Introducción a La Economía Basura.(o “economía del clima”, también llamada)
- Creado por admin
- El 5 octubre, 2012
- 0
Por lo común los textos de economía son bastante ampulosos en lo que toca a definir su materia de estudio (mal síntoma), pero si se quisiera hacer una definición básica y de alcance general, podría decirse que se trata de la ciencia social concebida para estudiar sistemáticamente los procesos de producción, intercambio, distribución, etc., de los bienes y servicios que la comunidad humana requiere para satisfacer sus necesidades. Esto trae implícito dos derivaciones fundamentales: que los bienes y servicios deben ser escasos (en relación al requerimiento), y que deben ser útiles, es decir demandados para la satisfacción de alguna necesidad. Si los bienes o servicios no son escasos, la Economía (como ciencia) carece de sentido, y si no son “útiles”, entonces no son bienes (ni servicios).
¿Sencillo?, no tanto. Ocurre que el concepto “necesidades” se hace bastante difuso en la medida de que las comunidades progresan en bienestar, en complejidad y en la división del trabajo entre sus miembros.
De tal suerte que mientras se trate de bienes o servicios escasos y necesarios que se transen en un mercado libre, el análisis económico resulta útil y la Economía como ciencia se presenta armónica y coherente, pero la realidad no siempre (casi nunca, mejor dicho) permite estas condiciones; porque las necesidades de las personas evolucionan en forma impredecible y van haciéndose más diversas y más sofisticadas, y porque los mercados se van enrareciendo progresivamente en la misma medida en que son “regulados” (es decir, distorsionados), por ese mal presuntamente necesario que llamamos gobierno, y que en todos los países del mundo tiende a crecer como metástasis.
Debido, justamente a la intervención compulsiva de un grupo de gobiernos de países desarrollados, coludidos en torno a una ideología engañosa y a una conjunción de inconfesables intereses políticos y financieros, una parte de la economía actual parece extraviada por derroteros paranoides, aventurándose en campos que son más propios de las creencias mágicas que de una “ciencia” en el sentido exacto de la palabra (que la entiende> como un trabajo de probar teorías con datos mensurables del mundo exterior). Se le ha llamado “economía del clima”, o “economía del cambioclimático” o “economía verde”, o “climatenomics”, etc.; es relevante el detalle de que tal ideología haya encontrado terreno fértil en sociedades llamadas “de bienestar”, donde las necesidades elementales (alimentación, vivienda, sanidad, seguridad, educación), se hallaban en alta medida resueltas, y la población requería de otras motivaciones más sublimes y trascendentes (como la salvación del clima de los próximos cien años, por ejemplo).
De tal manera que nos encontramos con una abundante bibliografía de estudios económicos sobre un futuro que queda, -con mucho,- muy lejos de lo razonablemente predecible, basados, para peor, en modelos de anticipación sobre supuestos cambios climáticos globales cuya inverosimilitud queda de manifiesto incluso por sus propias discrepancias.
En efecto, las “proyecciones” sobre el aumento de la temperatura global (y sus infaustas consecuencias), que entregan los “modelos” promovidos por el IPCC, difieren hasta en un 400% en sus resultados a mediano plazo, pese a estar todos concebidos para un mismo fin (simular un “calentamiento catastrófico”). Lo anterior se aprecia en la representación gráfica de varios de los “modelos” de anticipación climática actualmente en uso, de lo cual se muestran a continuación dos versiones (entre muchas).
Acerca de las bases teóricas sobre las que se ha estado erigiendo este adefesio, resulta ilustrativo analizar las posturas de los académicos más comprometidos, como por ejemplo el nunca bien ponderado Paul Krugman (Premio Nobel de economía 2008), del cual se puede citar (entre muchos otros), un ensayo ampliamente traducido y difundido: “Cómo construir una economía verde” (en este enlace)
En ese artículo Krugman presenta una síntesis de su “doctrina”.
