Los Accidentes Químicos en América Latina
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- El 5 diciembre, 2008
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1. Introducción
Las sustancias químicas pueden ser peligrosas por muchas causas; por ejemplo, pueden ser tóxicas a corto o largo plazo; pueden ser explosivas, inflamables, corrosivas, radiactivas o reactivas. Por lo tanto, la presencia simultánea de varias sustancias en un mismo lugar aumenta de manera considerable los riesgos de que ocurra un accidente y con graves consecuencias.
Los accidentes químicos son el resultado de las emisiones no controladas, hacia el ambiente, de una sustancia o sustancias dañinas para la salud, el ambiente o los bienes materiales.
Aunque de hecho estos accidentes se inician con el desarrollo tecnológico de la humanidad, su número aumenta en Europa y Estados Unidos a partir de la Revolución Industrial. También aumenta en todo el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, con el impresionante desarrollo industrial que le siguió, el incremento en número y cantidades de sustancias químicas que se utilizan y en el consumo de energía y por tanto de combustibles de diversas clases. Todo ello ha contribuido a elevar el número de accidentes químicos en el mundo y aumentar también su gravedad.
Los accidentes químicos están asociados con la fuga, derrame, explosión, incendio, etc., de sustancias peligrosas, ya sea que resulten de estos accidentes, o bien que la entrada de dichas sustancias al ambiente sea consecuencia de estos eventos. Muy frecuentemente ocurren ambas cosas; es decir, al inicio puede haber una fuga, derrame, explosión, etc., con la que está asociada una o más sustancias químicas, lo que origina que se formen otras sustancias y entren al ambiente. Por lo tanto, los accidentes químicos son acontecimientos peligrosos para la comunidad cercana, no sólo en el momento en que ocurren, sino que también pueden causar daño grave a largo plazo y en sitios relativamente lejanos.
Los riesgos de que ocurran estos accidentes y de que sus consecuencias sean graves – o inclusive irreparables – dependen de las características de la sustancia o sustancias de que se trate, las cantidades de ellas que se manejen, produzcan o desechen, las condiciones del manejo, la naturaleza de los procesos en los que intervienen, la vulnerabilidad del entorno y las condiciones de las poblaciones potencialmente expuestas.
Las consecuencias de estos accidentes dependen en gran medida de la eficacia de las medidas de emergencia que se tengan previstas para enfrentarlos. Los accidentes químicos son básicamente de dos tipos:
1) Agudos: Están asociados con la explosión, fuga, derrame o incendio de una o más sustancias químicas dentro de una instalación, tal como una fábrica o un almacén, o durante el transporte; sus efectos son inmediatos. Usualmente estos accidentes son motivo de una amplia cobertura en los medios de comunicación porque causan un daño apreciable y algunas veces afectan a un número considerable de personas.
Ejemplos de este tipo de accidentes abundan en la literatura mundial. Basta recordar los casos de Bhopal, Seveso, Chernobyl y Basilea (otros continentes), y en América Latina los de San Juanico y Guadalajara en México, Goinaia en Brasil y el que ocurrió en la carretera de Caracas a Valencia en Venezuela. Se recuerdan también los repetidos casos de contaminación de alimentos con plaguicidas como paratión, que causaron un número elevado de víctimas en países como Colombia y México desde fines de los años 60 hasta mediados de la década de 1970.
2) Crónicos: Están asociados con la entrada continua al ambiente, por un tiempo prolongado, de una sustancia que causa la contaminación del agua, se incorpora en la cadena alimentaria o contamina el suelo y/o los alimentos en la zona. Los accidentes de este tipo son difíciles de controlar oportunamente, debido a que sus efectos pueden tardar años en ser evidentes; en estos casos también es muy difícil determinar con certeza el número de víctimas y la magnitud de los efectos adversos a largo plazo sobre el ambiente y la salud.
Entre los accidentes de este tipo en otras regiones del mundo están los muy conocidos de la Bahía de Minamata, en Japón y las enfermedades conocidas como Itai-Itai y Yusho, también en Japón, así como el síndrome del aceite tóxico en España.
En América Latina han ocurrido varios casos similares al de Minamata; entre ellos, los de la contaminación con mercurio de la Bahía de Cartagena; el Lago de Maracaibo; el Lago de Managua; y Salvador, Bahía, en Brasil. Sin embargo, a diferencia de aquél, la información que se recabó respecto a estos accidentes fue parcial y no diseminó ampliamente. En todos estos casos, el mercurio llegó al ambiente como resultado de la operación de plantas de cloro-sosa que usaban tecnología antigua. Cabe recordar que estas plantas fueron vendidas (o trasladadas) a América Latina por la Compañía Pennwalt, cuando se vio la necesidad de sustituir este tipo de tecnología en sus plantas de Estados Unidos, por la que requiere el uso de diafragma.
