El desarrollo sustentable: aportaciones de la Escuela Austriaca de Economía
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- El 20 octubre, 2005
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“La ciencia económica tiene que ver con los problemas fundamentales de la sociedad,
concierne a todos y se involucra en todo. Es el estudio principal y más propio de todo ciudadano.”
Ludwig von Mises
Introducción
Tanto en la literatura como en el discurso de los especialistas del ambiente prevalece la opinión de que la racionalidad económica es contraria a los procesos espontáneos de la naturaleza y existen aún los que confundiendo la ciencia económica con los procesos de la economía llegan al extremo de cuestionar los conocimientos de esta rama de las ciencias sociales, llamándola, entre otras cosas, anquilosada, unidimensional, parcelaria, estrecha y opuesta a la sabiduría de la naturaleza (3). La satanización de los procesos económicos es la que lleva a considerar a la “capitalización de la naturaleza”, como la causante de los grandes males del ambiente, cuando por el contrario es este fenómeno lo que asegura su conserva-ción y mejora, en la misma forma y por las mismas razones por las que un propietario cuida y mejora su propia casa.
En este trabajo se parte de la premisa que la praxeología, ciencia de la acción humana, y la economía no son de ninguna manera contrarias a la naturaleza y al ambiente; que no están anquilosadas, no son unidimensionales y que por el contrario pueden proveer fundadamen-te de los marcos teóricos y conceptuales que las diversas corrientes de ambientalistas y ecologistas requieren para llevar adelante el enfoque relativamente nuevo de la sustentabilidad.
Se sostiene en este ensayo que muchos años antes de que alguien diera el grito de alerta sobre los riesgos ambientales, un destacado miembro de la escuela austriaca de economía, Ludwig von Mises (1881-1973), en su brillante y genial obra sobre la acción humana, publicada en 1949, ya había considerado a la naturaleza como un factor de producción finito y destructible que debía ser manejado en la misma forma y bajo similares criterios a los utilizados para el resto de los factores que constituyen los procesos productivos (Mises, 1963)
Con el propósito de contextualizar esta aportación al análisis económico, en este documento se revisan brevemente algunos antecedentes de la escuela austriaca de economía y se pro-porciona una semblanza sobre el autor aludido, para luego examinar el capítulo correspon-diente de La Acción Humana, Un Tratado de Economía, en el cual Mises reflexio-na sobre la naturaleza y la producción económica y sobre el mito de la Madre Tierra.
La escuela austriaca de economía
Parece haber coincidencia entre los especialistas en que la escuela austriaca de economía nació en el segundo tercio del siglo XIX, fundada en 1871 por Carl Menger (1840-1921) con su libro Principios de Economía Política (Menger 1950) dando origen a la revolución marginalista, continuada por Eugen von Böhm Bawerk (1851-1914) con su libro Karl Marx and the Close of his System (Böhm-Bawerk 1949).
Carl Menger fue el verdadero y único fundador de la escuela austriaca de economía. El me-rece este titulo por haber creado la teoría del valor y los precios que constituye el corazón de la escuela. También se distinguió por originar y aplicar consistentemente el método praxeológico para la investigación teorética en economía. La preocupación intelectual de Menger fue establecer una conexión causal entre los valores subjetivos subyacentes en las decisiones de los consumidores y los precios objetivos usados en los cálculos de los empresarios.
El mayor logro y la esencia de su “revolución” en la ciencia económica fue la comprobación que los precios son ni más ni menos que la manifestación objetiva de procesos causales voluntariamente iniciados y dirigidos a la satisfacción de deseos humanos. Por ello se considera que la teoría de los precios es el corazón de la escuela austriaca de economía.
Después de estudiar a David Hume, Adam Smith y David Ricardo, entre otros clásicos, y junto a los escritos de sus contemporáneos Leon Walras y Stanley Jevons, Menger estable-ció las bases subjetivas del valor económico y, por primera vez, explicó la teoría de la utili-dad marginal. Con su libro Principios de Economía, publicado en 1871, estableció las bases de la “revolución marginalista” en la historia de la ciencia económica. Al igual que sus pre-decesores en la tradición liberal clásica, Menger fue un individualista metodológico que entendió la economía como la ciencia de la elección individual.
