Nueva estrategia: Hay que Negar al Sol!
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- El 14 mayo, 2009
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Los creadores del mito del calentamiento global antrópico no se lo esperaban, pero el sol se les ha caído encima, y no saben como sacárselo de encima. Y recurren al negacionismo más absurdo que la humanidad haya podido ver en muchos siglos. Por suerte, están haciendo el ridículo.
Desde hace unos años los “calentadores” han comenzado a hacer el ridículo de manera alarmante, y como dicen ellos: “de una manera que no tiene precedentes, y a una velocidad que va más rápido de lo que antes se creía.” Algunos ejemplos comenzaron a verse con la aparición, ascenso y caída del infausto Palo de Hockey de Michael Mann, que había borrado con varita de su computadora mágica a la Pequeña Edad de Hielo y al Período Cálido Medieval, dando el siguiente gráfico:
Según Mann, la temperatura de la tierra había ido descendiendo gradualmente desde 1400 hasta que el hombre comenzó a quemar combustibles fósiles a lo loco, momento en que la concentración de CO2 subió tanto que recalentó al planeta escandalosamente, sugiriendo la conveniencia de destruir a la civilización humana para “salvar al planeta.” Pero finalmente los análisis posteriores de Ross McKintrick y Steven McIntyre demostraron que la historia había sido muy diferente, y que se aprecia en el próximo gráfico corregido con los datos correctos, y no con los inventados por el pícaro algoritmo de Mann.
El problema surge de que los calentadores sufren de una incurable adicción a la “computadoramanía” o modelitis aguda y el resultado de sus “estudios” son presa fácil de los análisis mesurados de técnicos en análisis estadístico que han puesto en evidencia su apabullante ineptitud para el tema. Un ejemplo ha sido la comparación entre las predicciones publicadas en el AR4, o Informe del IPCC publicado en 2007 sobre las temperaturas futuras del planeta y las que realmente han quedado grabados a fuego en la historia de la climatología. Esto lo vemos en el siguiente gráfico. Los cráneos del modelado hicieron una verdadera chapuza. Pero en la Climatología PlayStation® de James Hansen y amigos la chapucería es lo que se considera “consenso científico”. Claro que no tiene nada que ver con el mundo real:
Este gráfico aparece en el Informe AR4 del IPCC, sólo que no tiene las temperaturas observadas desde el 2007, cuando hacen esa picada abrupta hacia el frío, líneas que han sido añadidas por nosotros, lo mismo que el texto indicando las “proyecciones” y las realmente registradas.
El hielo es la clave
No se arredraron los calentadores con la derrota y el polvo mordido por el Sr. Mann, sino que buscaron en el cajón de sus inventos y salieron con un argumento que creyeron imbatible: el derretimiento del hielo del planeta. Afirmaron que los glaciares de todo el mundo se derretían a velocidad de Fórmula 1, y que el Ártico se quedaría sin hielo en el verano (y posiblemente durante casi todo el año) para el año 2012 o a más tardar para el 2020, como se expresa en este artículo del ABC News:
No les hacía mella el hecho que los glaciares se venían retirando desde alrededor de 1700 cuando el hombre no conocía ni el petróleo ni a los vehículos 4×4, ni que los glaciares más grandes del mundo estuviesen avanzando a paso firme (Pío XI, Perito Moreno, Franz Josef, de Nueva Zelanda, Engebreen y Nigardsbreen, Noruega, varios inmensos glaciares de Alaska, la mayoría de los de la Antártida, y que la pérdida de hielo de Groenlandia se hubiese revertido y comenzara a crecer en masa en la región central. Pero ya sabemos que a los calentadores no les gusta que a sus bellas teorías sean destruidas por algo tan prosaico como la realidad y la ignoran completamente.
Por ello estaban saltando en una patita y descorchando champaña cuando en Agosto 2007 la extensión del hielo del Ártico marcó un récord de mínima. Creían que en septiembre ya firmarían el Tratado de Kioto sin más trámite. El nefasto tratado renombrado hoy como “Y2Kioto”, por emular al fiasco del Y2K, o caos de las computadoras del año 2000.
