Retomar el plan nuclear: Una decisión estratégica trascendente
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- El 31 agosto, 2006
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Recientemente tomó estado público la decisión oficial argentina – con carácter de Política de Estado- de retomar firmemente el largamente postergado Plan Nuclear Argentino.
Sin duda es una noticia extraordinaria, con profundas connotaciones estratégicas, y que marca un cambio drástico y absolutamente necesario con relación a la reticencia con la que se postergó y castigo al Sector Nuclear Argentino en las últimas dos décadas y pico; habiendo estando directamente amenazada la propia subsistencia de todo el Sector Nuclear Argentino, durante el apogeo del proceso neoliberal globalizante que puso incluso en peligro la subsistencia de Argentina como unidad política.
El tema cobra su real y trascendente relevancia si se advierte que aún a pesar de los ataques y fuertes desalientos soportados, el Sector Nuclear es el único sector tecnológico en el que nuestro país está en el selecto grupo de las diez naciones más avanzadas del mundo.
La CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) fue fundada en 1950, en un contexto de fuertes impulsos dados en ese período histórico a diversas áreas tecnológicas, como la energética en general, la hidroeléctrica, la aérea, la gasífera, y muchas otras; y diversos avances tecnológicos fueron desarrollándose en el marco del mantenimiento de la decisión estratégica de obtener niveles científicos y técnicos de excelencia, con el objetivo de contribuir al desarrollo y a la grandeza nacional.
En la segunda mitad del los años ’60 se tomó la decisión de comenzar la construcción de Atucha I, a la cual deberían haber seguido media docena de centrales más a terminarse para comienzos de los ’90; advirtiéndose en esto la clara influencia positiva del gran geopolítico Gral. Guglialmelli.
Atucha I se inauguró en 1974, durante el tercer gobierno de Perón, lanzándose la construcción de la Central de Embalse, en Córdoba.
Durante la nefasta época del “proceso”, Martínez de Hoz con sus “Chicago’s Boys”, y sus continuadores en el manejo económico, no pudieron concretar sus intenciones de desarticular el Plan Atómico Nacional, en virtud de la preclara y decidida acción del Contralmirante Carlos Castro Madero, verdadera alma mater del desarrollo logrado en esos años, en los que entre otros logros se concretó la exportación de un reactor a Perú, venciendo por calidad, accesibilidad tecnológica y precio en una licitación internacional a varios países del Primer Mundo.
Durante el alfonsinismo, posiblemente en parte por el antimilitarismo subyacente –que comenzó un incoherente desarme argentino, confundiendo las instituciones militares con ciertas cúpulas militares claramente sectarias y antinacionales (a las que el Historiador José María Rosa sintética y genialmente calificó como “los generales de las empresas”, contraponiéndolos con el General Guglialmelli, al que merecidamente calificó como “el último General de La Patria”)-; y posiblemente en buena parte por impericia y carencia de visión estratégica del equipo de Lapeña y otros, en los hechos se frenó clara y ostensiblemente el Desarrollo Nuclear Argentino.
En el menemismo, y en base al ultraprivatista y antinacional accionar de la dupla Menem – Dromi, la CNEA fue parcialmente desguazada, alentándose además el éxodo de un centenar de calificadísimos profesionales, que retiros “voluntarios” mediante, migraron a otras actividades en Argentina, o directamente al extranjero, todo ello bajo el absurdo pretexto de “economías presupuestarias”. En la misma década se enanizó y debilitó la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas, en línea con las presiones por imponer como sea la globalización a ultranza, que hubiera significado la virtual disolución de Argentina como unidad política, social, histórica y cultural.
