Ecología y ecologismo
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- El 5 octubre, 2006
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“Ecología es a ecologista como sociología es a socialista. En un caso hablamos de algo que quiere ser una ciencia, un conocimiento de unos hechos o tendencias, y en otro de unas ideologías que pretender dar soluciones muy concretas a los problemas de la humanidad”.
Resulta que, sin proponérmelo, casi sin quererlo, he terminado siendo lo que vulgarmente se conoce como “experto” en “economía ambiental” o en técnicas de desarrollo sostenible … ¡Pobre sociedad nuestra que a los que llevamos unos pocos años intentando estudiar un tema se nos llama expertos…! Será por aquello de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey … No lo sé, pero lo cierto es que a lo largo de mi vida profesional me he encontrado con algunas personas de un altísimo nivel y valía personal y con otros muchos que, a pesar de su renombre y hasta prestigio, no son más que unos pobres “cantamañanas” que se saben de memoria una determinada lección – no siempre veraz – y la repiten con una convicción digna de mejor causa … ¡Me da terror pertenecer a estos últimos y mucho me temo que pueda ser así!
Me gusta hablar del “ambiente”, o del “medio”, pero me cuesta decir esa redundancia tan extendida de “medio ambiente”, pero creo que ya no tiene solución, ya tenemos un Ministerio con ese nombre y me temo que en próximas ediciones del Diccionario de la Real Academia aparecerá esta acepción …
Quiero pensar que soy un analista del medio, o mejor, de la conservación y protección del medio frente a las inevitables consecuencias negativas que para el ambiente tiene cualquier actividad humana.
¿Un ecólogo? ¡Que bien suena! No, aún no, quizás dentro de algunos años – si puedo seguir por esta vía- pueda llegar a ser un conocedor de una parte pequeñísima de esta amplísima y multidisciplinar ciencia que empieza a ser la ecología… Pero mucho me temo, la experiencia de más de 30 años de vida profesional así me lo dice, que no podré seguir en este tema mucho tiempo más.
Comencé mi vida profesional teniendo que discutir de Centrales Térmicas de carbón (sin más idea que lo aprendido en la carrera, un poco de sentido común y el miedo audaz de los pocos años) con superexpertos venidos de Alemania. Fue un buen augurio de lo que me esperaba … Después pasé por los ferrocarriles, las centrales hortofrutícolas, las nucleares, las refinerías de petróleo, las centrales lecheras, la red de frío, la industria de la madera, la siderurgia, el acero inoxidable, la trefilería, las industrias de la defensa, la minería, y tantas y tantas otras especialidades de la industria.
Todo ello pasando por la política fiscal, el fomento a la exportación, las primeras negociaciones con la CE, el instituto de estudios estratégicos de CESEDEN, la economía industrial, el IVA, las relaciones con los sindicatos, la normalización y certificación técnica, las relaciones con la Comisión Europea, el Mercado Único, etc. Todo ello tuve que estudiarlo y de todo ello tuve que discutir con auténticos ex-pertos. Todo sin cambiar de sitio de trabajo… ¡Dios mío, se me presentaba como experto! … Experto de todo, conocedor de nada … Aún me quedan unos cuantos años de vida profesional y ¡que difícil es que pueda seguir en un tema único! … Con estos antecedentes se comprenderá mi miedo a ser un “cantamañanas” de esos que he comentado.
Pero volvamos al tema que nos ocupa, toda actividad humana – se me ocurrió decir distinta del mero pensar, pero para pensar hay que respirar… – tiene incidencia en el medio o está condicionada por él. La interacción hombre-medio es total. El hombre siempre ha luchado por modificar el medio cuando lo ha considerado hostil o se ha aprovechado de él cuando no.
La naturaleza siempre ha sabido y podido neutralizar la acción del hombre, mediante sus propios mecanismos naturales de compensación, sin que se planteasen problemas irresolubles, no compen-sables por ella misma, a medio o largo plazo.
Los problemas reales comienzan a surgir con la masificación de las actividades destructivas o mo-dificadoras, consecuencia de la irracional “civilización” dominante del consumismo y del despilfarro … Es entonces cuando el equilibrio acción del hombre-reacción de la naturaleza puede romperse y cuando el hombre debe reaccionar en defensa del medio.
Entiendo que la ecología es la ciencia que estudia ese equilibrio. El conocimiento del cual nos permitirá establecer los límites a la acción humana, o introducir los mecanismos de corrección necesarios en aquellos casos en que esta acción no pueda ser suficientemente limitada y sea tan enérgica o masiva que impida la restauración por medios naturales.
