Determinantes ambientales y salud
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- El 1 enero, 2000
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Maria Rosa Girbau y Katy Salas
Hasta la primera mitad del siglo pasado, el hombre ha vivido de espaldas a las consecuencias de su injerencia en el entorno y, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, no adquiere conciencia de las implicaciones que sus acciones tienen sobre el medio ambiente y sobre la salud individual y la colectividad.
Algunos acontecimientos como las bombas de Hiroshima y Nagasaki, la crisis del petróleo y el previsible agotamiento de otros minerales, la destrucción de la capa de ozono, la constatación del cambio climático, la peligrosidad de muchos productos naturales y sintéticos, desastres naturales imprevisibles, la nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt Jakob, etc., han puesto de manifiesto que la intervención indiscriminada del hombre sobre el medio ambiente se ha convertido en un bumerán que se ha vuelto contra sí mismo. En ese sentido, consideramos muy acertada la frase del ecólogo Ramon Margalef cuando dice: .
Ya hace años que el medio ambiente se considera un determinante de la salud humana, pero, hasta la década de los 70 no se presentaron diferentes modelos explicativos de las causas de la pérdida de salud de los habitantes de los países desarrollados; algunos de estos modelos destacan el componente holístico (Laframboise, 1974) como causa de la morbilidad-mortalidad, mientras que otros hacen referencia al modelo ecológico (Austin y Werner, 1973) y al del bienestar (Travis, 1977).
A partir de estas aportaciones se continuó avanzando en el conocimiento de la génesis de las enfermedades contemporáneas y fue el ministro de sanidad canadiense Marc Lalonde quien desarrolló los modelos propuestos con anterioridad y presentó en 1974 el informe sobre la salud de la población canadiense, conocido como en el que se describían como determinantes los factores genéticos, los factores ambientales, los estilos de vida y el sistema de sanidad. En los últimos años, se ha presentado nuevos esquemas de los determinantes de salud, clasificados en 5 niveles: determinantes biológicos, físicos y psíquicos, determinantes de los estilos de vida, determinantes ambientales y comunitarios, del ambiente físico, climático y de la contaminación ambiental; y, por último, los condicionantes de la estructura macrosocial, política y las percepciones poblacionales.
Por tanto, es evidente que el medio ambiente es un elemento de primer orden para el bienestar individual y colectivo, lo que exige una nueva consciencia medioambiental, fundamentada en la responsabilidad compartida, por lo que se ha de conseguir un cambio de actitud en la población, a partir del principio de solidaridad ambiental.
En este sentido, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, argumentó en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social en 1995 que y, por tanto, a su salud.
Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que el bienestar social y el económico son conceptos que progresan de forma paralela al desarrollo sostenible, aunque es muy evidente que la población no es sensible a los problemas ambientales hasta que se definen y se aceptan socialmente, lo que plantea influencias mediáticas en el reconocimiento del riesgo.
Si partimos de una concepción global del ser humano, la salud se entiende como un proceso de equilibrio o armonía entre las diferentes dimensiones que configuran a la persona y, entre ésta y su medio exterior. El ser humano es una pieza clave en el mantenimiento del equilibrio necesario y, por su parte, el ambiente físico, biológico y social desempeña un papel muy importante en las enfermedades contemporáneas (problemas cardiovasculares, respiratorios y digestivos, cánceres, alergias, enfermedad espongiforme, etc.), y se van generando nuevos problemas de salud pública.
A partir de estas consideraciones, se plantea la necesidad de implicar a los diferentes actores institucionales, sociales, políticos, económicos, profesionales, etc., ya que, en definitiva, son los que tienen la responsabilidad directa o indirecta de la salud de la población.
Antecedentes históricos
La referencia más antigua de la que tenemos constancia respecto al conocimiento de las relaciones entre los seres humanos y su medio data del siglo V antes de Cristo y se halla en el Tratado de los aires, de las aguas y de los lagos de Hipócrates (460-377 a.C.), que exponía que para conocer la salud y la enfermedad había que estudiar al hombre en su estado normal y en relación con el medio en el que vive, además de investigar las causas que han perturbado el equilibrio entre el hombre y el medio exterior y social. El pensamiento hipocrático se aplicó para interpretar las condiciones ambientales de la vida humana y se puede considerar, pues, una de las raíces más remotas de la ecología humana, junto con las obras naturalistas de Aristóteles.
Desgraciadamente, este enfoque ecológico no ha sido la orientación prevaleciente en las ciencias de la salud que, por diversas razones, han recibido una gran influencia de la tendencia fisiologista o del estudio del medio interno del ser humano, iniciada por los franceses en el siglo XIX, y que los avances logrados en el siglo XX en el campo del diagnóstico y de la terapéutica han reforzado, olvidando el papel del entorno físico, psíquico y social en la génesis de la salud/enfermedad del ser humano.
En 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que no se trata de forma explícita el medio ambiente, pero sí que es preciso destacar algunos de sus artículos, ya que evidencian una responsabilidad institucional y gubernamental en la protección del individuo.
El artículo 1 dice , lo que nos plantea el principio de solidaridad.
El artículo 3 dice , por lo que plantea el derecho a vivir con garantías.
El artículo 6 dice , entendido como el derecho a ser protegidos.
