Las dioxinas
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- El 1 enero, 2000
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Las dioxinas, policlorodibenzodioxinas, son una familia de sustancias químicas que tienen el dudoso honor de ser reconocidas como los productos químicos más tóxicos que el hombre ha sido capaz de sintetizar. Forman parte, junto los furanos, paradiclorobenzofuranos, asimismo altamente tóxicos, de una familia química más amplia: los organoclorados.
Los organoclorados son las sustancias que resultan de la unión de uno o más átomos de cloro a un compuesto orgánico. Estos últimos, constituyen la base de la materia viva y están formados por átomos de carbono e hidrógeno fundamentalmente. Aunque esta unión puede ocurrir de forma natural, la inmensa mayoría de estas sustancias se forma artificialmente. Por ejemplo, la industria química combina gas cloro con derivados del petróleo para crear: pesticidas como el DDT o el lindano, plásticos como el PVC o el PVDC, disolventes como el percloroetileno y el tetracloruro de carbono, refrigerantes como los CFC o HCFC.
Existen 75 clases diferentes de dioxinas. La dioxina considerada la más tóxica es la conocida con el nombre de TCDD. En septiembre de 1.994, la USEPA publicó un amplio informe de más de 2.000 páginas sobre ésta dioxina que es la mas estudiada por su nivel de toxicidad.
Para valorar su impacto ambiental, hay tener en cuenta las siguientes características:
Son muy estables. Permanecen en el aire, el agua y el suelo cientos de años, resistiendo los procesos de degradación físicos o químicos.
No existen en la naturaleza, salvo en un par de excepciones, por lo que los seres vivos no han desarrollado métodos para metabolizarlos y detoxificarlos. Resisten por tanto la degradación biológica.
Son más solubles en grasas que en agua, por lo que tienden a bioacumularse y migran desde el ambiente a los tejidos de los seres vivos.
La gran industria y las incineradoras pueden generar grandes cantidades de dioxinas.
Las dioxinas comenzaron a producirse en la década de 1930. Sus usos más frecuentes estaban en el campo de los aislantes y refrigerantes en baterías y transformadores.
No se trata de un producto industrial, sino de un subproducto químico al elaborarse otros.
La historia de los efectos de las dioxinas en la salud humana comienzan a detectarse en 1949 con una explosión ocurrida en la planta química de Monsanto en Nitro, Virginia EE UU, donde fabricaban el herbicida 2,4,5-T, que estaba contaminado con dioxinas. Sin embargo, estas sustancias son quizás más conocidas por la exposición de los soldados americanos y de la población vietnamita durante la Guerra de Vietnam entre 1.962 y 1.971, al Agente Naranja, mezcla de los herbicidas 2,4,5-T y 2,4-, contaminado con dioxinas. La superficie destruida llegó al millón y medio de hectáreas.
El 10 de julio de 1976 se produjo un accidente de una planta de fabricación de tricloroetano con destino a la indústria cosmética. La instalación se encontraba próxima a la localidad italiana de Seveso. El inicidente provocó el escape de “únicamente” 2 kilos de gas de extrema toxicidad y de gran persistencia en el ambiente. Se produjo una gran nube que liberó al ambiente, miles de gramos de dioxinas.
Trece años después del accidente que mató a 73.000 animales domésticos y obligó a la evacuación de 700 personas, se han documentado aumentos en la frecuencia de cánceres de la sangre y del sistema linfático entre la población afectada.
En el año 1999 los consumidores españoles vimos comprometida nuestra salud con las dioxinas que fueron introducidas en los piensos de consumo animal por una manipulación incorrecta de materias primas contaminadas, a través de las cuales finalmente infectaron los pollos belgas.
Ante el desconcierto y pánico de la población en general, fueron retiradas las aves presuntamente contaminadas por un producto químico altamente tóxico que, a pesar de los controles y de la legislación existente, no evitaron su aparición en concentraciones que podían resultar cancerígenas si se consumía de manera continuada carne de pollo, huevos y los productos elaborados con los mismos.
La exposición del ser humano a las dioxinas puede darse por ingestión a través de la alimentación, por inhalación respirando habitualmente, o por absorción en contacto con la piel, en la rutilización de algunos jabones o el contacto con aguas contaminadas.
Se celebró en Madrid en febrero de este año la Conferencia Internacional sobre Dioxinas y Residuos, organizada por el Club Español de Residuos y a la que asistieron numerosos expertos internacionales. En ella se concreto que el 95% de las dioxinas que llegan al organismo del ser humano, lo hacen a través de la alimentación.
Niña tras la catastrofe de Seveso.
Las dioxinas son lipofílicas, se metabolizan y se eliminan lentamente. Además, se bioacumulan. La vida media de estos compuestos en los humanos oscila entre los 7 y los 8 años. Se acumulan en el tejido adiposo y se calcula que en 40 años se llega a un equilibrio dinámico entre ingesta y eliminación fecal.
Se cree que la mayoría de los efectos de las dioxinas se producen mediante el receptor intracelular Ah, altamente preservado en diferentes especies de animales.
Redacción Ambientum
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