Siembra directa, con visión holística
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- El 14 mayo, 2009
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La siembra directa es hoy una realidad tangible en Argentina.
El desafío: extender el concepto de que no alcanza con dejar de arar para alcanzar un sistema de producción sustentable. Rotación ajustada en diversidad e intensidad, estrategias de fertilización, todo ello, acompañado por tecnologías de proceso y de producto que permitan un uso más eficiente de insumos, con un menor impacto ambiental.
La siembra directa es hoy una realidad tangible en Argentina; y más de 17 millones de hectáreas así lo corroboran. Esto representa cerca del 20% de la superficie mundial bajo agricultura de conservación. Puntualmente, de las más de 90 millones de hectáreas a nivel mundial; cerca de la mitad se practican en América Latina, el 40 por ciento en los Estados Unidos y Canadá, el 10 por ciento en Australia y el resto en Europa, África y Asia. Pero las cosas no suceden porque sí. Detrás de los millones de hectáreas cubiertas con rastrojos en Argentina hay historias, pioneros y, fundamentalmente, una buena idea. La idea de sembrar sin arar, que en nuestro país fue tomando forma de innovación; y que hoy es parte de la explicación del aumento de la producción y la productividad, como así también de la menor pérdida de suelos por erosión. Sin embargo, no todo está resuelto. La producción enfrenta grandes desafíos; y si bien la siembra directa es un buen comienzo, queda mucho camino para alcanzar una verdadera producción sustentable.
Si bien no hay un “dueño” de la siembra directa, se puede hablar de visionarios y pioneros que se animaron a pensar otra agricultura; desafiando al paradigma clásico basado en las labranzas. Como diría Víctor Trucco – uno de los principales referentes de este cambio – “la Siembra Directa reemplazó el paradigma reinante, proponiendo una nueva agricultura tendiente a resolver la disyuntiva entre productividad y ambiente”. La siembra directa rompe con los criterios preexistentes respecto al uso del suelo y al manejo del ambiente productivo, iniciándose una nueva era en la producción agropecuaria. Ya no se puede hablar de suelos “arables o no arables”; áreas que no eran productivas porque sus suelos no podían laborearse, hoy han demostrado serlo porque son “sembrables”. Se ha incrementado la productividad de los suelos, por mejora de la fertilidad física y química, y la más eficiente economía del agua. En adición, se ha reducido el consumo de combustibles fósiles, lo cual en un marco de menor emisión de dióxido de carbono – fruto de la ausencia de labranzas – y secuestro de carbono – en razón del aumento de materia orgánica en determinadas situaciones – contribuye a mitigar el efecto invernadero.
En el contexto actual, la Siembra Directa se sitúa como una de las alternativas productivas que mejor resuelve lo que parecía imposible: alcanzar una producción económicamente rentable para las empresas, que sea a la vez ambientalmente sustentable, y socialmente aceptada. Sin embargo, sólo se accederá a todos estos beneficios siempre que se comprenda la complejidad de los agroecosistemas en los que el productor trabaja, y se respeten los tiempos de los ciclos biológicos por sobre las urgencias que exige la rentabilidad inmediata. Para ello, desde el plano estrictamente tecnológico, además de la ausencia de remoción deberá plantearse una rotación ajustada en diversidad e intensidad junto con una estrategia de fertilización que al menos reponga los nutrientes que hoy muestran respuesta, esto es, nitrógeno, fósforo y azufre. Todo ello, acompañado por tecnologías de proceso y de producto que permitan un uso más eficiente y ajustado de insumos con un menor impacto ambiental, tales como el manejo integrado de plagas, malezas y enfermedades. Sin olvidar el importante aporte que el mejoramiento genético y la biotecnología en particular operaron y seguirán operando para generar materiales con mayor potencial, nuevas características y también nuevos usos. En definitiva, el rendimiento es el resultado de la interacción entre el genotipo, aportado por empresas semilleras, y el ambiente, cuya gestión y cuidado es responsabilidad del agricultor.
La no-interpretación de esta realidad y la simplificación de los sistemas biológicos así como el no-respeto de sus tiempos puede llevar a errores en la implementación. Puntualmente, en muchas ocasiones se ha pensado a la siembra directa como una tecnología que “cambia el arado por una máquina más reforzada de siembra que consigue sembrar en suelos sin labrar y donde las malezas se controlan con herbicidas”, como lo afirma Rolf Derpsch. De las 17 millones de hectáreas contabilizadas en Argentina bajo siembra directa, “alrededor de la mitad han sido cultivadas bajo una visión simplista, que la concibe como una herramienta tecnológica puntual. Pareciera ser que en buena parte de los productores está presente la idea errónea de que al “sembrar sin arar” – como única consigna – se elimina todo riesgo de deterioro o degradación, con lo cual quedan habilitados para instaurar cultivos de máximo retorno económico, consiguiendo el pasaporte de “conservacionista y empresario exitoso”, afirma categórico Jorge Romagnoli. Tal parece que las reglas del mercado imponen un comportamiento empresario en función a los resultados inmediatos, basados en la ecuación costo-beneficios y simultáneamente, alejan al productor del análisis encuadrado en la lógica de la sustentabilidad para lograr beneficios permanentes a través del tiempo. De este modo, prácticas como la rotación de cultivos, la fertilización con criterio de reposición o el manejo integrado de plagas, quedan relegadas por la imperiosa búsqueda de rentabilidad actual. En este contexto, prácticas tan habituales como los contratos de arrendamiento a un año, y con valores económicos elevados expresados en un único producto, desalientan a una mirada de mediano y largo plazo. Tal vez, parte de la explicación esté dada porque “los tiempos de los procesos biológicos -muchas veces desconocidos y otras, subestimados- son diferentes respecto de las necesidades cotidianas del hombre, que cada vez más acelerado, presiona sobre el ecosistema desplazando la banda de equilibrio a un nuevo punto, seguramente de mayor fragilidad”, remarcó Romagnoli.
