Violencia acústica: ¿Nuevo o viejo trastorno?
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- El 1 enero, 2000
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“Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él”
-Gabriel García Márquez
Ciertamente, la violencia acústica no es nueva; es, más bien, algo bastante natural al ser humano, y pueden encontrarse ejemplos de ella en todas las épocas. Pero primero es conveniente intentar definirla. La violencia acústica no es más que una forma de violencia ejercida a través del sonido. A menudo dicho sonido será un ruido muy intenso, pero también puede ser la música de un vecino filtrándose a través de la medianera, o el estrépito constante de una ciudad que nos impide conciliar el sueño.
Según el diccionario, la violencia a secas se define como una fuerza intensa o impetuosa, como un abuso de la fuerza o como la fuerza empleada contra el derecho o la ley1. La fuerza se menciona tres veces. Aún cuando las fuerzas físicas involucradas en las ondas sonoras son débiles, no lo son tanto si se consideran las dimensiones microscópicas del mecanismo del oído interno sobre el que inciden. Una cualidad de la violencia es la de provocar daño o incomodidad, además de una sensación de indefensión. Por cierto, la violencia acústica es capaz de producir estos mismos efectos, en muchos casos potenciados por el sometimiento a ella durante periodos muy extensos de tiempo (por ejemplo décadas). Es interesante notar que la violencia (incluida la violencia acústica) no necesariamente es intencional. De hecho, es muy común que el agresor no sea consciente de que está ejerciendo alguna forma de violencia, y esto es particularmente cierto con respecto a la violencia acústica. Por último, se destaca el carácter ilegal de la violencia en general. La violencia acústica no lo es menos, aunque la carencia generalizada de medios para hacer cumplir las reglamentaciones correspondientes conducen a un estado de impunidad colectiva.
No es fácil explicar cómo surge una idea que al principio puede no parecer evidente. Ciertamente, los miembros del Comité Científico Interdisciplinario de Ecología y Ruido2 no estarían pensando en el diccionario al acuñar la expresión “violencia acústica” para designar la… violencia acústica. Tal vez fue una afortunada mezcla de sentido común y buena suerte la que condujo a dicho nombre para un problema tan antiguo, en 1996, al organizar un encuentro internacional que terminaría siendo las Primeras Jornadas Internacionales Multidisciplinarias sobre Violencia Acústica (Rosario, Argentina, octubre de 1997).
El comportamiento violento tiene un doble sentido en zoología. En primer lugar, se exhibe como un medio para ganarse el sustento alimentario, y en segundo lugar para expresar poder. En un caso significa acción. En el otro, la amenaza de una acción potencial. Los predadores deben recurrir a la violencia para conseguir alimento, y la dominación es una parte esencial del éxito, la cual se consigue exhibiendo fuerza. Los rugidos, aullidos o bramidos son ejemplos de violencia acústica en la Naturaleza utilizada para exhibir fuerza y así intimidar, someter y luego capturar la presa.
Es interesante notar que la Naturaleza ofrece escasos ejemplos de daños debidos sólo al sonido. El rol biológico de las ondas acústicas parece restringirse a transmitir diversas clases de información. En el caso de los seres humanos, tal información es asombrosamente compleja, y lo mismo puede decirse del código acústico utilizado para comunicarla. La habilidad para discriminar los sutiles matices presentes en la señal vocal y extraer información precisa y significativa requiere un sentido del oído muy fino. Esto, a su vez transforma al oído en un órgano muy delicado. Mientras pocos sonidos naturales son suficientemente intensos para constituirse en un peligro real, muchos sonidos creados por el ser humano (tanto intencionales como residuales) pueden alcanzar fácilmente niveles nocivos, lo cual se agrava aún más por la exposición a los mismos durante periodos muy prolongados.
El ser humano ha agregado, por consiguiente, una nueva dimensión a la violencia acústica presente en la Naturaleza: la capacidad de causar daños físicos o fisiológicos. Aún cuando hasta aquí sólo hemos considerado implícitamente los efectos auditivos, la exposición a ruidos tiene muchas otras consecuencias a largo plazo bien conocidas que están cubiertas en forma exhaustiva en la literatura3.