El artículo 21.1 dice , lo que supone que tenemos que participar activamente en las decisiones que pueden comprometer nuestra integridad.A partir de la segunda mitad del siglo XX, el movimiento ecologista, junto con la mayor sensibilidad para las cuestiones medioambientales, propiciaron que la ONU tomara iniciativas, y a partir de entonces se iniciaron una serie de conferencias internacionales de gran trascendencia. La primera cumbre a escala mundial, denominada , se celebró en Estocolmo en 1972, y tenía como objetivo evaluar los riesgos derivados de la contaminación sobre el medio humano; se establecieron las bases para llegar a acuerdos de alcance internacional sobre el medio ambiente, y surgió el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). En esta cumbre internacional, se pusieron de manifiesto las diferencias y las dificultades para llegar a consensuar acuerdos globales sobre los problemas que afectan tanto a los países ricos como a los pobres, que hoy en día todavía persisten. En esta cumbre se atribuye a Indira Gandhi la siguiente frase: .
Posteriormente, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la XXXª Asamblea Mundial de la Salud en la ciudad de Alma-Ata (1977) se acordó la elaboración de unos objetivos para conseguir la salud para todos en el 2000, entre los que se consideraba la conservación del medio ambiente. En 1984, desde la Oficina Regional Europea, se redactaron 38 objetivos, correspondientes a Europa, que se referían explícitamente a la creación de ambientes saludables (objetivos núm. 18 a 25)
Hasta la década de los 90, se llevaron a cabo otras conferencias a escala mundial, como la Conferencia Internacional de Promoción de la Salud (Ottawa, 1986), El Protocolo de Montreal (1987) para la protección de la capa de ozono, la Conferencia de Sundswall (Suecia, 1991), y algunas preparatorias de la Cumbre de Río de Janeiro de 1992, con el único objetivo de seguir avanzando en el conocimiento de los riesgos ambientales.
En la Cumbre de Río (1992), conocida como la Cumbre de la Tierra, se pretendía conseguir un equilibrio entre las necesidades sociales y económicas y las ambientales, y se elaboraron 3 documentos fundamentales:
La Agenda 21, considerada una declaración de principios a partir de un plan de acción mundial para promover el desarrollo sostenible.
El del Cambio Climático, con el objetivo de reducir los gases responsables del efecto invernadero.
El de la Diversidad Biológica, que exhortaba a los países a tomar medidas para la conservación de las especies vegetales y animales, con una serie de directrices para una ordenación más sostenible de los bosques.
En 1997 se celebró la Cumbre de la Tierra + 5 en Nueva York, con el objetivo de determinar y reconocer los objetivos conseguidos en la aplicación de los acuerdos concertados en Río.
En cuanto al Cambio Climático, se han celebrado varias cumbres: en Kyoto (Japón, 1997), La Haya (2000) y Bonn (2001) con resultados bastante decepcionantes.
También hay que destacar otras iniciativas de interés que han reforzado algunas propuestas presentadas en los diferentes foros internacionales, como los informes presentados por el Club de Roma en 1972, entre ellos el titulado Los límites del crecimiento, que se actualizó en 1992 con el título de Más allá de los límites del crecimiento. Asimismo, el informe Brundtland (1987), en el que se planteaba que , y establecía la relación entre desarrollo sostenible y sistemas económicos. Finalmente, a escala local contamos con el proyecto del Ayuntamiento de Barcelona, conocido como la Agenda 21 de Barcelona, en el que se pone de manifiesto el compromiso para afrontar los nuevos retos ambientales del siglo XXI y conseguir articular de forma sostenible el desarrollo social, urbanístico y económico de la ciudad con el medio ambiente.
Riesgos asociados al desarrollo insostenible
Las actividades realizadas por el hombre de forma egocentrista implican un riesgo potencial para la salud individual y de la comunidad, ya que el medio en el que nos desarrollamos tiene un comportamiento muy dinámico a partir de diferentes ciclos (carbono, nitrógeno, agua…). Además, es un medio complejo, ya que en él se produce un intercambio de energía y de materia y, al mismo tiempo, se establece una interrelación constante de elementos en los diferentes gradientes o niveles de la naturaleza y la intervención del ser humano puede romper el frágil equilibrio de nuestro medio y poner en peligro su integridad.
Por tanto, la posibilidad de que el hombre consiga vivir con salud depende de la capacidad de adaptación a las situaciones variables. Esta capacidad estará relacionada con las condiciones físicas, biológicas y sociales.
En general, podemos definir la contaminación como la alteración de las propiedades de un medio por incorporación -generalmente causada por la acción directa o indirecta del ser humano- de partículas, compuestos gaseosos, perturbaciones, materiales o radiaciones que introducen modificaciones en la estructura y la función de los ecosistemas afectados.
En el momento en que nos planteemos cuáles son los riesgos potenciales para la salud, deberemos tener en cuenta algunos factores estrechamente vinculados al grado de afectación, como:
- Las características y el grado de solubilidad de las sustancias contaminantes
- la cantidad de sustancia o del agente patógeno
- el tiempo de exposición al riesgo
- los mecanismos de acción o toxicodinámica
- los mecanismos de defensa del órgano y/o tejido afectado
- la vía de entrada y transformación posterior de la sustancia
- las características inmunitarias del individuo y otras variables que lo pueden hacer más susceptible, como la edad, patologías previas, etc.