El próximo desafío es extender el concepto de siembra directa: no basta con dejar de arar, esto sólo es la llave de ingreso a un sistema de producción sustentable. Es necesario, también, comprender las causas y efectos de los procesos biológicos asociados a la producción agropecuaria, y actuar en consecuencia. Y la solución no pasará por establecer un esquema dirigista en el uso de la tierra, sino por que cada nodo de la red de redes del agro conozca y cuantifique las causas y consecuencias del mal uso de la tierra. En este desafío, es necesario sumar a los propietarios de la tierra, que son los que en primera instancia van a sufrir el efecto económico por la pérdida de capital.
Como aporte conceptual y empírico, “desde Aapresid estamos impulsando el desarrollo de indicadores de gestión ambiental y productiva que, reunidos en un tablero de comandos, nos permitirán tomar decisiones más ajustadas”, destacó Santiago Lorenzatti. El Coordinador General de Aapresid agregó: “la propuesta consiste en ejecutar un conjunto de prácticas agrícolas que apunten a esta visión holística de la producción, dando un nuevo enfoque al concepto de buenas prácticas agrícolas”. Como aspecto adicional, en la medida en que este esquema de gestión se masifique, se podrá pensar incluso en certificar el proceso de producción de alimentos en siembra directa. Una manera “de hacer y mostrar cómo producimos alimentos, y su impacto sobre el recurso suelo”.
Florencia Sambito- Aapresid
Evolución de conceptos
Si se realiza un recorrido por la corta, pero jugosa, historia de la siembra directa en Argentina se podrá comprender la evolución de los objetivos y enfoques que el sistema fue tomando. Muchas veces, por el propio vértigo de la vida contemporánea, no se adquiere conciencia de los cambios que suceden, y pareciera que “todo sucede naturalmente”. Sin embargo, detrás de cada cambio hay una visión y una decisión que lo impulsa.
En las primeras etapas de la siembra directa, las principales ventajas que se vislumbraban estaban relacionadas a la protección del suelo de los efectos erosivos, tanto del viento como del agua. Sumado a ello, el hecho de sembrar “sin mover” tenía la ventaja de facilitar las tareas operativas de la implantación de la soja de segunda sobre trigo. De a poco, algunos pioneros convencidos de que muchas de estas ventajas se potenciaban si se las utilizaba en todos los cultivos de la secuencia, se animaron a hacer experiencias en lotes de producción.
Menor evaporación sumada a menores pérdidas por escorrentía, y mayor infiltración daba como resultado una mayor disponibilidad del recurso limitante: el agua. De a poco, los pisos de rinde subieron, estabilizando los niveles productivos; impacto que era más notorio en zonas sub-húmedas y de suelos sueltos.
El ambiente de producción cambiaba, y ello exigía que la genética se adaptara. Las empresas proveedoras de semillas vieron su oportunidad y actuaron en consecuencia. La maquinaria era un punto clave a no descuidar. Las sembradoras no estaban diseñadas para las condiciones de siembra que exigía un suelo sin remover. Aparecieron pequeños inventos caseros, y al poco tiempo, pequeñas empresas de maquinarias nacionales, comenzaron a responder a la nueva demanda.
Agronómicamente, se acrecienta la experiencia en el manejo continuo de rotaciones en SD, no sólo en esquemas agrícolas, sino también en esquemas mixtos. La estrategia de barbechos largos limpios, comienza a ser cuestionada por algunos técnicos, proponiendo analizar opciones de intensificación de la rotación, incluso con cultivos de cobertura e intercultivos. El eje agronómico, pasa de la economía del agua a la del carbono y la materia orgánica. Y todo ello sin descuidar la fertilización, punto clave del sistema para no perder fertilidad química en los suelos. Así llegamos a nuestros días, en los que a estos conceptos les sumamos el comprender la biología de suelos, y utilizar indicadores de suelo que sirvan de tableros de comandos
Por: Florencia Sambito
Fuente: www.concienciarural.com.ar
Enviado por: Sandra Sanchez
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