De Eugen von Böhm-Bawerk se dice que estuvo en el lugar correcto en el momento preciso para contribuir en forma importante al desarrollo de la escuela austriaca. El primer volu-men de su libro Capital e Interés, titulado Historia y Critica de las Teorías del Interés, publicado en 1884, es una investigación exhaustiva de los tratamientos alternativos dados al fenómeno de la tasa de interés. Sin embargo, lo más significativo de este trabajo es la crítica devastadora a la teoría de la explotación, tal como la expusieron Carlos Marx y sus seguidores. Para Böhm-Bawerk los capitalistas no explotan a los trabajadores, sino que los emplean y les pagan un salario anticipadamente sobre la ganancia del producto que ellos ayudan a producir. Posteriormente, en el libro Karl Marx and the Close of His Sys-tem, estableció que la cuestión de la distribución del ingreso entre los factores de la pro-ducción es fundamentalmente un asunto de la economía más que de la política (Böhm-Bawerk 1959).
Como ahora todos podemos apreciar, el siglo pasado se distinguió porque el marxismo y el keynesianismo se impusieron en todo el mundo. Los hechos históricos así lo demuestran. Algunos de ellos bastan para no abundar sobre esta declaración. La revolución de Mao Dze Dong en China (1905), la revolución Mexicana (1910), la revolución rusa (1917), el movi-miento nazi de Hitler (1934), la revolución cubana (1959), fueron todas ellas ni más ni me-nos que el triunfo del colectivismo, mientras que el estatismo y el proteccionismo, lamen-tablemente aun presentes en nuestra realidad, son prueba del predominio keynesiano en América Latina.
Incluso países que se han distinguido por su respeto a los derechos humanos y a la libertad de los individuos, como lo son Estados Unidos, Inglaterra y Francia, aunque no se declaran socialistas y más aún, se alinean en el hemisferio ideológico del mundo libre, se han hecho partidarios, en diversas épocas de su historia, de la intervención estatal en la vida económica, política y social de sus naciones.
En este ambiente global, sólo los austriacos encabezados por Ludwig von Mises, con obras como Socialismo: Un Análisis Económico y Sociológico (Mises 1981) y Human Action: A Treatise on Economic y Friedrich von Hayek (1889-1992) con The Road to Serfdom (1944) advirtieron que los sistemas comunistas, socialistas, fascistas y nazis tendrían que fracasar porque todos ellos se basan en la eliminación de la propiedad privada, de las libertades económicas y en la abolición del mercado. Tarde o temprano las estructu-ras autoritarias donde el Estado se transforma en el amo y señor de la economía tienen que caer, llevando toda clase de perjuicios a la sociedad.
La razón del fracaso radica en que ningún aparato burocrático, aún cuando esté formado por hombres genios, doctos y honestos, es capaz de asimilar la información de los gustos, preferencias, anhelos y necesidades de la gente. Todos los sistemas autoritarios pretenden manejar la economía como si un país fuera una sola empresa encabezada por un grupo, una familia o un solo líder. Los gobiernos socialistas o nazis organizan la producción a través de monopolios encabezados por un burócrata que debe obedecer órdenes centrales.
Naturalmente, se genera una enorme descoordinación que conduce a aumentar sin límites la burocracia de cada unidad productiva; la producción es poco diversa y onerosa; se genera derroche de recursos, y sobre todo, se desperdicia el talento de millones de personas. El caos que genera el estatismo llega a ser de tal magnitud que no hay fuerzas humanas que lo corrijan y el sistema se colapsa. Las desafortunadas experiencias vividas en nuestro país, [México] durante todo el siglo veinte, son prueba de la validez de esta afirmación.
Estas ideas defendidas por los economistas de la escuela austriaca, nunca fueron del gusto de los gobernantes. Muchos de ellos se creían con conocimientos y poderes sobrenaturales y no estaban dispuestos a escuchar a los teóricos de la escuela austriaca. Por el contrario, autores como John Maynard Keynes (1957), Vladimir I. Lenin (1966), Oscar Lange (1970), Paul Baran (1966) y Gunnar Myrdal (1990) llegaron a ser muy apreciados por la academia y los hombres del poder porque justificaban “desde el punto de vista teórico” el por qué el Estado debía ejercer el control de la economía.