Atmósfera:
La atmósfera es la capa gaseosa que rodea la Tierra y está formada por una mezcla de gases en proporciones variables en cada altura (troposfera, estratosfera, mesosfera y termosfera), y es la responsable de la temperatura.
La contaminación atmosférica es la degradación de la esfera de los gases por un incremento de los elementos que normalmente están presentes, o la presencia de sustancias y/o partículas que son ajenas a su composición normal, teniendo en cuenta que la contaminación del aire es un proceso que se inicia a partir de las emisiones de gases y/o partículas y que el ser humano ha estado expuesto a éstas desde el descubrimiento del fuego, aunque el desarrollo insostenible ha aumentado la cantidad y la calidad de los agentes contaminantes, y ha afectado a países tanto industrializados como en desarrollo.
La presencia de contaminantes en el aire atmosférico puede tener su origen en causas naturales como erupciones volcánicas, erosión de la tierra, tormentas de arena, terremotos, procesos de fermentación anaerobia, polinización de las plantas y/o en causas antrópicas y/o artificiales como el tráfico rodado, procesos industriales y centrales térmicas, calefacciones domésticas e industriales, incineración de residuos, pruebas nucleares, conflictos bélicos, etc.
Los diferentes elementos nocivos pueden ser incorporados por las personas a través de la vía pulmonar (por inhalación), cutánea (por contacto con la piel) y oral (por ingestión directa o indirecta):
Vía inhalatoria: pueden penetrar en el aparato respiratorio los gases, vapores y aerosoles o las partículas en suspensión. La absorción de las mismas viene determinada por el tamaño, la forma y los parámetros respiratorios del individuo que puedan limitar la penetración de los contaminantes a las vías respiratorias más profundas.
Vía dérmica: a través del órgano de la piel pueden penetrar muchas sustancias, como biocidas y disolventes orgánicos. Hay que tener en cuenta la integridad de la piel (su erosión facilita la absorción), la temperatura corporal y la circulación periférica (su aumento provoca más absorción).
Vía oral: no es la vía más frecuente de entrada de los contaminantes atmosféricos, pero sí de las sustancias presentes en las aguas de consumo.
La metabolización de estas sustancias se produce principalmente en el hígado, los riñones, los pulmones, la piel y el aparato gastrointestinal; las vías principales de eliminación son la orina y la bilis. En cuanto a las sustancias volátiles y gaseosas, la eliminación se lleva a cabo por medio del aire espirado.
Los efectos de la contaminación atmosférica son muchos y muy difícilmente cuantificables, de la misma manera que es difícil establecer una relación causal, pero cabe hacer hincapié en que es especialmente peligrosa para las personas con enfermedades pulmonares crónicas (enfisema, bronquitis, asma), para los ancianos y para la población infantil. Según la OMS, entre el 30 y el 40% de los casos de asma y entre el 20 y el 30% de los problemas respiratorios pueden estar relacionados con la contaminación atmosférica en determinadas poblaciones, y se considera una de las principales causas de reducción de la esperanza de vida en general y de la esperanza de vida sin incapacidad.
Algunos de los elementos más significativos por sus efectos en la salud son:
- Monóxido de carbono (CO): insoluble en el agua de las mucosas del aparato respiratorio, lo que facilita su capacidad de penetración en las paredes alveolares; posee una gran afinidad con uno de los cuatro átomos de hierro de la molécula de hemoglobina (210/240 veces mayor que las moléculas de oxígeno), y se transforma en carboxihemoglobina, que interfiere en el correcto intercambio de gases en los vasos capilares, produciendo anoxia por falta de O2. Las manifestaciones clínicas son en forma de cefalalgias, vértigo, debilidad, náuseas y vómitos. Y en las formas de intoxicación grave pueden aparecer alteraciones cardíacas por isquemia miocárdica, que puede provocar angor e infarto, alteraciones neurológicas con obnubilación y coma, alteraciones cutáneas con palidez y cianosis, y disfunciones psicomotoras con alteraciones de la coordinación.
- Óxidos de azufre (SOx): son hidrosolubles, lo que facilita que sean absorbidos en los primeros tramos del aparato respiratorio y provoquen irritación de las mucosas y broncoconstricción. Las manifestaciones clínicas pueden agravarse si, por efectos sinérgicos, interaccionan con otras partículas en suspensión en la atmósfera, pues se favorecería la penetración en los alvéolos. Produce una estimulación de los sentidos del gusto y del olfato.
- Óxidos de nitrógeno (NOx): insolubles en el agua de las mucosas del aparato respiratorio; penetran en las paredes alveolares, donde se combinan con la hemoglobina (Hb) para transformarse en nitrosaminas con propiedades cancerígenas. Las manifestaciones clínicas son irritación de las mucosas, edema pulmonar, fibrosis pulmonar crónica y muerte por asfixia.
- Ozono troposférico (O3): es un contaminante secundario formado por acción de las radiaciones ultravioletas sobre las moléculas de oxígeno, que por disociación se transforman en dos átomos reactivos que se combinan posteriormente con otras moléculas de oxígeno para formar una molécula de ozono. Es insoluble, lo que facilita la penetración en las vías respiratorias. Las manifestaciones clínicas son irritación de las mucosas, garganta seca, cefalalgias, fatiga, decaimiento, aumento de la frecuencia respiratoria, disminución de la función pulmonar, e incluso se relaciona con la disminución de la concentración intelectual.
