Acerca de la necesidad del aporte de tierra (suelo) para el compostaje
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- El 3 junio, 2010
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Resumen
En el presente trabajo se analiza si la incorporación de tierra en los procesos de compostaje de la materia orgánica biodegradable es necesaria o superflua ante el hecho cierto de que el hábito de su incorporación existe, sobre todo cuando el compostaje no es acoplado al lombricompostaje. Para acercarnos al problema se revisa la importancia de los organismos desmenuzadores y su distribución en el suelo por condicionar estos la velocidad de la descomposición de los sustratos a degradar / descomponer. La inclusión de tierra en el proceso, detectable en los análisis, acarrea una puntuación negativa para el producto (humus, humus de lombriz). Se concluye que: a) El compostaje no requiere el agregado de tierra para su desarrollo; b) Los organismos desmenuzadores poseen las poblaciones mas densas en la porción superficial del suelo (mantillo) por lo que, aun en aquellos procesos de compostaje para los que no se prevea el lombricompostaje, a lo sumo se recomienda agregar mantillo; c) En el marco del lombricompostaje y para cualquiera de las etapas de su elaboración (incluyendo el compostaje previo), no se admite la presencia de tierra en el sustrato / alimento destinado a las lombrices.
Introducción
Con frecuencia se reciben consultas en los foros de lombricultura (www.manualdelombricultura.com) acerca de si es conveniente la incorporación de tierra al compostaje y por extensión también para el lombricompostaje. Consultas que podemos suponer se relacionan con el hecho de que algunos manuales y cartillas de amplia difusión en el medio agrario indican la incorporación de tierra negra (suelo) como un componente necesario para el desarrollo del compostaje (Anónimo, 2010).
Mas allá de algunos usos, no podemos dejar de plantearnos si es realmente necesaria la presencia de tierra para que el proceso de compostaje se desarrolle adecuadamente. Una cuestión que necesariamente hay que vincular con los objetivos del proceso de compostaje, ya que no es lo mismo implementarlo con el fin de estabilizar la materia orgánica (MO) que se pretende biodegradar o bien iniciar el compostaje con miras al posterior acople del lombricompostaje. Estos aspectos son analizados en el presente trabajo en el marco de la corriente trófica del detrito (de las partículas) dado que en su seno tienen lugar los procesos de reconversión de la MO en abono (humus, lombrihumus).
Origen del hábito de la incorporación de tierra al compostaje.
Sin duda, el compostaje es una práctica ancestral (Alvarez de la Puente, 2010) y la incorporación de tierra al proceso se relaciona con la percepción de la necesidad de inocular la MO dispuesta con microorganismos y así acelerar la colonización y descomposición del sustrato. La recomendación de incorporar tierra a la MO cuando se la acondiciona para el compostaje pareciera radicar en prácticas anteriores al conocimiento que se tiene actualmente sobre la importancia de la corriente del detrito para el ciclado de los nutrientes desde los organismos al medio y de este nuevamente a los organismos (ciclos biogeoquímicos).
La descomposición en la naturaleza enlaza la vida, la muerte y lo inerte en los ecosistemas, es decir, la producción vegetal y el consumo de esa producción por los animales y otros organismos no podría sustentarse si los nutrientes necesarios para los vegetales no fueran suministrados de continuo al medio. Si no existiera la descomposición, los nutrientes se acumularían en los organismos, donde quedarían entrampados, limitando la producción. Por suerte la naturaleza recicla y todo es reutilizado una y otra vez, posibilitando que un átomo o molécula que fue útil para un dinosaurio, descomposición mediante, también pueda serlo luego para otros organismos, incluso nosotros.
Composta vs. Lombricomposta.
En el primer caso se supone que partiendo de una MO o mezcla de MO biodegradable con una relación Carbono/Nitrógeno de 25/1 a 40/1 (o 50/1) se arriba al producto final (humus, abono orgánico) con una proporción aproximada de 10 partes de carbono por cada una de nitrógeno. Relación que indica cierto grado de estabilización de la MO.