A los pensadores austriacos en cambio se les aisló, se les persiguió y se les condenó en el olvido. Sólo a finales del siglo XX, cuando las crisis económicas derivadas de las recetas marxistas y keynesianas provocaron las peores crisis económicas de la historia humana, el mundo empieza a voltear hacia los pensadores liberales.
Lamentablemente Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek y otros inscritos en la escuela (4) ya no viven, pues de otra manera serían testigos de que la historia les está dando la razón y que ahora se empieza a apreciar y estudiar toda su teoría, lo cual no está exento de la grave dificultad que implica la pesada carga filosófica y metodológica del marxismo y el estatismo presente en la ideología de los empresarios, burócratas y políticos que toman las decisiones de política que afectan la economía y la sociedad de nuestros días.
¿Quién fue Ludwig von Mises?
Como se dice en uno de los sitios web dedicados a promover las obras de la escuela austri-aca (5) cuando Ludwig Heinrich Edler von Mises murió en la ciudad de Nueva York en 1973 a la edad de 92 años, no hubo obituarios de primera plana en los diarios de la ciudad. Sin embargo, los creyentes en la libertad y la economía de mercado supieron que un gigan-te había caído.
Mises nació en 1881 en Lemberg, ciudad en ese entonces perteneciente al imperio Austro-Húngaro y fue hijo de un exitoso ingeniero. A la edad de 19 años ingresó a la Universidad de Viena obteniendo su doctorado en leyes a la edad de 27.
De entre una prolífica obra sobre teoría monetaria y del crédito, epistemología y metodolo-gía económica, permítaseme destacar por ahora su libro titulado Socialism: An Econo-mic and Sociological Analysis (Mises 1981), escrito en 1922 en plena materialización del fantasma comunista en Europa. Desapercibido e incomprendido en su tiempo, este libro es reconocido ahora como un clásico dónde Mises predijo el rotundo fracaso del experimento comunista.
Él argumentó que el socialismo no podía funcionar en una economía industrial porque no habría un mercado de capitales y en consecuencia no existiría un sistema de precios para calcular pérdidas y ganancias. El resultado dijo, será el caos y el estancamiento. En la misma forma, él mostró que las economías mixtas no pueden funcionar eficientemente, debido a que los impuestos, las regulaciones y el gasto público, distorsionan el sistema de precios y la asignación de recursos hacia su máxima redituabilidad.
En oposición a las filosofías colectivistas, Mises presenta una persuasiva defensa de la sociedad civil como estructura mediadora entre el individuo y el Estado. La cooperación social, dijo, descansa sobre la desigualdad humana, la división del trabajo y las jerarquías institucionales.
No satisfecho de trabajar en las áreas de la ciencia económica, historia y sociología, Mises también se dedicó a reconstruir metodologías y los fundamentos de la economía. En su tiempo, la disciplina económica estaba cayendo en el convencimiento del institucionalismo y el positivismo. El primero niega la ciencia económica, mientras que el segundo no distingue entre las ciencias físicas y las sociales. La gran respuesta de Mises a esta situación fue la praxeología, la ciencia de la acción humana, la cual ve a cada actor económico individual como sujeto que tiene sus propios propósitos y metas.
Mises apreció el positivismo como especialmente peligroso, no sólo por ser científicamente inválido sino porque trata a las personas como objetos inanimados que pueden ser manipulados a voluntad, lo que les da los “ingenieros sociales” el marco perfecto para justificar sus actividades.
La sustentabilidad de la escuela austriaca
Un análisis precursor de la sustentabilidad que debe caracterizar a la actividad económica de acuerdo a los enfoques recientes (6), lo encontramos en el capítulo XXII de la obra máxima de Mises, Acción Humana, relativo a “Los factores originales no humanos de la producción”. Publicado por primera vez en 1949 por Yale University, en este libro Mises analiza la teoría de la renta de David Ricardo (Ricardo 1821), a partir de la cual argumenta desde un punto de vista económico sobre la explotación de los recursos naturales y sobre el Mito de la Tierra, con base en una visionaria e irrefutable percepción de la agotabilidad de dichos recursos, con lo cual mejora la concepción ricardiana consistente en considerar a los poderes de la tierra originales e indestructibles.
