Las dioxinas y la controversia por las papeleras
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- El 3 abril, 2006
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Las dioxinas pertenecen al grupo genérico de los organoclorados que comprende a unos 11.000 compuestos. Son compuestos aromáticos tricíclicos y halogenados, derivados del nucleo de la dibenzo-p-dioxina. La más conocida de todas ellas es la 2,3,7,8 tetraclorodibenzo-p-dioxina. Existen otros grupos químicamente relacionados y que frecuentemente aparecen asociados a las dioxinas, son los policlorodibenzofuranos y policlorobifenilos, formando parte de una familia química más amplia llamados organoclorados.
Los organoclorados son las sustancias que resultan de la unión de uno o más átomos de cloro a un compuesto orgánico, estos últimos, constituyen la base de la materia viva y están formados por átomos de carbono e hidrógeno fundamentalmente. Aunque esta unión puede ocurrir de forma natural, la inmensa mayoría de estas sustancias se forma artificialmente.
Cuando se blanquea el papel con cloro, o se utiliza éste como desinfectante en el tratamiento de las aguas, o se quema algún producto clorado, se crean nuevos organoclorados. Al introducirse en el medio ambiente y sufrir reacciones con la luz, otros compuestos químicos o agentes biológicos, vuelven a generarse nuevos productos de este tipo.
La principal fuente de emisión de dioxinas en el agua son las descargas de la industria papelera que usa gas cloro para blanquear la pulpa y producir papel, tomando en cuenta que las dioxinas se forman al reaccionar el cloro con la lignina de la madera.
El cloro descompone la lignina – la sólida y dura sustancia de la madera – para hacer celulosa que, a su vez, sirve para hacer papel. El propósito del blanqueo es remover las impurezas de lignina -de tonalidad oscura- de la pulpa de papel y de este modo conseguir cierto nivel de calidad. Este proceso deja como subproductos numerosos compuestos orgánicos del cloro, entre ellos las dioxinas y los furanos.
El blanqueo de la pulpa de papel es llevado a cabo en varios ciclos. En las fábricas modernas, el blanqueo comienza con la deslignificación con oxígeno, para reducir el consumo de blanqueadores químicos más costosos y disminuir la carga de efluentes de la planta de blanqueo.
Los métodos de blanqueo más utilizados son el ECF, del inglés: elemental chlorine free, y TCF, del inglés: totally chlorine free. En el blanqueo clásico con cloro, se utiliza cloro molecular o gaseoso junto con otros químicos con contenido de cloro, tales como el hipoclorito. Por razones ambientales y de calidad, otros blanqueadores químicos están remplazando el cloro molecular y el hipoclorito. Así, los químicos utilizados en el blanqueo Totalmente Libre de Cloro (TCF) son oxígeno, peróxido de hidrógeno, ozono y ácidos peracéticos. En tanto, en el blanqueo ECF, es aplicado el dióxido de cloro con químicos libres de cloro. Tales acciones reducen, pero no eliminan, las emisiones de dioxinas.
De cara a valorar su impacto ambiental, hay tener en cuenta las siguientes características:
- Son muy estables. Pemanecen en el aire, agua y suelo cientos de años, resistiendo los procesos de degradación físicos y químicos.
- No existen en la naturaleza, salvo un par de excepciones, por lo que los seres vivos no han desarrollado métodos para metabolizarlos y detoxificarlos. Resisten por lo tanto la degradación biológica.
- Son más solubles en grasa que en agua, por lo que tienden a bioacumularse, migran desde el ambiente a los tejidos de los seres vivos.
En cuanto a los efectos sobre la salud, es durante el desarrollo del feto donde la exposición a dioxinas puede ser mayor y los efectos más dañinos. Pasan de la madre al feto a través de la placenta. El mayor riesgo es durante las primeras nueve semanas de embarazo, mientras que los mayores defectos en el sistema nervioso central pueden ocurrir durante los primeros cuatro meses del feto. Las dioxinas son del grupo de agentes químicos que afectan el sistema endocrino: pueden entrar a las células y bloquear, imitar o alterar las acciones de las hormonas, pudiendo tener efectos negativos en el desarrollo neurológico, reproductivo, conductual y en el sistema inmunológico. Esto último puede propiciar que los niños contraigan más fácilmente enfermedades infecciosas, como bronquitis y enfermedades del oído.