Contrariamente, si apuntamos al lombri/vermicompostaje, interesa no compostar a fondo ya que en ese caso las lombrices, que se nutren del carbono lábil que abunda en las etapas anteriores del proceso, tendrán poco alimento y tenderán a fugar del cultivo a medida que el carbono mas estable (ácidos humicos) prevalezca (Domínguez, 2004; Dominguez y Edwards, 2004, Schuldt, 2006).
Al presente, si bien no hay información precisa acerca de cual relación C/N es la más adecuada para iniciar el lombricompostaje, ateniéndonos al hábito micrófago de las lombrices, conviene efectuar la siembra del sustrato con ellas cuando la población de microflora (bacterias, actinomicetes, hongos y protistas verdes –flagelados) y microfauna (ciliados, rizópodos, zooflagelados, nematodos y rotíferos) alcanzan un desarrollo importante. El espectro alimentario de las lombrices se halla por debajo de los 100 micrones, definiendo su rol como consumidor en la cadena trófica de los descomponedores terrestres y que esta íntimamente ligado a la corriente del detrito (de las partículas) que, en algunos ecosistemas, canaliza al 70% de la energía del sistema (Odum, 1987).
Como la eficiencia del proceso de vermicompostaje reside en multiplicar y sostener una población de lombrices cercana a la capacidad de apiñamiento máxima del medio, en la práctica, se busca acoplar el lombricompostaje lo antes posible. Momento que se puede determinar para diferentes MO con bastante precisión mediante las pruebas en bandejas con 5 o 10 lombrices y conocidos como test P5L o P10L (Schuldt, Christiansen, Mayo y otros, 2009) y que reemplazan a las tradicionales P50L (Ferruzzi, 1987).
Corriente trófica del detrito (partículado). Distribución de los organismos.
La descomposición de la MO se realiza gracias a la acción mancomunada de organismos desintegradores “mineralizadores” (bacterias, actinomicetes, hongos y protistas) y desmenuzadores (principalmente pequeños artrópodos –insectos primitivos, crustáceos), Ambos grupos transforman gradualmente los restos de los organismos y productos de desecho de los mismos (hojas, heces) en partículas cada vez de menor talla, conformando la corriente del detrito (Odum, 1987; Begon, Harper y Townsend, 1988). Los desmenuzadores son la clave para la eficiencia del proceso de descomposición, ya que aumentan la superficie de ataque para bacterias y hongos. Allí donde los desmenuzadores faltan, o son insuficientes, la MO se acumula, aún con la presencia de bacterias y hongos, como se aprecia gradualmente a medida que aumenta la latitud, situación que es fácil apreciar en la Patagonia austral donde anualmente el bosque caduco produce un acúmulo importante de hojas.
Una experiencia que pone de manifiesto la importancia relativa de los desmenuzadores en los procesos de descomposición en el seno de la hojarasca, y muy fácil de reproducir, consiste en juntar 2 o más bolsas tipo red (como las que se usan para almacenar cebollas o zanahorias) que se llenan con hojas caídas. Se pesan ambas de modo que contengan el mismo peso. A solo una de ellas se le agrega un puñado de bolitas de naftalina. Ambas se humedecen bien y se depositan al pie de algún árbol. Se riega periódicamente durante unos meses. Se procede a pesar ambas nuevamente, observándose que la tratada con naftalina ha experimentado menor perdida de volumen y peso, mientras que la no tratada, ya al levantarla en su base deja entrever un mantillo abundante, menor volumen y peso. Las diferencias observadas al cabo de 50 semanas sobrepasan al 25% en peso y se relacionan con el accionar de los desmenuzadores, que actuaron solo en la bolsa no tratada con naftalina. Como la naftalina no inhibe las bacterias ni los hongos, estos colonizaron ambas bolsas, poniendo de manifiesto sus limitaciones cuando faltan quienes les brindan superficie de ataque.