La naturaleza y la producción
Inicia Mises su análisis con algunas observaciones generales concernientes a la teoría de la renta de los factores de producción. Dice que en el marco de la economía ricardiana la idea de la renta constituye claramente un intento de enfocar este tipo de aspectos con lo que hoy conocemos como análisis de la utilidad marginal. La teoría de Ricardo, escribe el economista Austriaco, luce más bien insatisfactoria si se juzga con el conocimiento dispo-nible hoy en día, ya que el método de la teoría subjetiva del valor es con mucho superior.
No hay razón, dice, para que la historia del pensamiento económico se avergüence de la teoría de la renta de Ricardo, ya que sobre ella se construyeron los cimientos de las nuevas concepciones. El hecho de que tierras de distinta calidad y fertilidad rindan diferente utilidad por unidad de insumo, no es ningún problema de entendimiento actual, ya que la generación de renta de los recursos naturales, cae dentro del mismo tipo de análisis para los otros factores de la producción (Mises 1963, p. 635)
La teoría moderna del valor y los precios, dice Mises, no está basada en la clasificación de los factores de la producción como la tierra, el trabajo y el capital, sino en la distinción fundamental entre mercancías de un orden mayor o menor, es decir entre bienes para la producción o para el consumo. Cuando se clasifican los factores de la producción como originales de la naturaleza y producidos por el hombre, y luego todavía se clasifican los primeros como humanos (trabajo) y no humanos (recursos naturales); y los segundos, los producidos, como intermedios y de capital, no se rompe la uniformidad del razonamiento concerniente a la determinación de los precios de los factores de la producción.
El hecho de que diferentes rendimientos generados por los factores de la producción sean valorados, apreciados y tratados en forma diferencial, solo puede asombrar a las personas que no distinguen las diferencias en servicialidad de dichos factores (Op. Cit., p.636).
A ningún agricultor, dice Mises, le asombra que un comprador esté dispuesto a pagar más por una tierra fértil que por una que no lo es. La única razón por la cual los primeros economistas estaban intrigados por este hecho empírico es que ellos usaban el concepto general de tierra sin distinguir entre diferentes productividades. El gran mérito de David Ricardo, continúa explicando Mises, fue su conocimiento de que la tierra marginal no produce ningún rendimiento. De este concepto al principio de la teoría subjetiva del valor, solo hay un paso. Sin embargo, cegados por la noción del costo real ninguno de los economistas clásicos ni sus seguidores dieron este paso.
Para sustanciar este argumento el autor de Acción Huma-na, toma el ejemplo de los vinos en Europa. Así, se pregunta porqué el precio de un Borgoña es mayor que el de un chianti de Toscania. No es porque los viñedos de Borgoña se coticen más alto que los de Toscania, sino al revés, la preferencia del consumidor asigna más valor al Borgoña que al Chianti y es eso lo que aumenta el valor de la tierra en Borgoña (Ibidem, p. 637).
Así el error de la economía clásica, de acuerdo a la argumentación de este autor, fue que asignó a la tierra un lugar distinto en el esquema teórico, mientras que ahora la tierra, en el sentido de los recursos naturales, es un factor de producción que se somete a las mismas leyes que determinan la formación de precios de los otros factores de la producción.
El primer punto de la enseñanza de la economía concerniente a la tierra es, dice Mises, la distinción entre dos clases de factores originales de la producción: humanos y no humanos. Tratándose del problema económico del valor del factor original no humano, esto es, los poderes de la tierra -los recursos naturales-, el analista deberá hacer una clara distinción para separar el punto de vista cosmológico del praxeológico.(7)
La primera reflexión de Mises sobre la teoría cosmológica es que según esta concepción, prevaleciente todavía a mediados del siglo XX (tiempo en que se publicó por primera vez su libro), es que la acción del hombre no alcanzaría a afectar los poderes de la tierra o que el daño en el peor de los casos sería de poca importancia en la esfera de la acción humana. Era claro que todavía entonces se actuaba en el convencimiento de que los recursos naturales, excepto los no renovables, se regeneraban por sí mismos periódicamente. (8) Frente a esta concepción, Mises advierte que: “eso de la auto-recuperación de los recursos naturales ante el efecto de la acción humana, está por verse, ya que es posible que el uso huma-no de la tierra sea en tal forma devastador que los procesos de regeneración de sus poderes productivos sean tan lentos que requieran largos períodos o, lo que es peor, que se destruyan y que sólo puedan ser restaurados mediante un uso considerable de capital y trabajo.” (Ibidem, p.638).
