Tribunal de la Haya – Crónica de una debacle anunciada
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- El 20 julio, 2006
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El resultado adverso de la posición mantenida por Argentina ante el Tribunal Internacional de La Haya no fue una sorpresa para todas las personas medianamente bien informadas sobre el tema. Más bien fue un contundente resultado que castigó el accionar político y diplomático a destiempo; el cual evidentemente fue más bien motivado por los apurones de un accionar político provincial –de Entre Ríos- de muy bajo vuelo, asociado a los sectores más extremistas del variopinto movimiento seudo ecologista, con fuertes presiones mediáticas sobre todo ejercidas por Greenpeace; y que con el muy estudiado accionar subliminal que caracteriza a esa transnacional de la ecología, logró consumar gigantescas y por momentos grotescas puebladas en varias ciudades de Entre Ríos, las cuales habrían superado en volumen, duración e intensidad, la realizada unos cuantos meses atrás en Esquel.
Pero lo que tal vez no se esperaba en varios sectores fue la contundencia de la votación, con un categórico 14 a 1, con el único voto a favor del jurista argentino integrante del Tribunal; lo que se dice en términos futboleros: una goleada inapelable. Y eso obliga a analizar y reconsiderar todo el tema, desde el contexto diplomático, geopolítico, ambiental y político.
Desde la óptica diplomática, si la mayoría de los analistas de reconocida seriedad, muchos de ellos con prestigio diplomático labrado a través de años de estudios y trabajos profesionales de innegable valía -como el Embajador Dr. Abel Posse-, habían vaticinado un resultado adverso prácticamente irreversible ya al momento de instrumentarse el proceso de presentación; cuesta entender la lógica de la Cancillería Argentina de someter al país al desgaste y desprestigio internacional de sostener una posición absolutamente indefendible. Todo ello sin mengua del respeto por los reconocidos diplomáticos que tuvieron que la dura tarea de asumir la representación nacional con todo el esfuerzo personal y profesional que ello debió significar.
Desde lo geopolítico, partiendo de la escalada de violencia y pirotecnia verbal del gobernador entrerriano (hasta amenazando con cortar el suministro de gas), pasando por la instigación a la violencia de los cortes de rutas y puentes, y culminando con la elección de la absurda vía del Tribunal de La Haya para una controversia suscitada con una nación profundamente hermanada con Argentina; todo adquirió los caracteres tragicómicos de uno de los más deplorables accionares geopolíticos de Argentina; “tirando leña al fuego” en lugar de buscar los carriles Políticos (con mayúscula) de bajo perfil, que desechando las vías politiqueras de cortas miras busquen una adecuada solución que satisfaga a ambas partes, en un entorno de seriedad y respaldado por fundamentaciones científicas sólidas, alejadas del tradicional patoterismo instaurado por las transnacionales del fundamentalismo ecológico. Y aquí cabe señalar que la dirigencia política del Uruguay también mostró en varios casos deplorables ejemplos de acciones panfletarias, que como tales solo fueron aportes para mayores controversias y absurdos e incipientes odios entre pueblos hermanos, hijos de la misma placenta histórica, con enormes similitudes culturales y fuertes lazos afectivos.
Desde lo ambiental, es totalmente ilógico –desde una óptica de largo plazo en el marco de las necesarias pero inexistentes Políticas de Estado en la materia- otorgar voz, voto y representatividad a activistas ecologistas de corte fundamentalista de dudosos o inexistentes pergaminos científicos o profesionales; los cuales solo están preocupados en “llevar agua para su molino”, con un accionar que responde a los dictados del terrorismo ambiental como medio para mantenernos en el subdesarrollo, acorde con los terribles planteos de “crecimiento cero” orquestados por el Club de Roma.
