Control de riesgos: Una obsesión, el camino mas corto
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- El 22 abril, 2008
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La revista Nacional Geographic en español, en su edición de marzo de 2002, publicó en esa oportunidad una interesantísima entrevista con Borge Ousland, el primer expedicionario en cruzar ambos polos en solitario, la Antártica en 1997 y el Ártico en el 2001.
Esta última travesía (cabo Articheskiy, Rusia – isla de Ward Hunt, Canadá) con una separación de 1996 Km., la realizó en 82 días, a pié, en esquí y a nado (traje especial de poliuretano), arrastrando un trineo de 165 kilos y soportando temperaturas que oscilaban entre los – 41º C a los – 3º C, lo que le implicó dos años de ardua preparación para llegar al punto de partida en óptimas condiciones físicas y con una automotivación a tope, tras asimilar con conocimiento de causas, entre otras directrices automotivacionales: trabaja con la naturaleza, no contra ella; piensa como los animales, los osos polares, recuerda, cuando llegan a una franja de agua, nadan (de ahí lo del traje especial para nadar y mantenerse seco); interioriza, tu lado animal para que puedas orientarte con solo oler el viento del norte y escoger por instinto la mejor ruta y los lugares más seguros para acampar; fíjate metas pequeñas de avance, unos 10 kilómetros hacia el norte cada día, controlando en detalle las desviaciones, marcando mentalmente cada grado de latitud mientras asciendes al paralelo 90; y encuentra el placer de la soledad, (tengo que crearme un mundo nuevo y poco a poco ir moldeándome otra vez hasta convertirme en parte del hielo), clave del éxito en estos sórdidos parajes. Directrices todas aplicables a lo que nos compete, el control de riesgos en nuestras actividades habituales, tal como lo corroboraremos a través de este ensayo.
Mapa de la travesía de Borge Ousland al ártico entre el 3 de marzo al 23 de mayo de 2001 (82 días). Foto tomada de la revista National Geographic en español de marzo de 2002. |
Borge, después de culminar su extenuante travesía, la que le dejó como lección de vida, “no rendirse, aún cuando todo parezca no tener solución”, comentaba a continuación, que la segunda mitad del viaje fue la más peligrosa de todo el recorrido: “el hielo se tornó más frágil, y la fatiga empezó a afectar su buen juicio”; pero su lado animal activo, salía a flote en los momentos cruciales, de esa forma, las huellas de zorro que alcanza a percibir por el camino, le recuerdan que debe actuar en consecuencia, pues los zorros no desperdician un paso; toman el camino más fácil y no el más corto; que traducido a términos de seguridad en el campo laboral o de la vida cotidiana, sería tanto como decir, el camino más corto no siempre implica que sea el más seguro. Recomendación de primer nivel en lo que al control efectivo de riesgos se refiere, y que Borge, con un conciente-inconciente enriquecido y entrenado exhaustivamente en las condiciones más extremas, y en doble vía, proceso de mejoramiento continuo, le tienden su mano protectora cuando menos se lo espera.
“Despacio que voy de prisa”, reza uno de los adagios más populares de nuestra jerga tradicional, muy en línea con el comportamiento de los zorros referido por Borges; pero, muy a pesar de que este adagio nos sea del todo familiar, es de difícil asimilación en la practica, en razón, a que, por un lado, no hemos sido capaces de interiorizarlo en su contexto más amplio, estilo Borges, y por el otro, porque no somos entrenados y/ o no nos sometemos, en estos términos, a una preparación exigente en esa dirección. Así de sencillo.