Es aquí donde nuestro autor, se coloca en la línea del tiempo como el primer filósofo, praxe-ológo y economista que trata científicamente el problema de la necesidad de dar sustenta-bilidad al desarrollo, aún cuando este concepto en su tiempo no se utilizaba.
Más adelante, Mises continúa su argumento, diciendo que tratándose de los recursos natu-rales, el hombre tiene para escoger entre varios métodos, diferentes unos de otros, en relación a la preservación y regeneración de su poder productivo. No menos que en cual-quier otra rama de la producción, el factor tiempo entra también en las actividades de explotación de la tierra: caza, pesca, ganadería, agricultura, silvicultura y utilización del agua (Ibidem, p. 638) Aquí también el hombre debe escoger entre la satisfacción ahora o en el futuro, de acuerdo a los prerrequisitos (9) de la acción humana, tal como se explica en el capítulo 1 de la Primera Parte de Acción Humana (Ibidem, p.35).
Existen condicionantes institucionales, agrega Mises, es decir generadas por la sociedad, que causan que las personas prefieran la satisfacción de necesidades en el futuro cercano y no en futuros distantes. Si los recursos naturales, por un lado, no son propiedad de indivi-duos concretos, y por otro, son concesionados como privilegios especiales a ciertos otros individuos, entonces éstos son libres de hacer uso temporal de ellos para su propio beneficio, sin ningún compromiso de pago para el futuro.
Lo mismo sucede cuando el propietario, cuando existe, vive con la expectativa de ser ex-propiado de un momento a otro. En ambos casos, los actores actúan exclusivamente en el intento de exprimir tanto como sea posible para su beneficio inmediato, sin interesarse por el futuro. Ellos no consideran las consecuencias de los métodos de aprovechamiento utiliza-dos en su acción. El mañana no cuenta para los no propietarios (Ibidem, p. 639) Las conse-cuencias de esto son visibles en los casos del agua, la caza, la pesca, la madera y muchos otros ejemplos de explotación de los recursos naturales.
Examen aparte merecen, a nuestro juicio, los casos de propiedad comunal en los que la or-ganización lograda por los miembros del grupo facilita el aprovechamiento de los recursos naturales sin deteriorar sus propiedades y sin sacrificar a las generaciones futuras. En todo caso, lo interesante de estas experiencias sería el análisis de las motivaciones o restriccio-nes que dicha organización implica para sus miembros, lo cual se aleja de los propósitos de este ensayo.
Desde el punto de vista de las ciencias naturales, dice Mises, el mantenimiento de los bienes de capital y la conservación de la naturaleza pertenecen a dos categorías completamente diferentes. Agrega que cuando se trata de los bienes de capital, el productor se preocupa por reponerlos sino quiere acabárselos en el proceso productivo, pero cuando se trata de la naturaleza el hombre actúa como si fuera eterna. Pero tal actitud, solo tenía sentido bajo la concepción cosmológica superada por Mises, misma que en la actualidad luce completa-mente fuera de toda lógica.
Sin embargo, para la praxeología lo mismo se consumen los factores creados por el hombre que los originales de la naturaleza, respecto a los cuales los actores deben optar entre se-leccionar procesos de producción que rindan mayores beneficios ahora a expensas del futu-ro –aún cuando éste sea el de la aniquilación-, o sacrificar ahora la ganancia para asegurar la conservación del recurso (Ibidem, p.640). Los economistas de ahora, concluyó Mises en su tiempo, a diferencia de los de la época de Ricardo, deben de valorar en la misma forma los factores creados por la acción humana y los originados en la naturaleza.