El mundo se enfrentará a una situación de “catástrofe climática global”, por motivo de las emisiones de bióxido de carbono, un gas de “efecto invernadero”. Estas emisiones son debidas al uso de combustibles fósiles; carbón, petróleo, gas. Para evitar el anunciado “desastre climático”, el mundo debe dejar de emitir bióxido de carbono, y para eso cuenta con tres opciones; 1. Prohibiciones, 2. Impuestos, y 3 comercio de emisiones.
“Los climatólogos aseguran que, si seguimos como hasta ahora, nos enfrentamos a una subida de las temperaturas mundiales que será apocalíptica”, dice Krugman.
Suponer que no hay discusión ni incertidumbres entre los climatólogos (el tan invocado “consenso”), no puede ser más falso. La llamada “ciencia del clima”, que en realidad abarca una constelación de conocimientos tomados de otras ciencias exactas y naturales (como física, química, geografía, astrofísica, astronomía, estadística, oceanografía, y ….etc.), está, aún al día de hoy, en su fase descriptiva. Lo único que sabemos con certeza es que nos falta mucho por saber, que las dudas son muchas más que las certidumbres (si es que hay alguna), y que hay muchas más preguntas que respuestas.
En base a esta falsa premisa (el “consenso de los climatólogos”), Krugman y sus cofrades erigen sus tesis. En sus textos aparece incontables veces la palabra “contaminación” y sus derivados; siempre referidas al dióxido de carbono, gas inocuo e imprescindible para la vida, al que repetidamente se equipara con el dióxido de azufre, un compuesto tóxico y maloliente, precursor de las “lluvias ácidas”, y con otros verdaderos contaminantes. Por lo tanto, para estos economistas las emisiones de CO2 deben ser consideradas “efectos externos negativos”, de las actividades humanas, razón entonces para intervenir los mercados mediante regulaciones, prohibiciones e impuestos.
“Cuando hay “efectos externos negativos” -costes que los agentes económicos imponen a otros sin pagar un precio por sus acciones- se esfuma cualquier suposición de que la economía de mercado, si se la deja a su aire, hará lo que debe”, dice él.
Algunos colegas y seguidores suyos siguen estirando y rizando la cuestión, sacando conclusiones sobre premisas falsas, hasta alcanzar extremos grotescos. Para muestra se puede citar una memorable columna publicada y difundida profusamente por el economista (de Harvard) Sebastián Piñera, actual Presidente de Chile y reputado experto en cuestiones ambientales y climáticas; (esta columna, -y con los gaffes,- resume su discurso habitual sobre el tema). (en este enlace)
Este ideario (aprendido de memoria y repetido hasta el cansancio), regado de lugares comunes y disparates tiene la virtud de ser representativo de la llamada “economía del clima” o del “cambio climático”, como la define Krugman.
Puede resumirse como sigue:
El IPCC ha establecido la “verdad”: estamos recalentando el clima con el CO2.
El “calentamiento” traerá una larga serie de calamidades para la humanidad.
Para evitar tales desastres habrá que controlar las emisiones de CO2.
Armados con estas “verdades” los economistas del clima se abocan a su trabajo, es decir, calcular los costos y planificar las medidas salvadoras. Para tan enorme tarea cuentan con dos baterías de poderosas herramientas de anticipación: los “modelos climáticos”, pergeñados al amparo del IPCC, y los “modelos económicos”, desarrollados por ellos mismos.
No está de más recordar que los “modelos climáticos” no han sido verificados, y en realidad hasta el momento van fracasando, en tanto que los “modelos económicos” han fracasado desde siempre. Por cierto, la malograda Lehman Brothers publicitó un celebrado estudio sobre “Cambio Climático” en 2007, donde se anticipaba sobre el clima de los próximos cien años, y los valores futuros de los “bonos de carbono”. No supieron prever su propia quiebra a un año plazo. “Es que se trata de sistemas complejos y no-lineales”, dice un conocido físico español. |
Con el “cruzamiento” de los modelos climáticos y las proyecciones económicas los economistas van calculado los costos de cada una de las calamidades por venir; y, puesto que todos los desastres se pueden atribuir al demonizado bióxido de carbono (CO2), han llegado a determinar, con notable precisión, el “daño” futuro atribuible a cada tonelada adicional del gas que emitimos, lo que se llama el “costo marginal”, de la emisión. Y luego, con una adecuada tasa de descuento, ….. podemos tener el “valor presente neto” de nuestra “contaminación”, expresada en dólares por tonelada. Por supuesto que se contabilizan daños materiales y muertes provocadas por las sequías, inundaciones, huracanes, heladas, olas de calor, pérdidas de terrenos por la subida del mar, malaria y otras enfermedades (ahora atribuidas al clima), y …etc., pero …no es todo.