También en épocas de la funesta década menemista, continuando en el breve interregno de la anomia y estrechez de miras del período delarruista, tanto Machinea como la dupla Cavallo – Bastos y otros economistas neoliberales persistieron en su accionar conducente en general a destruir a todos los entes tecnológicos (recordándose que el soberbio “superministro” mandó a “lavar los platos” a los científicos argentinos); y en lo particular a destruir el Sector Nuclear, lanzándose la absurda idea de “reconvertir” Atucha II en una mega central a gas –todo ello compatible con la fuerte y negativa preeminencia que se le dio a la termoelectricidad, dentro de la matriz de generación eléctrica argentina-, y cuyas consecuencias hoy estamos pagando con la actual crisis energética-.
Pero afortunadamente ya la masa crítica de científicos, profesionales y técnicos del Sector Nuclear había echado hondas raíces, e institucionalmente se habían creado varios entes y empresas periféricas a la CNEA, como el barilochense INVAP (Investigaciones Aplicadas), que a comienzos de esta década ganó una importante licitación en Australia, mediante la cual se proveyó la instalación de un reactor nuclear para uso científico y medicinal, mediante un contrato llave en mano; hecho que marcó todo un hito, pues fue la primera vez que se ganó una licitación en un país desarrollado, venciendo en el proceso ofertas de otras naciones del Primer Mundo y del selecto club de G7 (las siete mayores potencias económicas mundiales).
Después de la descomunal crisis del 2001, sobrevino el período que puede denominarse “de apagado de incendios”, dada la multiplicidad de urgencias y presiones de todo tipo que amenazaban con volver a arrastrarnos al caos socio económico y la disolución política.
Seguramente por la enorme magnitud de los problemas superados, como la crisis del default y las presiones producidas por la deuda externa, y posiblemente en parte por los diagnósticos muy optimistas y mal fundamentados de algunos analistas teóricamente especializados, el Estado Nacional no llegó a dar más preeminencia y agilidad operativa para encarar la profunda reestructuración que el Sector Energético necesita imperiosamente, decisiones apuradas aún más por el formidable proceso de recuperación del PBI argentino, el cual está incluyendo la reactivación de ramas industriales que se consideraban ya extinguidas o en serio riesgo de desaparecer; todo lo cual impacta en la aceleración de las tasas de consumos energéticos.
Pero ahora todo permite señalar con optimismo que se está ingresando en la etapa de las grandes inversiones en distintos sectores de la infraestructura; las que en el Sector Energético resultan absolutamente vitales para superar la crisis de desinversión que data de muchos años, y la excesiva dependencia de los hidrocarburos que nos condiciona fuertemente.
Por todo ello, desde una visión de estricto compromiso con los Altos Intereses Nacionales, cabe apoyar fuertemente la decisión de relanzar una ambiciosa y renovada versión del Plan Nuclear Nacional; y lo propio cabe decir de la aún no confirmada públicamente decisión de construir las grandes centrales hidroeléctricas que nuestro país necesita imperiosamente.
Y en tal sentido, debe aplaudirse la coherencia del Estado Argentino de no caer en los engañosos cantos de sirena de los grupos ultraecologistas que impulsando falaces “soluciones totales” –exagerando las posibilidades de las energías solar y eólica-, en los hechos “ponen palos en la rueda” a los proyectos nuclear e hidroeléctrico, con lo que dichos fundamentalistas
de la ecología son funcionales y socios activos de los intereses de las grandes petroleras transnacionales.
El callejón sin salida y el innecesario desgaste diplomático al que condujeron las mediáticas presiones de Greenpeace en la crisis de las pasteras del Río Uruguay, parecen haber puesto en claro en los sectores de decisión política, los oscuros objetivos últimos de las transnacionales de la ecología, maestros del terrorismo mediático y grandes instrumentos del Club de Roma; institución que es herramienta de la globalización, que pretende mantenernos en el subdesarrollo crónico bajo falaces pretextos ambientalistas de corte fundamentalista.
En artículo separado se pondrán al desnudo las más gruesas falacias del amañado accionar de Greenpeace, que pretende impedir el imprescindible desarrollo nuclear argentino.
Por: C.P.N. Carlos Andrés Ortiz
Ex Docente e Investigador Universitario – Investigador de temas
económicos, energéticos, ambientales y geopolíticos
Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía
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