El mito de la Madre Tierra
Con un sentido de asombrosa actualidad, el fundador de la praxeología se refiere a los ro-mánticos (10) que se autonombran defensores de la Madre Natura. Ellos, dijo, condenan las teorías económicas concernientes a la tierra por su reducida mentalidad utilitaria. Según los románticos, los economistas miran a los recursos naturales desde el punto de vista del des-piadado especulador que degrada los valores eternos a términos de dinero y ganancia.
La naturaleza, sin embargo, dicen ellos, es mucho más que un factor de producción. Es por el contrario la fuente inagotable de vida y energía humana. La agricultura no es simple-mente una rama de la producción entre otras, sino la única natural y respetable actividad del hombre, la única que dignifica la existencia humana. Es malévolo, en consecuencia, tratarla como el factor al que hay que exprimir para sacarle el mayor beneficio. La naturaleza, continúan argumentando los románticos, no sólo provee los frutos que nutren nuestro cuerpo, sino que primero que todo produce las fuerzas morales y espirituales de la civiliza-ción. Las ciudades, las industrias, y el comercio, son fenómenos de depravación y decaden-cia; su existencia es parasitaria y son actividades que destruyen lo que el cultivador debe crear una y otra vez (Ibidem, 644).
Ante este discurso romántico, dice Mises que hace miles de años, cuando los antiguos pes-cadores y cazadores empezaron a cultivar la tierra, la nostalgia romántica era desconocida. Pero si los románticos hubieran vivido en esas épocas, ellos hubieran elogiado los altos valores morales de la caza y la pesca y habrían estigmatizado al cultivo de la tierra como un fenómeno de depravación. Ellos habrían reprochado al productor agrícola por explotar la tierra que los dioses dieran al hombre como campos de cacería y recolección. Pero en las eras prerrománticas nadie consideraba a la naturaleza como algo más que una fuente de bienestar humano, un medio de vida.
Los ritos mágicos y costumbres concernientes a la naturaleza, continúa el economista aus-triaco, estaban dirigidos a nada más que el mejoramiento de la fertilidad y al incremento de los frutos cosechables. Aquella gente no buscaba la unión mística con los poderes misteriosos y fuerzas ocultas de la tierra: todo lo que ellos querían era más y mejores frutos.
Ellos acudían a rituales mágicos y abjuraciones porque en su opinión ese era el método más eficiente de obtener los fines buscados. Son sus sofisticados descendientes, opinó Mises, quienes yerran al interpretar aquellas ceremonias con un punto de vista idealístico. Un campesino de la vida real no se da el lujo de extasiarse con plegarias a la tierra y sus po-deres misteriosos. Para él la naturaleza es un factor de producción, no un objeto de emo-ciones sentimentales. El quisiera más y mejores recursos naturales porque anhela incrementar y mejorar su nivel de vida. Los agricultores compran y venden tierras; las hipo-tecan y las arriesgan, porque ellos producen y venden cosechas y por lo mismo se indignan cuando los precios de sus productos no se venden de acuerdo a sus expectativas (Ibidem, 644).
Continuando con su argumentación sobre el mito político de la Madre Tierra, nuestro autor dice que el amor a la naturaleza y la apreciación del paisaje eran en cierta forma diferente en la población rural. Fueron los habitantes urbanos quienes empezaron a valorar a la na-turaleza en forma distinta a como los granjeros la entendían. Mientras que los pobladores del campo aprecian la naturaleza desde el punto de vista de su productividad para la agri-cultura, la ganadería, la caza y la selvicultura, para los residentes en las ciudades el paisaje merece apreciarse con fines artísticos, de descanso y contemplación.
Desde tiempo inmemorial, recuerda Mises, las rocas y glaciares de los Alpes fueron solo un desperdicio de tierra a los ojos de los montañeses y fue cuando los citadinos se aventuraron a escalar los picos y llevaron dinero a los valles, cuando los nativos cambiaron su punto de vista. Los primeros montañistas y esquiadores fueron ridiculizados por los granjeros hasta que se percataron que podían obtener ganancias de su excentricidad.