El infausto Stern Review: Quizá si la contribución más novedosa de Nicholas Stern (ex “economista en jefe” del Bco. Mundial, ahora “lord” del imperio británico), a la ciencia económica del clima haya sido la proposición de una nueva teoría del interés, según la cual los “daños a sufrir” por las generaciones futuras a causa de nuestras iniquidades actuales deberían ser ponderadas tal como si ocurrieran ahora mismo, por lo que su valor presente neto sería igual al costo proyectado en los artificiosos modelos, lo que debería ser compensado ex ante mediante los correspondientes impuestos. Es decir, ponderamos (y pagamos), a precios actuales las eventuales calamidades climáticas que puedan ocurrir (o quizás no) de aquí a cien o doscientos años, y que por ahora sólo están en las fértiles imaginaciones de delirantes profetas.
Como esto resulta tan absurdo como indigerible, él propone, en la práctica, una tasa “moral” de descuento, arbitraria (“subjetiva”, se le dice elegantemente), muy menor a la tasa corriente del mercado. Obviamente esa tasa “moral” de interés podría ser definida por cada economista (o grupo de ellos) a su amaño, con la única limitación de ser muy inferior a la tasa real de mercado, con lo que los resultados de sus “estudios” serían groseramente maniobrables, según las conveniencias del caso.
Por otra parte. los métodos de valorización diseñados por los teóricos de la economía del clima para los futuros desastres resultan ser bastante intrigantes. Citado de un ensayo de Jorge Riechmann*: (en este enlace)
* Jorge Riechmann es investigador sobre cuestiones socio-ecológicas en el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS), profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona y vicepresidente de Científicos por el Medio Ambiente (CiMA). Ha sido coordinador de Vivir (bien) con menos (Icaria, CIP-FUHEM, Barcelona, 2007) – Publicacion 2009:http://www.fuhem.es/ . (Nadie podría acusarlo de “negacionista”). |
“En el modelo FUND, la pérdida de un kilómetro cuadrado de tierra firme por elevación del nivel del mar se valora en un máximo de 4 millones de dólares para los países de la OCDE (y 2 millones en el caso de humedales, para estos mismos países), y se considera que para los demás países este valor es proporcional al PIB por kilómetro cuadrado. (9) ¡De manera que grandes pérdidas territoriales en países pobres contarán lo mismo que pequeñas pérdidas en países ricos! Igual proporcionalidad en las pérdidas de vidas humanas (a causa del estrés térmico o las enfermedades infecciosas, por ejemplo): este modelo estima el valor de una vida en 200 veces su ingreso anual per cápita. (10) Por eso, graves pérdidas demográficas en países muy pobres contarían muy poco en cuanto a los resultados económicos agregados. Como sabemos de antemano que las pérdidas humanas a causa del cambio climático serán mayores precisamente en los países más pobres por su mayor vulnerabilidad hay que concluir que el modelo entraña un sesgo que subestimará las pérdidas –en vidas humanas, tierras, ecosistemas, etc.– en las zonas más pobres y vulnerables”.
¿Las vidas humanas supuestamente a perderse por el imaginario “cambioclimático”, deberán entonces, valorarse proporcionalmente al ingreso anual medio de cada país? ….. interesante propuesta. ¿Resultaría de esto que la optimización económica (minimización de pérdidas “globales”, en este caso), puede acometerse reduciendo las emisiones, y/o también congelando o minimizando el crecimiento de los subdesarrollados? (los más expuestos a los desastres climáticos por venir, se dice). ¿El “desarrollo sustentable” entonces, supuestamente tendría la virtud de ser eficiente en estos dos propósitos?.
