Usabilidad: ergonomía de producto
- Creado por admin
- El 1 enero, 2000
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Autor: Juan Manuel Gutiérrez
Ergónomo – Psicosociólogo
Dentro de los temas de ergonomía, existe un enfoque particular que considero puede resultar interesante para usted. Es el enfoque de la ergonomía de producto. Dicho en cristiano, se trata de diseñar, articular o modificar de forma racional cualquier producto para lograr que su uso sea más eficaz, más confortable, más seguro.Todo ello en función del objetivo específico de cada uno de ellos. Un coche sirve para transportar personas, una tostadora para tostar pan, unos guantes para protegerse las manos. ¿Fácil, no? A ese estudio para el diseño o la modificación de un producto se le denomina Usabilidad (utilizabilidad, dicen algunos). En principio, se trata de dar respuesta a tres conceptos clave: eficacia, eficiencia y satisfacción.
CONCEPTOS CLAVE
Permítame tres definiciones rápidas: Eficacia es la capacidad de conseguir un objetivo. Eficiencia, sin embargo, se refiere a la cantidad de esfuerzo requerido para alcanzar dicho objetivo (de donde se deduce que, a menor esfuerzo para el mismo objetivo, mayor eficiencia alcanzada). Y Satisfacción, por fin, hace alusión al nivel de confort que sienten los usuarios al utilizar un producto y cuán aceptable resulta éste a la hora de conseguir el objetivo deseado. Evidentemente, la satisfacción estará a menudo fuertemente correlacionada tanto con la eficacia como con la eficiencia. Por tanto, el grado de usabilidad de un producto cualquiera vendrá dado por el grado de eficacia y eficiencia del mismo, unido a la satisfacción provocada en sus usuarios/as. Es importante destacar que la usabilidad no es una característica intrínseca de un producto sino más bien una propiedad resultante de la interacción entre un producto, un usuario y la tarea que se intenta desempeñar. En ese sentido, es aconsejable conocer a fondo a los posibles usuarios: sexo, edad, experiencia de uso, conocimiento del medio, formación cultural, posibles discapacidades, etc.Pongamos un ejemplo. Piense en una maquinilla de afeitar. ¿Recuerda los antiguos modelos metálicos, de hoja extraíble, sin ángulo en el soporte? Las mejoras introducidas desde ese modelo hasta los actuales han sido innumerables (y muy evidentes para los que las usamos a diario): doble (triple) número de hojas de corte; angulación del soporte que mejora la precisión; mejor agarre de ese soporte mediante un diseño adecuado a la palma de la mano, una superficie rugosa, una mezcla de gomas y elementos plásticos, etc.; movilidad del cabezal (cabeceo, alabeo) que posibilita el alcance de zonas no lisas; protecciones en las cuchillas para evitar cortes imprevistos; bandas emolientes en el cabezal que suavizan la piel, y un largo etcétera.
MEJORAS
Los mismos principios de mejora que se observan en una maquinilla de afeitar se pueden analizar en un autobús urbano/interurbano (¿se acuerda de las antiguas “tartanas”?) o un ordenador (los antiguos monitores de fósforo). Y lo mismo que vale para un producto se puede aplicar a un servicio: mejoras en el formato de pago (dinero de plástico), en la distribución de alimentos (elementos plásticos o metálicos -aluminio- de conservación, mantenimiento constante de las temperaturas aconsejadas, ultracongelación, información sobre ingredientes), en el acortamiento de las listas de espera sanitarias, en los servicios más simples de un banco (cajeros automáticos), ventas telemáticas, etc.
En el análisis de usabilidad se verifica el grado en que un producto cumple ciertas expectativas fijadas de antemano. Las más importantes son: que el producto en cuestión sea conjeturable (eficaz desde el primer uso), memorizable (se recuerda su funcionamiento tras un solo uso), reutilizable (el usuario recuerda el funcionamiento incluso tras períodos extensos de tiempo), compatible (respecto a las expectativas de uso de cualquier persona), retroalimentado (que dé información al usuario durante el proceso), que prevea los posibles errores y su recuperación, y que exista la posibilidad de mejora en su utilización (“atajos” para los usuarios experimentados).
Todo lo dicho provocó en su momento que la Ergonomía ampliara su tradicional aplicación industrial (mejora de la relación hombre-máquina) a la de servicios (mejora de la relación producto-usuario), lo que amplió su espectro de forma exponencial.
En su faceta de consumidor o usuario/a, usted tiene ahora más elementos de juicio para evaluar los aspectos más eficaces, eficientes y satisfactorios de los productos que utiliza a diario. Haga saber a los distintos fabricantes sus preferencias. Ellos estarán, a buen seguro, encantados de atenderlas.
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