La parte viva del suelo o edafon (no contempla las raíces de las plantas) es solo una pequeñísima fracción del suelo todo. Según Odum (1987), en términos de peso seco, en un suelo de pradera, el 93% es mineral y el 7% es orgánico. Considerando la fracción orgánica como un todo, el 95% corresponde a MO muerta y raíces de plantas, mientras que solo el 5% de ella pertenece a la biota del suelo (edafon).
Del conjunto vivo el 80% abarca bacterias, actinomicetes, hongos y algas, y apenas el 20% se integra con organismos desmenuzadores con tallas comprendidas entre 0,1 mm (100 micrones) y 20 mm. El grueso de la biomasa del edafon se concentra en el mantillo que, en sentido estricto, es un medio epigeo, superficial, siendo el principal asiento de los desmenuzadores.
Discusión.
Si el mantillo alberga al grueso del edafon y buena parte de hongos y bacterias se hallan ya sobre los organismos antes de morir, y las esporas de ellas se hallan por doquier en el medio circundante -incluyendo a la atmósfera (Begon, Harper y Townsend, 1988)- surge claramente la conveniencia de incorporar al compostaje, eventualmente, sólo el mantillo, pero sin el suelo subyacente.
Cuando el compostaje es una etapa en el marco del vermicompostaje, el suelo es incluso un componente vedado y nunca se lo debe agregar, siendo dos las razones: a) Las lombrices utilizadas para el lombricompostaje son epigeas (Eisenia fetida, E. andrei, Eudrilus eugeniae y otras) y su habitat se corresponde con el de la hojarasca y; b) La presencia de tierra en un humus, al efectuarse el análisis correspondiente, es calificada esencialmente como ceniza (por que no se calcina como la MO).
La interpretación del análisis de un humus es relativamente sencilla: a) si las cenizas se hallan elevadas (mas del 30%) y el contenido de la MO ha descendido y los macronutrientes (N, P, K) se han incrementado, probablemente, la temperatura en algún punto del proceso de compostaje ha sobrepasado los valores deseados (55-600 C), mientras que; b) si el incremento de las cenizas no se correlaciona con un aumento de macronutirentes, y paralelamente se observa un descenso relativo del contenido de MO, podemos suponer la presencia de tierra en el humus, con lo que baja la calificación del producto para la venta (Valenzuela y Cardona, 1997; Valenzuela, Lallana y Guerrero, 1998; Schuldt, 2006; Guimaraes, 2010).
Conclusiones
1) El compostaje no requiere el agregado de tierra para su desarrollo. Tal es así que ningún lombricultor utiliza tierra en los materiales orgánicos que dispone para compostar y acoplar luego el lombricompostaje que, se inicia con la siembra de lombrices en los sustratos ya parcialmente descompuestos entonces.
2) La distribución superficial de los organismos desmenuzadores, que son los que direccionan y motorizan el proceso de descomposición en la naturaleza, poseen las poblaciones mas densas en la porción superficial del suelo (mantillo) por lo que, aun en aquellos procesos de compostaje para los que no se prevea el lombricompostaje, a lo sumo se recomienda agregar mantillo.
3) En el marco del lombricompostaje no se admite la presencia de tierra en el sustrato / alimento destinado a las lombrices, siendo esto asimismo válido para cualquiera de las etapas de su elaboración, incluyendo el compostaje previo.
Bibliografía
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Por: Sshuldt, M.1, R. Christiansen2,3, L. Scatturicce2, J.P. Mayo2 y A. Alvarado2
1 Conicet, AER INTA El Bolsón, Mármol s/n, 8430 El Bolsón, Prov. Río Negro; E-mail: [email protected]; 2 Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UA Río Turbio); 3 INTA Río Turbio
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