Durante los últimos años, John Hassler y Per Krusell (Univ. De Estocolmo), han trabajado intensamente en la “economía del calentamiento global”, con una serie de artículos publicados. Hassler tiene una ilustrativa columna en Vox (titulada: Pricing climate change) acerca de la valoración del cambio climático.
más CO2, = más calor.
Para demostrar la incidencia que tendrá la tasa “subjetiva” de descuento que se utilice en los futuros cálculos del impuesto “óptimo” sobre las emisiones, Hassler presenta el siguiente gráfico:
El gáfico demuestra el amplio rango de maniobra que tienen los economistas “climáticos” para fijar el impuesto “óptimo”!, según determinen Hassler y su equipo, mediante el sencillo expediente de elegir una tasa “subjetiva (moral)” de descuento que estará entre 0% y la tasa corriente del mercado. Mientras más “moral” la tasa subjetiva, más alto el impuesto óptimo.
.
Para tratar de resumir la cuestión:
$ 30•(1+0,015)60 = $ 73,3
Y según el cálculo de “lord” Stern, sería de :
$ 250•(1+0,001)60 = $ 265,45
Es decir, nuestros economistas climáticos han logrado hacer sumatoria, de aquí a 153 años, de todos los “daños” venideros por las sequías, inundaciones, huracanes, subidas del nivel del mar, heladas, olas de calor, pérdida de corales, “acidificación” de los mares, malaria y dengue, etc.etc., atribuibles a una tonelada de carbono que se emita a la atmósfera hoy.
Ocurriría que el impuesto pigouviano óptimo así calculado resulta simplemente trivial, insignificante, y, la verdad, no parece que se justifique el formidable despliegue académico e intelectual de nuestros economistas climáticos para llegar a esta minucia. Se entiende entonces la preferencia por usar tasas “subjetivas” de descuento. Por su parte John Hassler hizo su propia estimación del impuesto pigouviano óptimo usando las tasas subjetivas de descuento propuestas por Nordhaus y por Stern, y sus resultados fueron $ 56.9/ton y $496/ton, respectivamente. Repitiendo el procedimiento anterior se puede deducir entonces, que Hassler y su equipo han determinado un daño total acumulado de $ 580/ton al año 2168 para una tonelada de carbono emitida hoy. Y según sus propias palabras “Dadas las mejores estimaciones de los factores y las tasas de descuento estándar subjetivo…etc”. El resultado de este disparate se puede ver en el gráfico siguiente:
De manera análoga, la estimación total de “daños” de Hassler descontada a tasa normal, resulta decepcionante: $ 580 /(1+0,045)156 = $ 0,6/ton
Hasta ahora podría decirse entonces que un impuesto pigouviano “óptimo” sobre la “contaminación” por CO2 podría determinarse en un rango desde $ 0,3/ton de carbono emitido (usando una tasa de descuento corriente de mercado) hasta $ 500/ton de carbono emitido (usando una tasa “moral” de descuento como defiende “lord” Stern); lo anterior, si se toma como correctas las estimaciones de “daños climáticos” más invocadas en base a los “modelos” en uso. En todo caso, Hassler reconoce que sus cálculos podrían requerir de revisiones futuras de acuerdo a las cambiantes circunstancias, como lo expresa en su impresionante paper escrito junto con Golosov et al.
¿Planificando la economía mundial (¡y el clima!) hasta el siglo XXIII?. Es tan grande y ciega la fe depositada por los economistas del clima en sus “modelos” (y en los del IPCC), que a ratos resulta conmovedora. La siguiente figura representa la estimación del consumo de petróleo (o su equivalente en carbón) hasta el año ¡2120! , contando con el impuesto “óptimo”, (optimal allocation), o dejando actuar al mercado (laissez-faire) (Hassler et al).