Borge Ousland, como lo hacen los osos polares, atraviesa a nado una de las grietas que encontró en su periplo en el ártico, valiéndose de su traje especial de poliuretano. Foto tomada de la revista National Geographic en español de marzo de 2002. |
Cuando los asistentes del Emperador de Francia, Napoleón Bonaparte, le apoyaban en la compleja tarea de uniformarlo, vestido militar de parada atiborrado de botones y de accesorios metálicos de todo tipo, entre otras sutilezas más, solía prevenirlos con antelación, recordatorios periódicos incluidos: “despacio que estoy de prisa”, a sabiendas de que si se llegaba a desgarrar o a descoser una de sus ceñidas prendas, o si se desprendía o sufría un daño irreparable o de difícil reparación uno cualquiera de los múltiples componentes de su vestimenta, volver a colocarlos o buscar un sustituto, caso de las prendas, o de reponerlos o repararlos, caso de los accesorios, implicaría una pérdida de tiempo mucho mayor, que el que le llevaría esperar, totalmente relajado, a que el proceso de vestirlo, se desarrollara exento de presiones.
El 25 de diciembre de 2006, el supervisor de una empresa de vigilancia de una ciudad capital de la costa atlántica colombiana, a la salida del turno nocturno correspondiente, 6:00 AM, desesperado por la falta de trasporte en esa mañana navideña de tanta significancia, y con la urgencia manifiesta de llegar cuanto antes a su residencia, ya que quería percibir, antes que se apagaran, la felicidad irradiada por los rostros de sus pequeños hijos, como consecuencia de los presentes, que en la visita incógnita de media noche, les dejara el Niño Dios. Exasperado por la demora y por estos pensamientos íntimos, tomó una mototaxi, la primera que pasó por el lugar donde se encontraba, y sin evaluar el riesgo a correr frente a otras opciones más seguras de transporte, tras colocarse el casco de seguridad, sin abrocharlo a la barbilla, partió raudo rumbo a su residencia ubicada en el otro extremo de la ciudad.
En el transcurso del viaje nuestro amigo, empezó a notar algo extraño en el comportamiento del conductor de la motocicleta. Un zigzaguear, producto del sueño (de seguro que no había dormido en toda la noche y además, era de esperar que estuviera pasado de copas por lo de la fecha), que de cuando en vez le llevaba a invadir el carril contrario. Esto lo inquieto un poco, pero muy a pesar de que le tocó despertarlo en varias oportunidades con golpecitos secos en la espalda y con uno que otro grito de sobresalto, siguió adelante en su marcha, al evaluar el tiempo precioso que perdería si se dispusiera a cambiar de transporte.
Ousland halando su pesado trineo en el cruce de una grieta después de haberla cruzado a nado. Foto tomada de la revista National Geographic en español de marzo de 2002. |
Y a pocas cuadras de su residencia, el conductor de la motocicleta vuelve a adormitarse, pero en esta oportunidad, al momento de invadir el carril contiguo, nuestro apreciado amigo se percata que de frente viene un automóvil y con un fuerte grito y estremeciéndolo con cierta violencia, lo despierta antes de impactar. Pero con la mala fortuna, que en la inminencia del choque, el mototaxista hace un giro brusco hacía su derecha que le hace perder el equilibrio. Entonces, conductor, pasajero y moto ruedan por una rampa aledaña. Y nuestro amigo, en la inminencia de la caída lo único que se le ocurrió, por fortuna para él, fue aferrar con todas sus fuerzas y con ambas manos, las correas sueltas del casco, para evitar que se le fuera a salir de la cabeza al impactar el piso. Bueno, una vez tendido cual largo es sobre pavimento y con una fractura seria en su rodilla derecha, recuerda que por su mente pasaban una y otra vez, algo que no ha podido olvidar, las veces que con gran estruendo el casco rebotó contra el piso, llegando a la conclusión, que si no hubiese mantenido el casco de seguridad fijó a su cabeza, aunque con ello descuidara poner a buen recaudo las restantes partes de su cuerpo, lo más seguro es que hubiese pasado a mejor vida.