La contaminación de suelos y aguas alrededor de la fábrica “Cromatos de México” ubicada en el norte de la ciudad de México, que ocurrió a principios de los años cincuenta y cuyos efectos aún perduran, fue uno de los primeros casos de contaminación ambiental por desechos peligrosos en América Latina y causó un número elevado de víctimas de la exposición prolongada a cromatos, así como la contaminación ambiental de la zona, que aún persiste.
Otro caso de tipo crónico fue el causado por la ingestión de semillas protegidas con fungicidas basados en mercurio en Guatemala, similar a los casos previos de Irak y Pakistán. Este último tardó en diagnosticarse correctamente por falta de conocimientos de quienes estuvieron a cargo de resolver el problema.
2. ¿A quién dañan los accidentes químicos?
2.1 Los de tipo agudo:
- En primera instancia, a los empleados que están cerca del sitio del accidente y además al personal de primera respuesta, ésto es, a los bomberos y al personal de emergencias de salud como la Cruz Roja. Sin embargo, estos riesgos pueden reducirse si dichos individuos han recibido un adiestramiento específico y cuentan con equipo adecuado de protección.
- A las comunidades cercanas. Los casos de Bhopal, Seveso, San Juanico y Guadalajara son muestra clara de que los riesgos de estos accidentes se extienden más allá de los límites de la empresa y que afectan, a veces gravemente, a las comunidades cercanas.
- A otras generaciones. Como puede pensarse que ocurrirá como resultado del accidente de Chernobyl, y en los casos de la varilla radiactiva en Ciudad Juárez, México y de Goinaia, Brasil. Aunque estos casos están menos documentados y no han tenido un seguimiento adecuado, la exposición de gran número de personas a sustancias radiactivas por un período prolongado, antes de que las autoridades tuvieran control del problema, permite pensar que también en estos sitios podrían ocurrir efectos transgeneracionales.
- A otros países. La explosión que ocurrió en Basilea en 1986 y causó la contaminación del río Rin con diversos plaguicidas, demostró el potencial de contaminación transfronteriza de estos accidentes.
2.2 Los de tipo crónico
Dependiendo de las características geográficas de la zona y del tiempo que dure la fuga o emisión del agente tóxico, el daño en el sitio afectado puede abarcar un sitio relativamente pequeño o mayor y, en función del nivel de la contaminación ambiental que resulte, puede afectar a una o más generaciones.
Por ejemplo, aunque en Minamata se reconocieron oficialmente 439 muertes y 1.044 afectados irreversiblemente por la ingestión de pescado contaminado por mercurio o por la exposición indirecta en la etapa prenatal al haber ingerido las madres habían ingerido pescado contaminado con mercurio, diversos autores calculan que las personas afectadas en el área alrededor de la bahía fueron por lo menos 10.000. Otros afirman que el coeficiente intelectual (IQ) de los niños de la región que nacieron durante el episodio es aproximadamente veinte puntos menor que el IQ de los niños de la misma edad nacidos en regiones de Japón lejanas a Minamata.
3. ¿Cuáles son los costos para los gobiernos?
A partir de los datos disponibles sobre los costos de reparación en los accidentes de Seveso, Bhopal, Basilea y Guadalajara, se puede concluir que sería un ahorro considerable para los gobiernos, e inclusive una magnífica inversión, empezar a tomar precauciones básicas para evitar los accidentes químicos en sus respectivos países o, por lo menos, reducirlos, así como para minimizar los daños inmediatos y de largo plazo que afectarán a la población por un tiempo considerable.
En el caso de los accidentes químicos esto significa que sin importar dónde ni cómo ocurran, PREVENIR ES MEJOR QUE LAMENTAR.
4. Algunos datos específicos
Aunque muy escasa, la información de que se dispone indica que, actualmente, los accidentes químicos son un problema de gran magnitud en América Latina. Así, entre 1978 y 1985, tan sólo en el estado de São Paulo, Brasil se registraron 90 episodios, de los cuales 72% fueron causados por petróleo y sus derivados. En México, entre noviembre de 1984 y octubre de 1985 (un año luego del accidente de San Juanico) aparecieron en los diarios noticias sobre 34 episodios, la mayoría, asociados con plaguicidas y metales pesados; 28 de estos episodios causaron 2.321 casos de intoxicación y 271 muertes, lo que da una tasa de letalidad de 12%.
También en México, entre febrero de 1991 y diciembre de 1992, conforme a lo leído en los diarios nacionales, ocurrieron 113 accidentes químicos, en los cuales predominaron las fugas y los derrames de sustancias químicas, con una frecuencia total de 72%. Sin embargo en éste, como en el caso de São Paulo, según los registros disponibles, no se puede obtener el número de afectados ni las tasas de morbilidad y mortalidad asociadas con el accidente.
