Energías renovables, nuevas fuentes y alternativas
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- El 15 junio, 2012
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Los imprecisos usos de conceptos son bases de posteriores gruesos errores de interpretación, cuando no de descomunales falsedades, que con el masivo peso de la repetición constante, llegan a ser aceptados como verdades consagradas, lo cual impide o dificulta en extremo los análisis serios y las divulgaciones de fundamentadas opiniones que puedan esclarecer o al menos aportar otra óptica, que cuestione al “pensamiento energéticamente correcto”.
Eso sucede con los conceptos de energías renovables, nuevas fuentes de energía y energías alternativas; rótulos muy atractivos detrás de los cuales se esconden arbitrarias exclusiones, verdades a medias, mentiras flagrantes, y sobre todo, la sistemática y muy exagerada sobrevaloración de las posibilidades de varias tecnologías de generación de energía eléctrica.
No es casualidad que por regla general, al referirse a las “energías renovables”, se excluya caprichosamente a la hidroelectricidad de mediana y gran escala. Si se partiera de criterios rigurosamente científicos, todo tipo y magnitud de usinas hidroeléctricas, debe ser considerado dentro de las energías renovables. Sin embargo, en forma absurda y caprichosa, solo suele incluirse dentro de las “energías renovables” a las pequeñas hidroeléctricas. Incluso la mentira conceptual tiene estatus de ley en Argentina, pues la ley 26.190, en el inciso b) del artículo 4º, limita el concepto para proyectos de hasta 30 MW. Incluso en las estadísticas de la Secretaría de Energía, se excluye de las energías renovables, a la generación de todas las hidroeléctricas importantes, lo cual es una seria distorsión conceptual y técnica.
Esas “imprecisiones conceptuales” dudosamente son casualidades, pues resultan muy claras las vinculaciones entre las ONGs pseudo ecologistas de perfiles fundamentalistas, con los intereses de quienes quieren forzar las instalaciones masivas de eólicas –a costa de jugosos subsidios-, negocio a su vez vinculado con la generación termoeléctrica, pues las eólicas necesitan el respaldo de centrales convencionales, apelando entonces a la falsa “limpieza” de la quema de gas natural, derrochándose un recurso natural no renovable. ¡Todo cierra! Mientras los fundamentalistas se cierran en atacar a hidroeléctricas y nucleares, agitan el parche con las falsas soluciones de las “alternativas” (sobre todo las eólicas), mientras “miran para otro lado” al instalarse usinas de devoradoras de gas o petróleo, justamente grandes contaminantes.
El concepto de “nuevas fuentes de energía”, es en sí mismo engañoso, pues varias de esas fuentes de energía tienen usos milenarios por parte de la humanidad. ¿Acaso no se pierde en la noche de los tiempos la utilización de los vientos para impulsar embarcaciones, y no tan antigua pero de muchos siglos atrás, el uso de los molinos a viento, para la molienda de cereales? ¿Y que más viejo que la biomasa, que fue la primigenia fuente de calor para el ser humano? ¿Y la fuerza del agua, en pequeños emprendimientos, para mover ruedas de molinos, que data de los albores de la revolución industrial?
Lo de las “energías alternativas” –tal como lo expliqué en un artículo anterior- es groseramente falso. Una “alternativa” es conceptualmente algo que puede reemplazar a otra cosa, lo cual NO sucede con las energías presentadas falazmente como “alternativas”.
Dentro del largo listado presentado como “energías alternativas” se incluyen a la eólica, la solar, la mareomotriz, la undimotriz, la geotermia, la energía de biomasa, el hidrógeno, las micro centrales hidroeléctricas, etc. Pero la verdad es que por sus limitaciones técnicas no pueden reemplazar a las tecnologías básicas. Estas últimas -las energías de base- son la termogeneración (que consume combustibles fósiles), la hidroelectricidad y la energía nuclear.
El conjunto de diversas tecnologías de generación de electricidad, presentadas como “alternativas”, tienen limitaciones técnicas que hoy son insalvables, que solo les permiten operar como energías complementarias en cualquier sistema interconectado, siendo inútiles para funcionar como energías de base.
Esas limitaciones son sus totales dependencias de factores naturales no manejables por el ser humano (vientos y sol), sus intermitencias que crean “huecos” de generación y diferencias entre los ciclos (mareomotriz y undimotriz, más solares y eólicas), sus limitaciones geográficas muy acentuadas (eólicas, solares, geotérmicas), sus problemas de logística asociados a inseguridad y costos ambientales muy elevados (biomasa, hidrógeno), su extrema pequeñez y las fluctuaciones de caudales pequeños (microcentrales hidroeléctricas); y en todos los casos costos finales de generación altos o muy altos según cada caso, solo “solucionables” en base a muy onerosos subsidios, que terminan pagándolos todos los usuarios y/o contribuyentes en forma indirecta.
Una mentira adicional, es presentar a esas energías como “ambientalmente amigables”, pues se esconden capciosamente sus costos ambientales, entre ellos la desproporción entre sus rendimientos reales y los costos ambientales de instalación, mantenimiento y desguace final. Por caso, la “estrella” de las energías falsamente “alternativas”, la eólica, es fuertemente resistida en diversos países, por sus nocivos efectos en el entorno cercano a sus emplazamientos, amén de sus costos económicos encubiertos, disimulados por los generosos subsidios que las mantienen, al no ser competitivas.
De hecho, las ONGs ecologistas de corte fundamentalista, omiten los serios problemas de oscilaciones de tensión, de frecuencia y de producción de armónicas, que impiden utilizar a la eólica como generación única y de base.
En los casos de consumos aislados, algunas de las “renovables alternativas”, pueden ser soluciones puntuales, pues en esos casos los costos económicos no son relevantes, al no ser posible técnica ni económicamente hacer una larguísima línea de interconexión, para consumos ínfimos.
Como sea, son visibles las acciones de “lobbystas” que quieren imponer al como sea, masivas inversiones en eólicas (sin importar sus altísimos costos, sus cortas vidas útiles y sus limitaciones técnicas), junto a más centrales convencionales, devoradoras de petróleo o gas. Todo ello con los múltiples negocios asociados, como los proveedores de esas usinas, los repuestos, los fleteros de combustibles, los “especialistas” que respalden todo eso, etc. ¡Y los ultra ecologistas, cerrados en sus dogmas, muchos desde sus nostalgiosos sentimientos marxistoides o “antisistémicos” pero –brutal contradicción- haciéndoles el juego a las transnacionales de la ecología, manejadas por los británicos.
En todo ese cuadro, el desarrollo argentino encerrado entre las pinzas de los intereses creados, sus voceros del periodismo al mejor postor o directamente subordinado a los lobbies petroleros – eólicos – ecologistas, y golpeado por las “fuerzas de choque” de los fundamentalistas de la ecología.
Es la ecología fundamentalista, utilizada como excusa falaz para imponer el subdesarrollo crónico, asociado a la dependencia de tecnologías energéticas limitadas, costosas e incluso contaminantes, como los consumos de hidrocarburos, con las eólicas, solares y otras como “espejitos de colores”. Asociados a ellos, los lobbystas del liberalismo económico, siempre vinculados a los intereses de las petroleras anglosajonas y otros negocios paralelos, desde siempre apostando al país – granja, subdesarrollado y subordinado a las potencias de turno.
Por: C.P.N. Carlos A. Ortiz
Ex Docente – Investigador = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM
Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – F.I. UNaM
Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA
Docente de Economía – EN10
Docente de la Diplomatura en Geopolítica – ICM
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