Agrocombustibles y Desarrollo Sostenible en América Latina y en el Caribe. Parte 3
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- El 16 agosto, 2007
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Desarrollo sostenible y los términos biocombustibles y agrocombustibles
Durante años se ha popularizado el término “biocombustibles” para referirse a los combustibles obtenidos a partir de biomasa, incluyendo cultivos, leña, y otros productos. El término está revestido de aspectos positivos, en tanto hace referencia a fuentes de energía renovables, de menor impacto ambiental en comparación con los hidrocarburos, hidroeléctricas o nuclear, y con imágenes que invocan a la Naturaleza. Se ha postulado que estos “biocombustibles” serían un paso adelante hacia el desarrollo sostenible. Por otro lado, en sentido estricto, ese término refiere a fuentes de energía mucho más amplias que los cultivos actuales, y que incluye por ejemplo la leña o carbón de leña.
Sin embargo, la actual generación de “biocombustibles” está esencialmente basada en cultivos agrícolas. En el caso de América Latina estos involucran a productos que se originan en monocultivos tales como la soja y la caña de azúcar, que cubren enormes superficies, y se producen bajo estrategias agroindustriales, con fuerte sesgo empresarial e importantes impactos ambientales, sociales y económicos. Este tipo de producción agrícola se encuentra cuestionada y es objeto de debates. Efectos como la pérdida de áreas naturales, la contaminación de suelos y aguas, y los desbalances en el uso del territorio, indican que esos monocultivos avanzan en sentido opuesto al desarrollo sostenible. Por lo tanto resulta engañoso aplicar el término “biocombustibles” a los combustibles obtenidos bajo esos métodos.
El uso de términos tan amplios como “biocombustibles” o “bioenergía” también entorpece los análisis, ya que se invocan los atributos positivos de un tipo de combustible para una defensa genérica. Por ejemplo, se pueden invocar los beneficios del biogás como demostración de las bondades de estos productos, aunque en realidad la obtención de biogas tiene implicancias radicalmente diferentes a las observadas con los monocultivos. Este problema es particularmente evidente en la reciente evaluación de sustentabilidad del grupo de energía de las Naciones Unidas (UN 2007), enfocada en “bioenergía”, y donde se mezclan ejemplos y análisis sobre las más diversas fuentes. Si bien el documento es presentado como una “guía para los tomadores de decisiones”, al abordarse simultáneamente todos los tipos de bioenergía hace que la problemática específica de los agrocombustibles nunca cobre identidad propia.
Cuadro 1 Bioenergía – energía obtenida a partir de seres vivos, en forma directa (como por ejemplo la tracción animal) o indirecta (por ejemplo, la quema de la leña derivada de un árbol). Biocombustibles – Combustibles renovables de origen biológico, que incluye a la leña, carbón de leña, estiércol, biogas, biohidrógeno, bioalcohol, biomasa microbiana, desechos agrícolas, cultivos para combustibles, etc. Agrocombustibles – Biocombustibles obtenidos a partir de monocultivos, tales como soja, caña de azúcar, maíz, etc. Elaboración de los autores, y basado en |
Por estas razones en la presente revisión utilizamos el término “agrocombustible” para los combustibles obtenidos a partir de cultivos. Entendemos que este término refleja de mejor manera el origen y las implicancias de estos energéticos. Tenemos presente también que este mismo tipo de advertencia ha sido recientemente planteado por varias organizaciones ciudadanas y redes de agricultores de América Latina. En el mismo sentido, en el reciente Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria (Nyéléni, Malí, 23 al 27 de febrero de 2007), se rechazó el uso del término “biocombustible” que debería ser reemplazado por el de“agrocombustible”.
En el Cuadro 1 ofrecemos definiciones sobre este y otros términos relacionados. Es importante también precisar una distinción con el cultivo forestal para leña o carbón de leña, y que se utiliza directamente, frente a los agrocombustibles, donde el cultivo es la materia prima en una cadena de procesamiento que finaliza en el combustible.
Eficiencia y balance energético
Uno de los puntos más discutidos es la eficiencia de la energía que brindan los agrocombustibles contra la energía necesaria para el cultivo y la producción. Esto depende tanto de la propia materia prima de la que se trate, como de los métodos de cultivo, el rendimiento, los sistemas de procesamiento y transporte, etc. Esta cuestión es clave: un sistema de agrocombustibles tendría sentido si se pudiera obtener más energía que la que se utiliza en todas las tareas del cultivo y elaboración del producto. Si los insumos energéticos son mayores que la energía finalmente obtenida con ese combustible, todo el sistema dejaría de tener sentido desde el punto de la sustentabilidad ecológica.
Existen diferencias en eficiencia entre los distintos cultivos. Corrientemente se sostiene que para el bioetanol de maíz, por cada kilocaloría gastada en la producción del biocombustible genera 1,34 kilocalorías en forma de etanol; otros estudios apuntan a balances más altos que llegan a 1,98. El balance para la palma aceitera se encuentra en el orden de 9, soja 3, y la caña de azúcar entrega de 8 a 10 veces la energía que consume.
