Economía del tratamiento de los Efluentes Industriales (2º Parte)
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- El 1 enero, 2000
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Una vez llevados a cabo el estudio y la debida racionalización en la emisión de contaminantes, tal como expresáramos en el artículo anterior deberá procederse a la evaluación de las alternativas para su tratamiento a fin de cumplimentar la normativa vigente. Aquí también son aplicables ciertas consideraciones generales, que no son patrimonio exclusivo de los especialistas, sino de un acertado sentido común, y que pueden definir la economía de las instalaciones. Es importante entonces que el futuro usuario de las mismas las tenga presentes a la hora de la toma de decisiones.
Para una adecuada interpretación de lo que sigue resulta conveniente resumir en que consiste básicamente el así llamado tratamiento de los efluentes:
1) En primer lugar se trata de procesos que parten de una materia prima (agua, aire contaminados) y que deben producir un producto elaborado (agua, aire depurados) dentro de los límites de capdad fijados por normas específicas según el destino (atmósfera, alcantarillado cloacal, alcantarillado pluvial, curso de agua, etc.) y la jurisdicción que corresponda.
2) Estos procesos son básicamente separaciones de contaminantes o transformaciones de los mismos en substancias inocuas.
3) Las separaciones son fundamentalmente procesos físicos (sedimentación, flotación, filtración, etc.) donde el rendimiento depende de la velocidad de flujo y de la permanencia. En algunos casos estos procesos se potencian mediante agregados químicos (coagulantes, floculantes, etc.) ya que las separaciones simples o no serían viables o los tiempos necesarios serian excesivos.
4) Las transformaciones pueden ser de naturaleza química (neutralización, oxidación, reducción, etc.) aplicables principalmente a la contaminación inorgánica y que se llevan a cabo mediante el agregado de substancias reactivas, o bien de naturaleza biológica (biodegradación), aplicables principalmente a la contaminación orgánica y que se llevan a cabo mediante el aporte de energía (aireación, insolación en lagunas, etc.)
Sobre la base de los rudimentos precedentes es posible proponer una serie de aspectos fundamentales a tener en cuenta para el impacto económico:
1) Tener siempre presente que una instalación de tratamiento representa una inversión inicial y un costo de explotación (aporte de productos, aporte de energía, aporte de recursos humanos, costos de disposición de los contaminantes separados, etc.) que deben evaluarse cuidadosamente para las alternativas bajo análisis.
2) Debe conocerse con precisión el destino de la emisión y las normas de capdad exigidas para el mismo. Es útil también saber si hay más de un destino posible para analizar cuál es el más conveniente tanto por las distancias en juego como por el nivel de exigencia de cada uno, por ejemplo: es más conveniente verter en alcantarillado cloacal que en uno pluvial ya que las normas para el primero son menos estrictas.
3) Es sumamente importante que la cuantificación (volumen y carga contaminante) del punto de partida sea debidamente representativa de la realidad. Para los procesos físicos deberán precisarse los caudales máximos instantáneos (y concomitantemente todas las posibilidades para su minimización) y para los procesos biológicos la carga orgánica media (muestreos compuestos) y el rango de los picos previstos. Toda vez que sea posible deberá recurrirse a la medición directa en vez de asumir dudosas estimaciones. Es útil verificar los resultados mediante análisis de consistencia, por ejemplo: medir el caudal efluente y relacionarlo con las lecturas del medidor de suministro de agua, comparar la carga contaminante con las pérdidas estadísticas de materia prima en el proceso productivo, etc.
4) Evaluar la confiabilidad (que es paralela a la simplicidad) de cada alternativa (la sofisticación tecnológica se paga con atención especiazada) y la sencillez operativa correspondiente ya que con ella deberá convivirse a lo largo de toda la vida útil de la instalación. La regla de oro es que el sistema adoptado prevea siempre una amortiguación inicial de las cargas para generar una alimentación lo más uniforme posible (tanto en caudal como en composición) y que posea la flexibipdad necesaria (recursos para modificar variables del proceso) a fin de ajustar el funcionamiento al régimen más conveniente.
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