Una anécdota puede ayudarme a centrar el planteamiento del tema en los términos que considero justos. Acababa de dar una “charleta” sobre “industria y medio ambiente” y en el coloquio un conocido ecologista se me dirigió diciendo:
– “Respecto al desarrollo sostenible creo que nuestra postura como ecologistas debe ser …”( y continuó con una acalorada defensa de su ideas)
Cuando hubo terminado le indiqué
-“Perdóneme pero, rogándole que no vea en ello ningún intento de descalificación de las ideologías, deseo hacerle una aclaración.
Ecología es a ecologista como sociología es a socialista. En un caso hablamos de algo que quie-re ser una ciencia, un conocimiento de unos hechos o tendencias, y en otro de unas ideologías que pretender dar soluciones muy concretas a los problemas de la humanidad. Espero, con el paso del tiempo, poder llegar a ser ecólogo y me preocupan mucho los problemas de nuestra sociedad con-sumista de finales del siglo XX y principios del XXI, pero le aseguro que, hoy por hoy, no soy ni ecologista ni socialista.
Entre su forma de pensar y la mía hay una diferencia notable. Vd. propugna que el hombre debe ponerse al servicio del medio y yo mantengo que el medio debe estar para el servicio del hombre y que, por tanto este debe cuidarlo para poder usarlo, disfrutarlo y trasmitirlo en perfectas condiciones a las generaciones futuras, ya que es usufructuario del medio y no su propietario.
Y que conste que, a pesar de lo que muchos consideramos que son excesos por parte de los ecologistas, reconozco que Vds. han prestado un gran servicio a la sociedad, ya que han logrado – con esos excesos – que todos tomemos conciencia del problema.”
Esta es, a mi juicio, la clave, la diferencia entre los ecologistas y los preocupados por el medio ambiente.
Por otra parte en el mundo del ecologismo hay que ser muy prudente. Está lleno de axiomas, existe alguna que otra tesis más o menos razonada y casi ningún teorema. En un lenguaje más de moda se puede decir que está lleno de apriorismos, de dogmas, bendecidos por la simple afirmación reiterativa, y los dogmas solo son aceptables en la Religión y pocos.
En cuanto se entra en el ecologismo con un cierto sentido crítico los interrogantes aparecen uno tras otro:
– “Hay que restaurar el medio a sus orígenes” Pero… ¿Cuáles son estos? ¿Los comienzos del siglo pasado, antes de la revolución industrial o el jurásico con sus dinosaurios?.
La capa de ozono y su celebre agujero ¿Que historia tenemos de su evolución? ¿desde cuando se analiza su estado? ¿10, 15, 25 años, …? Y ¿que supone eso para los millones de años de vida de nuestra pequeña madre tierra? ¿Como eran la capa de ozono y su agujero en 1950 o en 1900? ¿Y en 1850? ¿O el año 2.000 antes de N. S. Jesucristo? ¡¡No se tiene ni idea!! Y quien diga lo contrario miente. ¿Desde cuando un científico saca conclusiones definitivas con unos datos tan pobres como los disponibles? Lo más que pueden establecerse son hipótesis intuitivas, y muy endebles por cierto. Los modelos matemáticos utilizados para su estudio vienen viciados por las hipótesis de origen…
¿Que pasaría si el agujero de la capa de ozono se redujera? Un buen número de auténticos científicos dicen – donde las dejan hablar o escribir – que si fuera así la vida en la tierra sería imposible, pues entonces sí que el efecto invernadero sería asfixiante de todo conato de vida. ¿No es este agujero el “respirador” por donde abandonan nuestra atmósfera los gases nocivos y por el que se com-plementa el efecto termoregulador de los mares? ¿Es su variación un peligroso efecto irreversible de la acción destructiva incontrolada del hombre, como dicen algunos, o es la reacción del sistema natural de autoregulación para compensar dicha actividad, como dicen otros?
Sin duda hay que seguirlo y estidiarlo cuidadosamente, con atención, y tratar de eliminar las causas violentas de su evolución, pero sin los alarmismos apocalípticos tan en uso.
El calentamiento de la tierra. La mayoría de los datos que se aportan proceden de observatorios si-tuados en grandes ciudades. Que duda cabe que en ellas el microclima ha tenido fortísimas modifica-ciones consecuencia de las calefacciones, la generalización del aire acondicionado, los vehículos, etc., pero su área de influencia ambiental es muy reducida y su peso relativo respecto a la superficie terrestre mínimo. (Por cierto, en los últimos meses parece que se insiste menos en este tema, quizás porque hemos vivido los dos inviernos más frios de los últimos cien años)
Los estudios que se están realizando en la antartida demuestran que en el siglo XVII la tierra vivió lo que podría llamarse una miniglaciación y que en los tres siglos siguientes hemos tenido calenta-mientos y enfriamientos sucesivos de cierta importancia…
Las emisiones a la atmósfera de compuestos cloro-fluorados del carbono, de SO2, de CO2, la contaminación de las aguas y de los suelos, la desertización, etc., todo ello son problemas reales, que exigen solución, pero que generalmente son presentados por el ecologismo desde unos planteamientos esencialmente alarmistas y poco científicos.
