Geopolítica – Los graves riesgos del síndrome Vasco-Catalán
- Creado por admin
- El 2 noviembre, 2012
- 0
El violento recrudecimiento de las acciones “independentistas” de Cataluña, suma un serio problema adicional a la ya muy complicada situación de España. Es bien conocido que los vascos tienen similares pretensiones “independentistas”, habiendo en años anteriores desarrollado sangrientas operaciones de terrorismo, perpetradas por los etarras (miembros del grupo separatista ETA).
Curiosamente (o no tanto), la bandera de las provincias vascas, creada hace pocos años, tiene notables similitudes de diseño –no de colores- con la Union Jack, la bandera británica. Claro que esta última representa la unidad –hecha a punta de espada- de Escocia e Irlanda del Norte, bajo dominio inglés, que ya antes había subordinado a Gales; mientras que la reciente bandera vasca es símbolo de la proyectada desunión española.
Estos renovados afanes separatistas, de prosperar, destrozarían la unidad española, que a excepto de las pérdidas de Portugal (1640) y del enclave de Gibraltar (Tratado de Utrech – 1713), mantuvo unida la península desde la creación del Estado, al ser expulsados los moros por los Reyes Católicos. Y ese no es un dato menor, pues España es uno de los más extensos países de Europa, existiendo indicios de una favorable predisposición a volver a integrar a Portugal bajo un mismo Estado. Y es bien sabido que la política de “dividir para reinar” es una constante británica.
En las viejas épocas de la conquista de América, catalanes y vascos estaban bien integrados al nuevo reino, siendo notorio que muchos de los marinos, exploradores y adelantados, eran de origen vasco, buenos y reconocidos navegantes de aquellos frágiles y pequeños navíos, con los que crearon “el imperio donde no se pone el sol”.
Aparentemente, en épocas de aquellos hidalgos, y en posteriores, cuando se había forjado la unidad del reino ante enemigos en común, no existían esas ideas separatistas. En épocas de los republicanos, a comienzos del siglo XX, con fuertes influencias de liberales y marxistas aupados (tal como lo harían en Argentina en 1945, y lo siguen haciendo aún), fue a comienzos del siglo XX, que se exacerbaron las diferencias de los “países” vascos y catalanes.
De aquella hidalguía hispana parecieran quedar pocos rastros, llevados por delante por la notable prepotencia que exhibían los “muy comunitarios” españoles de nuestros días, que cegados por las ínfulas insufladas por la Unión Europea que los calificó como desarrollados, y con arcaicos y renovados ímpetus colonialistas, se lanzaron al nuevo saqueo de América Latina, enancados sobre las facilidades que les dieron los hoy alicaídos aires del neoliberalismo salvaje de los trágicos años ’90. ¡Si hasta hicieron gala de arrogancia racista, al endilgarnos el agresivo mote de “sudacas”, acentuado despectivamente con aquellos compatriotas de la Patria Grande Latinoamericana, que por la herencia genética exhiben rasgos indígenas!
Pero el caso que más nos debe interesar, es el peligro concreto que el “síndrome vasco-catalán” sea contagiado a Latinoamérica, continuando las infames acciones de zapa de desuniones forzosas, que en el siglo XIX realizaron diversos agentes, mercenarios o colonizados mentales al servicio del imperio británico, empeñado en su vieja política de “divide y reinarás”. En nuestra patria argentina, las nefastas influencias de Rivadavia, Mitre y sus acólitos, primero disgregaron las Provincias Unidas, y luego sembraron discordias y odios infames, con guerras y persecuciones, desuniones y criterios racistas, de ese curioso racismo anticriollo, de los intelectuales afrancesados que se asumieron como europeos insertados en América.
Después de siglo y medio de colonización cultural casi ininterrumpida, luego que con mucho de intuición, grandes dosis de sentido común, y profundo patriotismo, los revisionistas de la historia y otros grandes pensadores lograran sacarse la venda de los ojos del entendimiento, y se abocaran a la ciclópea tarea de abrir las mentes de los compatriotas; pero han surgido nuevos agentes al servicio de intereses coloniales, ahora con acciones mucho más sutiles, acordes a los refinados y casi imperceptibles métodos de las “guerras blandas”, en las que los combates se libran en las mentes de la gente; y en las cuales se suman fervorosamente diversos disconformes crónicos y otros resentidos varios, no faltando tampoco los confusos manipulables.
