Sólo hay una moral posible: La del desarrollo sostenible
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- El 1 enero, 2000
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La evolución de los seres vivos y de sus interrelaciones se rige por el mecanismo de selección natural.
El mismo establece que la naturaleza “selecciona” aquéllas especies que se adaptan mejor a las condiciones de vida de su ecosistema y desecha las otras.
Esta selección no se produce dentro de una misma generación ni de una a otra, sino que se da naturalmente en un lento y constante proceso evolutivo.
Así por ejemplo cuando una mutación (alteración de la información genética) se produce, la misma puede resultar beneficiosa o perjudicial para la supervivencia o reproducción de la especie. Aquéllas variedades que poseen una mutación beneficiosa, estarán en mejores condiciones de sobrevivir, reproducirse y transmitir la propiedad a sus descendientes, por lo que en la siguiente generación habrá más individuos de la especie con esta propiedad distintiva. Lentamente y con el correr de las generaciones la proporción de individuos beneficiados con la mutación se vuelve dominante y la misma una característica propia de la especie; en ese momento diremos que se ha producido un salto evolutivo.
Cuando las condiciones de vida cambian bruscamente por algún fenómeno, el mecanismo de selección no tiene tiempo de funcionar y las especies sobreviven sólo si sus características genéticas ya existentes les permiten sobrevivir en las nuevas condiciones, de lo contrario desaparecen. El ejemplo clásico y mil veces repetido es la catastrófica desaparición de los dinosaurios.
El mecanismo de selección natural es el responsable de toda la diversidad biológica del planeta. De hecho existe vida en lugares que uno no podría ni soñar su existencia, como en ríos, lagos y mares contaminados, desiertos, etc.
El éxito del proceso de selección natural consiste fundamentalmente en su falta de moral (al menos de la moral tal como la entendemos los humanos). Hay una sola regla: sobrevivir.
El sistema de selección natural, altamente beneficioso en la historia evolutiva del planeta, no se aplica al ser humano moderno, pues el mismo no necesita desarrollar variedades genéticas o mutaciones que le permitan adaptarse al medio en que vive, pues su accionar cambia el medio en forma mucho más rápida para adaptarlo a sus necesidades.
La preponderancia del ser humano como principal depredador y especie dominante marcó el nacimiento de un nuevo proceso de selección: la selección artificial.
Mediante su actividad, el hombre modifica su medio ambiente, alterando las condiciones de vida de las especies del ecosistema. Como hemos visto si estos cambios son muy bruscos, los seres vivos no tienen tiempo de desarrollar las adaptaciones necesarias y sólo sobreviven aquéllas variedades con características especiales que les permitan mejores condiciones de competitividad en las nuevas condiciones.
También es cierto que el desarrollo tecnológico de la especie humana es de una aceleración tal que vuelve imposible compatibilizarlo con la lentitud propia de la evolución del resto de las especies.
Ante esta disyuntiva, el ser humano se ve obligado a incorporarle al proceso de selección artificial (por cierto inevitable), lo que afortunadamente es una carencia en el sistema de selección natural: una moral; reglas para el manejo de la selección artificial.
Estas nuevas reglas no pueden ser ni el desarrollo tecnológico sin medir las consecuencias, ni el empecinamiento mesiánico en no permitir modificaciones estancando el progreso. Los dos caminos nos llevan a la destrucción como especie; el primero a corto plazo destruyendo nuestro hábitat que es nuestra principal fuente de recursos y el segundo a largo plazo pues sólo la creación de nuevas tecnologías permitirá un mejor aprovechamiento de los recursos para una población creciente.
Sólo hay una moral posible: la del desarrollo sostenible, la del sentido común. La que nos permita comprender que todos los cambios generan beneficios y perjuicios y que la mejor política es aquélla que maximiza los primeros y minimiza éstos últimos. Que nos permita entender que muchas veces se debe buscar la mejor solución posible (que muchas veces no coincide con la ideal) y sino preguntémonos qué va a ocurrir con mi PC, en la que escribo este artículo y la suya en la que lo lee cuando ya no sirvan. ¿Que hacemos entonces? ¿Suprimimos las computadoras? ¿O buscamos la mejor forma de disposición, reutilización o acumulación hasta encontrar una solución definitiva?.
Sólo con esta forma de desarrollo seguiremos la única regla posible del proceso evolutivo: sobrevivir.
Por Esteban Fabián Valentinuzzi
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