¿Por qué si la naturaleza viene desde hace millones de siglos neutralizando catástrofes como la del Nevado del Riz, por citar una próxima en el tiempo, no puede neutralizar la acción nociva del hombre? La erupción del Nevado del Riz supuso más emisiones a la atmósfera de compuestos clorofluorados del carbono que todos los CFC que ha fabricado el hombre desde que descubrió su produc-ción industrial.
El CO2. ¿Es lógico pedir que se reduzcan sus emisiones porcentualmente por igual en todas partes, desde su valor de hoy, sea cual sea este?… No olvidemos que a más industrialización y más nivel de vida, necesariamente se derivan más emisiones de CO2 ¿Es lógico exigir que las emisiones de CO2 por habitante y año se reduzcan al mismo ritmo y desde su valor de hoy en las cuencas del Rhur o del Sarre que en el Algarbe o en la Mancha, o en la sabana colombiana? Así no se podrán nivelar nunca las situaciones …
La reducción de 5 puntos porcentuales más de los primeros, permitiría multiplicar por 100 las de los últimos, con la consiguiente mejora de su nivel de vida y con un notable beneficio para el conjunto del planeta en cuento a reducción del CO2 total.
¿Se ha estudiado acaso la activísima acción de los océanos en la regulación de sus efectos nocivos? ¡No! Al menos oficialmente. Oceanólogos de altísima cualificación, con los que he hablado, están seguros de que sí se ha hecho, otra cosa sería estúpida, pero no interesa publicar los resultados porque no están de acuerdo con las tesis “de moda”
¿Por qué las fundaciones de nombres resonantes, el Banco Mundial, organismos de la ONU y tan-tas otras instituciones teóricamente desinteresadas y benéficas no financian estudios en estas materias, si piensan que sus ejecutores no siguen las tendencias “científicas” de moda? Y esto es un he-cho cierto y contrastado.
Las organizaciones ecologistas. ¿Quién paga sus barcos y sus aviones? ¿Quién a su amplísimo “estado mayor” que se dedica – día a día y a jornada completa – a trabajar en sus puestos de decisión y en los de dirección de sus actuaciones? No me refiero a los numerosos voluntarios que desinteresadamente actúan en ellas en temporadas de su vida o a tiempo parcial, me refiero a los que viven en ellas y de ellas.
Todo el mundo sabe hoy, pues es público y notorio, lo que se ha callado durante años. Las genero-sas aportaciones del KGB durante años a determinadas organizaciones ecologistas, eran un grano en las posaderas de su enemigo. Pero se calla y se ridiculiza (como antes hacían los “progres” con los que querían citar los fondos del KGB) al que pretende airear lo que es cierto: Una fuente importante de sus ingresos proviene de gobiernos occidentales, a través de las fundaciones que he mencionado antes y de otras mas misteriosas y relacionadas con determinadas agencias estatales.
Tradicionalmente los movimientos ecologistas han estado vinculados, al menos ideológicamente, con las diferentes manifestaciones del pensamiento socialista, pero en los últimos años ha aparecido algo que podría llamarse el “eco-capitalismo” o capitalismo ecologista, que utiliza las lógicas y naturales inquietudes de la sociedad por la conservación del medio, como arma para la defensa de intereses meramente económicos. Así se explica la actitud de exigencia radical, en esta materia, de los países post-industriales frente a los que están en vías de desarrollo.
Es cierto que hay que poner coto a la degradación progresiva de la naturaleza, que debemos con-servar lo poco que queda de bosques y sabanas, ya que son los pulmones de la tierra, y que la biodi-versidad es un tesoro que hay que procurar cuidar. Pero, si todo ello es un bien general, su coste lo deberemos soportar todos y de modo más intenso deberá recaer sobre los que más “rompen” o “manchan”, no sobre las poblaciones de los países subdesarrollados, como tantas veces se pretende im-poner en la práctica.
¿Por qué y para qué?
Occidente (léase USA, Canadá, Japón, y nuestra flamante Unión Europea, no nuestra vieja y querida Europa ) les dice a estos países:
-“No talen sus bosques, no roturen y cultiven sus maravillosas sabanas, no perjudiquen su vida salvaje, su maravillosa biodiversidad, que son un tesoro de la naturaleza, con una industrialización desordenada ¡Son los pulmones y la reserva de la Tierra!