Estos balances están en debate, y en especial los referidos al maíz. En general los resultados positivos provienen de investigaciones inicialmente promovidas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (ver por ejemplo Shapouri y colab, 2002; y más recientemente el resumen en Farell y colab., 2006). Pero esos cálculos han sido criticados por dos investigadores, Patzek y Pimentel, cuyos estudios arrojaron resultados negativos para el bioetanol, soja, girasol y madera (véase por ejemplo Patzek y Pimentel, 2005; Patzek, 2003). Sus afirmaciones han desencadenado una larga lista de réplicas. Incluso informes optimistas, como el de Farrel y colab. (2006) en Science también reconocen esta controversia 14. Para ilustrar la diversidad de resultados, en la figura 1 se ofrecen los resultados de un conjunto de estudios sobre el balance energético, dejando en claro la diversidad de posturas.
Una revisión en detalle de este problema escapa a los objetivos del presente reporte. Sin embargo deben alertarse sobre algunos puntos. Los estudios sobre los balances energéticos deben tomarse con precaución, ya que sus resultados dependen de las variables consideradas y de los “límites” o“frontera” del sistema que se está evaluando. La producción de biocombustibles requiere de una serie de insumos energéticos a lo largo de su cadena productiva, tales como el consumo de la maquinaria que realiza el cultivo, la cosecha y el procesamiento de la materia prima, así como el utilizado para fabricar los fertilizantes. De acuerdo a cuáles son los componentes considerados, se llega a resultados muy distintos. Para ilustrar estas dificultades, en el caso de la caña de azúcar se ha señalado en Brasil un balance muy favorable, pero algunas de esas ventajas desaparecen en el caso de Colombia, donde el cultivo se hace bajo regadío. Existen muchas posturas distintas sobre los elementos a ser considerados; por ejemplo,¿debería incluirse la energía requerida para la construcción de las plantas industriales que fabrican el biodiesel o el etanol?
De la misma forma hay diferencias en la identificación y ponderación de los “outputs” del sistema, lo que también puede arrojar resultados distintos. Por ejemplo en el caso del biodiesel se producen además del combustible cantidades similares de glicerina y residuos vegetales que contienen grandes cantidades de energía. Si esos productos adicionales se incluyen o no dentro del balance energético desembocará en conclusiones muy diferentes. Los resultados también dependen de cómo se aprovecharán esos subproductos; sin son utilizados para otros usos (por ejemplo los residuos vegetales para la alimentación del ganado), entonces puede considerarse que hay una salida de energía útil mayor que la contenida en el mero combustible. Pero si son considerados como residuos inútiles desde el punto de vista energético, o al que debe dársele una disposición final inocua para el ambiente, entonces el resultado energético total del proceso es menor (véase la discusión sobre este punto en Lobato, 2007).
Por otra parte vale la pena recordar que existen diferencias sustanciales en el rendimiento por unidad de volumen. Es decir, un litro de agrocombustible no provee la misma cantidad de energía potencial que un litro de combustible fósil. Esto depende de muchos factores pero para referencia se pueden citar dos ejemplos: cada litro de etanol reemplaza 0,21 litros de gasolina y cada litro de biodiesel reemplaza 0,51 litros de diesel (referencias en Lobato, 2007). Por lo tanto cuando se especula con sustituir una cierta cantidad de“litros” de combustibles fósiles por el equivalente en agrocombustibles, las comparaciones no pueden ser litro a litro sino que deben basarse en indicadores energéticos (megajoules, kiloteps, BTUs, etc.) potencialmente contenidos en ambos tipos de combustibles.
La reciente revisión de Farrel y colab. (2006), es optimista pero de todas maneras ofrece una clara alerta: “está claro que un uso en gran escala de etanol para combustibles seguramente requerirá tecnologías de celulosa”, dada las limitaciones de viabilidad de escala y producción con las actuales materias primas. Esta es una seria advertencia para todos los programas en agrocombustibles latinoamericanos ya que se basan en tecnologías de primera generación. Los biocombustibles de“segunda generación” apuntan a la utilización de celulosa, y por lo tanto la disponibilidad de materia prima se amplia mucho. Se estima que con fuertes inversiones en esas investigaciones en unos diez años se llegaría a esa posibilidad.
Figura 1. Balance energético para bioetanol de maíz.
Resultados del balance energético según 13 estudios por distintos autores, dados a conocer
entre 1988 y 2004. Balance expresado en Btu por galón EtOH menos Btu utilizado
en la producción. Redibujado de National Bioenergy Center, basado en M. Wang.
Impactos y efectos desde la perspectiva de la sustentabilidad
Se ha difundido la idea que los agrocombustibles son esencialmente positivos. Se asume que representan una forma de energía “limpia” y con menor impacto ambiental, que ofrece una ganancia neta en la producción de energía (donde se obtiene más energía que la invertida en el cultivo y procesamiento), y pueden promover el desarrollo rural al generar negocios tanto a nivel nacional como por medio de exportaciones.