Pero en diciembre de 2007 el hielo de Ártico comenzó a crecer a una velocidad, al decir de los “calentones”, “sin precedentes y más rápido de lo que antes se creía.” Donde las dan las toman, dice el viejo refrán, y el sabor de la propia medicina no pareció ser de su agrado. Hoy, el hielo del Ártico ha seguido creciendo de manera “nunca vista” y ha retornado a los niveles normales, dentro de la desviación estándar del promedio 1979-2007. Abajo, en la imgen del NSIDC se ve muy claro:
El Sol se Cae
Ante la fuerte evidencia de que el sol había ingresado en un período de quietud desusado y alarmante para la salud de la hipótesis del cambio climático por culpa nuestra –los desalmados y angurrientos humanos que tenemos esa fea costumbre de querer vivir mejor cada día– tenían que inventar algo para mantener la alarma y el miedo al mayor nivel posible por que si no la gente dejaría de presionar a los políticos para conseguir poner en marcha su plan del mercado de créditos de carbono, bonos de compensación de emisiones, y la creación de impuestos a las emisiones de CO2 y los combustibles fósiles. Esto era claro porque el sol llevaba ya un par de años sin manchas en el sol, el ciclo 23 no terminaba como Dios o Gaia manda, y el comienzo del ciclo 24 estaba haciéndose desear demasiado.
Entonces apareció el estudio de un astrónomo inglés llamado Mike Lockwood de la Universidad de Southampton, donde probaba que la irradiancia solar había disminuido muy poco y que las variaciones en la actividad solar no podían explicar el calentamiento observado desde fines del siglo 19, y menos aún la estabilización que se observaba en las temperaturas desde el año 1996 en adelante –dejando de lado al calor del Niño de 1998 porque eso sí, era una anomalía natural. Los climatólogos del invernadero aplaudieron el estudio y descorcharon champagne. Los astrofísicos y astrónomos tradicionales se cayeron al piso de la risa. La prensa se hizo eco del estudio de Lockwood e ignoró las risas de los astrónomos.
Pero las temperaturas seguían sin subir a gusto de los calentadores y Michael Mann y su amigo y coeditor del blog Real Climate, Eric Stieg, pusieron manos a la obra y salieron con otro estudio sobre las temperaturas de la Antártida donde demostraban que las lecturas de las estaciones meteorológicas del continente blanco eran una basura y no podían ser confiables. Usando un modelito al más puro estilo del Palo de Hockey descubrieron que podían “inventar” datos de la temperatura sobre miles de puntos donde no existían estaciones ni instrumentos de medición.
Así llegaron a la conclusión de que la Antártida hacía 50 años que se venía calentando, y había subido 0,5ºC en esos 50 años. El Gran Circo Mediático se puso en marcha en seguida y las buenas nuevas recibieron gran publicidad demostrando que por más que el sol se aquietase o se extinguiera, la Tierra seguiría calentándose por culpa del CO2 que había en la atmósfera. Otro largo período de descorchar champagne festejando la derrota de los escépticos y la inminente firma del nuevo Tratado de 2YKioto en Copenhague, en diciembre de 2009. Antes del estudio de Stieg & Mann, la NASA mostraba un mapa de la Antártida con las tendencias de temperaturas que los termómetros de verdad (y no los termómetros de videojuegos de Stieg y Mann) que indicaban que el 98% de la Antártida se estaba enfriando a paso sostenido, menos ese 2% que es la península Antártica.
El calentamiento de la península se debía a un cambio en el patrón de la Corrientes Circumpolar Antártica y de los vientos que desde hacía unas décadas soplaban con mayor frecuencia e intensidad desde el oeste y noroeste. Aprovecharon que la Barrera Larsen B y la Wilkins se quebraban diciendo a la prensa (que lo repetía sin saber qué es que repetían) que las barreras se desplomaban porque el hielo se derretía. Por el calentamiento global, claro. Entonces el mapita de Stieg y Mann publicado por la NASA se visitó de rosa.
También comenzaron a bombardear a la gente con partes de prensa sobre el desastre de la plataforma Wilkins, como si fuese la primera y única vez que sucedía. El glaciólogo Ted Scambo ya venía publicando los repetidos colapsos y derretimientos de la Wilkins desde por lo menos 1998, y la prensa venía reciclando la noticia del descalabro de Wilkins y publicando siempre la misma foto para diferentes años. El penoso suceso fue ampliamente cubierto por este sitio en varios artículos aquí, aquí y aquí, y en especial por el meteorólogo Anthony Watts en su fantástico blog en http://www.WattsUpWithThat.com/
Esta es la famosa foto multiaño:
En la página de la izquierda del Guardian de Londres, la fecha es Abril 5, 2009, pero la de la derecha, del msnbc la fecha es del año anterior, Marzo 25, 2008. La verdad es que la placa Wilkins se quiebra todos los años, y no a causa del calentamiento. El calor no quiebra al hielo: lo derrite.