-“Y que hago, pues así no puedo comer”. Dicen estos
-“Sencillo – les contestamos – no crezcan tanto en población, que es un riesgo, limítense a ser los que puedan vivir en las superficies ahora cultivadas, a cambio nosotros les mandaremos nuestro turismo selecto, nuestras máquinas y nuestro grano. Y si las cosas se les ponen muy mal les daremos unos “generosos” préstamos para que puedan seguir comprándonos esas cosas, siempre que sean buenos y hagan caso a nuestros sabios consejos”
Traducción a román paladino:
-“Yo he sustituido mis bosques, mis sabanas y mis animales salvajes por cultivos, animales de granja industrial y fábricas, para vivir bien. Ahora me sobran grano, animales y máquinas, pero no puedo disminuir mi ritmo de producción sin que disminuya mi maravilloso nivel de vida. Mis excedentes te los tengo que vender a ti para mantener ese ritmo.
Si aumentas tus cultivos y tu industria no solo dejarás de comprarme, sino que me harás la com-petencia en mi casa pues eres más barato y a la larga me hundirás.
Además yo – por mi forma egoísta de entender la vida – cada vez soy menos gente y tu estas creciendo a un ritmo tal que muy pronto serás muchos más que yo y puedes llegar a invadirme, pacíficamente casi seguro, pero invadirme y dominarme ¡Contrólate!
Suena durísimo, cínico y terrible, hasta casi caricaturesco, pero en una gran medida es cierto.
La urgencia de unas fotos en unos casos, la corrupción en otros y la falta de principios y la inepcia en casi todos, se encargan de que cosas tan irracionales prosperen.
¡En fin! Un tema realmente complejo, porque es verdaderamente cierto que debemos reaccionar en defensa del medio, que – como decía antes – es obligación de la humanidad estar vigilantes y cuidar y recuperar el ambiente, luchar contra la contaminación de las aguas y suelos y la desertización, utilizar los recursos naturales de un modo racional, vigilar las emisiones a la atmósfera de gases perjudi-ciales, etc.
Pero entre estos dos tipos de ecologismos que hemos contemplado, solo cabe la postura del hombre que sabe que el medio es un bien que está a su servicio y que, por tanto, debe cuidarlo para poder usarlo, disfrutarlo y trasmitirlo en iguales o mejores condiciones que lo recibió, ya que es usufructuario del medio y no su propietario.
El ecologismo que mueve a usar el medio y los recursos naturales renovables de una forma racional, que permita un desarrollo sostenible y equilibrado, con criterios de auténtica solidaridad humana, solidaridad entre las personas que hoy habitamos la tierra y con las generaciones futuras.
El ecologismo del hombre que, siguiendo los dictámenes de la razón, sabe valorar lo que es la esencia del hombre, su ser, y deja en segundo plano lo contingente, su tener, su poseer. El ecologismo racional, el ecologismo humanista que entiende esa relación hombre-medio como algo consecuencia directa de la propia naturaleza del hombre.
En el campo del respeto al medio, como en tantos y tantos otros, la solución está en la vía de la ra-cionalidad y de la solidaridad humana, del auténtico progreso del hombre como tal.
El hombre que es consciente de su esencia, de su ser, valora las cosas materiales, su tener, en su verdadera dimensión de medios y no como un fin. Al considerarlos en su calidad de medios para alcanzar un fin, los utiliza racionalmente, como elementos necesarios para el fin, pero de los que se sabe administrador que debe dar cuenta de su utilización, no su dueño y señor que puede usar y abusar de ellos a su capricho.
Por eso, las personas que se plantean el problema desde este punto de vista humanista, chocan necesariamente con los dos polos del materialismo dominante en la sociedad actual. Sus soluciones no pueden ser admitidas por un capitalismo individualista y egoísta, ni por unas ideas socializantes que pretenden poner a la persona al servicio del estado o del medio.
Por eso, también, en este campo – como en tantos otros – en la sociedad superficial actual de los titulares de prensa, la única solución posible es fomentar en los que nos rodean la educación del uso de su libertad y la formación intelectual e integral del hombre, hacer que piense más y que mire con sentido crítico a aquellos que pretenden ahormar su opinión con eslóganes de un sentido u otro.
De este modo podrá hacerse su propia opinión, no la que le quieren imponer por intereses espurios. Así sabrá valorar el espíritu sobre la materia y actuar racionalmente, utilizando su razón.
Por: Javier Cuquerella
Dr. Ingeniero Industrial.GEA-Madrid
Fuente: AGEA
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