hospitalizaciones y la mortalidad en un 9%, en comparación con la gasolina convencional; además existen efectos mayores sobre el ozono (Jacobson, 2007)
REFERENCIAS
15 Stephanes diz que meta do país é triplicar área plantada de cana en 10 anhos. Folha Sao Paulo 17 Mayo 2007.
16 Estos países poseen más del 10% de la población subnutrida, y más del 25% de sus exportaciones son agroalimentos; Gudynas, 2007b en base a datos de FAO.
17 Varios cultivos, como soja, maíz o sorgo se destinan a elaborar raciones para animales, especialmente aves y cerdos, y en particular en los países industrializados; existen además usos industriales para fibras y aceites.
18 Red Globo 20 marzo 2007.
19 Jacqueline Dettmann Bierhals, del IFNP en Folha de São Paulo, 18 marzo 2007 “Boom do álcool dobra valor de terra e usina” www1.folha.uol.com.br/fsp/dinheiro/fi1803200711.htm
20 Financial Times, 27 marzo 2007.
21 A morte por trás do etanol. Revista Isto É n° 1952.
22 Informe de la Agencia Reporter, publicado el 27 marzo 2007 en Adital (www.adital.com.br); la lista de haciendas denunciadas puede encontrarse en http://www.reporterbrasil.com.br/ listasuja/resultado.php
23 Agencia Folha, 30 marzo 2007.
24 Disponible en www2.camara.gov.br/comissoes/ cdhm/redeparlamentarndh/senzalas
Por: Gerardo Honty
Eduardo Gudynas
Los autores son investigadoresen el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).
Honty se especializa en temas de energía y cambio climático;
Gudynas aborda la temática de la sustentabilidad y el desarrollo rural.
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