El Sol en terapia intensiva
Van ya más de 612 días en que el Sol no tiene manchas que merezcan ser llamadas “manchas”, y sí tuvo algunas pocas “pecas”, pero todas correspondientes al viejo Ciclo 23 que, como Bruce Willis, es “duro de matar”. Como el flujo magnético solar andaba entre 68 y 71, el Índice A brincaba de 2 a 5 (algo que no se veía desde que se iniciara su medición en 1932), la gente que sabe comenzó a sospechar que era muy probable que este mínimo solar quisiera emular al severo Mínimo Dalton de 1795-1823, y causara un enfriamiento de la Tierra que iría más allá de la categoría “severo”. Si el ciclo solar 24 no comienza oficialmente en Julio próximo, este mínimo actual habrá empatado con el Dalton. Y si comienza en Enero de 2010 estará compitiendo con el terrible Mínimo Maunder de 1642-1711. Tiempos duros aquellos de la Pequeña Edad de Hielo. La pregunta es: ¿Y si se repite, qué harán los gobiernos para evitar las consecuencias que una nueva edad de hielo (por corta que sea) tendrá sobre la humanidad? Usando el Principio Precautorio, ¿habrán ideado algo; tendrán un As de Espadas en la manga?
Pero los calentones inmutables. El astrónomo oficial de la NASA, David Hathaway había anunciado con bombos, platillos y la banda de los bomberos que el Ciclo 23 terminaba en Marzo de 2006. En consecuencia el Ciclo 24 sería de una intensidad mayor y todos nos achicharraríamos si no cortábamos con el asunto de las emisiones de CO2. Sobre todo porque el Ciclo 25 sería todavía peor y de esa no nos salvaría nadie. Pero, como digo siempre, “la realidad tiene esa pésima costumbre de echar a perder las teorías más hermosas.” Desde entonces, Hathway tuvo que modificar cuatro veces su profecía sobre el inicio del Ciclo 24 y parece que ahora, después de cuatro papelones consecutivos, ha tirado la toalla y mantiene su boca cerrada. Anunciaron hoy que mañana, 8 de mayo, harán una reunión de prensa para anunciar otra predicción más. Es decir, van corriendo el arco para delante. Su última modificación de la profecía presenta un gráfico que resulta bastante ridículo por lo abrupto y violento que significaría el inicio del ciclo 24. Imposible. Nunca ha sucedido antes ni hay probabilidades de que suceda. Esta es una animación desde su primera predicción en Marzo 2005 hasta la última de Marzo 2009. Observe como va cambiando la curva predicha para el ciclo 24 a medida de que la actividad del sol va disminuyendo. Fíjese en el borde superior como va cambiando la fecha de la “corrección”: Marzo 2004, Julio 2005, Marzo 2005, …, 2006, 2007, 2008, Marzo 2009.
La última chapucería de los calentadores
Un gracioso artículo del National Geographic News del 4 de mayo tiene a Mike Lockwood nuevamente como estrella. Este muchacho no se cansa de hacernos reír. Junto con otros amigos están embarcados en lo que ellos llaman: “preemptive denial” o “negación preventiva” de que un mínimo solar pueda llevar a un enfriamiento global.
“Aunque la actual quietud solar sea el comienzo de una quietud prolongada,” dicen los científicos, “el efecto del astro rey sobre el clima palidecerá en contraste con la influencia de los gases de invernadero emitidos por el hombre, como el CO2.”
“Creo que usted debe tener en cuenta que el CO2 es unas 50 a 60% más alto que lo normal, mientras que la declinación de las emisiones del Sol son unas pocas centésimas de uno por ciento,” dijo Lockwood. “Creo que eso ayuda a poner las cosas en perspectiva.”
Las perspectivas a Lockwood siempre le salen torcidas. Primero, ¿Qué considera él que es el nivel “normal” para el CO2? Considerando que en la historia climática de la Tierra las concentraciones han variado desde casi cero hasta unas 10.000 partes por millón, ¿cuál sería la concentración “normal”? Según él lo normal debería ser algo así como 180 ppm –bastante cerca del límite donde la vegetación pierde su capacidad para producir la fotosíntesis y elaborar biomasa. Toda la vida desaparecería del planeta.