Esa visión debe ser analizada cuidadosamente. La obtención, el procesamiento y el uso de agrocombustibles no son inocuas, y arrojan diversos impactos ambientales, sociales y económicos que deben ser considerados desde la perspectiva del desarrollo sostenible. En la presente sección se ofrece información destacada sobre los impactos y efectos de estos combustibles en la región.
El avance de la frontera agropecuaria
Los cultivos destinados a combustibles pueden darse por un lado sobre tierras que ya están bajo explotación agropcuaria, o bien invadiendo áreas silvestres para convertirlas a la agricultura. El primer caso se analiza más abajo, mientras que en esta sección se considerarán los efectos del avance de la frontera agropecuaria sobre áreas naturales. Se dispone de suficiente evidencia para sostener que la expansión agropecuaria siempre está asociada a algún tipo de avance en la frontera sobre áreas naturales.
Los cultivos para combustibles están generando en Brasil mucha presión en los remanentes de áreas naturales en la ecoregión del Cerrado, en algunas zonas del nordeste, la costa atlántica y la Amazonia. La soja se ha difundido sobre el Cerrado, al igual que la caña de azúcar (aunque esta también se observa hacia el nordeste), mientras que la palma africana avanza en ambientes más tropicales (estados de Bahia, Pará y Amazonia) (Lachefski y Teixeira, 2006; Rothkopf, 2007). Se cumple lo observado con varios cultivos, en el sentido de reducir las áreas naturales y generar un proceso de fragmentación de los ecosistemas, con los consiguientes efectos negativos sobre la biodiversidad.
La presión sobre ambientes tropicales se repite en otros países. En Perú, se intenta promover el cultivo de caña de azúcar en la región amazónica, y en Colombia tiene lugar tanto en las laderas y valles andinos, como en la región del Caribe. En Ecuador la palma aceitera se ha expandido sobre todo en los ecosistemas del Chocó, afectando losúltimos bosques tropicales costeros (Bravo, 2006).
También existe presión ambiental dentro de los predios. Por ejemplo, en Brasil, no se cumple adecuadamente la exigencia de mantener el 50% de la superficie de cada propiedad como una reserva natural.
La expansión sojera observada en el Cerrado genera importantes impactos ambientales, donde al menos el 40% de su superficie está comprometida por los usos agropecuarios y sólo un 5% tiene potencialidades de ser preservada (véase el resumen de esos impactos en Lapitz y colab., 2004). En Paraguay y Bolivia, ese mismo cultivo, ha generado pérdida de áreas naturales y deforestación. En el primer caso en la ecoregión de la selva paranense (se estima que se ha perdido por lo menos el 76% del bosque original), y en el segundo en los llanos y bosques del oriente (Lapitz y colab., 2004).Finalmente, en el caso de Argentina, se denuncian impactos del avance sojero y otros cultivos en bosques del norte y noroeste del país (Lapitz y colab., 2004).
El área plantada en Brasil para la zafra 2005/2006 equivale a la suma de aquella prevista para los otros cuatro principales granos producidos en el país: arroz, poroto, maíz y trigo. Existe una fuerte amenaza ambiental en la medida en que la expansión sojera mantiene la presión sobre el Cerrado y avanza sobre la Amazonia. Tan sólo en el estado de Mato Grosso, el núcleo sojero brasileño, entre 2003 y 2004 se perdieron 12.500 km2 de selva (Schlesinger, 2006). La presión aumentará con la larga lista de cultivos propuestos ara agrocombustibles por la empresa brasileña Petrobrás (fig. 2). Muchos de ellos tienen un potencial de impacto ambiental elevado; tan solo a manera de ejemplo, la propuesta de cultivar palma en los ecosistemas amazónicos implica la pérdida de la selva original.
El avance de los cultivos para combustibles en algunas zonas hace que desplacen a otros tipos de producción, las que entonces migran hacia la frontera agrícola en otras ecoregiones. El avance la agricultura en el Cerrado de Brasil, en buena parte se ha hecho sobre predios dedicados a la ganadería extensiva, cuyos propietarios se trasladan entonces a nuevos sitios sobre la selva tropical amazónica. El aumento de los precios internacionales de la soja, intensifica el cultivo en Brasil, y con ello aumenta la deforestación, tanto en zonas del Cerrado como en la Amazonia (Neptstad y colab., 2006; Martino, 2007).
Figura 2. Zonificación de Brasil según cultivos potencialmente utilizables para biodiesel.
Basado en Petrobras (empresa petrolera mixta de Brasil);
www2.petrobras.com.br/Petrobras/espanhol/perfil/Perfil_biodisel.htm.
REFERENCIAS
14 Esas revisiones optimistas presentadas en Science a inicios de 2006 desencadenaron varias cartas de réplicas publicadas en Science 312, 23 junio 2006.
Por: Gerardo Honty
Eduardo Gudynas
Los autores son investigadoresen el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).
Honty se especializa en temas de energía y cambio climático;
Gudynas aborda la temática de la sustentabilidad y el desarrollo rural.
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