- Partículas sólidas: el grado de afectación estará en relación con su capacidad de penetrar en las cavidades pulmonares por su tamaño molecular y su afinidad con la humedad del aire. Pueden actuar como depósitos de partículas inertes en las paredes alveolares y dificultar así el intercambio de gases. También nos pueden afectar a partir de la ingesta de alimentos sometidos a la presencia de partículas que, por disposición seca, se incorporan a los vegetales.
- Otros: como los fluoruros, el plomo, el mercurio, el cadmio o el amianto, que por su capacidad de volatilización podemos incorporar a través de la respiración y sufrir irritaciones de las mucosas y dificultades respiratorias. Algunos de ellos, como el amianto, son potencialmente cancerígenos.
En relación a los efectos sobre la atmósfera, cabe destacar la implicación del dióxido de carbono (CO2), los óxidos de nitrógeno (NOx), el metano (CH4), los clorofluorocarbonos (CFC) y el ozono (O3) en el efecto invernadero. Este fenómeno se define como el aumento de la temperatura por la presencia de gases en las capas atmosféricas que impiden que la radiación infrarroja (de longitud de onda larga) escape hacia el espacio exterior, lo que favorece el calentamiento de la atmósfera. Los efectos en la salud quedan condicionados por la evolución del aumento de la temperatura media del aire, con alteraciones de los ecosistemas y pérdida de biodiversidad y, por tanto, disponibilidad de recursos alimentarios, destrucción de hábitats naturales por la subida del nivel del mar, lo que favorece las migraciones humanas y el aumento de enfermedades transmitidas por vectores (malaria), por la elevación del grado de humedad. En la actualidad, se hacen predicciones en función de los diferentes escenarios posibles (población, radiación, humedad, precipitación, erosión, agricultura, bosques, mecanismos de absorción de las plantas y océanos, etc.) y valoran sus impactos.
La presencia de clorofluorocarbonos (CFC) en las capas atmosféricas provoca el agotamiento de la capa de ozono situada en la estratosfera y formada por O3. El adelgazamiento de esta capa se produce por la acción de los CFC, unos gases muy volátiles y químicamente estables utilizados en aparatos de refrigeración, de aire acondicionado, pesticidas, aerosoles, espumas, etc., y que al llegar a la estratosfera se descomponen por la acción de los rayos ultravioletas y liberan moléculas de cloro y bromuro que destruyen el ozono.
Este gas es vital para los seres vivos, ya que sirve de protección contra las radiaciones ultravioletas procedentes del Sol. La disminución del ozono estratosférico está relacionada con la aparición de melanomas, cataratas e inhibición del sistema inmunitario.
Otros efectos nocivos se deben a la lluvia ácida, que provoca una acidificación de los componentes del ecosistema; a la inversión térmica, que dificulta la circulación vertical de los contaminantes y, por tanto, su dispersión; y a la niebla fotoquímica que causa manifestaciones clínicas en forma de tos, irritación nasal y de garganta, broncoconstricción, alteración visual e incapacidad para la concentración.
También hay que tener en cuenta la vulnerabilidad de las plantas ante la contaminación atmosférica, pues provoca retrasos del crecimiento, coloración amarillenta de las hojas y muerte en situaciones extremas. En los animales puede conllevar disminución de la productividad, alteraciones de la fecundidad y muerte por envenenamiento al ingerir vegetales contaminados previamente. En cuanto a los efectos sobre los materiales, cabe destacar las consecuencias sociales de la pérdida de patrimonio arquitectónico y artístico, así como el coste de restauración y mantenimiento de las estructuras estropeadas.
Agua:
El agua es una sustancia indispensable para la vida. Los seres vivos estamos constituidos en gran parte por agua y es la sustancia más abundante del planeta, del que dos terceras partes son agua: un 97% de esta agua la podemos encontrar en forma líquida en los mares y océanos; un 2,25%, en estado sólido, en los casquetes polares, en los glaciares y en forma de nieve; y una pequeña cantidad se encuentra en la atmósfera en forma de vapor. Sólo un 0,75% es agua dulce, apta para el consumo humano si no está contaminada, que es la de los ríos, lagos y acuíferos subterráneos.
Un ser humano puede subsistir con 2,5 a 5 litros de agua al día. Ahora bien, en las sociedades industrializadas, si sumamos todos los usos, la demanda puede llegar a los 500 l por persona y día. Estas sociedades son también las más exigentes en lo que respecta a la calidad y su creciente demanda reduce cada vez más el tiempo transcurrido entre la eliminación del agua servida y su subsiguiente utilización. El problema es, pues, de calidad y de cantidad.
Históricamente, el agua ha desempeñado un papel muy importante en la salud de las sociedades. Un 80% de las enfermedades del mundo están directa o indirectamente relacionadas con el agua (por inundaciones, sequías, transmisión de epidemias como el cólera y otras enfermedades diarreicas, por ser el hábitat de insectos transmisores de enfermedades como el paludismo, el dengue, la fiebre del Valle del Rift, etc.).
Por el contrario, la introducción de la higiene personal, el saneamiento público y los avances de la microbiología han contribuido en gran medida a la mejora de la calidad de vida y a la salud de las poblaciones.