Otra perspectiva torcida es que el Sol emite 3,846 x 1026 watts, o 3,846 x 1033 ergios/segundo. La concentración del CO2 actual en la atmósfera es 387 ppm en volumen, o el 0,038% de la atmósfera. También se puede expresar como que por cada molécula de CO2 que hay en el aire, existen otras 10.000 moléculas de otros gases. Esto significa que desde la Revolución Industrial la cantidad de CO2 pasó de 270 ppmv (o 0,027%) a 387 ppmv (0,038%). Es decir, aumentó de poco menos de 3 moléculas por cada 10.000 a poco menos de 4 moléculas cada 10.000. Es decir, 1,1 molécula cada 10.000. Ese “terrible” aumento, según Lockwood, Al Gore, Hansen et al, causará un Apocalipsis espantoso en este zarandeado pedazo de roca que vaga por el espacio a 30 km/seg en dirección a la constelación de Hércules. No es ninguna pavada. No se preocupe: será un evento localizado
Pero no sólo las matemáticas es lo que le fallan a los calentadores, sino que también los deben haber aplazado en historia. Según declaraciones a la prensa de Jeffrey Hall, un astrónomo y director asociado en el Observatorio Loweel en Flagstaff, Arizona, se mantiene firme en los trece de Michael Mann y su “Palo de Hockey”: para Hall la Pequeña Edad de hielo no existió! Dijo:
“Durante ese evento [el Mínimo Maunder], muchas partes de mundo no fueron afectadas para nada. Así es, es sólo un evento localizado. Canadá, Siberia y el norte de Europa pueden haber estado cubiertas de hielo, pero las áreas al sur de las capas de hielo serían apenas un poco más frías que hoy. Durante las profundidades de la última edad de hielo, las temperaturas en el cinturón ecuatorial de las selvas lluviosas permanecieron casi idénticas que hoy, de modo que yo pienso que si una gran edad de hielo nos golpease, aún así deberíamos estar más preocupados por el CO2. Después de todo, la edad de hielo será apenas un evento localizado.
Recuerdo que durante mi estadía de tres años en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde los veranos son calurosos y los inviernos también (aunque un poco menos cuando sopla el “surazo” desde la Cordillera), leí un libro publicado allá por los años 50 o 60, titulado “Pequeña Historia de Santa Cruz”, cuyo autor no recuerdo porque presté al libro y jamás me lo devolvieron. Pero en ese momento me impresionó la descripción que hacia de la región uno de los cronistas españoles que asistieron a la fundación en 1591 –unos 200 años después que los Vikingos fueron obligados a abandonar Groenlandia por la llegada de la Pequeña Edad de Hielo. Narra el cronista que “la región de Santa Cruz es fértil y sus veranos son muy agradables, pero los inviernos son tan crudos y con heladas tan severas que los troncos de los árboles se parten a lo largo.”
¿Heladas que parten troncos de árboles a lo largo? ¿A 15º Sur en pleno trópico, región selvática lluviosa? Es muy posible –si la Pequeña Edad de Hielo no fue un “evento localizado” y los árboles selváticos que se partían habían nacido 100 o 200 años antes durante el Período Cálido Medieval. Narra el cronista también las abundantes nevadas entre Santa Cruz y Samaipata, donde hay un antigua “plaza fuerte” que los indígenas habían construido en tiempos muy antiguos, y las luchas entre chiriguanos y otras etnias, además de su sempiterna lucha contra los españoles, y donde las nevadas eran factores que imponían períodos de tregua. La Pequeña Edad de Hielo ha sido comprobada en América del Sur por muchos y serios estudios de investigadores argentinos, chilenos, peruanos, etc.
El artículo completo del National Geographic se puede leer aquí. No es de extrañar que hace 20 años haya cancelado mi suscripción al National Geographic, época en que se subió al trencito del alarmismo del calentamiento global, la capa de ozono, y el resto de la mitología verde. Nunca me he arrepentido, aunque sigo admirando las fotos que ponen en sus ediciones. Al César lo que es del César.