Enfoquemos ahora nuestra atención hacia el uso primitivo de la violencia acústica para expresar poder. El hábito de elevar la voz o inclusive gritar para imponer un punto de vista, opinión o deseo es, quizás, el ejemplo más habitual. Es, sin duda, la expresión humana de los estentóreos rugidos de los animales. Los cuernos de caza y las fanfarrias de corneta o trompeta incitando a los soldados a la batalla son dos primitivos ejemplos en los que se introducen instrumentos artificiales para incrementar la sonoridad. La voz sin amplificar tiene un alcance limitado, especialmente al aire libre, de allí la necesidad de recurrir a estos sonoros dispositivos. Además, la capacidad de ciertas melodías, elegidas adecuadamente, de despertar sentimientos fuertes (particularmente violentos) ha demostrado ser especialmente apropiada para este fin. La exposición a ruidos intensos tales como los de la percusión aun durante tiempos cortos pueden causar también la secreción de ciertas hormonas (como la adrenalina o noradrenalina) que incrementan la frecuencia cardíaca y la presión arterial, y preparan psicológicamente para la lucha.4 El ruido muy intenso ha sido utilizado por los chinos antiguos para torturar hasta la muerte a los criminales condenados. En ciertos casos, también es utilizado por fuerzas policiales o militares para lograr la rendición de los reos o enemigos. (A propósito, no es sorprendente el hecho de que la gente que sufre contaminación acústica a menudo se refiera a ella como “una tortura”.)
Hasta aquí hemos detallado algunos ejemplos de violencia acústica intencional, es decir utilizada con un fin específico. La aparición de las tecnologías más primitivas tales como la metalurgia (en las Edades del Bronce y del Hierro) puede haber marcado el comienzo de una larga tradición de violencia acústica ocupacional. De hecho, los primeros casos documentados de pérdida auditiva laboral es el de los herreros en la Edad Media. Su sordera había sido correctamente atribuida al elevado ruido en las fraguas. Aunque las técnicas de control de ruido han mejorado notablemente en las últimas décadas, la así llamada factibilidad económica suele ser la principal preocupación, en detrimento de la salud y bienestar de los trabajadores. Como ejemplo notable de cuán internalizada está esta concepción en el pensamiento contemporáneo, podemos citar las siguientes palabras del Dr. Aram Glorig, un conocido investigador sobre los efectos del ruido: “Es obvio (…) que si vamos a adoptar la postura de que no haya riesgo auditivo en absoluto, los niveles de exposición a ruido deben ser de 80 dBA o menos. También se sabe que lograr esos niveles en la industria con maquinarias tal como están diseñadas en la actualidad es económicamente impráctico. Por consiguiente, la comunidad debe aceptar un compromiso y asumir cierto riesgo que sea consistente con ese compromiso”. 5 De hecho, tal compromiso (tal como está plasmado en las leyes laborales de higiene, seguridad y sanidad laboral de muchos países) garantiza que un 18% de los trabajadores expuestos a los valores límites aceptables experimentarán daño auditivo luego de una exposición laboral de unos 40 años. Aunque no nos guste, éste es el enfoque predominante en lo que se refiere a control de ruido en la industria. Si bien algo desfigurada, podemos aún reconocer la metáfora: el poderoso somete al débil por medio del ruido.
Pasemos ahora a la violencia acústica comunitaria. El ruido del tránsito y de la aviación son las principales expresiones de esta clase de violencia, y aunque se ha hecho ya bastante en pos de su morigeración, queda aún mucho por hacer. De acuerdo al Libro Verde sobre políticas futuras con respecto al ruido de la Comunidad Europea, la emisión de ruido por parte de automóviles particulares se ha reducido en un 85% y el ruido de los aeroplanos en un 90% desde 1970. Sin embargo, como consecuencia del crecimiento y dispersión del tránsito en el tiempo y en el espacio no se han detectado mejoras sustanciales en cuanto a la exposición total a ruido ambiente.6 Es interesante destacar que, hasta la fecha, no hay una tendencia generalizada a controlar el ruido tránsito en cuanto fenómeno colectivo.7 La mayoría de las reglamentaciones locales o nacionales fijan límites sobre las emisiones individuales pero ni siquiera consideran el efecto de múltiples vehículos circulando a lo largo de una calle al mismo tiempo. Una vez más, el aspecto económico es la principal consideración en el diseño de las políticas sobre ruido. El transporte individual debería desalentarse para ser sustituido gradualmente por el transporte público, el cual puede estar sometido a controles más estrictos en cuanto a las condiciones técnicas y los diagramas de distribución espacial y temporal de la circulación. Más aún, los vehículos individuales implican no sólo mayor contaminación sonora sino también del ambiente en general. El uso de un automóvil para desplazar una o dos personas es una forma muy ineficiente de aprovechar los recursos naturales (particularmente la energía, cuyos subproductos son ambientalmente nocivos).