El agua es, por tanto, un bien precioso y escaso, de tal manera que en 1968 se proclamó en Estrasburgo la Carta Europea del Agua.
En el punto 1 se afirma que Y en el punto 12 se acaba concluyendo que
Fuentes de contaminación del agua
Entendemos por agua contaminada aquella que tiene incorporadas substancias ajenas a su composición natural y/o microorganismos que pueden suponer un riesgo para la población. En este caso, no pueden ser utilizadas para beber, cocinar, regar cultivos ni en la industria alimentaria.
- Contaminación de origen urbano: es fruto de todas las actividades de la población, que la utiliza fundamentalmente para uso doméstico y comercial, en las pequeñas industrias, en los equipamientos públicos y en los servicios de la vía pública. Por tanto, estas aguas residuales pueden tener una carga biológica o química.
- Contaminación de origen industrial: dada la gran variedad de los diferentes procesos industriales, las aguas pueden contener carga de origen químico (metales pesados, compuestos diversos…), físico (aumento de la temperatura, radiactividad…) y microbiológico (bacterias, virus, hongos…). A pesar de las leyes de protección ambiental, los vertidos de origen industrial aún suponen un riesgo importante para ríos y lagos o para el mar y, en consecuencia, para la salud humana.
- Contaminación de origen agrícola: el fuerte incremento del uso de fertilizantes químicos, para aumentar el rendimiento de los cultivos, así como de biocidas de todo tipo, para evitar las plagas y las enfermedades de las plantas ha provocado un grave incremento de la contaminación de las aguas de escorrentía y en las que se filtran.
- Contaminación de origen ganadero: los purines generados en las explotaciones ganaderas intensivas actuales son un verdadero problema a la hora de eliminarlos por su alto contenido en compuestos nitrogenados, entre otros, así como por su carga microbiológica.
- Contaminación marina: teniendo en cuenta que las costas están altamente urbanizadas e industrializadas, los vertidos de estas aguas residuales son la principal fuente constante de contaminación de las aguas marinas, pero no la única. El transporte marítimo de pasajeros y de mercaderías es la otra fuente, que ha sido en demasiadas ocasiones el origen de graves catástrofes ecológicas, como los vertidos de petróleo y de otras substancias peligrosas al mar, por accidente o como residuo de la limpieza de los tanques de petroleros en alta mar que, naturalmente, está prohibida.
Tipos de contaminantes
Los contaminantes presentes en el agua pueden ser biológicos, químicos y físicos.
Contaminantes biológicos: son agentes microbiológicos capaces de causar enfermedades infecciosas en el hombre y en los animales. Podemos clasificarlos en:
- Bacterias: como por ejemplo el Vibrio Cholerae, causante del cólera, enfermedad infecciosa aguda caracterizada por vómitos, evacuaciones líquidas parecidas al agua de arroz, acidosis y calambres musculares. La Salmonella Typhi, causante de la fiebre tifoidea, que cursa con la aparición brusca de fiebre, astenia, exantema en tórax y abdomen, hepatoesplenomegalia, diarrea, y puede producir alteraciones en la consciencia, así como otras salmonelosis, etc.
- Virus: como por ejemplo el de la hepatitis A, infección de transmisión orofecal, con incubación de 15 a 60 días, que produce fiebre, síntomas de malestar y digestivos inespecíficos e ictericia. Es endémica en la cuenca mediterránea. Enterovirus: producen alteraciones digestivas. Adenovirus: producen afecciones adenoideas y amigdalares. Reovirus: pueden producir alteraciones intestinales y/o respiratorias.
- Parásitos: como por ejemplo las amebiasis diversas, que pueden provocar un síndrome disentérico y, posteriormente, extenderse y afectar a varias vísceras tales como el hígado, el pulmón, los riñones, el cerebro, etc., y provocan abscesos amébicos. Helmintiasis (por gusanos intestinales) pueden estar en diferentes fases de su ciclo (huevo, larva, adulto, etc.).
- Hongos: se reproducen por esporas y algunos pueden ser patógenos para el hombre y los animales. Viven en lugares húmedos como por ejemplo las orillas de las piscinas públicas o el suelo de las duchas públicas (pie de atleta).
Contaminantes químicos: son elementos o compuestos químicos presentes en el agua, de diversos orígenes, que pueden ser tóxicos para los humanos, los animales y la flora acuática. La ingestión de agua contaminada no es la única vía de contacto; también puede incorporarse a través de la piel y/o de las mucosas, sobre todo si no están íntegras (heridas, cortes, erosiones…), y por inhalación de vapores o aerosoles.
Las repercusiones para la salud de una determinada sustancia química dependerán de: la forma química, la concentración, la vía por la que entra en contacto con el hombre, las transformaciones sufridas, ya sea por reacción con otras sustancias o por procesos de acumulación en la cadena alimentaria, y la susceptibilidad individual o del grupo.
Los contaminantes más frecuentes son:
Nitratos: la concentración en aguas superficiales suele ser inferior a los 5 mg/l. En aguas subterráneas, puede encontrarse en concentraciones mucho más elevadas. El consumo directo o de preparados alimentarios para lactantes (biberones) a base de aguas con concentraciones elevadas de nitratos puede causar metahemoglobinemia (cianosis por hipoxia).