Conclusión
Nos da la impresión de que el pánico está cundiendo en las filas de los calentadores. Nadie en el campo de los partidarios de tan absurda hipótesis quiere debatir públicamente el tema con los escépticos. El argumen-to que exponen es “el debate está terminado. La ciencia se ha pronunciado. La ciencia está establecida.” Es lo mismo que sucedería en un juicio criminal donde el jurado es el público y los políticos, y la acusación no permite a la defensa exponer las evidencias que liberan de culpa al reo: la humanidad y sus emisiones de CO2. La acusación se convierte así en la condena. En Alicia en el País de las Maravillas, la Reina de Corazones, una histérica tirana, no permite que el proceso contra el jardinero se realice de acuerdo a las normas jurídicas básicas: “No, no! La Condena primero! El veredicto después!”
La climatología moderna, está dominada por el poderoso lobby del “invernadero desbocado”, dueño de casi todos los medios de prensa y televisoras del mundo, controladora de las principales revistas científicas –que niegan la publicación de los estudios contrarios al Dogma Sagrado Algoriano- y única financiadora con miles de millones de dólares a investigadores que dedican su tiempo a intentar demostrar que son las emisiones de CO2 del hombre las culpables del presunto cambio climático. No interesa la calidad del estudio, ni si es rebatido y ridiculizado posteriormente (como los estudios de Mann). Cuando sea publicado en su red de propaganda, al mejor estilo de “ciencia por partes de prensa”, recibirá una abrumadora difusión aportando más alarma al tema del cambio climático.
Los Guardianes del Santo Grial científico disponen de un capital de autoridad acumulado a lo largo de generaciones. Tienen un dispositivo de Relaciones Públicas que es magnífico y funciona de manera automática y fluida. Hasta los periodistas más duchos en política se dejan narcotizar por ese lavado de cerebros y se vuelven sordos y ciegos a las opiniones de los científicos disidentes. Nadie quiere hacer el ridículo ante sus colegas, que están tan o más narcotizados que ellos. Gracias a algún dios piadoso la Internet es casi el único sitio donde se puede encontrar la verdad, todos los datos necesarios y discutir en foros donde los calentadores van perdiendo de manera escandalosa.
El público ya ha comenzado a abrir los ojos, y a prestar oídos a la otra campana. Ha caído en cuenta de que los diarios, las televisoras y las revistas no son confiables en sus informes sobre el cambio climático. Las encuestas lo van demostrando semana a semana: la disminución de los “Creyentes” en el calentamiento y el crecimiento de los escépticos. La gente ha comenzado a dejar de informarse en los diarios, y muchos diarios de sólido prestigio hna comenzado su camino a la bancarrota y a desaparición, como el Boston Globe, El País, de España, y varios cuyas páginas en internet tienen más lectores que de sus ediciones impresas. Creo que recuperarían lectores y subirían sus ventas si dejaran de lado la vieja creencia de que el sensacionalismo y la catástrofe son buenos vendendores. Si comenzaran a desafiar la ortodoxia dogmática de los “cambiadores del clima” y comenzaran a publicar la verdad, quizás la gente volvería a confiar en que los diarios ahora dicen la verdad.
Retornando al tema de los estudios financiados para demostrar que somos los culpables del supuesto descalabro del clima (pero no demostrado aún) tampoco importa si el estudio se refiere directamente al clima o si se estudia el cambio en la actividad sexual de los escarabajos peloteros y su relación con el cambio climático. Todo sirve para seguir empujando al vagón del calentamiento global, que cada día parece empantanarse más y más en la increíble ineptitud de los investigadores para aportar la menor evidencia basada en observaciones del mundo real. Ha caído en desuso la antigua “prueba ácida” de la ciencia: la repetición de los fenómenos observados y la replicación de los estudios o experimentos. Los modelos han sustituido a la observación directa. Los modelos, por supuesto, sólo se podrán comprobar válidos si sus predicciones resultan acertadas –y eso será recién después de 50 o 100 años, cuando los modelistas estén muertos y se hayan llevado consigo su ineptitud a la tumba, quedando libres del escarnio público. Los muertos no pasan vergüenza. “Aprés moi, le deluge.”
La climatología actual está inmersa en un mundo virtual de video-juegos demasiado caros e inútiles. El gran problema que los calentadores ven que comienza a asomarse en el horizonte es la horrible imagen de la leyenda: GAME OVER. Y será la naturaleza y el sol quienes le apliquen a este gigantesco fraude pseudo científico el golpe mortal.
Sentados en la puerta de nuestras casas veremos pasar el cortejo fúnebre, rumbo al olvido, de personajes como James Hansen, Al Gore, David Hathaway, Mike Lockwood, Michael Mann y varios miles más.
Sólo esperen y lo verán.
Por: Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC
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