No fueron pastores, sigue diciendo Mises, sino sofisticados aristócratas y habitantes urba-nos los autores de la poesía bucólica. Dafnis y Cloe (11) son creaciones fantasiosas alejadas de la ruda realidad rural y no menos extraño a la naturaleza es el moderno mito político de la Madre Tierra. Este mito, no emergió del musgo de los bosques y de la hierba de los campos, sino de los pavimentos de las ciudades y de las alfombras de los salones. Los agri-cultores de ahora se adhieren a la moda porque es una forma práctica de obtener conside-ración política y de aumentar los precios de sus productos, nada más, escribió este autor (Ibidem, Pág.644).
En nuestra época esta corriente romántica de pensamiento sigue estando bien represen-tada, como puede comprobarse con la lectura de los textos mencionados en el pie de página 1 de este documento. Nuestra posición, al respecto, es que esta tendencia tradicionalista tiene, sin lugar a dudas, un espacio importante en los medios académicos y políticos de forma tal que sus propuestas sobre cultura ecológica, justicia étnica, conservación de valo-res y saberes consuetudinarios, y otros aspectos, están siendo considerados seriamente en el diseño de las políticas ambientales.
Conclusiones
Los economistas clásicos del siglo XVIII fundaron las bases de la ciencia económica imbu-idos del conocimiento prevaleciente en su época, consistente en que la energía no se consume solo se transforma y en consecuencia los poderes de la tierra, esto es los recursos natu-rales, al ser inagotables, jugaban un papel distinto a los otros factores de la producción.
Fue David Ricardo, quien al estudiar la renta de los factores de la producción, estuvo a punto de descubrir el concepto de productividad marginal de la tierra, con lo cual hubiera estado en condición de considerar a los recursos naturales como un factor de producción finito y vulnerable.
Ludwig von Mises, de acuerdo con esta investigación, es el primer economista que al colo-car a la naturaleza como factor de producción agotable y susceptible de deterioro, se sitúa como uno de los primeros en advertir la necesidad de que el crecimiento productivo tenga el carácter de sustentable, esto es que el empresario ante los recursos naturales tenga la opción económica implícita en los otros factores de la producción-trabajo y capital- que consiste en sacrificar o no su uso presente en previsión de un potencial uso futuro.
El desarrollo económico con sentido humano, sustentable, democrático, equitativo social-mente, sectorial y regionalmente balanceado, es un problema primordial de la praxeología y la economía, las cuales encuentran en la ciencia política, ecología, sociología, psicología, antropología y otras un apoyo indispensable en su búsqueda de soluciones dentro de la complejidad del tema.
Enfocar demasiado la atención y los esfuerzos de la investigación, la academia y la acción pública hacia debates y teorías sobre un mundo idealizado y cuya existencia pasada o presente es difícilmente comprobable, sólo contribuyen a complicar, a nuestro juicio, una problemática de por sí compleja.
Las visiones románticas e idealistas de una sociedad primitiva en armonía con la naturaleza, alejada de la tecnología y de las relaciones de intercambio del mercado, no son congruentes con la realidad de nuestra época.
No hay duda que lo que la población de un país, una región o una localidad, desea es contar con alimentos, empleo, ingreso, salud, vivienda, educación y servicios para el bienestar material y moral y sólo una vez logrado lo anterior y excepcionalmente buscará satisfacer inclinaciones místicas conectadas con la naturaleza y los saberes ancestrales.
Por supuesto, que los casos de supervivencia cultural existentes en nuestros días, encarnados en grupos indígenas, merecen el respeto a su diversidad y a sus creencias, así como la igualdad ante la ley, exactamente por las mismas razones y en la misma forma que cualquier otro grupo humano contemporáneo.
El desarrollo sustentable es alcanzable mediante la acción organizada de la sociedad, sobre los factores de la producción. Cualquier otra racionalidad que se le intente imprimir al proceso lo desvía de su factibilidad. Las características complementarias que se le señalen al proceso, ya sea que se trate de la equidad social, el equilibrio regional, la igualdad de género, la justicia étnica, la conservación del patrimonio cultural, la solidaridad con grupos en desventaja, o cualquier otro, deberán de integrarse sinérgicamente a los procesos productivos generados por una economía de mercado, libre de ataduras intervencionistas y barreras artificiales.