El ruido proveniente de actividades de esparcimiento es otra forma de violencia acústica. Durante las últimas décadas se ha ido verificando un incremento gradual de lo que podría llamarse el “nivel sonoro cultural medio”, es decir el nivel sonoro promedio que se considera necesario o aceptable para un encuentro cultural, un espectáculo o representación, tanto público (cine, concierto, discoteca) como privado (fiestas, televisión, audición de música). Este incremento reconoce varias causas, a saber:
1) El aumento del ruido ambiente, como consecuencia del tránsito, la industria, y las actividades comerciales, educativas o deportivas, entre otras.
2) La socioacusia, es decir la presbiacusia (o disminución progresiva de la audición con la edad) prematura debida a la exposición a ruidos de origen social durante años.
3) La presión sociocultural ejercida sobre la gente por aquellos que controlan el negocio del espectáculo y el esparcimiento, particularmente a través del “prestigio” que se le atribuye a los altos niveles sonoros.
Hagamos algunos comentarios adicionales sobre estos puntos.
1) Gracias a los equipos de audio de alta fidelidad que la tecnología moderna a introducido en el mercado a precios sumamente accesibles, el público ha entrado en contacto con el audio de alta calidad, y ha aprendido a escuchar “bien”. El ruido ambiente perturba esta escucha, por lo tanto existe la tendencia natural a recurrir al efecto psicoacústico denominado enmascaramiento, incrementando el volumen de tal forma que la música enmascare al ruido. Esto permite disfrutar de la calidad del sonido al hacer virtualmente inaudible el ruido de fondo.
2) Mediciones hechas en asentamientos primitivos en el Sudán en los años sesenta por Rosen y su equipo han mostrado que la pérdida auditiva relacionada con la presbiacusia era mucho menos significativa que en el caso de las grandes ciudades de una nación industrializada,8 sugiriendo que un ruido ambiental aun no tan intenso como el de los ambientes industriales o laborales (así como otros factores concurrentes) tienen un efecto a largo plazo sobre la audición que puede empezar aún antes de los 20 años. Esta pérdida prematura de la audición lleva a los jóvenes a aumentar el volumen de la música para conseguir la misma sensación auditiva que tendrían sin tal pérdida.
3) En nuestra sociedad existe una íntima relación entre el dinero (es decir la dominación económica) y el prestigio. Como también hay una conexión obvia entre el dinero y la posibilidad de acceder a equipos de audio de alta potencia, podemos concluir que la posesión (y el uso) de tales dispositivos confiere prestigio a su “afortunado” poseedor. Esto es explotado por quienes están involucrados en este negocio: los empresarios del espectáculo, los medios de comunicación masivos, los fabricantes y vendedores de equipos de audio profesionales y para el consumidor. Esto crea una gran demanda de bienes de consumo innecesarios y hasta peligrosos. El público ignora casi por completo los riesgos involucrados en el uso irresponsable de dichos aparatos. Además del riesgo para el oído, debemos mencionar la adicción al ruido, por la cual los consumidores necesitan alimentar sus oídos compulsivamente con sonido, ya sea música o ruido de fondo (sin dejar de mencionar el uso de la música funcional como ruido en la mayoría de los lugares públicos)
Podemos concluir, una vez más, que los poderosos (aquellos que están en condiciones de controlar las decisiones de otros por medio del control de los medios de comunicación, por ejemplo) explotan la violencia acústica para mantener su predominio. En este caso la violencia acústica ha adquirido un significado nuevo: ayuda a perpetuar el murmullo permanente de una sociedad moderna acústicamente enferma, enmascarando, casi literalmente, las verdaderas raíces de la enorme injusticia implícita en la asimétrica distribución de la riqueza.