Conforme a los datos recopilados por el Centro de Información Química para Emergencias (CIQUIME) en Argentina – sin contar los accidentes causados por la contaminación de vino con alcohol metílico que, formalmente, también deberían ser considerados como accidentes químicos – durante 1992 hubo 15 accidentes químicos con un total de 89 lesionados y 6 muertes; en uno de ellos además hubo riesgo de exposición de 700.000 individuos. En estos accidentes, tal como en los de México, también predominaron las fugas y derrames, con una proporción total de 60,0%.
En Argentina, la mayor proporción de estos accidentes (73,33%) ocurrió en instalaciones fijas, lo que coincide con lo informado por la Agency for Toxic Substances and Disease Registry (ATSDR) de los Estados Unidos, según la cual la proporción de accidentes en instalaciones fijas en ese país se calculó en 71,3%. Es importante resaltar que, conforme a los datos proporcionados por el CIQUIME, 40% de los accidentes antes mencionados fueron causados por sustancias que son tóxicos agudos (clasificación 6.1 de las Naciones Unidas).
5. Panorama general
En 1987 se realizó un taller en Rio de Janeiro, bajo el auspicio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de su Centro Panamericano de Ecología Humana y Salud (ECO-OPS/OMS), en el cual los expertos de la Región analizaron algunas de las características que pueden influir sobre la frecuencia de los accidentes químicos en ella.
En 1987, entre los principales datos que ahí se reunieron destacan:
- El 40% del comercio mundial de productos químicos en los países en vías de desarrollo se realizaba en países de América Latina.
- El 70% de la industria química de la Región se concentraba en Brasil, México y Argentina.
- El 50% de las instalaciones de la industria se localizaba en áreas de alta densidad poblacional, ya sea en las ciudades mismas o, como en el caso de San Juanico en México, en los alrededores de éstas, en zonas marginales, de bajo poder económico, escasa cultura y poca influencia política.
- En América Latina, las áreas de higiene y seguridad industrial y el mantenimiento preventivo de las industrias muy frecuentemente son postergadas en los planes de inversión de las empresas, cuando no definitivamente relegadas ante otras prioridades.
- No existe una conciencia clara de los riesgos entre el personal de las empresas (gerentes, supervisores, obreros) ni entre las autoridades.
- No existe suficiente participación activa del sector salud en los planes de seguridad y respuesta a los accidentes químicos.
- Cuando llega a haberla, por lo común es secundaria a las decisiones de otros sectores; por ejemplo, en el caso de México, los sectores de gobernación, defensa y ambiente tienen, por ley, la competencia para actuar en estos casos.
- En términos generales, no se ha dado suficiente importancia en los planes, presupuestos, como tampoco en la práctica, a la concientización de los dirigentes (oficiales o privados), a la capacitación de los responsables directos del control y la supervisión ni, obviamente, a dotar de equipo de protección adecuado al personal de primera respuesta y a capacitarlo.
6. Algunos factores comunes
Si se analizan los accidentes químicos que han ocurrido en América Latina hasta la fecha, se concluye que hay varios factores comunes.
- En la mayoría de los casos ha habido, por lo menos, un manejo poco cuidadoso – o poco informado – sobre las sustancias cuyo potencial de daño es extremadamente alto. Predomina el desconocimiento general sobre los riesgos que cada tecnología específica puede representar para la salud y el ambiente. Esto causa que las autoridades no estén conscientes de los riesgos en su zona de influencia o que no se encuentren preparadas para enfrentar los accidentes o sus consecuencias.
- Estos accidentes empiezan a reducirse, en número y gravedad, en los países desarrollados; sobre todo después del ocurrido en Seveso, Italia, que dio origen a que la Comunidad Europea emitiera la llamada Directiva de Seveso. No obstante, llama la atención que estos accidentes estén en aumento en lugar de disminuir en los países en desarrollo y particularmente en algunos de los conocidos como recientemente industrializados (newly industrialized countries o NIC, por sus siglas en inglés). Éstos son principalmente Argentina, Brasil, México y Venezuela. Además, como se comprobó en el caso de Guadalajara, México, cada vez aumenta también el número de víctimas y la magnitud de los daños materiales que causan estos accidentes.
- Además, en América Latina los problemas asociados con la industrialización acelerada son relativamente nuevos y no ha habido aún tiempo de establecer medidas realmente eficaces para la prevención y control de estas emergencias.
- También es posible que la falta de un registro correcto de los datos disponibles sobre estos accidentes impida que se haga un seguimiento correcto, que permita identificar tendencias y causas, y evaluar correctamente los daños.
