Ética y Prevención de Riesgos laborales
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- El 7 julio, 2004
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Pilar Almagro Marcos.
Gerente Vertisub
FEBRERO 2004
En prevención de riesgos laborales, a priori parece que lo “bueno” y lo “malo” es sencillo de ver , ya que no se trata de analizar comportamientos morales de veracidad o caridad; los oficios y las máquinas responden a unas normas de utilidad específicas; si se cumplen o mejoran las expectativas, pensaremos que el resultado es bueno. No obstante, aparecen las personas, su libertad, su responsabilidad y con ellas, la ética.
Los humanos podemos crear el futuro, elegir (en parte), optar por lo que creemos conveniente…, acertar, y equivocarnos. Conviene, por lo tanto, fijarnos bien y adquirir un cierto saber vivir que nos permita tener más aciertos que errores. A ese saber vivir llamamos ética.
Hemos de considerar varios aspectos de la ética antes de relacionarla con Prevención de Riesgos. La primera es que la ética parte de la vida y pretende fortalecerla. La segunda es que la ética no tiene nada que ver con premios o castigos de la autoridad, sea ésta divina o humana, y la tercera es que sólo tiene sentido entre humanos, es decir, los humanos sólo nos humanizamos unos a otros y eso sólo ocurre cuando tratamos y somos tratados como personas.
En cualquier ámbito de la vida, y por tanto en las relaciones laborales, las acciones vienen motivadas por órdenes recibidas, por costumbres, deseos o decisiones racionales. Cada categoría tiene sus propias características, y todas ellas intervienen en mayor o menor medida en nuestras acciones diarias laborales, entre ellas, las relacionadas con la seguridad en el trabajo.
Las órdenes vienen de fuera y son obedecidas por muchas causas, a veces por miedo (miedo al despido), por confianza (tenemos en estima profesional al técnico de seguridad), e incluso por costumbre o por propio diseño del puesto de trabajo ( el peón obedecerá al oficial, ya que su puesto de trabajo cumple esa tarea).
La costumbre es tomada como motivo de acción por comodidad, por falta de reflexión, por repetición o por sociabilidad.
El deseo se genera en nuestro interior y por ello tiene una gran fuerza, por lo general suele estar poco relacionado con el trabajo, -lo cual supone un desaprovechamiento sustancial de recursos-.
La decisión racional también se genera en nuestro interior. Una decisión racional abarca y se superpone al ámbito de las órdenes, las costumbres y los deseos, pudiendo ser opuesta a nuestro deseo. Una decisión racional correcta implica poseer además, conocimientos suficientes para sustentarla.
En entornos de trabajo peligrosos y cambiantes, no basta con seguir órdenes para conseguir seguridad en el trabajo, se requiere la toma de decisiones racionales correctas por parte de los operarios, como es el caso de la construcción, de la minería o la pesca. Las órdenes, las prohibiciones, los premios y los castigos pueden ser necesarios en una primera fase de implantación de una estrategia encaminada a la prevención, pero todos comprendemos que por muchas prohibiciones y sanciones que se impongan, siempre se puede obrar en condiciones peligrosas, en contra de nosotros mismos. Hoy, que aún estamos en esta primera fase, prohibimos y reglamentamos todo; la responsabilidad de lo que pasa es de quien no prohibió a tiempo, no de quien comete el error o la imprudencia que lleva al accidente. Estas prohibiciones van acompañadas de unos mecanismos claros de descarga de responsabilidad, para focalizarse en un único punto, el empresario.
En el fondo, esta política supone una falta de respeto a la persona, a quien no se considera responsable de sus propios actos inseguros.
Cuando un ser humano es útil, no hay nada más útil. En la Prevención de riesgos laborales una vez superemos la primera fase de implantación de normas de trabajo seguro, acompañadas de medios técnicos adecuados, y de profesionales cualificados y formados, le llegará el turno de protagonismo al humano, quien no es libre de no ser libre, ni puede escapar a la responsabilidad de sus propias decisiones, y la ética laboral tomará el relevo, como intento racional de vivir mejor como humanos en el trabajo; cada trabajador será responsable de su propia seguridad y de la de su equipo, y el empresario deberá asumir nuevas obligaciones éticas, y no como un deber, sino como un factor competitivo, como son el desarrollo de competencias internas en la compañía, sanidad preventiva, trabajo temporal senior, responsabilidad social corporativa, conciliación con la vida familiar…, para asegurar el bienestar de sus empleados, cuya máxima expresión será la satisfacción por el trabajo bien hecho, y el orgullo de pertenecer a la empresa.
El primer peldaño de la escalera ética es el respeto que merece cada persona, que implica conseguir que cada trabajador vuelva cada día a casa en buenas condiciones físicas y psíquicas.
La ética sirve para iniciar reflexiones y no para acabarlas.
Acertar es humano.
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