Biofertilizantes en arrozales
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- El 29 mayo, 2006
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Si bien el arroz no es una planta acuática en lo que respecta a sus características morfológicas y adaptaciones ecológicas, se cultiva normalmente en terrenos inundados, lo que evita el crecimiento de malezas o plantas invasoras. La profundidad del agua en general es de apenas unas decenas de centímetros hasta medio metro, aunque en algunos países del sudeste asiático existen los llamados “arrozales de aguas profundas” (deep water rice-fields) que tienen varios metros y se cosechan utilizando embarcaciones precarias.
Como el arrozal es un terreno por lo común plano y bien soleado, facilita el crecimiento natural de algas, entre las que predominan las Cianófitas (algas verde-azules), o también llamadas Cianobacterias, ya que su estructura celular se parece más a las bacterias que al resto de las algas propiamente dichas.
Muchas de estas Cianobacterias tienen la capacidad de fijar nitrógeno, es decir, que pueden captar el nitrógeno gaseoso que compone casi el 80 % del aire y reducirlo, esto es, combinarlo con hidrógeno, para formar nitrito, nitrato o amonio, que después son utilizados como diversas formas de aminoácidos nitrogenados para la síntesis de proteínas.
Cuando se seca el terreno del arrozal a fin de realizar la cosecha, y hasta la nueva siembra, período en el que se mantiene sin agua, la mayoría de las Cianobacterias muere por efecto de la deshidratación, de modo que sus compuestos nitrogenados son incorporados al suelo. Cuando el campo es inundado nuevamente y se empiezan a desarrollar las platas de arroz, se encuentran con un suelo abundante en nitrógeno combinado que pueden incorporar a su propio metabolismo a través de la absorción radicular.
Esta fertilización biológica natural es lo que se conoce con el nombre de “biofertilización”, y los organismos que la realizan se llaman “biofertilizantes”, a fin de diferenciarlos de los fertilizantes industriales o artificiales que el agricultor agrega al suelo mediante diversos procedimientos.
En Tailandia, Malasia y otros países de la región de Indochina los campesinos vienen usando estos biofertilizantes desde tiempos ancestrales, aún desconociendo los detalles científicos del proceso descrito. De manera intuitiva, sabían que cuando el agua de su arrozal se volvía de un color verdoso, la próxima cosecha iba a tener un rendimiento bastante mayor que el habitual. Existen pagodas mediante las cuales manifestaban su agradecimiento a las deidades por ese sobrenadante verdoso y mucilaginoso que coloreaba su agua de riego, y les resultaba tan beneficioso.
Actualmente se siguen utilizando estas técnicas antiguas, pero optimizando los resultados gracias al conocimiento que ahora se tiene de las Cianobacterias y su ecología. Así por ejemplo, mediante un estudio previo en laboratorios de investigación, se seleccionan las especies o cepas de estos organismos que mejor se adaptan al campo de arroz, y son más eficientes en la fijación de nitrógeno, luego se cultivan masivamente en piletones o tanques australianos, y finalmente se agregan deshidratados al suelo o se mezclan con el agua de riego, asegurándose así un crecimiento óptimo de los microorganismos y una fertilización más que suficiente para las plantas de arroz.
La mayoría de las Cianobacterias tiene hormonas de crecimiento similares a las auxinas y giberelinas de las plantas superiores, lo cual favorece de manera adicional a la disponibilidad de compuestos nitrogenados el crecimiento más rápido del cultivo de arroz.
La principal ventaja de estos fertilizantes naturales es su bajo costo: excepto por los gastos que puede demandar la investigación y el desarrollo de la aplicación a campo, la disponibilidad y el crecimiento de las Cianobacterias es prácticamente gratuito. Esto redunda en un beneficio importantísimo para los países más pobres, como es el caso de Bangladesh, en el Golfo de Bengala, sobre la desembocadura del Río Ganges, de altísima densidad poblacional, cuyo principal alimento es el arroz cultivado manualmente en pequeñas parcelas familiares.
Sin embargo, aunque por otros motivos, los biofertilizantes son motivo de estudio en países desarrollados, como es el caso de España, cuya región de Valencia abastece de arroz a buena parte de la Comunidad Europea. Pero aquí la preocupación motivo de este interés no pasa por el costo de los fertilizantes industriales sino por su efecto nocivo sobre el ambiente cuando se utilizan en exceso. En efecto, los nitratos sobrantes que no son incorporados por los cultivos son arrastrados finalmente a los cursos de agua, contaminando ríos y lagos. En la albufera valenciana es frecuente la mortandad masiva de peces por el exceso de nitrógeno que colecta de todos los campos de arroz circundantes. Como ello no ocurre con los compuestos nitrogenados obtenidos a partir de la fijación realizada por Cianobacterias, la aplicación de biofertilizantes es una alternativa viable para la sustentabilidad del recurso. El arroz así obtenido, como añadidura, recibe de las oficinas bromatológicas el rótulo de “orgánico” o “natural” y puede venderse a mejor precio, en una sociedad donde los consumidores tienen capacidad económica y educación ambiental suficiente como para preferirlo.
En Argentina se ha hecho bastante a favor del uso de fertilizantes naturales en nuestras provincias arroceras por excelencia (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes), tratando de mantener la calidad de agua de ríos como el Paraná y el Uruguay, cuya preservación es ahora tema de gran actualidad por la actividad de plantas procesadoras de pasta de celulosa para papel. No obstante, la mayoría de los productores sigue utilizando fertilizantes químicos artificiales, sea por ignorancia o por desinterés ecológico. Sería muy deseable que las buenas prácticas ambientales se fomentaran y alentaran para no tener que lamentar en el futuro el daño ecológico causado cuando sea demasiado tarde.
Por: Dr. Carlos Prosperi
Laboratorio de Hidrobiología
Universidad Nac. de Córdoba
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