En otra oportunidad, trabajando en el ensanche de una cementera en una ciudad prospera del interior de Colombia, enero de 1996, un oficial de montaje de una de las empresas contratistas de esa obra, dirigía al operario de una grúa en la izada de un pesado eje de un equipo que estaban armando a unos 10 metros de altura. Un momento antes de dar inicio a la operación de izado, su ayudante le advierte, que al estrobo con el que piensan levantar la pieza, le falta uno de los dos grilletes normativos en uno de sus extremos, lo que hacía riesgoso seguir adelante con la maniobra. Pero el oficial, con cierto desden, y respondiéndole con palabras desdeñosas y de alto calibre, le dio a entender en forma grosera, que el estrobo aguantaría, diatriba que reforzó, recordándole, que tan solo faltaban 20 minutos para la salida (5:00 PM), por lo que no podían darse el lujo de ir a perder la ruta que los llevaría a la casa, ya que ir por el grillete al almacén, traerlo, instalarlo, levantar la pieza y fijarla en la posición convenida, como mínimo les tomaría una hora.
Con el aliciente de salir más temprano y de no ir a perder el bus, los operarios continuaron con la izada, y a punto de culminar con la operación, el estrobo se les suelta por el punto débil antes señalado, y la pieza, cuan pesada era, les cae encima al oficial y a su ayudante, con la mala fortuna, para el primero, que pierde la vida en el acto, quedando su humanidad esparcida por los alrededores del área de trabajo, siendo recogidas, después del levantamiento oficial de rigor, a las volandas en bolsas de polietileno, ante el inminente ingreso de sus seres queridos, que se habían agolpados en la portería de la empresa, exigiendo, casi a la fuerza, su ingreso al lugar donde se encontraban los despojos mortales del occiso. Y referente al ayudante, este si que fue afortunado, ya que tan solo sufrió una fractura menor en una de sus piernas. Era la primera fatalidad del ensanche, que recién cumplía un año de operaciones, con un avance cercano al 90%; pero, como es común en nuestro medio, plagado de accidentes, algunos mayores, muchísimos menores y con elevadísimos costos por daños a la propiedad.
La enseñanza que nos podría dejar estos dos relatos, es que por no aprender a controlar la ansiedad, por ese querer ahorrar “tiempo” a como de lugar, no evaluamos a conciencia, los riesgos a correr, y el camino que se nos antoja inmediato, resulta que no lo es tanto, por lo qué, la frustración y la impotencia, al confrontar las pérdidas generadas, ¿cómo las podríamos justificar?: vidas, lesiones, daños a la propiedad, procesos detenidos, medio ambiente e imagen afectadas. Y en ese orden de ideas, fue como nuestro dilecto amigo, el supervisor de vigilancia, toma una mototaxi con miras de llegar lo más pronto posible a su residencia, pero por un giro infortunado de la imprudencia, tan solo pudo regresar a ella, 25 días después, luego que le dieran de alta en la clínica donde fue intervenido quirúrgicamente; y al trabajo, tres meses más tarde. Pero podemos decir, eso si, muy a pesar de la fractura de rodilla que sufrió y de los dolores padecidos durante su convalecencia, que contó con suerte, y de la buena, ya que en el 2006, al elegir un impresionante número de personas este ágil medio de transporte, el más riesgoso de todos en la actualidad, entre conductores, pasajeros y transeúntes desprevenidos arroyados por motos, en la ciudad capital donde reside el referido supervisor, Cartagena de Indias (Colombia), 96 personas no alcanzaron a llegar con vida a su destino. ¡Que pena! Y que decir del oficial de montaje, que por no sacrificar tan solo una hora de su precioso tiempo, condujo, en un abrir y cerrar de ojos, al sufrimiento, a sus familiares más cercanos, a sus compañeros de labores, a sus amigos y conocidos y a la empresa donde laboraba.
