La Motivación en Prevención de Riesgos
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- El 29 junio, 2004
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La motivación y el refuerzo positivo son los factores determinantes en el cambio de actitudes, sin el cual todas las medidas para que el trabajador adopte una conducta segura están abocadas al fracaso en un plazo más o menos largo.
Para que exista conducta segura el trabajador debe conocer el modo de actuar y las medidas de protección, debe tener la habilidad para hacerlo y debe de estar motivado, debe desear hacerlo. Solo de este modo la conducta segura se podrá convertir en un hábito.
La motivación puede ser interna, la propia actividad puede resultar motivadora y, aún más importante, la motivación surge de que el entorno y el ambiente de trabajo son satisfactorios y motivadores. Si se dan estas condiciones será más sencillo motivar en la prevención: la valoración de este aspecto por el grupo es determinante para consolidar la conducta.
Las medidas clásicas consistentes en formar en prevención, restar satisfacción a la conducta insegura, informar sobre los riesgos y consecuencias, informar sobre las ventajas de la conducta segura, hacer campañas de prevención, reprimir y penalizar la conducta insegura etc, si bien pueden ser eficaces durante la actuación, dejan de serlo en cuanto se relajan las medidas. Ello es debido a que todas las medidas enumeradas no logran motivar al trabajador en la adopción de conducta segura.
Para motivar al trabajador en la adopción de conducta segura es necesario incidir en aquellos aspectos que favorezcan la motivación interna y el clima de convivencia en el lugar de trabajo, en definitiva se trata de aplicar el refuerzo positivo a la adopción de conducta segura, reconocerla, hacerla visible y recompensarla con reconocimiento, es decir valorarla y valorar a quien la adopta.
El refuerzo positivo no debe consistir en recompensas, aunque no se desechan estas como medida añadida. La recompensa motiva por ella misma, no por la conducta: el trabajador buscará más dinero o promoción, pero no se sentirá más motivado por la conducta segura.
La conducta segura ha de ser un valor en sí misma, debe convertirse en hábito, valorado y reconocido por el propio trabajador, por los técnicos de prevención, por los mandos intermedios y por los directivos, que han de hacer explícito su apoyo y reconocimiento y han de promover la seguridad y la prevención como valores capitales de la empresa.
La mayor garantía de continuidad en la aplicación de la conducta segura se da cuando existe un entorno que la valora y la practica, cuando existe una cultura de la prevención, sin esto todas las medidas fracasarán a la larga o si consiguen resultados lo harán sin haber motivado al trabajador en la conducta segura.
La tarea es difícil en una sociedad que valora el riesgo, que califica de habilidosos y eficaces aquellos trabajadores que destacan en productividad casi siempre a costa de suprimir medidas de seguridad, en una sociedad, en fin, cuyos medios de masas transmiten constantemente mensajes contrarios a la prevención. Los coches se anuncian resaltando su potencia y velocidad, incluso vehiculando el mensaje en una dramatización realizada por especialistas.
Aunque difícil no es imposible, el lugar de trabajo, la organización, las relaciones la implicación y la pertenencia influyen más que el resto del mundo exterior, porque el lugar de trabajo puede y debe ser un entorno que tras el familiar y las amistades más íntimas constituya un lugar privilegiado de convivencia y realización personal.
En los casos en que estas circunstancias se den, pueden crearse islas donde la cultura de la seguridad y la prevención se integre de forma estable en el individuo y en el grupo y donde las medidas represoras resulten innecesarias.
Solo podremos hablar de auténtica motivación cuando tanto las recompensas como las medidas represoras sean innecesarias, y solo podremos conseguirlo cuando la seguridad y la prevención sean un valor fundamental asumido por el individuo y el grupo del que forma parte.
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