Eternas promesas oficiales que nunca se concretaron
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- El 4 junio, 2008
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Asumir el compromiso de sanear el Riachuelo no es una primicia. Ya en 1811 los hombres del Primer Triunvirato habían puesto su mirada en las fétidas aguas del río que separa la Capital de varios municipios bonaerenses.
Incluso, en 1871, cuando la fiebre amarilla diezmó la población en estas costas, la contaminación de este curso de agua era señalada como la responsable. Pero el saneamiento nunca llegó. Pasaron después las rectificaciones, las promesas conjuntas de las autoridades nacionales, bonaerenses y porteñas, y hasta los “mil días” como tiempo límite para realizar una limpieza que quedó trunca.
Lo que sí es una novedad es que el máximo tribunal de la Nación haya tomado cartas en el asunto para intimar a los Estados a la acción, y a la vez que encargue un monitoreo del plan que definitivamente devuelva el oxígeno a las aguas.
Por el momento, la Autoridad de Cuenca, tan reclamada por los agentes oficiales, sólo se ha reunido esporádicamente. Aunque siguen los reportes de clausuras preventivas y permanentes de empresas a la vera del Riachuelo, por parte de la Secretaría de Ambiente de la Nación, poco se sabe sobre el censo de industrias y su grado de complejidad.
La Capital, que tenía que aportar 300 millones de pesos ante la emergencia ambiental que atraviesa el Riachuelo, no incluyó la partida en el presupuesto de este año. La provincia de Buenos Aires, por su parte, se ha centrado en la detección y eliminación de basurales a cielo abierto. Una empresa urgente, es cierto, aunque ha quedado relegado el traslado de familias en situación vulnerable en varios puntos de la cuenca.
Pero tal vez el retraso más importante sea la atención de la salud de los damnificados por la contaminación. Ellos celebrarán el fallo de la Corte, pero no les alcanza. Sus problemas son diarios y requieren soluciones inmediatas que hoy no están a su alcance. Al haber quedado fuera del plan un estudio epidemiológico, se hace muy difícil la atención sanitaria de los miles de habitantes de las orillas del Riachuelo.
“La decisión de la Corte me alegra porque hizo que el tema figurara en la agenda pública. Pero a mí los estudios para ver en qué nivel está el plomo que tengo en la sangre no me los paga nadie. La solución para nosotros creo que todavía está muy lejos”, dijo a LA NACION Beatriz Mendoza, una de las vecinas que iniciaron esta causa que marcará un antes y un después en la historia ambiental argentina.
Por Laura Rocha
De la Redacción de LA NACION
La Nación
Miércoles 4 de Junio de 2008
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