Finalmente, digamos que cualquiera que sea el enfoque con el que se quiera abordar la problemática del desarrollo, el interesado encontrará en la Praxelogía y en la Economía, insustituibles herramientas de conocimiento. Considérese al respecto que la primera es el estudio de la acción humana y la segunda es la que estudia los fenómenos de la producción, el empleo, el ingreso y el bienestar. El ingreso y el bienestar de todos, incluyendo a los que no creen o no desean saber de ellas.
Notas:
1. Publicado en Estudios Sociales, Revista de Investigación Científica, Vol. XIII, número 25, enero-junio de 2005, Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C., Hermosillo, Sonora, México.
2. El autor es licenciado en economía egresado de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene Maestría en Ciencias y es profesor universitario y consultor de empresas.
3. Es prolífica la literatura dedicada a descalificar, bajo una variada perspectiva, la ciencia económica en general y al sistema de mercados en particular. Considérense las siguientes referencias: En el Límite: La vida en el capitalismo global, Hill Hutton y Anthony Gid-dens, eds., Kriterios Tusquets Editores, Barcelona, España 2001; Globalización, impe-rialismo y clase social, John Saxe-Fernández y James Petras, Grupo Editorial Lumen Humanitas, México 2001; La transición hacia el desarrollo sustentable. Perspectivas de América Latina y el Caribe, Enrique Leff, coordinador, PNUMA, México 2002
4. Mencionemos a Frank Fetter, Gottfried von Haberler, Heny Hazlitt, William Harold Hutt, Ludwig Lachmann, Fritz Machlup, Oskar Morgenstern, Wilhelm Röpke, Richard von Strigl, Friedrich von Wieser y Murray N. Rothbard.
5. www.mises.org/mises.asp
6. Son abundantes los escritos que discuten en torno a los nuevos paradigmas del desarrollo sustentable. Véase al respecto Desarrollo a Escala Humana: Una opción para el futuro, Manfred Max.Neef y otros, CEPAUR-Fundación Dag Hammarskjold, Suecia 1980; Desarrollo y Libertad, Amartya Sen, Ed. Planeta, S.A., Barcelona 2000; Fundamentos Teórico-Conceptuales del Desarrollo Regional Sustentable, Pablo Wong González, en La Economía Sonorense y sus Regiones, CIAD, 2001.
7. Mises da al término cosmológico el significado de que los eventos cósmicos tienen un sentido de permanencia y conservación de la masa y la energía. Praxeología, por su parte, es el estudio de la acción humana, tal como la concibió nuestro autor, como una ciencia más general que la economía, no obstante el mayor desarrollo alcanzado por esta última. Para una argumentación sobre estos términos y sus precisos significados véase la introducción de Acción Humana.
8. De acuerdo con los antecedentes disponibles el primer grito de alerta sobre la destrucción del ambiente fue dado en 1962 por Rachel Carson en su libro la Primavera Silenciosa, Houghton Mifflin Company, 2002 .
9. La acción del hombre se da condicionada por tres requisitos: Primero, un estado de insatisfacción, segundo, la imagen de un estado más satisfactorio y, tercero, la expectativa razonable de que la acción desarrollada logre el cambio deseado.
10. Se conoce como romanticismo al movimiento filosófico, literario y artístico que a comienzos del siglo XIX creo una estética basada en la ruptura con la disciplina y reglas del clasicismo y el academicismo. El subjetivismo romántico produjo un intenso cultivo de la lírica, una valoración creciente del paisaje, un gusto retrospectivo por las cosas de la edad media, y un amor a lo folklórico y local. Schiller, Byron, Rousseau (precursor del siglo anterior), Lamartine, Chateaubriand. Hugo, Pushkin, Emerson y Melville son algunos apellidos de la larga lista de románticos.
11. Célebre novela pastoril escrita en el siglo IV por Longo.
Bibliografía
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Por: Edgar Piña O
Licenciado en economía
Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Master en Ciencias; profesor universitario; consultor de empresas.
Fuente: www. mitosyfraudes.8k.com
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