En los párrafos precedentes, hemos procurado describir algunas instancias del concepto de violencia acústica, así como sus relaciones dialécticas con el poder y su ejercicio. Para concluir este artículo, es interesante hacer referencia a algunas de las recomendaciones de las recientes Jornadas sobre Violencia Acústica llevadas a cabo en Rosario, Argentina, en 1997 y 1998. En ambos encuentros, que fueron organizados por el Comité Científico Interdisciplinario de Ecología y Ruido de ASOLOFAL, se puso de manifiesto con especial énfasis el valor potencial de la acción preventiva en la lucha contra la violencia acústica. Esto incluye reglamentaciones efectivas, información al público y educación. Las reglamentaciones deberían ser, en primer lugar, de carácter más preventivo que punitivo. La mayoría de las ordenanzas urbanas sobre ruido dedican gran parte de sus articulados a fijar límites para los niveles sonoros admisibles en diversas zonas, pero no se ocupan de explicitar cómo se crearán las condiciones apropiadas para que dichos límites sean factibles o aún consistentes con los usos y costumbres establecidos. Las políticas educativas con respecto a contaminación acústica e higiene sonora están mayormente ausentes, al igual que las políticas de investigación. Siendo el financiamiento tan importante como es, rara vez es mencionado en las ordenanzas, dejando la entera responsabilidad de su asignación a la voluntad de la autoridad correspondiente. Es interesante observar que aunque la mayoría de las ordenanzas o códigos de faltas incluyen las multas como forma de castigo, el destino de los dineros ingresados en tal concepto no está estipulado. Un porcentaje importante debería destinarse a financiar la investigación de los problemas de ruido y las campañas o acciones preventivas, como por ejemplo proveer a la oficina de control respectiva con equipamiento actualizado. Éstas y otras ideas han sido volcadas en un anteproyecto de ordenanza sobre prevención y control de ruido y vibraciones que fue presentado en la segunda edición de las Jornadas,9 y que se encuentra actualmente en estudio por parte del Honorable Concejo Municipal de Rosario.
En relación con la información pública, se puso énfasis en que cualquier juguete, reproductor portátil, equipo de audio o electrodoméstico capaz de producir niveles sonoros peligrosos debería estar acompañado por un volante con información sobre los posibles riesgos. Se reconoció, por otra parte, la gran importancia de la educación en relación con la violencia acústica para elevar la conciencia de la sociedad sobre este problema, que es el paso fundamental y más significativo hacia su solución.
El próximo encuentro, las Terceras Jornadas Internacionales Multidisciplinarias sobre Violencia Acústica, tendrá lugar en Rosario, Argentina, en el año 2000 (en fecha a confirmar), y se espera que sea la más importante y ambiciosa de las tres, con conferencistas de diversas partes del mundo y muchas estimulantes e interesantes actividades.
NOTAS Y REFERENCIAS
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Ver, por ejemplo, el Pequeño Larousse Ilustrado.
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El Comité Científico Interdisciplinario de Ecología y Ruido pertenece a la Asociación de Logopedia, Foniatría y Audiología del Litoral (ASOLOFAL), entidad científica sin fines de lucro cuyos objetivos son la investigación y la educación ( http://www.eie.fceia.unr.edu.ar/~acustica/comite).
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Berglund, B., Lindvall, T. (E-mail: [email protected]). “Community Noise”. Archives of the Center for Sensory Research, Volume 2, Issue 1, 1995. Universidad de Estocolmo y el Karolinska Institute.
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Ídem.
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Beranek, L (Editor). “Noise and Vibration Control”. Institute of Noise Control Engineering. Washington, DC, USA, 1988.
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Comisión Europea. “Política futura sobre ruido – Libro Verde de la Comunidad Europea”. 1996.
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Miyara, F. “Pautas para una Ordenanza sobre Ruido Urbano”. Primer Congreso Argentino sobre Calidad de Vida Urbana, Rosario, Argentina, noviembre de 1997. Puede hallarse en Internet en la dirección http://www.eie.fceia.unr.edu.ar/~acustica/biblio/ordenan1.htm
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Rosen, S., Bergman, M., Plestor, D., El-Mofty, A., Satti, M. “Presbycusis Study of a Relatively Noise-Free Population in the Sudan” Ann. Otol. Rhinol. Laryngol. 71:727-743 (1962)
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Miyara, F. “Anteproyecto de Ordenanza sobre Prevención y control de Ruido y Vibraciones”. Segundas Jornadas Internacionales Multidisciplinarias sobre Violencia Acústica”, Rosario, Argentina, 1998. (http://www.eie.fceia.unr.edu.ar/~acustica/biblio/ordenanz.htm).
Federico Miyara
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