Esto es comparable a que en 1900 alguien haya proyectado la demanda de caballos de tiro hasta el año actual (de hecho, ¡se hizo!). Del mismo modo, la figura siguiente muestra la proyección de “daños climáticos” como porcentaje del PIB mundial que ocurrirán desde hoy ¡hasta el 2200!, en ambos escenarios, en el imaginario de John Hassler y su equipo.
Por último, no podía faltar la profecía respecto a la temperatura media mundial. Según el “modelo” defendido por Hassler, esta se incrementará hasta un peak de sobre 7 °C, para el año ¡2120!, si se deja solo al mercado. En el caso de aplicarse políticas “óptimas” (es decir, controles e impuestos), la suba llegaría “sólo” a poco más de 4 °C para 2130. En este caso el horizonte de anticipación también llega al año ¡2200!.
Esta pretensión de anticipar un futuro a largo plazo y con tal precisión en base a “modelos” altamente especulativos, dando por ciertas premisas más que dudosas, no puede tener otro destino que el fracaso. De hecho los modelos no aparecen demasiado acertados ni aún hoy, con muy pocos años de recorrido; ¿acaso tendrán mejores resultados en cien o doscientos años?.
“Los modelos stándard de el cambio de clima tienden a sobre-predecir el calentamiento a temperaturas actuales”(nota al pié, 36).
“Nuestro modelo sobre-predice la temperatura actual por alrededor de un grado. Una explicación común para estos es que los aerosoles antropogénicos conducen un efecto de enfriamiento temporal, enmascarando el impacto total de los gases de invernadero”(nota al pié, 37).
El arte de la profecía puede ser un asunto complicado. Sobre todo si se trata del futuro.
Con todo, al ejercicio de Hassler y sus socios habrá que reconocerle un par de innegables méritos, porque basándose en “modelos” y estimaciones tomadas del IPCC, sin cuestionar su validez, y aplicando un impresionante desarrollo analítico sacado de la Ciencia Económica, deja en ridículo al menos dos de los dogmas más arraigados del catecismo del clima:
1. Que si no hacemos nada, los costos globales del “calentamientoglobal”-“cambioclimático”, llegarán al ¡20%! Del PIB mundial durante este siglo. Es la terrorífica predicción de “lord” Stern en su celebérrimo “infórme”. En la figura 5 se muestra que en la proyección de Hassler, “si no hacemos nada”, los costos globales del “calentamientoglobal”-“cambioclimático”, apenas pasarían del 4% del PIB mundial hacia el año 2100, y en todo caso tendrían un peak de poco más del 6% para 2120. No es que esta “predicción” resulte mínimamente confiable ni nada de eso, pero no puede dejar de notarse la evidente contradicción.
2. Que no podemos permitir que la temperatura media global suba más de dos grados. La ridícula pretensión de la O.N.U. repetida como mantra (creo que fue uno de los “acuerdos” de Copenhague), por la que los burócratas “climáticos” se autoengañan soñando que pueden controlar o planificar el clima inventándose impuestos, regulaciones, prohibiciones, subsidios, y toda clase de barbaridades económicas. Según el “modelo” Hassler (Fig.6), la temperatura se incrementaría hasta un peak de sobre 7 °C, para el año 2120 si no hacemos nada (que es lo más probable), y de aplicarse sus políticas “óptimas” la subida llegaría “sólo” a poco más de 4 °C para 2130. Con ello estaríamos saliendo del Cuaternario; sin duda un acontecimiento único en la Historia de la humanidad (y del Planeta); los geólogos estarán de fiesta (de bacanal, mejor).
La “economía basura” pretende darnos los fundamentos teóricos para la creación de los impuestos al carbono. La otra faceta del fraude está representada en el “comercio de emisiones”, o “bonos de carbono”, tema que se analizará en el próximo capítulo, lo que se puede llamar “El mercado ilusorio”.
Cada uno de estos hombres ostenta un apabullante cirrículum académico. Pueden verlos en Internet.
Fuente: macanna.blogspot
0 comentarios on Introducción a La Economía Basura.(o “economía del clima”, también llamada)