Fluoruros: Son sales utilizadas en síntesis químicas de muchos procesos industriales que están contenidas en muchos insecticidas, antiparasitarios y rodenticidas. Si bien se consideran esenciales para la prevención de las caries, en altas concentraciones pueden ocasionar fluorosis, que se caracteriza por una pérdida de peso, fragilidad ósea, anuria, astenia, malestar general, rigidez de las articulaciones y decoloración de los dientes en fase de formación.
Mercurio, plomo, cadmio, níquel y otros metales: son altamente tóxicos y en general se acumulan. La enfermedad de Minamata (bahía de Japón) es un cuadro tóxico grave, complejo, con trastornos nerviosos y psíquicos que se debe a la ingestión de mercurio contenido en el mar y/o aguas contaminadas por vertidos de industrias de cloruro de vinilo. El saturnismo es una intoxicación aguda o crónica producida por el plomo o por sus sales, que puede ser muy grave. Podemos encontrar cadmio en el agua por vertidos industriales o a causa de las tuberías de plástico o metal.
Arsénico: la terapéutica arsenical tiene más de 3.000 años, pero también es un veneno muy conocido (es una cuestión de dosis), altamente tóxico, que provoca vómitos, diarrea, degeneración grasa del hígado y debilidad en las extremidades hasta la parálisis.
Selenio: determinadas sales de selenio como el sulfuro de selenio se utilizan como antimicótico tópico en el tratamiento de la tiña, como queratolítico en afecciones del cuero cabelludo (dermatitis seborreica y caspa). A dosis muy elevadas es muy tóxico.
Compuestos organoclorados: son compuestos presentes en los insecticidas y plaguicidas. Los más conocidos son los DDT, el aldrín y el endosulfán. Son liposolubles y tienden a acumularse. Se ha encontrado DDT en la capa de grasa de los pingüinos de la Antártida.
Hidrocarburos: Se han encontrado numerosos hidrocarburos, particularmente benzopireno (potencialmente cancerígeno), en aguas marinas. En aguas dulces la solubilidad es baja, pero puede aumentar en presencia de detergentes aniónicos (tensioactivos). Éstos producen espuma en los ríos y en los tramos turbulentos, y entorpecen los procesos de tratamiento de las aguas residuales y la autodepuración de las corrientes. Desde 1960, los detergentes han de ser biodegradables obligatoriamente.
Contaminación física: la temperatura del agua varía según las estaciones del año, pero si la utilizamos como refrigerante (en centrales térmicas y nucleares) el aumento de la temperatura supone aumentarle la solubilidad y alterar los procesos que allí se desarrollan (en el punto abierto de las torres de refrigeración es donde pueden crecer colonias de legionela, ya que necesitan cierta temperatura).
La radiactividad puede llegar al agua de forma natural (elementos radiactivos de la litosfera), pero sobre todo por la actividad radiactiva que ha desarrollado el hombre.
Tratamiento de las aguas residuales
El gran crecimiento demográfico, la industrialización y la intensificación de la ganadería y la agricultura experimentados en el siglo XX ha sobrepasado con creces la capacidad de autodepuración de las aguas, por lo que tenemos que recurrir a depurarla artificialmente. Hay dos técnicas de depuración del agua, que se realizan en las EDAR (estación de depuración de aguas residuales): la fisicoquímica y/o la biológica.
La fisicoquímica consiste esquemáticamente en: un primer filtrado de sólidos gruesos, un segundo filtrado de materias más pequeñas, un proceso de floculación (con sulfato ferroso o cloruro de alúmina), uno de sedimentación y, finalmente, uno de filtración con lecho de arena y se vierte nuevamente en el río o el mar a través de un emisario submarino a unos kilómetros de la costa.
En el caso de las estaciones de tratamiento de aguas potables (ETAP), después de la filtración, se realiza una precloración para rebajar la carga microbiológica y, en la fase final, el lecho de arena puede ser sustituido por un lecho de carbón activo (con gran poder de absorción) y también se puede llevar a cabo un proceso de oxidación con ozono y la cloración final que la hace apta para su distribución a la red.
La biológica se basa en imitar la autodepuración natural. Básicamente consiste en un filtrado: se pasa el agua a unos embalses en los que hay lodos activos (que contienen bacterias capaces de degradar la materia orgánica) y unos separadores de grasa; después se somete a un proceso de sedimentación y, finalmente, a uno de decantación.
Residuos
Los residuos constituyen un reservorio de microorganismos potencialmente peligrosos y susceptibles de infectar a la población en general, teniendo en cuenta que el suelo tiene una posición clave en el intercambio de materia y energía y que actúa como receptor activo de todos los componentes del aire y del agua.
El ser humano es un factor importante en la alteración de la dinámica del suelo, a partir de la incorporación de residuos vertidos al medio de forma incontrolada como consecuencia del modelo consumista, por el cual ha optado nuestra sociedad, erróneamente considerado el producto de las sociedades del bienestar.
Son muchas las causas del incremento de residuos, lo que convierte el planeta en un gran vertedero, fenómeno preocupante y peligroso porque la eliminación, la transformación y la recuperación de los residuos puede comprometer la calidad de vida de la población e hipotecar el deseado desarrollo sostenible.