No puede aquí obviarse que los mismos activistas que se oponen sistemáticamente a todas las hoy imprescindibles obras de generación hidroeléctrica (favoreciendo los intereses de grandes corporaciones fabricantes de equipos termoeléctricos, de petroleras y gasíferas transnacionales), son los que orquestaron ruidosas y mentirosas campañas de terrorismo mediático en contra de la Comisión Nacional de Energía Atómica (oponiéndose a la ratificación del contrato de exportación de equipamiento y tecnología nuclear a Australia, “fabricando” denuncias falsas por la hoy demostrada falsa contaminación nuclear de las aguas subterráneas de Ezeiza, denunciando en tono catastrófico falsos riesgos en transportes de materiales nucleares, etc.), son en esencia los mismos que desde Greenpeace comandaron las puebladas e incitaron (¿o financiaron?) a muchos comunicadores sociales que adoptaron posiciones fundamentalistas que infundieron confusión y miedo en el común de la gente. Es a todas luces incoherente que a los activistas se les otorgue el status de idoneidad para opinar doctoral y tajantemente, por su solo carácter de “referentes” que su activismo de dudoso o nulo cientificismo se les termina confiriendo. O como a los/as “carilindos/as” de la televisión, que en costosas campañas financiadas por las transnacionales de la ecolatría, hablan como si supieran, de temas acerca de los cuales seguramente solo “les hicieron conocer el libreto” de las “opiniones ambientalmente correctas” (léase los mensajes subliminales que se pretenden imponer desde determinados centros de poder transnacional, falsos o claramente tergiversados, pero que el común de la gente no está en condiciones de analizar en profundidad). Tampoco cabe olvidar la virtual incitación a la sedición, que promovió con sus opiniones cierto abogado constitucionalista “con mucha prensa”, devenido en militante ecologista; quien también fogoneó la malhadada alternativa de recurrir al Tribunal Internacional de La haya.
Desde lo político cuesta encontrarle la lógica de montar grandes operativos que solo terminaron cargando a las esferas nacionales, la pesada mochila de los altos costos resultantes del accionar de barricada de ciertos sectores de la dirigencia entrerriana, muy proclives al efectismo de los dudosos “triunfos” de corto plazo que rápidamente se trastocan en posiciones negativas o inmanejables en el mediano y largo plazo, con sus secuelas de graves daños a las Políticas (con mayúsculas) de largo plazo que necesita todo país con real vocación de grandeza. No puede soslayarse que el mismo gobernador que pocos años atrás apañó una absurda ley antirrepresas orquestada por sectores ecologistas fundamentalistas, es el que se “sumó al carro” de las posturas “antipapeleras a ultranza”. ¿Será que pretenden que volvamos a escribir en tablillas de barro, o a retrotraernos a la edad de piedra?
Por supuesto que lo precedente no significa aceptar a libro cerrado cualquier proyecto industrial sin exigir las debidas garantías ambientales de minimización de impactos a niveles social y ambientalmente tolerables. Pero de allí a aceptar, instrumentar o respaldar que la ecología fundamentalista sea la excusa para mantenernos en el subdesarrollo, hay una enorme diferencia.
Mientras tanto, la crisis energética sigue su raudo avance, sin que se instrumenten las rápidas soluciones que la situación exige, sin que se planifique para el mediano y largo plazo. Y es bien conocido que toda crisis energética sin solución, frena el desarrollo económico, produce miseria y desocupación, con sus secuelas de altos costos sociales, geopolíticos, y con la multiplicación de la peor de las contaminaciones, la de la miseria estructural socio económica. ¡Pero de estos temas, los fanáticos del fundamentalismo ecolátrico no opinan, salvo para proponer falsas “soluciones” de imposible aplicación práctica a grandes escalas, como las falacias de las “panaceas” que –supuestamente- brindarían la generación eólica, solar, el hidrógeno, etc! ¡Y a estos temas, la dirigencia (en su amplia acepción institucional, política, económica, social, gremial, académica, etc.) parecería prestarle muy poca importancia; con las honrosas excepciones, que solo parecerían confirmar la regla!
Por: Carlos Andrés Ortiz
Ex Docente e Investigador Universitario – Investigador de temas
económicos, energéticos, ambientales y geopolíticos
Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía
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