Estudios en distintas especies de animales como ratones, ratas y hámsters, comprobaron que las dioxinas pueden causar cáncer en distintas partes del organismo: hígado, pulmones, lengua, parte superior de la boca, nariz, glándula tiroides, glándula adrenal, en la piel de la cara y bajo la piel. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos clasifica a las dioxinas como probables carcinógenos humanos.
Otros posibles efectos crónicos por la exposición a altas dosis de dioxinas en la vida adulta de los humanos incluyen la alteración de funciones inmunológicas y endocrinas (hormonales), cloracné y se sospecha que también endometriosis, desorden ginecológico, crónico y doloroso, en el que los tejidos del útero crecen fuera del mismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos(DHHS) consideran que la dioxina 2,3,7,8-TCDD es cancerígena para los seres humanos.
La EPA –Agencia del Medio Ambiente de los Estados Unidos de Norteamérica- ha establecido un límite de 0,03 nanogramos de dioxina 2,3,7,8-TCDD por litro de agua potable (0,03 ng/L, un nanogramo es la milmillonésima parte de un gramo).
La Administración de Alimentos y Drogas (FDA) recomienda no consumir pescados y mariscos con concentraciones de dioxina superiores a 50 partes por trillón (50 ppt).
Algunos antecedentes históricos a tener en cuenta:
- La historia de los efectos de las dioxinas a gran escala sobre la salud comienza en 1949 con la explosión ocurrida en la planta química de Montesanto en Nitro, Virginia, donde se fabricaba el herbicida 2,4,5 triclorofenol.
- La utilización de agentes defoliantes durante la guerra de Vietnam estableció una causalidad directa entre dioxinas y determinadas patologías. En 1994 las autoridades norteamericanas aceptaron la relación entre nueve patologías (menos el cáncer), y la exposición a defoliantes. Diez años antes, en 1984, las siete empresas fabricantes de los productos utilizados en Vietnam, llegaron a un acuerdo con los veteranos: 180 millones de dólares a cambio de que estos renunciasen a todo tipo de acción judicial posterior.
- Durante 1968 en Yusho, Japón, dos mil personas sufrieron envenenamiento por el consumo de aceite de arroz contaminado por dioxinas.
- En 1976 en Seveso, Italia, se produjo la liberación masiva de una nube tóxica que contenía dioxinas. El accidente tuvo lugar en la planta industrial de ICMESA de la empresa Hoffman-La Roche. Mató a 73.000 animales domésticos y obligó a la evacuación de 700 personas.
- En febrero de 1999 en Bélgica, aparece un nuevo episodio relacionado otra vez con la contaminación de alimentos destinados al consumo humano, “las dioxinas de los huevos”. En esta ocasión el origen se encuentra en la contaminación de piensos destinados al cebado de pollos.
Debido a que todavía existe una gran carga de dioxinas en el medio ambiente, que persistirá durante muchos años, es necesario que se apliquen medidas urgentes si se quiere que la exposición de los seres vivos a estas sustancias disminuya significativamente. Como todos los usos del cloro y compuestos organoclorados son sospechosos de generar dioxinas, en uno o más puntos de su ciclo de vida, la eliminación de las dioxinas pasa necesariamente por la eliminación de todas las fuentes de dioxinas.
Aunque la eliminación progresiva de las fuentes de dioxinas requiere una inversión sustancial en algunos sectores, la mayoría de los productos alternativos supone un beneficio económico en términos de incremento de empleo, mejora de la eficiencia, disminución de gastos en uso de productos químicos, vertido de residuos, riesgos y reparación, y en la eliminación de costes sociales asociados a los daños sobre la salud y el medio ambiente. La transformación tecnológica y económica puede ser difícil de aplicar, pero es esencial que ni los trabajadores ni las comunidades sufran la carga económica de estos cambios.
Por: Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión Ambiental y
Técnico Superior en Comunicación Social
E-mail: [email protected]
Viernes 31 de Marzo de 2006
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