Desde este punto de vista, hay que conocer las principales causas del aumento de los residuos urbanos para así intentar modificar las actitudes consumistas, reducir su volumen en origen y fomentar la reutilización, el reciclaje y la valorización de los mismos. Algunas de estas causas son:
- Las necesidades higienicosanitarias que han provocado un aumento espectacular en el uso de envases y embalajes para evitar el riesgo de contaminación debida a una manipulación y almacenamiento incorrectos.
- El cambio de hábitos alimentarios, con un incremento del consumo de comida rápida y precocinada.
- El crecimiento urbano por migración del ámbito rural, acompañado de las demandas de servicios y aumento del consumo.
- La sociedad consumista, que incorpora prácticas de con el incremento de papel, cristal, plásticos, latas, PVC, etc.
Hoy en día todavía mueren cada año cinco millones de personas a causa de enfermedades relacionadas con los residuos y mil millones de personas no disponen de servicios de recogida de basuras. Esto es especialmente grave en los países en desarrollo y hace que la población sea vulnerable a diferentes microorganismos patógenos a través de la cadena alimentaria o por contacto directo.
Algunas de las enfermedades que pueden contraer los seres humanos son: helmintiasis, salmonelosis, anquilostomiasis, carbunco o ántrax, leptospirosis, tétanos, micosis oportunistas, toxoplasmosis, etc.
Los tipos de residuos generados por las actividades de las personas son varios: urbanos y municipales, industriales, radiactivos, hospitalarios, etc., y su riesgo está relacionado con sus características y con los procesos de transformación. No obstante, desde el punto de vista de la salud pública, hay que prestar atención a las vías de eliminación con el fin de garantizar la total inocuidad de la recogida, el transporte y la eliminación final.
La recogida selectiva (cristal, papel, plásticos, latas, briks, orgánicos, medicamentos, pilas, fluorescentes, aceites, electrodomésticos) es la vía de recuperación más plausible, ya que disminuye el volumen de residuos municipales, el consumo de energía, agua y materias primas, la emisión de gases, el consumo de abonos químicos, reduce la presión sobre los vertederos y la incineración, evita la presencia de vectores y reservorios (roedores, pulgas, artrópodos), y aporta beneficios sociales para la creación de puestos de trabajo en la industria del reciclaje.
En cuanto a las diferentes alternativas en la eliminación de los residuos, tenemos:
- Los vertederos controlados: presentan varias dificultades, como encontrar nuevos espacios para su ubicación a precios asequibles que geológicamente sean adecuados y bien aceptados por la vecindad.
- La incineración es una forma de eliminación parcial, no exenta de riesgos para la salud pública, que emite a la atmósfera sustancias potencialmente cancerígenas como las dioxinas. Una fracción importante de los residuos hospitalarios contiene cloro, elemento que no se destruye y que forma ácido clorhídrico y puede contaminar la atmósfera.
- Confinamiento en cuevas y piscinas: los residuos radiactivos, especialmente los generados por las centrales nucleares, son gestionados por la empresa ENRESA. Los riesgos de esta técnica de eliminación son difíciles de valorar, ya que se desconocen con exactitud las afectaciones a largo plazo, puesto que se trata de partículas con una vida media muy larga.
El ruido como contaminante:
El sonido es la sensación que percibe el aparato auditivo de los animales debida al movimiento perturbador de la presión y de la densidad del medio material que nos rodea (gaseoso, líquido y/o sólido), provocado por una vibración que se propaga en forma de onda sonora.
Hay dos características del sonido que nos interesan especialmente:
1. La intensidad sería la medida de la fuerza de la vibración o presión acústica y de la alteración que produce en el aire. Se mide con una unidad apropiada que es el dB (decibelio). La escala de medición es logarítmica, no aritmética, lo que quiere decir que un aumento de 3 dB equivale a doblar la intensidad sonora que percibimos. La legislación española señala como nivel máximo permisible los 85 dB para 8 horas de trabajo, y en los casos en que se superen se deberán adoptar medidas para disminuirlo.
El umbral de la audición humana (para un individuo joven) es a partir del 0, y el umbral de dolor está en los 125 dB.
2. La frecuencia es el número de vibraciones o ciclos que se producen por segundo. Es lo que denominamos tono: va desde las frecuencias bajas que corresponden a los tonos graves hasta las altas frecuencias de los agudos. Se miden en Hz (hercios). El oído humano (del individuo joven medio) oye sonidos graves desde los 20 Hz (por debajo de estos existen los infrasonidos) hasta sonidos agudos de 20.000Hz (per encima de estos existen los ultrasonidos).
El sonido es una de las principales formas de comunicación entre los animales y, por tanto, entre los seres humanos. Sin embargo, se convierte en ruido cuando lo percibimos como una sensación de molestia, que produce irritación, rechazo o incluso dolor. Esta percepción desagradable puede ser subjetiva, individual o cultural, y objetiva, entendida como la alteración de la fisiología y del comportamiento, observable y/o medible.
Desde el punto de vista de la salud pública, la exposición continuada al ruido, tanto en el trabajo como fuera de él, ha ido adquiriendo tanta importancia que, en 1974, se convocó en Washington un Congreso Internacional sobre el Ruido como Problema de Salud Pública. Dos años antes, en 1972, en la Cumbre de Medio Ambiente convocada por las Naciones Unidas en Estocolmo, fue reconocido como contaminante de primera magnitud. La OMS estima que hay 120 millones de personas en el mundo que tienen dificultades auditivas invalidantes.
