Que el misionerismo a ultranza no sea la excusa para negar la Argentinidad
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- El 19 febrero, 2008
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La reforma constitucional de 1994, fuertemente sospechada (y en varios casos claramente acusada) de corrupción y de servir de marco a intereses espurios, venales y en muchos casos claramente imbuidos de orientaciones políticamente disolventes y centrífugas, fue no solo un instrumento al servicio de la partidocracia cleptocrática como estructura omnímoda de poder real; sino también fue una pieza clave para dar el marco que diera algún viso de sostén legal al conjunto de medidas socio económicas impuestas por “el poder detrás del trono” que impulsó contra toda resistencia el tan negativo y antinacional modelo político – económico neoliberal.
En tal sentido la nota de renuncia al cargo de Constituyente, presentada por Monseñor Jaime de Nevares constituye una pieza literaria maestra, evaluada tanto como manifiesto político y ético. Es la expresión clara de un hombre fiel a sus principios, que renunció asqueado, para no verse involucrado como copartícipe pasivo u obligado, de un proceso de “facilismo de aprobaciones de artículos” del que no quiso formar parte.
La misma reforma constitucional de 1994 fue el marco que permitió los desmanes del menemato y sus “socios” del arco político que no le hicieron frente y que en muchos casos operaron de necesaria claque; así como el continuismo del delarruismo; todo lo cual nos puso a las puertas de la disgregación nacional en la crisis con visos dantescos de 2001.
Esa misma reforma constitucional puso en marcha otros mecanismos intrínsecamente perversos y nocivos para los Intereses Nacionales. Entre ellos cabe destacar los siguientes.
- La “provincialización” de los recursos hidrocarburíferos, lo que debilita toda negociación con los poderosos cárteles petroleros extranjeros, contribuyendo a malvender nuestras riquezas petrolíferas y gasíferas, como ya ocurrió con las dos innecesarias y totalmente discutibles prórrogas de los yacimientos de Loma de La Lata (Neuquén) y Cerro Dragón (Chubut y Santa Cruz). Hasta una nación de marcado federalismo efectivo como Brasil reserva el manejo de los yacimientos hidrocarburíferos al Estado Federativo Nacional.
- El concepto de “soberanía” provincial, totalmente lesivo a la integridad política nacional, puesto en boga desde esos aciagos años.
- La disponibilidad “privada” (léase extranjerización lisa y llana) de las riquezas del subsuelo argentino.
- La notoria “priorización” del “provincialismo a ultranza” por sobre los Intereses Nacionales, lo cual es un camino que puede conducir a abrir las compuertas de la balcanización.
- La clara degeneración del auténtico federalismo (que reconoce prioritariamente la pertenencia al “todo”, o sea a la Unidad Política Nacional), permutándose por un “provincialismo” exacerbado y patológico, que sustenta posiciones extremas, como la alentada en su momento desde sectores del poder provincial entrerriano con apoyos del fundamentalismo ecologista; lo cual derivó en el prefabricado e irracional enfrentamiento con el hermano pueblo uruguayo; y los subsecuentes “piquetes permanentes” sin visos de solución pacífica y coherente (todo ello mientras se tapa la nueva agresión británica en los Mares Australes, con el beneplácito claro de Greenpeace, operando como agente de los intereses del Imperio usurpador de nuestras islas).
Ahora en Misiones surge con inusitado vigor en algunos pequeños grupos variopintos, una suerte de provincialismo ultramontano, enrolado en la oposición total a la concreción de las grandes centrales hidroeléctricas; postura que de última le hace el juego a poderosos intereses vinculados con la termogeneración (la generación en base a hidrocarburos), unidos a los sectores más retrógrados que en su momento impulsaron el neoliberalismo salvaje que tanto daño nos hizo.
Es notable que ni una pizca de ese énfasis “ultra provincialista” y seudo ecologista fue manifestado en varios temas concretos, que afectaron los intereses provinciales, el bienestar de nuestra gente y el medio ambiente de Misiones.
Al respecto caben mencionar los elocuentes silencios (de esos ultra provincialistas) ante el constante apeo (derribo) de árboles en la Reserva Yabotí y su robo rumbo a Brasil u otros eventuales destinos; el escasísimo énfasis puesto en los terribles efectos genéticos de determinados agrotóxicos aún en uso (¡¿no se dicen “ecologistas” algunos opinantes antirrepresas?!); el nulo apoyo público (de esos sectores) a la concreción –tan importante- del gasoducto; la falta de toda crítica al retrógrado Plan Buey que implementó una “solución” de la Edad Media en lugar de una progresista mecanización y tecnificación; los absolutos silencios ante la irreflexiva venta de la Central de Ciclo Combinado, de 60 MW, que hoy sería importante como “reserva fría” del sistema eléctrico provincial y factor potencialmente positivo de negociación para incrementar el mercado potencial de gas natural; etc.
En lugar de ese “ultra provincialismo” siempre “en contra de” – e incluso renegando de la argentinidad- es interesante analizar el pasado reciente de Argentina, constatándose que con proyectos positivos, y en base a criterios de Reparaciones Históricas, algunas provincias (como San Luis y otras, ¡e incluso la privilegiada Buenos Aires!) consiguieron las sanciones de leyes especiales de promoción económica y específicamente industrial; con las cuales crearon abundantes fuentes genuinas de trabajo mucho mejor pago que el tradicional agrícola o el del “clientelismo” de las administraciones públicas sobreabundantes en personal.
Claro está que ese proceso de industrialización y de genuino desarrollo socio económico (tan combatido por ciertos sectores del ecologismo cavernario y ultramontano, y por sus “socios naturales” los sectores ultra conservadores), precisa enormes y crecientes cantidades de energía eléctrica. Mega producciones eléctricas que ni las micro centrales hidroeléctricas, ni trasnochados proyectos de biomasa maderable en improbable gran escala, ni las problemáticas generaciones solar y eólica, pueden brindar.
Las grandes centrales hidroeléctricas y un ambicioso Plan Nuclear deben ser las alternativas a la quema masiva de escasos, caros y contaminantes combustibles; o –peor aún- a una profundización de la severa crisis energética en la que estamos insertos.
En Misiones, las grandes centrales hidroeléctricas deben ser el basamento de una activa política de industrialización que asegure trabajo a las actuales y a las nuevas generaciones de argentinos de estas latitudes.
Estos temas los desarrollo en mi nuevo libro Geopolítica de La Energía, en curso de edición.
Por: Carlos A. Ortiz
Ex Docente – Investigador – FCE – UNaM = Especialista en la Temática Energética
Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía
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