Borge Ousland al culminar su travesía. Perdió 17 kilos de peso, pero, sin embargo, se muestra radiante de la felicidad por el éxito alcanzado. Foto tomada de la revista National Geographic en español de marzo de 2002. |
Solo espero que el contenido de este ensayo, sumado al de estos dos relatos, nos edifiquen sobremanera en el propósito de potenciar nuestra sensibilidad hacía un control óptimo de riesgos inherentes a nuestras labores; por lo que, como valor agregado, listaré a continuación las directrices más relevantes, como repaso, que a mi entender, facultaron al expedicionario Borge Ousland, a poner a buen recaudo, las eventualidades materializadas en su riesgosa travesía al ártico en solitario, hazaña sin precedentes, y cuyos delineamientos se me antojan incuestionables en lo que a su aplicación a la seguridad industrial ser refiere, de ahí mi empeño para dilucidar una correlación convincente, que apoye mi presunción. Entonces, analicemos estos pormenores en detalle, saquemos nuestras propias conclusiones, y reforcémoslas de ser necesario:
- No fuerces la naturaleza con actos descabellados, evalúa a fondo tus posibilidades, tu conocimiento, tu preparación, el costo-beneficio resultante, entre otros, pero no abuses de las probabilidades a tu favor y por ende de la razón. En el momento de tomar una decisión, ten muy presente el proverbio, “más vale tarde que nunca”.
- Preparar todas nuestras actividades, aún las más triviales, proceso de mejoramiento continuo, con suma antelación (información actualizada, metas, equipos, herramientas, materiales, plan de acción, controles, indicadores, entrenamiento sostenido, etc.), como quien dice, el PHVA en acción (Planear, Hacer, verificar y actuar).
- Activar, incresendo, nuestro lado animal aletargado, para que nos baste, con una sola mirada de soslayo, vistazo somero, o con nuestra aguda percepción táctil, sonora u olfativa, como un todo integrado a estimular nuestro ahora hipersensible paladar (papilas gustativas), a fin de degustar, asumámoslo así, el estridente sabor que emanan los riesgos potenciales, de momento imperceptibles, muy a pesar de su presencia manifiesta por doquier.
- Proponernos cambios de actitud progresiva, metas pequeñas, pero exigentes, muy en línea con las habituales recomendaciones de los especialistas en supervivencia extrema, en pos de un accionar seguro, estimulante y libre de riesgos, ya que las metas alcanzadas, independientes de su repercusión, su afectación será siempre positiva: sea el caso, más bien cruzaré esta avenida congestionada por el trafico circundante, por aquella cebra o por aquel puente peatonal, que se divisa a la distancia, o mejor esperaré, ansiedad controlada, al no contar con las facilidades antes anotadas, a que se de el especio justo que me acredite cruzar sano y salvo, sin exponer en lo más mínimo mi integridad física, entre otras objetivos, en apariencias triviales.
- Al margen de las prisas y de las improvisaciones, absortos en la labor de turno, a disfrutar, ahora sí, libres de tensiones estresantes y de contratiempos imprevisibles, de la soledad, garantía incuestionable, que como puente, entrelaza la calidad esperada en la tarea seleccionada, a los riesgos subyugados con antelación.
Y ahora si, a darle vida a la tan desvalorizada sabiduría popular, que tan poca consideración les prestamos, con el fin de afinar, aún más, nuestro accionar sin riesgos; entre otras: el camino más corto, no siempre es equiparable con el más seguro; por rentabilidad, perder un minuto en la vida, superará con creces, el ir a perder la vida en un minuto; independiente al destino elegido, a el arribaremos con más celeridad, si en consecuencia, racionalizamos y controlamos la marcha. Por favor, estas sentencias tan arraigadas en el argot popular, si que merecen respeto y consideración de nuestra parte, asimilémoslas, ya que cualquiera de ellas o de una combinación aleatoria de las mismas, podría, en su momento, depender nuestra integridad física o nuestra propia vida ¡No las perdamos de vista!
Por Ricardo López Solano
Ricardo_lopez:[email protected]
Cartagena de Indias -Colombia-
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