El ruido forma parte de la mayoría de las actividades de la vida urbana actual y pretérita. En la Roma clásica, así como más tarde en las ciudades medievales, existían normas que regulaban el tránsito de carruajes y actividades laborales que producían molestias a los ciudadanos.
Con la industrialización, las fuentes de contaminación acústica han aumentado en cantidad y variedad. Las principales son: el transporte de personas y mercancías, tanto en los países desarrollados como en las grandes ciudades de los países en desarrollo (coches, motos, autobuses, autocares, camiones, trenes convencionales y de alta velocidad, aviones), la industria (maquinaria en funcionamiento), el sector de la construcción y las obras públicas, las instalaciones de ocio (bares, discotecas, restaurantes al aire libre, etc.), los ruidos en el hogar (electrodomésticos, radio, TV, cadenas de música, aire acondicionado, ascensores, etc.) y en las oficinas (impresoras, fotocopiadoras, máquinas de bebidas, etc.).
Efectos perniciosos del ruido:
El ruido no sólo es una molestia, sino un riesgo para la salud. Sus efectos podríamos dividirlos en:
a) efectos específicos sobre el aparato auditivo
b) efectos sobre la fisiología o funcionamiento del resto del organismo
c) efectos sobre el comportamiento y las actividades.
a) efectos específicos sobre el aparato auditivo:
- La exposición continuada (8 horas de trabajo) a ruidos superiores a los 85 – 90 dB constituye un riesgo importante de sordera profesional, en general bilateral e irreversible, en las bandas de frecuencia de estos ruidos.
- La exposición ocasional a ruidos de diversas frecuencias y de alta intensidad (95-100 dB), como la música de discoteca, produce lo que se denomina fatiga auditiva. Provoca una pérdida de la capacidad auditiva temporal. El tiempo de recuperación es directamente proporcional al tiempo de exposición.
- La exposición a un ruido repentino o de impacto de corta duración (disparo de pistola, petardo, golpe de martillo, explosión de una bomba, explosión de una bombona de butano, etc.), si es bastante intenso, y si el individuo afectado está cerca de la fuente, puede llegar a producir un trauma acústico con sordera total por afectación de los mecanismos de percepción de la vibración y de transmisión del impulso nervioso, más o menos reversible.
b) La exposición continuada al ruido puede originar en el sistema cardiocirculatorio hipertensión arterial o cardiopatía isquémica. En el aparato respiratorio puede producir apnea, cuando el ruido es repentino, o taquipnea (aumento de la frecuencia respiratoria) cuando es continuo. Sobre el aparato digestivo, las manifestaciones pueden ser: disminución de la secreción salival, vulnerabilidad a las úlceras gástricas, disminución del peristaltismo intestinal, digestiones más lentas y pesadas, náuseas e incluso vómitos. En el sistema endocrino, puede aumentar la secreción de cortisona y de adrenalina. Ésta tiene un interés especial en las embarazadas, ya que podría ocasionar una disminución de la irrigación uteroplacentaria, con incremento de la frecuencia cardíaca del feto. También se ha descrito la posibilidad de un aumento de la glucemia.
En lo referente al sistema nervioso central, el ruido puede afectar al sueño a través de estados de insomnio, ansiedad, irritabilidad y disminución de la capacidad de concentración.
También se han observado:
- alteraciones visuales por disminución del campo visual y dificultades en la distinción de los colores y disminución de la visión nocturna, que pueden representar un riesgo en la conducción de automóviles;
- alteraciones del equilibrio por síndrome vertiginoso;
- aumento de la tensión muscular;
- incremento de la sensibilidad cutánea.
c) En cuanto al comportamiento y a las actividades, es evidente que un ambiente ruidoso dificulta la comunicación interpersonal oral. El individuo se manifiesta más nervioso y más agresivo, presenta signos de fatiga y de labilidad emocional. El ruido de fondo dificulta la capacidad de concentración y el aprendizaje. En el trabajo, aumenta el riesgo de cometer errores y, por tanto, puede aumentar la accidentalidad.
Hay que insistir en el hecho de que la variabilidad individual y cultural condiciona la percepción del sonido como ruido y los efectos en la salud.
Medidas preventivas:
Podemos adoptar diferentes tipos de medidas:
- Desde el punto de vista técnico: aislamiento de la fuente (en el caso de la maquinaria, se aísla en cabinas, se coloca sobre soportes amortiguadores de las vibraciones, se separa con mamparas, etc.); protección de las personas (con cascos, auriculares o tapones); locales (tanto en lugares de trabajo como en edificios de viviendas, construirlos con materiales aislantes y utilizar alfombras, cortinajes, tapicerías, etc. como elementos amortiguadores y no sólo decorativos).
- Desde el punto de vista legislativo: elaboración de normativas de ámbito estatal, autonómico y de los ayuntamientos sobre el ruido generado por las diversas fuentes.
- El marco educativo es quizá la medida más eficaz para evitar los ruidos innecesarios en su origen. Si educamos a los individuos para que sean respetuosos con el medio ambiente, saldremos todos beneficiados. El comportamiento de una sociedad es la suma de los comportamientos individuales.
Sin embargo, creemos que la mejor estrategia, si queremos continuar gozando de estos bienes preciosos, sería incorporar en la sociedad nuevos valores de consumo y desarrollar actitudes más respetuosas con el medio.
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