Hoy los guerreros de las “guerras blandas” están en el periodismo, en sectores de la educación, en fundaciones “de estudios” o similares, y muy acentuadamente en diversas ONGs, que bajo rótulos “ambientalistas”, “indigenistas”, “derecho humanistas” y otros, operan difundiendo mensajes muy edulcorados, muy “aceptables”, y supuestamente muy pacíficos y positivos; pero que en realidad esconden mucha violencia explícita e implícita, tremendas negatividades y fuertes cargas de odios y resentimientos, que con notable persistencia se encargan de difundir como pestes ideológicas que minan la unidad nacional.
No es casual que las principales transnacionales del ecologismo ultra, del indigenismo duro y antinacional, y del derecho humanismo a ultranza que esconde malamente tareas de zapa de disolución y de construcción de disensos que sean excusas para justificar invasiones o presiones internacionales de todo tipo; esas ONGs que “bajan letra” seguramente no por casualidad son mayoritariamente británicas, y las restantes son norteamericanas o de otras potencias del G 7.
Los ambientalistas ultras, dejando de lado todo amor a la Patria propia, difuminado en un abstracto amor al medio ambiente, que omite toda consideración social, pues no les interesa combatir el subdesarrollo ni la miseria consecuente, y desde siempre aliados de hecho con gobiernos neoliberales y “globalizadores” (como la Argentina de los ’90); los indigenistas, prefabricando odios profundos e irracionales, como pasos previos a nuestras desintegraciones políticas, al buscar constituir “naciones mapuches, wichis, tobas, etc., que serían muy funcionales al imperio británico y las otras potencias del G 7 (que por algo las financian amplia y generosamente, y cobijan a curiosas “asociaciones” como Mapuche Nation, con sede en Bristol e integrantes británicos); los derecho humanistas a ultranza, con profusiones de sociólogos, filósofos y otros profesionales de humanidades, con consignas “pacifistas” quieren imponer al como sea, con “democráticas” asambleas en las que prefabrican resultados, y con consignas muchas veces sumadas a las citadas ultra ambientalistas y ultra indigenistas, se suman a acciones de disolución social, bajo la cobertura de no siempre claras consignas, más similares a las ideas de Gramsci, Trotsky o Marx, que a otros autores; y casi siempre con furibundia anticristiana, o incluso anti teo (menospreciando a otras grandes religiones monoteístas como el Islam o el Judaísmo, e incluso al Budismo). Y de fondo, las acciones más sigilosas, de bajo perfil, de diversas fundaciones, que pregonan abstracciones como “la libertad” (de las corporaciones) y que de hecho han apoyado a gobiernos dictatoriales (como el “proceso”) o a tiranías de los mercados, como sucedió en el desastroso menemato.
Muchas de esas fundaciones se vinculan ideológica o fácticamente con otras fundaciones transnacionales, que a su vez son apéndices de organismos que actúan para reestablecer la preeminencia excluyente del neoliberalismo salvaje, el mismo cuyos postulados fueron sintetizados en el siniestro Consenso de Washington, que dio letra y órdenes, para consumar los desguaces estatales que significaron brutales estafas en contra de nuestros patrimonios nacionales y humillantes condicionamientos de pérdida de soberanía.
Todos esos actores realizan sus corrosivas tareas, tendientes a fragmentarnos en múltiples pequeños “paisitos”, dóciles y fácilmente manejables, tal como pretendieron hacerlo al fogonear la tremenda crisis de 2001-2002; como también lo quisieron hacer con Bolivia; con Brasil; con la Italia de la racista Padania; con Yugoeslavia partida a bombazos por la OTAN; con Rusia que pensaban fragmentar hasta lo impensable siendo frustrados por la decidida acción de Putin, que entre otras medidas expulsó a más de 100 ONGs bajo fundadas acusaciones de espionaje y disolución social; como lo hicieron en la zona del Cuerno de África; y más pacíficamente con Checoslovaquia.
A esas acciones de disoluciones nacionales podemos llamar genéricamente “el síndrome vasco – catalán”. Solo un Proyecto Nacional muy fuerte, un Estado poderoso, una nación desarrollada, y una Región Subcontinental muy unida, podrán evitar que maduren tan perversas acciones disolventes de la nacionalidad.
Por: C.P.N. Carlos Andrés Ortiz
Investigador de temas económicos y geopolíticos Ex Investigador y Docente = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. = UNaM Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé
0 comentarios on Geopolítica – Los graves riesgos del síndrome Vasco-Catalán