- En términos generales, fuera de las actividades inmediatas para el control del accidente, es muy poco lo que se hace en la Región para conocer y reducir sus consecuencias a largo plazo.
7. Algunas deficiencias del registro de accidentes químicos en América Latina
Entre las principales deficiencias se encuentran las siguientes:
- No existe un criterio homogéneo en los diferentes países sobre lo que se considera un accidente químico. Por ello, las discrepancias entre los países impiden realizar una evaluación sistemática integral y llegar a conclusiones útiles. Por ejemplo, dependiendo de los países, se puede integrar bajo este rubro a los accidentes individuales, intoxicaciones ocupacionales y catástrofes.
- Es notoria la falta de un registro organizado y computarizado de los accidentes químicos que cubra por lo menos los accidentes más importantes que ocurran en la Región, en cuanto a pérdida de vidas humanas, daños materiales o magnitud de la contaminación ambiental resultante del accidente.
- Un problema adicional es la falta de un sistema uniforme para el registro de estos accidentes. Así, en algunos países existe algún sistema, mientras que en otros no hay nada y en otros más el registro es de tipo anecdótico.
- Los registros de morbilidad y mortalidad relacionados con estos casos varían, en generalmente de deficientes a inexistentes; además, la mayoría de los que existen no son sistemáticos.
- Los datos sobre producción, transporte y uso de sustancias químicas en los países no son completos ni actuales, o están dispersos en numerosas dependencias, lo que hace difícil su recopilación, integración y análisis.
- Con frecuencia, los mejores datos sobre accidentes químicos en la Región se obtienen de la prensa cotidiana aunque, como es de esperarse, la mayoría de estas noticias se refieren a casos críticos, en los que la mortalidad o los daños materiales inmediatos son elevados.
- Prácticamente no se realizan investigaciones sistemáticas después de los accidentes; esto impide que los datos disponibles se analicen en conjunto, dificulta la evaluación de los casos y, frecuentemente ocasiona que el diagnóstico de la causa de los accidentes sea de baja calidad o no se realice.
- En cualquiera de los casos, e independientemente de la calidad de los registros, la participación del sector salud es mínima o inexistente; cuando la hay, refleja un grado importante de falta de información de las autoridades respectivas sobre este tipo de problemas y sus repercusiones para el sector salud.
Al respecto, es interesante anotar que en Estados Unidos la Agencia de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades (ATSDR) inició un programa para registrar los accidentes químicos en cinco estados de ese país. Para sorpresa de los responsables del programa, se encontró que:
- Aunque tres agencias distintas estaban llevando el registro de los accidentes, no todas registraban los mismos. Por ello había al mismo tiempo un subrregistro y un sobrerregistro importantes pues algunos casos eran registrados por más de una agencia y muchos sólo por una. Por otra parte, los casos registrados por las tres agencias eran relativamente pocos.
- El segundo hallazgo de importancia en este estudio fue que, en contra de la idea generalizada, la mayor parte de los accidentes no ocurría durante el transporte, sino dentro de las instalaciones de empresas que fabricaban, almacenaban o utilizaban las sustancias químicas asociadas con el accidente.
Este segundo hallazgo permite suponer que, muy frecuentemente, las empresas no informan de sus accidentes cuando los controlan antes de que causen un daño al exterior; es fácil pensar en un buen número de razones para esta actitud.
8. Situación actual
Con estos antecedentes es posible imaginar cuál es el panorama actual en América Latina en cuanto a la prevención de accidentes químicos y su atención eficiente – inmediata, y a largo plazo. Además, se puede vislumbrar el panorama en cuanto al control del accidente mismo, la atención de lesionados y evacuados, la rehabilitación del sitio (si hubiera quedado contaminado) y a permitir un crecimiento saludable de la industria (en particular, la industria química), sin poner en riesgo excesivo a los empleados, al personal de primera respuesta y a la población circundante.
El panorama en la Región respecto a los accidentes químicos no ha cambiado de manera importante desde el Taller que se realizó en 1987. Por lo tanto, se puede afirmar que sigue siendo prácticamente el mismo y que, en estos casos, lo más frecuente es que actúen juntas la ignorancia, la irresponsabilidad y el riesgo.
Por lo anterior, se considera que la predicción del citado Taller aún es válida y afirmar que el próximo accidente químico de importancia en la Región ocurrirá en México, Brasil o Argentina.
Por lo tanto, es responsabilidad de los gobiernos, los organismos internacionales, las asociaciones de industriales y los ciudadanos en su conjunto, trabajar para reducir este tipo de riesgos y sus consecuencias adversas para la población.
Por: Lilia A. Albert
Fuente: Cepis
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